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sábado, 24 de diciembre de 2016

Las mujeres de los rojos, por fin, han conocido hombres de verdad



Manuel Muñoz Medina ha intentado justificar su acción, que sólo puede tacharse de violencia machista, como “broma de mal gusto”. En algunas noticias se ha llegado a insinuar como justificación el alto grado de intoxicación etílica que supuestamente embargaba al empresario y vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla en el momento de su repugnante acción.

Mi primer pensamiento después de la repugnancia que sentí al leer la noticia, fue que si esto le había ocurrido a una política de primera fila, feminista y peleona, que sucederá con las trabajadoras de dicho empresario. Porque cualquiera puede llegar a la conclusión que, para este empresario, acorralar y violentar a una mujer es algo gracioso, una broma.

Pero luego recordé al infame Queipo de Llano (maldito sea esté donde esté) y sus discursos radiofónicos, cuando anunciaba a los cuatro vientos de las ondas que los legionarios enseñarían a las mujeres de los rojos que era un hombre, “y no castrados milicianos” para finalizar afirmando que “Dar patadas y berrear no las salvará”. Es decir, que resistirse a la violación no sería suficiente para evitarla.

Y mucho me temo que en este caso concreto, además de la naturaleza de violencia machista, el acto repugnante de Manuel Muñoz Medina oculta un vector ideológico: mostrar a una roja, esposa de un “miliciano castrado”, el alcalde de Cádiz en este caso, lo que es un hombre de verdad.

Y es natural que las enseñanzas de Queipo pervivan socialmente en una sociedad que no tiene la decencia de sacar de la basílica de la Macarena los restos de un genocida, patrocinador del asesinato en masa de más de 15.000 personas en la provincia de Sevilla fundamentalmente pero también de otras partes de Andalucía, autor intelectual de los asesinatos de García Lorca o Blas Infante.

Y es que no se trata de un hecho aislado, sino que lo hemos visto recientemente durante la investigación por violación de una chica madrileña en Pamplona supuestamente por varios jóvenes sevillanos, algunos miembros del ejército y de los cuerpos de seguridad del Estado.

Muchos aún en Sevilla comparte con Queipo y Manuel Muñoz Medina un poso social e ideológico, no solo de machismo violento, sino de desprecio a la dignidad humana.

Dios los cría.....

domingo, 29 de marzo de 2015

McCarthy ha vuelto



Desde pequeñito he tenido claro la diferencia entre hablar y ser un chivato. Pero para la mayoría de los niños y de las niñas, el “teorema del chivatismo” es la primera piedra que sustenta la grandiosa arquitectura de los sistemas sociales. Por más que luego te lean el cuento del Traje Nuevo del Emperador, ya se ha insertado en nuestra psique que el silencio es la mayoría de las veces el comportamiento no sólo más rentable sino incluso ético.

Callar ante una injusticia es la mejor forma de no señalarte. Y los españoles lo aprendimos a sangre durante siglos. No señalarte como judío ni moro, no señalarte como protestante, no señalarte como afrancesado ni como liberal, no señalarte como rojo o demócrata. Sobreviven los que callaron, y ese gen se ha ido convirtiendo en mayoritario entre la población española. Callar ante la arbitrariedad, el abuso, la injusticia se ha convertido en una virtud patria. Así se explica, más que cualquier pacto o atadura, que los ignominiosos crímenes del franquismo permanezcan aún en silencio.

Recientemente leí que el nieto de Luis Martín Bermejo no se enteró hasta los años 70 que su abuelo no había muerto en la mina de Río Tinto como le habían contado desde pequeño sino asesinado en 1936 por participar en la columna minera de Río Tinto, que pretendían ayudar a detener al genocida Queipo de Llano en la ciudad de Sevilla. Porque también su familia, víctima de una represión terrible, había aprendido que callar era la mejor forma de sobrevivir.

Ese aprendizaje de siglos mantiene secuestrada a la ciudadanía española bajo el tiránico principio de no señalarse. Y por eso, el artículo de Mercedes de Pablos en El Correo de Andalucía, titulado Humillaciones, supone un aldabonazo a nuestras conciencias, al negarse a callar, a no señalarse.

Porque en Andalucía estamos viviendo un marcartismo terrible. Durante los últimos años se están produciendo la violación sistemática de muchos de los derechos procesales a los que creíamos tener derecho. Y como ocurrió en Estados Unidos en tiempos de Joseph McCarthy, con gran aplauso de medios de comunicación, líderes de opinión y, fundamentalmente, con el aplauso atronador y el silencio cómplice de la sociedad andaluza.

