Expediente de Depuración de María Morterero Felipe, conservado en el Archivo General de la Administración
Recientemente he tenido la
oportunidad de disfrutar del visionado del documental Las Maestras de la
República, dirigido por Pilar Pérez Solano y promovido por la Federación de
Trabajadores de la Enseñanza (FETE-UGT) el cual ha alcanzado el premio Goya al
mejor documental. Y no he podido dejar de recordar a una docente familiar mía.
En este mismo blog me he
referido a varias miembros de mi familia, las cuales siempre me han causado admiración su
talento, su voluntad y lo adelantadas que estaban para su época. Mujeres como
mi tía abuela Carmen del Pino, mi tía bisabuela María Felipe, mi bisabuela
Enriqueta Rivero, y muchas otras, me muestran que en todas las épocas han
existido mujeres que han tenido la voluntad de romper el estrecho mundo que una
sociedad católica patriarcal imponía a más de la mitad de la población.
Una de ellas es María
Morterero, a la que no llegué a conocer personalmente por fallecer casi diez
años antes de nacer yo, pero sobre la que nos hablaba mi madre y mis tías durante
las largas sobremesas veraniegas. Y más tarde, le he ido conociendo mejor
gracias a algunos documentos que he podido ir recuperando aquí y allá. No se
trataba exactamente de la maestra republicana de la que nos habla el
documental, ya que pertenecía a una generación anterior, pero sí de una maestra que participó
del espíritu republicano incluso antes de proclamarse la II República.
Aquilina María Morterero
Felipe, única niña entre tres varones, nació en Trijueque el año 1879, en el
seno de una familia muy religiosa de la pequeña burguesía rural de Guadalajara.
Su padre, Benito Morterero era un hidalgo venido a menos, que realizó sus
estudios en el seminario de Sigüenza y que tuvo varios negocios a lo largo de
su vida, desde una escuela para niños hasta la concesión del servicio de
bagajes del partido de Brihuega, pasando por una abacería, pero que aún
mantenía en la comarca cierto prestigio que le llevó a asumir responsabilidades
de juez y fiscal municipal en Trijueque. Su madre, Crisanta Felipe Pajares, era
la nieta del escribano de la localidad, y hermana de las profesoras María y
Teresa Felipe, y gozaba de cierto prestigio como poeta y por practicar el
ovillejo, la improvisación poética, en reuniones sociales y familiares.
Gracias al ambiente de su
casa, y de la mano de su tía María Felipe, María Morterero se dedicó a la
docencia, estudiando en la Escuela Normal Elemental de Maestras de Navarra, donde
alcanzó la revalidad de maestra de primera enseñanza superior en 1899, expidiendo
su título la Universidad de Zaragoza.
Con 21 años, fue nombrada
maestra auxiliar de Villargordo, en la provincia de Jaén, para luego ejercer el
magisterio en un número importante de localidades, como Irún (en 1902), Elciego
(de 1902 a 1906), Astesau (de 1906 a 1910), Atienza (de 1910 a 1903), Arcos de
Medinaceli (de 1913 a 1916), Brihuega (de 1916 a 1917), Trijueque, su localidad
natal (de 1917 a 1929), y finalmente en la ciudad de Guadalajara.
El contacto con su tía María
Felipe, autora en 1899 de “Medios para
sostener la disciplina en una escuela sin necesidad de castigos corporales”,
tuvo una gran influencia en su desarrollo profesional, como reconocía el
semanario educativo La Orientación,
quien en 1916 publicó: Es la Srta.
Morterero una profesora joven, con vocación decidida por la enseñanza y muy
versada en este arte, pues a más de haber hecho los estudios de su carrera con
gran brillantez, tuvo como maestra, con quien practicó, a su inolvidable tía Dª
María Felipe y Pajares (q.e.p.d.), que desempeñó con gran acierto durante
muchos años, una escuela municipal de San Sebastián (Guipúzcoa)
Maestra muy comprometida con
su magisterio, fue la única mujer de la Junta Directiva de la Asociación de
Maestros del partido de Atienza elegida en 1911, así como en la del partido de
Brihuega en 1916. En la citada villa de Atienza obtuvo su único Voto de Gracia
por parte de la Junta Local de 1ª Enseñanza, en 1912, y promovió, junto con el
profesor Isidro Almazán, la primera Mutualidad Escolar de la provincia, y unas
de las primeras de España.
Mujer de gran corazón,
participaba en cuantas iniciativas, de las que ahora llamamos solidarias, se
ponían en marcha a favor de niños y mujeres, quedando constancia de su
aportaciones a la suscripción abierta por el diario LA LIBERTAD a favor de los
niños de Asturias que habían quedado huérfanos durante la revolución del
principado en 1934, la cuestación de FETE a favor de las guarderías y colonias
infantiles en julio de 1936, o aportaciones para las víctimas del bombardeo de
diciembre de dicho año en Guadalajara.
