Han pasado más de ocho décadas, pero la verdad no
entiende de tiempo. Hoy sé el nombre de uno de los asesinos de mi abuelo, y
quiero gritarlo: Antonio Escuin Lois.
El pasado 18 de julio se cumplió 87 años del
alzamiento de una gran parte del ejército español (no todo él) contra el
gobierno legítimo presidido por Santiago Casares Quiroga, que a la postre fue
un levantamiento contra la II República.
A nivel personal, cada 18 de julio comienza una
sucesión de emociones que termina el 23 de agosto, aniversario del asesinato de
mi abuelo, Justo José Morterero Felipe, en Écija, por bando de Guerra.
Durante muchas décadas, no supimos nada de los
asesinos de ese buen padre, buen esposo,
buen maestro en palabras de viuda, mi abuela Isabel del Pino. En casa solo
se comentaba que los que dispararon a mi abuelo habían sido alumnos suyos
anteriormente, lo que sin duda añadía más horror a la historia.
Sabemos que cada asesinato en la Andalucía
ocupada por las tropas rebeldes aplicando el tristemente famoso Bando de
Guerra fue ordenado específicamente por el genocida Queipo de Llano. Como
recoge José María García Márquez, solo consta un asesinato que no fue ordenado
por el felón, y su autor, un falangista, fue duramente castigado. En la Sevilla
de agosto del 36, nadie moría violentamente si no era por voluntad del
abominable Gonzalo.
Pero construir la cadena de acontecimientos que
llevaban al ex militar (fue expulsado del Ejército español ese mismo mes por el
Tribunal Supremo) a ordenar cada asesinato, es complejo
Aunque poco a poco, y gracias a ese movimiento
memorialístico que tanto horroriza a las derechas españolas, jerarquía católica
incluida, vamos descubriendo algunos de esos procedimientos.
En el caso de los asesinatos de Écija, la
localización de un expediente judicial gaditano ha permitido saber que existió
una junta en la localidad, que proponía las personas que debían ser
asesinadas.
El 23 de diciembre de 1939, el entonces
comandante Antonio Escuin Lois, compareció ante un juzgado gaditano en relación
al asesinato del maestro de la provincia de Córdoba Vicente Alvanez (sic) Pastor.
Escuin, capitán de la Guardia Civil en aquel
terrible verano del 36, se hizo famoso en Écija y su comarca por su
participación en la sangrienta represión ejercida por las fuerzas rebeldes tras
el 18 de julio, como en los asesinatos de El Rubio, Marchena y Puente Genil. Y
años después sería sancionado militarmente por un turbio delito de contrabando
de tabaco en Sevilla.
En su declaración, Escuin manifestó en 1939
Que
para llevar a cabo cualquier ejecución, de individuos peligrosos en los dias
críticos que se atravesaba en la España Nacional, se acordaba su ejecución, en
reunión de las Autoridades de Ecija, compuesta por el Comandante Militar de la
Plaza, un Capitan del Depósito de Recria y Doma, el Policia Señor Angulo y el
que declara, y con arreglo a la peligrosidad del individuo, cargos y denuncia
que contra él habia, se acordaba o nó su ejecución.
añadiendo que
…
igualmente no los recuerda [el nombre] los de los dos Maestros ejecutados y el
de que fué expulsado como igualmente la Maestra…
En 1939 Escuín no recordaba el nombre de mi
abuelo, al que dio orden de asesinar. Pero nosotros, en pleno siglo XXI, no
podremos olvidar su nombre.