Y eso que muchos en voz baja lo vienen diciendo, incluso se han atrevido a recogerlo en artículos citando a fuentes anónimas. Pero pocos se han atrevido a señalarse y a afirmarlo en primera persona como José Joaquín Gallardo, decano del colegio de abogados de Sevilla, y la periodista Mercedes de Pablo. La detención de 16 responsables y ex responsables de la Junta de Andalucía de los últimos días ha sido arbitraria y desproporcionada. Pero es que además es un paso más en un proceso de Estado Policial al que nos están llevando con la excusa de la lucha contra la corrupción.
             
Hoy todavía muchos aplauden en público y en privado las instrucciones judiciales de la jueza Alaya. Otros muchos las censuran con su silencio. Pero casi todos lamentarán dentro de unos años haber callado tanto. Pero entonces, ya será tarde.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Ada

Ada Colau manifestó ayer la necesidad de salir de los espacios de coordinación, y dejarde ser la portavoz estatal de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en una carta llena de sentido común y con múltiples visos de sinceridad, en la que se ha sentido obligada a manifestar que no iba a fichar por ningún partido político.

Esta afirmación ha provocado una cascada de manifestaciones en distintos ámbitos (redes sociales, comentarios a noticias en webs de periódicos, etc) en la que ponen en solfa dicha afirmación, insinuando, o directamente criticando, que próximamente le veremos en algún partido político.

Aunque respete su decisión, yo personalmente creo que sería bueno para la democracia que Ada Colau se replanteara dicha negativa y que si le apetece, aceptase alguna de las propuestas que al parecer ya le han hecho llegar.

En las listas electorales deben estar los mejores, y Ada Colau ha demostrado una capacidad de trabajo y liderazgo que enriquece la democracia y, por lo tanto,  su participación favorecería la decencia de nuestra sociedad. 

Pero su decisión pone en evidencia las de aquellos ciudadanos que sí han optado en entrar en política, no por su valía, por su trabajo o su liderazgo, sino simplemente por ser la hermana, la esposa o el hijo de una víctima del terrorismo etarra.

Ciudadanos que sin otro mérito que ser “víctima de” han llegado al Parlamento Europeo y otras instancias públicas y son aplaudidos precisamente por aquellos que ahora ponen verde a Colau.
     
Mis más sinceras felicitaciones a Ada, por saber llegar, por saber estar, y por saber irse. Muchos deberían, o deberíamos, tomar nota.

lunes, 28 de abril de 2014

Avanzando hacia el pleno ejercicio de la Identidad de Género

Sin duda, el ruido mediático y político del pasado día 9 de abril, provocado por la entrega de llaves a los okupas de la Corrala Utopía, empalideció otro acontecimiento, de igual o mayor trascendencia social, que se produjo en el Salón de Plenos del Parlamento de Andalucía. En la tarde del mismo día, los grupos parlamentarios andaluces aprobaron por unanimidad de los tres partidos con representación parlamentaria (PP, PSOE e IU) admitir a trámite el proyecto de Ley integral para la no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales de Andalucía.

La transexualidad es, sin duda, uno de los fenómenos más incomprendidos por la sociedad y que mayor dosis de demagogia genera entre los opositores al ejercicio de la plena libertad individual. Incomprensión e inquina que responde a que la misma cuestiona todas nuestras certezas en cuanto a lo que cada una y cada uno de nosotros creemos ser.

La transexualidad, la contradicción entre el sexo biológico, con el que se nace, y la identidad de género, que es la que se siente, ha provocado en el pasado el sufrimiento más inhumano a centenares, miles, decenas de miles de personas. Un sufrimiento cuya solución es tan simple en lo objetivo, como compleja en lo cultural: que cada persona viva plenamente con la identidad de género que siente y no con la biológica con la que nació.

En el pasado, ante el fracaso de funestas terapias como el electroshock o la lobotomización, médicos como Harry Benjamin dieron la única solución terapéutica admisible a las personas diagnosticadas como transexuales: vivir de acuerdo con la identidad de género sentida. Unas veces con la reasignación genital, otras veces simplemente con la adopción de roles del género percibido.

Pero ese mismo avance, que liberó a las personas transexuales de las dudas sobre lo que les pasaba y de terapias destructivas para devolverlas al camino correcto, les llevó al laberinto, muchas veces frustrante, de la patologización de la transexualidad. Test de la vida real, operaciones quirúrgicas inaccesibles y complejísimas, hormonación de por vida, eran el peaje para su público reconocimiento como tales.