El golpe de estado de 1936
daría paso a una época de gran amargura. No sólo por el asesinato de su hermano
Justo Morterero en Écija (por las órdenes genocidas del felón Queipo de Llano),
sino también por la persecución que sufrió, como decenas de miles de maestras y
maestros republicanos, por su compromiso con el proyecto educativo de la II
República.
La situación no podía ser más
temible. El castigo menor era ser expulsada de la carrera, con la consiguiente
penuria en casos como los de María Morterero, soltera, y con apenas pequeñas
rentas de varias propiedades en su localidad natal. Mucho más grave era ser
encarcelada, ya que además de las torturas y vejaciones, el no tener familiares
residentes en Guadalajara que pudieran socorrerla supondría su muerte por
inanición, como ocurrió con decenas de miles de presos de toda España en
aquellos años. Y lo peor, a ser asesinada por un Consejo de Guerra sin ningún
tipo de garantías y por acusaciones paranoicas.
Antes, en octubre de 1936, y
en cumplimiento del Decreto de la II República Española, María Morterero solicitó
la readmisión a su empleo de maestra nacional de una de las escuelas unitarias
de Guadalajara. En la misma declaró que desde el 1º de abril de 1936
participaba en la organización Socorro Rojo Internacional (SRI), una suerte de Cruz Roja impulsada por
la Unión Soviética, y desde el 5 de septiembre de 1936 estaba afiliada a FETE,
pero que no militaba en ningún partido político.
La victoria del
nacional-catolicismo le llevó como a decenas de miles de maestras y maestros, a
enfrentarse a un perverso expediente de depuración, tal y como podemos leer en
el que se conserva en el Archivo General de la Administración.
En septiembre de 1939, la
Comisión de Depuración de la Provincia de Soria comenzó a recabar información
sobre el profesorado de la provincia, y en el expediente de María Morterero podemos
ver las calificaciones de diferentes informantes. Así, el alcalde de
Guadalajara informó que su conducta personal era buena e ignoraba su actuación
social en la localidad, pero que durante el movimiento se manifestó francamente
de izquierdas, refiriendo que “se asegura
que durante el periodo rojo su labor en la Escuela ha sido de acuerdo con las
ideas pregonadas por la República”.
Por su parte, el primer jefe
de la Comandancia de la Guardia Civil de Guadalajara, informaba que si bien su
conducta personal y social era buena, fue “indiferente
antes del Glorioso Movimiento Nacional” aunque “una vez iniciado esta se mostró izquierdista destacada, pertenecía a la
FETE”. Asimismo destacó que “trabajó
con gran actividad a favor de la causa roja, enseñando teorías contrarias a
nuestro régimen, trabajando con gran interés en la confección de ropa para los
rojos, por lo que se le considera desafecta a la Causa Nacional”.
Especialmente curiosa es la
información suministrada por la Comisión de Padres de Familia, que a todas las
preguntas respondieron: Roja; Roja; Roja. Aunque señalaron desconocer si en la
escuela inculcaba a los niños ideas contrarias a la Religión, Patria y Familia.
También lo es la información
del cura de San Nicolás, que a las preguntas sobre su conducta personal, social
y política, respondió: Mala; Mala; Mala. Y terminó afirmando que “Arengaba en escuela a los alumnos
inculcándoles ideales marxistas”.
Toda esta información
recogida, llevó a la Comisión Depuradora de Guadalajara a elaborar un pliego de
cargos por tener ideas izquierdistas y manifestarlas públicamente y orientar la
enseñanza en consonancia con las ideas expuestas, y se le daba a María
Morterero un plazo de diez días para que presentara su descargo.
Podemos imaginar el terror
con el que vivió aquellas circunstancias María Morterero, valorando que
información podría aportar en su descargo, cuales podrían volverse en su
contra, como apelar a la compasión o al intelecto de sus juzgadores, y a que
personas podría conmover a su favor.
María presentó su escrito de
siete páginas manuscritas el día 27 de octubre de 1939, donde intentaba
desmontar las acusaciones que se le hacían. Para ello empezaba solicitando que
se pidiera información sobre ella a distintas personas de la provincia “todas ellas de absoluta solvencia” como
eran Josefa Ortega Utrilla; Basilia Martinsan de Arroyo; Isabel Espejo, viuda
de Atienza; Blanca Pérez de Cortés; Cipriana Cano Gamo; Antonio Moscoso,
notario; Miguel Fluiter, propietario; Julio Elegido, corredor de comercio; Juan
Peruela, empleado de la Diputación Provincial; y Juan Diges, empleado del
Ayuntamiento de Guadalajara.