Afortunadamente, la lucha de las personas transexuales, la aceptación del género como un constructo en parte cultural, y la sensibilización de la sociedad hacia aquellos colectivos que demandan su especificidad, ha permitido avances en los últimos años, como la Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, que orillaba, pero no eliminaba, ese complejo y doloroso camino.

Pero aún así, las personas transexuales son obligadas a un proceso donde su identidad de género no es el resultado del pleno ejercicio de la libertad para sentirse e identificarse, sino de un complejo laberinto clínico y legal donde otros, jueces, psiquiatras, médicos, etc. dictaminan lo que puede ser, o no, una persona transexual.

La Ley andaluza admitida a trámite el pasado 9 de abril, ayudará a las personas transexuales a tomar las riendas de su identidad, ya que va en la línea de despatologizar la transexualidad y devolver a la persona su pleno dominio identitario.

En este sentido, es de valorar la afortunada casualidad que el jurado de los premios Adriano Antinoo, que en su tercera edición concede la asociación a la que pertenezco y que se entregaron el pasado 26 de abril, se lo haya concedido en la activista transexual Kim Pérez.

Kim Pérez es, sin duda, la más sobresaliente de las activistas del movimiento transexual andaluz, una referencia fundamental para todas aquellas personas que, transexuales o no, hemos querido trabajar por el derecho al pleno desarrollo de la identidad de género en Andalucía. Y este proyecto de Ley nos permite visualizar el largo, duro y fatigoso trabajo realizado por las personas transexuales andaluzas hasta conseguir el derecho fundamental de ser ellas mismas.

Porque mujeres como Kim Pérez, sin pretenderlo, han entrado, con el mayor mérito y dignidad, en el elenco de grandes mujeres de la Historia andaluza.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

domingo, 3 de noviembre de 2013

Gallardón, la Iglesia y el Matrimonio



A veces la vida tiene un no se qué de justicia poética muy divertida para los que teniendo ojos quieran ver, y teniendo oídos, quieran oír.

El catolicismo patrio se ha quedado con las vergüenzas al aire, por mucho que con su silencio intente tragar una medida del más derechista de los ministros de Rajoy que degrada el matrimonio a su condición natural de pacto privado entre pares.

Sabiamente, el primer ministro británico Míster Cameron afirmó “Yo no apoyo el matrimonio homosexual a pesar de ser conservador. Lo apoyo porque soy conservador". Porque ampliar el matrimonio a las personas del mismo sexo no sólo no debilita la institución matrimonial, sino que la refuerza al convertirse incluso para las parejas gay y lésbicas en la vía natural para su socialización, evitando que se avance hacia la privatización de las relaciones de pareja.

Y curiosamente, el partido que recurrió el matrimonio igualitario al Tribunal Constitucional, tras su aprobación por el socialista Rodríguez Zapatero, ha adoptado una decisión que sí ahonda en la vía de convertir el matrimonio en una cuestión completamente privada: su formulación ante notario, como cualquier otro pacto entre particulares que no requiere la supervisión del Estado.

Pero aún más sorprendente es el silencio de los siempre verborreicamente incontinentes conservadores obispos españoles, que en expresión castiza podríamos decir que “callan como putas”.

Lo más relevante de la decisión de Gallardón no es, por lo tanto, su deriva privatizadora, sino la destrucción de la institución matrimonial como la hemos conocido hasta ahora, reducida a un contrato comercial entre partes, como tomar un seguro, o vender una vaca.

Al final va a resultar que en España el último conservador fue Rodríguez Zapatero.

domingo, 27 de octubre de 2013

Odia el terrorismo y compadece al terrorista

        
Lo sé. El título de este post, trasunto de la famosa frase de Concepción Arenal (odia el delito y compadece al delincuente) puede causar ampollas a más de uno. Pero no será por lo que sugiere, sino debido a la deriva moral de una parte importante de la sociedad española que está regresando a la ley de Talión.

Sobre las víctimas y su dolor, ya manifesté mi opinión en el post Victimización de la sociedad. Pero lo sucedido en la última semana, que comenzó con la más que justificada, en lo moral y en lo jurídico, sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la aplicación retroactiva del cómputo de los beneficios penitenciarios, hasta la manifestación de asociaciones de víctimas (bueno, sólo de víctimas de ETA, no de todo el terrorismo, no de todas las víctimas) contra dicho Tribunal, pasando por la aprobación del Estatuto de la Víctima por parte del Consejo de Ministros, me lleva a continuar con dicha reflexión.