La primera acusación, tener
ideas izquierdistas, intentó rebatirla con unas tiernas confesiones sobre su
fe, además de con un hecho que aún hoy me conmueve. Así, escribió con su propia
mano: “Cuando yo era una niña, una persona
de mi familia, a quien después de mis padres profesé cariño, regaló a la
Iglesia de nuestro pueblo natal, Trijueque, el cuadro de la Santísima Virgen en
que en unión de su Benditísimo Hijo se venera con el hermosísimo título del
Perpetuo Socorro, y desde el fallecimiento de quien lo regaló, ocurrido en San
Sebastián (Guipúzcoa), el día seis de agosto de 1913, hasta que por la terrible
hecatombe que hemos padecido, ha quedado destruida la citada Iglesia, le han
alumbrado por mi devoción durante el Santo Sacrificio de la Misa, domingos y
días festivos, dos velas, de lo cual entre otras personas, pueden dar fe Dª Mª
Cañamares de García, que reside en Trijueque y que ha sido la persona que me
hizo el favor de que alumbraran desde mi salida del citado pueblo en 1º de
diciembre de 1929”.
A la segunda, orientar la
enseñanza con ideas izquierdista, respondió que “a esto debo manifestar que nunca ha sido como se me imputa mi labor
docente; pues como deber y obligación, siempre he tratado de cumplir lo que las
Autoridades competentes han dictado, como no es menos verídico que jamás fueron
desterradas de mi clase el que todas, absolutamente todas las enseñanzas fueran
un tributo de amor al Autor de la Creación y su Bendita Madre”, añadiendo
una lista de textos que utilizaba en clases y proponiendo como informantes a
antiguos alumnos suyos.
Pero su escrito no fue
suficiente, y el 21 de noviembre de 1939, la Comisión Depuradora de Guadalajara
consideró que el correspondiente pliego de cargos “no se desvirtúa por el interesado” aunque “si bien esta Comisión, dentro de la más estricta justicia, tiene en
cuenta la avanzada edad de la expedientada”, por lo que le impuso una
sanción de dos años de suspensión de empleo y sueldo, con abono del tiempo en
que estuvo suspendida, y una vez cumplida la sanción, su jubilación.
Esta resolución fue su muerte
como maestra: María Morterero nunca volvería a ejercer la docencia.
Y aún le faltaba librar una
última batalla, ya que como afirmaría años más tarde el Juzgado Superior de Revisiones,
“al dictar esta resolución [la Comisión
de Depuraciones] se padeció error por cuanto la interesada no cumplía los 65
años hasta el día 4 de febrero de 1944 por lo cual la Dirección general de la
Deuda devolvió el expediente de jubilación iniciado por no reunir la Maestra
las condiciones necesarias”.
“Realmente” continuaba afirmando dicho Juzgado “en aquella fecha y por no ser aplicable la sanción impuesta debió de
procederse a la revisión de oficio del expediente de depuración, pero no
habiéndose hecho así y debiendo limitarse la suspensión impuesta a los dos años
marcados una vez cumplido este plazo y mientras la Maestra no cumpliese los 65
años debió ser reintegrada al Magisterio y ocupar el puesto que le correspondiese
en el Escalafón pues no es justo que ella sufra las consecuencias de un error
que no le es imputable”.
Para ello, María solicitaría
en 1947 que no se considerara su jubilación como voluntaria, que suponía una
pensión más pequeña, sino forzosa, presentando una batería de cartas en apoyo
de su buena condición de lo más granado de la sociedad arriacense. Así,
consiguió informes favorables de Claudio Pizarro, sacerdote y profesor adjunto
del Instituto de Enseñanza Media de Guadalajara; Juan Victoriano García,
farmacéutico e inspector farmacéutico municipal de Guadalajara; Josefa Ortega
Utrilla, maestra jubilada de Marchamalo; Cipriana Chércoles Hernando; los
nacionales evadidos de la zona roja y excombatientes franquistas Pedro Sanz
Viejo, Luis Esteban Gil, Claudio Sanz
Viejo y Julio Esteba Gil; José Burgos Iglesias, comandante de infantería; José
Carretero Moreno, farmacéutico de Colmenar Viejo y excombatiente nacional;
Daniel Carretero Riosalido, profesor y secretario de la Escuela de Magisterio y
esposo de su prima Carolina Moreno Morterero; Alberto Gutiérrez del Olmo y
Guerra, teniente de alcalde de Guadalajara; Saturnino Gutiérrez Martínez, curra
párroco de San Nicolás el Real y Arcipreste de Guadalajara; y Tomás Navalpotro
Laguna, cura ecónomo de Santa María de la Cuesta, de la villa de Durón. Se
notaba que ya habían pasado casi diez años después de la Guerra Civil y
empezaba a atenuarse el terror de señalarse. Su petición fue finalmente
atendida.
María Morterero Felipe fallecería en 1959.