La única reparación justa para una víctima es que el crimen que le llevó a tal situación no se hubiera producido nunca. Pero eso las leyes no pueden conseguirlo porque la Justicia, así en mayúsculas, o es divina o es imposible. A lo más que pueden aspirar las sociedades emocionalmente sanas, construidas sobre los paradigmas de la igualdad, la libertad y la fraternidad, es dotarse de leyes, que deben ser pocas y bien hechas, de un sistema eficaz que persiga al infractor, y un sistema judicial capaz de sancionarlo.

La demagogia política lleva a pensar que la firmeza moral es proporcional a la cantidad y dureza de las penas contempladas en las leyes. Pero la realidad no es esta. Muchas leyes, hechas de forma apresurada, cambiadas a golpe de acontecimientos, terminan semejándose a un monstruo de frankenstein con penas divergentes para delitos semejante, sin un sistema policial que asegure su cumplimiento, con juzgados colapsados y sin prisiones suficientes, terminan por generar aún mayor frustración social ya que ni se puede perseguir el delito, ni juzgarlo ni hacer cumplir las penas.

Pero la última vuelta de rosca es el perverso principio sobre el que se asienta el inmoral Estatuto de la Víctima. Si a la justicia se le ha representado históricamente como una dama con los ojos tapados, es precisamente para señalar la necesidad de que la persona encargada de juzgar (que no de impartir justicia, que es cosa imposible) esté liberada del dolor de la víctima.

En el plano moral, abrir la senda de que la víctima participe en la sentencia y su ejecución, es una barbaridad. En el plano práctico, es un dislate. Ante el asesinato de una persona, ¿quién es la víctima, el padre, la madre, el esposo, la esposa, los hijos, los nietos? ¿Qué pasará si dos familiares cercanos, un hijo y el esposo pongamos por caso, manifiestan dos posiciones diferentes, una hacia la clemencia y otro hacia la venganza? ¿A quien deberá hacer caso la justicia?

Pero es que además, esta filosofía no sólo no beneficia a la víctima sino que la destruye como persona al cosificarla, obligándola a auto identificarse eternamente como tal, obligándole a vivir pendiente de su agresor. Con este sistema, el vencedor será siempre el criminal, el terrorista: no sólo habrá destruido a la persona, sino que además conseguirá que nunca más supere tal situación.

Por la parte del criminal (el violador, el asesino, el terrorista) centrar todos los esfuerzos en su castigo sin intentar solucionar sus causas, impide ver que la mayoría de los crímenes tienen su origen o en trastornos mentales o en problemas sociales. Y que sin solucionar éstos, es imposible atajar aquellos de forma real.

Estados Unidos es la prueba: un país con un sistema judicial y penitencial durísimo, donde la libertad de armas de fuegos es escandalosa, pero que cuirosamente la tasa de criminalidad y población penitenciaria es altísima. Lo que no se tiene en cuenta que todo ello depende más de una sociedad con una gran injusticia social, sin servicios públicos que cohesionen a la ciudadanía, y con una fractura familiar y social insostenible, que de las leyes, los juzgados y las prisiones.

Con demasiada rapidez, la sociedad española está olvidando que la firmeza moral de una sociedad como la nuestra es la defensa de la ley por encima de la venganza, de la preeminencia de la compasión sobre el rencor. Y el argumento que están usando es una falsa empatía con las víctimas.

La frase de alguna asociación de víctimas de ETA de que debe haber vencedores y vencidos es estremecedora por su parecido a la afirmación del ex general golpista Mola al inicio de la Guerra Civil: “Ni pactos de Zanjón, ni abrazos de Vergara, ni pensar en otra cosa que no sea una victoria aplastante y definitiva”.

¡Que diferencia, que abismo moral, de aquellos republicanos que a punto de ser asesinados, durante la Guerra Civil, durante la durísima posguerra, escribían a sus esposas pidiendo que no educara a sus hijos en el rencor, el odio y la venganza!

domingo, 21 de abril de 2013

No se meta en política



Es conocida la anécdota, cuya veracidad no he podido contrastar, de la respuesta que dio el ex general Francisco Franco (el felón militar que traicionando el voto sagrado de defensa de la Patria promovió el asesinato de centenares de miles de sus compatriotas), a un neófito que le confesó sus aspiraciones públicas, aquello de joven, haga usted como yo, no se meta en política.

Sostengo desde hace décadas que fue esa vacuna, no se meta Vd. en política, la que permitió durante la Transición y en años posteriores, la puesta en marcha de políticas sociales, económicas y de derechos que cualquier observador imparcial consideraría imposible en un país educado durante cuarenta años en la violencia emocional, el exterminio cultural y la represión social.

De nuevo he recordado esta hipótesis leyendo la noticia que hoy publica EL PAIS sobre el matrimonio gay en Francia, al escribir el periodista: Si en España, el país vecino ex franquista y católico, la ley del matrimonio gay se solventó sin violencia y hoy se aplica en plena normalidad constitucional, la laica y docta Francia no podía ser menos, se pensaba.

La realidad es que en una sociedad movilizada, crítica y con músculo como la francesa, este avance, equiparable al fin de la esclavitud o el derecho al voto de la mujer, no podía pasar sin mayores consecuencias. La falta de respuesta de la sociedad española no es por lo tanto un acuerdo tácito sino resignado en el sentido de mientras a mí no me afecte directamente…

Pero también en España eso está cambiando. Tras treinta y cinco años de democracia, una parte de la sociedad está asumiendo que sí debe meterse en política. Pero curiosamente no ha sido la tradicional izquierda social, sino la siempre militante jerarquía católica quien está movilizando a su electorado en pos de la defensa de sus trasnochados principios éticos.

Claro que toda acción consigue una reacción, que doy por asumido por la jerarquía católica. Y es precisamente ese activismo católico el que puede y debe movilizar a la izquierda social. Claro que ello, como en Francia, está suponiendo mayores tasas de tensiones y conatos de violencia.

Ahora bien, la izquierda social debe estar atenta y no dejarse aleccionar desde la derecha sobre dicha tensión, ya que lo insano es precisamente esa calma aparente e insana de la sociedad española.  Sin violencia física y emocional, la tensión social siempre es un vehículo natural para avanzar. Tal vez habrá que empezar a hacer escraches delante de las parroquias como la derecha católica los hace ante los centros donde se practican interrupciones de embarazos.

sábado, 23 de febrero de 2013

El camino hacia la República.



El auge del republicanismo que actualmente vemos en España, me llena tanto de júbilo como de estupor. Júbilo, porque criado en una familia de larga tradición republicana nunca he sentido ese juancarlismo que se le presupone a la izquierda en la que me alineo. Estupor porque de nuevo llega la inspiración republicana no desde el corazón y la mente, sino desde las tripas.
          
Que si me queda un tiempo razonable de vida veré la III República Española es tan innegable como que mañana amanecerá. Claro que por republicanos nos definimos los que aspiramos a un revival, en lo positivo, de la filosofía de la II República Española, porque muchos parecen olvidar que repúblicas son también la de Guinea Ecuatorial, Irán, Estados Unidos, Corea del Norte y Haití, por poner algunos y dispares ejemplos.
           
Pero a nuestro concepto de republicanismo no se puede llegar desde la desesperación o el desencanto. Es injusto con el espíritu republicano adherirse a su causa por el bochorno de un sistema político colapsado y por una monarquía asesiada por sus propios errores.
               
A la república se debe llegar por el camino de la dignidad humana, de la ética de los derechos fundamentales del hombre y de la mujer: no ser gobernados por quienes no hayamos tenido la oportunidad de elegir.
                
Se trata del mismo principio filosófico que llevó a la revolución norteamericana a no aceptar impuestos de un gobierno que no habían tenido la posibilidad de elegir. Pero también de la misma lucha feminista, condensada en la expresión No taxation without representation que se negaba al pago de impuestos a esa misma República de los Estados Unidos de América, heredera de la revolución norteamericana, mientras no se permitiera votar a las mujeres.
            
Y no se trata que el gobierno de una república sea, per se, mejor que el de una monarquía, ni que sus leyes y sus políticas sean más beneficiosas para el conjunto de la sociedad que el que tenemos ahora en España. Es la imperiosa necesidad de ser gobernados por un primus inter pares, el primero entre iguales. O como escribió Francesc de Vinatea, jurat en cap de Valencia, al rey Pedro el Ceremonioso: cada uno de nos somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos.
              
Aunque sea para cambiar a Juan Carlos I, o a Felipe VII, por Aznar o Rajoy, que ya sería mala suerte.

sábado, 12 de enero de 2013

Culpables y víctimas



Uno de los primeros post que escribí en este blog, titulado “¿El culpable? ¿O un culpable?”, plasmaba una de las cuestiones que más desasosiego emocional me produce ante un hecho luctuoso: empatizar con el sufrimiento de la víctima hacia el culpable declarado, ya sea por su familia, los medios, la policía o la justicia.
      
Esto me ha pasado siempre, incluso en hechos tan espantosos como la desaparición de la adolescente Marta del Castillo o de los niños Ruth y José Bretón, cuando casi todos muestran una certeza absoluta sobre los autores de los hechos pero en los que las pruebas que se aportan me parecen más circunstanciales que definitorias.

En aquel post de 2009 recordaba el caso de James Bain, condenado por violación, pero que 35 años después se demostró su inocencia gracias al ADN. Hoy traigo a colación el tema por la noticia publicada por elmundo.es sobre el caso de Ismael M.T.

Según la noticia publicada, Ismael “reconoció en el juicio que a las 3.15 horas de la madrugada del 22 de noviembre de 2010 rompió el cristal de un coche detenido en un semáforo de la calle Albañiles de Sevilla y amenazó con un cuchillo de grandes dimensiones a las dos mujeres que lo ocupaban”. Por su parte, las víctimas “reconocieron al condenado, primero mediante fotografías y luego en rueda de identificación, según recuerda el TS.

El caso estaba claro: había habido un delito, se había identificado fuera de toda duda al culpable, y éste incluso había admitido su culpabilidad en el juicio. Estoy seguro que las dos mujeres se sentirían muy tranquilizadas tras la sentencia, y la mayoría de las personas que tuvieron noticias del hecho se sentirían más confiadas sabiendo que Ismael no volvería a delinquir durante una temporada.

La sorpresa viene cuando el Tribunal Supremo anula la condena, ya que “las pruebas definitivas de ADN demostraron que la sangre hallada en el lugar del robo no pertenecía a Ismael, que ninguna otra persona había sangrado en el coche y además la Policía identificó con dicho ADN a un nuevo imputado, Carlos G.R., contra quien se han abierto nuevas diligencias.”

Es decir, las víctimas había convertido en víctima a un delincuente inocente, mientras el verdadero autor de los hechos seguía delinquiendo libremente. Alguno podría alegar que Ismael era de todas formas un delincuente y que sin duda merecía pasar un tiempo en la cárcel.

Pero el hecho es que si con una identificación del supuesto culpable por parte de las víctimas y el reconocimiento de culpabilidad del supuesto criminal el tribunal falló injustamente, ¿qué certeza moral podemos tener ante casos mucho más complejos, donde no existen pruebas periciales claras y cuya secuencia temporal está llena de dudas razonables?

Las víctimas necesitan consuelo y reparación, de eso no hay duda. Pero ¿es lícito ofrecer como sacrificio a un culpable cualquiera en vez al verdadero culpable?

sábado, 24 de noviembre de 2012

Genocidas

Ahora que la Fundación Franco va a rendir un homenaje al felón general que violentó su sagrado juramento de fidelidad al gobierno legal de la II República, alentó la masacre del pueblo español a través de una durísima guerra civil de tres años, y mantuvo al país subyugado durante treinta y cinco más, quiero compartir contigo, amable lector o lectora, una reflexión en torno a sus descendientes morales, políticos y sociales.
       
Es habitual que la única respuesta de la derecha reaccionaria, caciquil y resabiada española, esa que encarna tan bien el PP, medios como Intereconomía, La Gaceta, La sin-Razón, y voceros como Jiménez Losantos, César Vidal, etc. utilizar el famoso “y tú más” para intentar silenciar la crítica hacia sus postulados violentos.
   
Un caso paradigmático al que ya dediqué un post es Paracuellos, un caso trágico y repugnante, que intentan reiteradamente utilizar como escudo para defenderse de otros semejantes donde los suyos no fueron las víctimas sino los verdugos: Málaga, Badajoz, etc.
    
Así, ante la crítica al genocida Franco saltan con el genocida Stalin; ante la crítica a Fraga utilizan a Carrillo; ante el asesinato de Miguel Hernández se defienden con el de José Antonio Primo de Rivera.
   
Pero como todo argumento falaz, es fácilmente rebatible, porque en el fondo estamos de acuerdo: Francisco Franco y Josef Stalin eran unos genocidas terribles, cuyas vidas deberían servir de ejemplo, en escuelas e institutos de todo el mundo, de la maldad, la crueldad y la inmoralidad del ser humano.
    
Paracuellos, como Málaga, Gernika y Badajoz son ejemplos de la saña del ser humano hacia el ser humano, y sus autores, ya fuesen milicianos, militares de carrera o civiles, merecen toda nuestra indignación y nuestro desprecio moral.
   
Si Carrillo tuvo alguna responsabilidad en Paracuellos merece nuestro más absoluto desprecio como el que nos merece Manuel Fragra por los asesinatos de presos políticos durante el régimen genocida de Franco.
    
La diferencia fundamental es que mientras yo sí tengo la dignidad humana de rechazar categóricamente todo tipo de genocidios y hechos violentos, vengan de la derecha o de la izquierda, ellos, los herederos económicos, políticos y sociales del franquismo, muestran su maldad y miseria moral al defender los que hicieron los suyos: sus padres, sus abuelos, sus líderes.

miércoles, 20 de junio de 2012

El día que Zoido sufrió un brote de homofobia en el ojo

Saben los que me conocen que nunca he sido muy de eso que llamo “patriotismo textil” y musical. Las banderas, cualquiera, no me conmueven ni exaltan mis instintos territoriales. Cierto es que a algunas les tengo más cariño que a otras, pero nada de un amor arrebatado y transido de emociones patrias. Me conmueve más, pero mucho más, un paisaje serrano, un acto de heroica valentía o la Organización Nacional de Transplante, por poner ejemplos varios.
 
Por ello, el hecho de que el ayuntamiento de Sevilla se niegue a que la bandera arco-iris luzca en la fachada neoclásica de las Casas Consistoriales el día 28 de junio (que muchos llaman del “orgullo gay” y que yo prefiero denominar “día de los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales”), tampoco lo vivo como una agresión, un insulto o un desaire del presidente de la corporación local, sr. Zoido.

Si me parece, en cambio, un desatino, un desafuero y una estupidez, que la mayoría municipal haya permitido en los últimos años que luzca la bandera de la Inmaculada y del pueblo gitano en la fachada noble de Plaza Nueva, y se niegue ahora, de nuevo, a que flamee la bandera de los seis colores.

Al igual que los caminos del Señor son inescrutables, los de la intolerancia, el totalitarismo y la homofobia sigue su curso como el Guadiana, y me temo que el sr. Zoido ha sufrido de nuevo un espantoso brote de homofobia en el ojo, ese órgano que ciego evita que sienta el corazón.

La lucha por la igualdad, no obstante, no depende de un trapo, sino de un papel, el de los derechos, el de las libertades y el que cada uno de los gays, las lesbianas, los bisexuales y los transexuales seamos capaces de vivir día a día, cotidianamente.

Una vez alcanzada la plena igualdad jurídica y conseguida una cierta "normalidad" social de la homosexualidad, la bisexualidad y al transexualidad, la población GLBT debemos no enquistarnos en nuestra "diferencia". Hace unos días, un buen amigo, Miguel P.M., escribió en facebook un comentario a vuelapluma y que sin embargo debería grabarse con letras de oro en nuestras almas: Más peligroso que un gay casado, es una mujer libre.

Exigir nuestros derechos, ejercerlos en el día a día, vivirlos con naturalidad a pesar de que algunos de nuestro entorno les cueste trabajo asumirlo, es un noble empeño que dignifica nuestra existencia. Pero no debemos vivir el rechazo de la derecha patria, tosca, cetrina, retorcida, rencorosa, como una afrenta, sólo como otra estupidez más.

El primer ministro británico, sr. Cameron, afirmó recientemente: “Yo no apoyo el matrimonio homosexual a pesar de ser conservador. Lo apoyo porque soy conservador". La derecha inglesa, siempre “avant-la-lettre”, ha llegado a la conclusión lógica que a nuestra derecha carpetovetónica resabiada y vengativa le es incapaz de alcanzar, por el insuperable lastre de la moral católica romana: el matrimonio, como institución conservadora que es, se fortalece cuando se amplia para dos personas del mismo sexo, y no al contrario.

El hecho revolucionario, rupturistas, trasgresor, es que las mujeres, todas las mujeres, se igualen en derechos y obligaciones a los hombres, a todos los hombres, en cualquier ámbito, también en el de la pareja, la casa y la familia.
 
La idiota negativa del sr. Zoido es un simple brote de homofobia en el ojo. La mafia machista sevillana que extiende sus raíces por toda la sociedad, cohesionando en su acción reaccionaria al mundo jurídico, de hermandades, político, etc. para machacar a las mujeres, sí es el cáncer que nos debería preocupar extirpar.

viernes, 25 de mayo de 2012

La crueldad del obispo católico

La indignación intelectual que provocan las palabras de Juan Antonio Reig Pla, obispo católico de Alcalá de Henares, puede hacernos obviar algo mucho más grave: su extrema crueldad.

En su campaña contra la contemporaneidad, el catolicismo más reaccionario ha hecho un “totum revolutum” en la que mezclan sin sentido los avances por la igualdad de gays y lesbianas, las terapias de fecundación, el feminismo y la manipulación de embriones, que en los últimos días ha abanderado el ínclito Reig. Pero no debemos entrar en el juego del catolicismo radical. Y por ello hay que destacar lo inhumano, cruel y bárbaro de la posición de Juan Antonio Reig en torno a las terapias de reasignación sexual.

Las personas diagnosticadas de disforia de género, esto es, cuyo sexo “sentido” no coincide con su sexo biológico, no están enfermas en el sentido tradicional de la palabra. Pero su “diferencia” puede causar graves trastornos que sí generan enfermedades que producen un gran sufrimiento y generan un coste importante para los sistemas de salud.

La medicina, la ciencia, sólo ha sido capaz de dar respuesta al sufrimiento de las personas transexuales mediante las terapias que fomentan y favorecen que estas personas puedan vivir socialmente con el sexo sentido y no con el sexo biológico. Y dentro de ellas, no en todos los casos, también la reasignación sexual.

Por eso, el discurso de Reig Pla es tan cruel e inhumano, ya que por ideología niega, a unas personas que sufren, la única terapia que la ciencia médica puede ofrecer. Es tan cruel como la mutilación genital femenina que ciertos elementos del Islam defienden, o la negativa a las transfusiones de sangre que niegan los Testigos de Jehova.

Cualquier persona emocionalmente sana, empática, cualquier persona no radicalizada por su ideología totalitaria, se daría cuenta que negar un tratamiento estrictamente médico a una persona que lo necesita es de una inhumanidad terrible. Pero además, alguien que se presenta al mundo como abanderado de una religión compasiva basada en el amor, es una aberración emocional e intelectual absolutamente escandalosa.

El señor Reig Pla, no sólo es un radical católico ensoberbecido por su dogmatismo, no sólo es un loco peligroso que contagia su inmoralidad y crueldad a sus seguidores, sino que además es el responsable moral de causar un sufrimiento insoportable a decenas de miles de personas de nuestro país, así como facilitar argumentos que está sembrando de odio y violencia a decenas de miles de sus seguidores, los cuales pueden terminar cometiendo crímenes terribles.

viernes, 20 de abril de 2012

Los 40.000 asesinatos del PP

A pesar de lo que pueda afirmarse, casi nadie piensa realmente que el aborto sea un asesinato, ni siquiera la Iglesia Católica. Si lo creyese realmente, el bautismo no se dejaría para después del parto, sino que se produciría en el momento más próximo al de la concepción. Esto es, al momento en el que la unión de un espermatozoide y un óvulo da paso a un embrión. De lo contrario, la Iglesia Católica sería cómplice de que millones de almas pre-católicas pululen inconsolables por el espacio ignoto del limbo.

Como yo tampoco lo creo, como no creo que el aborto sea un asesinato, nada puedo y nada debo reprochar al gobierno Rajoy ni a la amplísima mayoría absoluta de diputadas y diputados del PP, que con su inacción siguen permitiendo que desde que se formó el actual gobierno de la Nación, en España se hayan practicado alrededor de 40.000 abortos.

Pero si yo creyese que el aborto es un asesinato, me espantaría tener la certeza moral que la sangre de 40.000 seres inocentes manchan las manos del gobierno de la Nación por no eliminar el aborto en España por Real Decreto-Ley; si realmente creyera que el aborto significa sacrificar a un ser humano, no podría consolarme de haber votado a parte de los 186 diputadas y diputados (muchos de ellos católicos de comunión semanal) que con su preocupación en cosas banales (el medicamentazo, la contra-reforma laboral, etc.) toleran que el gobierno que sostienen siga permitiendo que cada día, cada hora, cada minuto, un ser humano inocente caiga bajo la cruel y asesina espátula de un médico (o médica) desalmado.

Pero me quedo tranquilo: como realmente nadie lo cree, ni siquiera las decenas de miles de católicos que se manifestaron a favor de la vida en Madrid durante los gobiernos de ZP, que el aborto sea un asesinato, nadie podrá acusar al PP de asesinos.

¿O sí?

sábado, 29 de octubre de 2011

Las "amistades" del Señor Obispo

El ¿ínclito? y "simpático" Señor Obispo de Córdoba, España, (sí, sí, ese Demetrio Fernández que afirmó que según le habían dicho desde el Vaticano con unos programas de la ONU en unos años todos maricones) ha afirmado recientemente, entre otras "perlas" de la oratoria y de la reflexión intelectual que "También habría que aplicar la ley natural, [...], en relación con el matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que ese tipo de unión "no es matrimonio, ya que la relación entre personas del mismo sexo es una relación de amistad, pero no puede ser matrimonio, porque éste, tal y como lo ha hecho el Creador, es la unión del varón y de la mujer abierto a la vida, y eso en personas del mismo sexo, nunca se da, ni se dará".

En estos momentos, "cautivado" por las palabras tan profundas de Don Demetrio Fernández, en vez de acordarme de su astuta madre (¿o era zorra? ¡con estos jueces uno siempre anda confundido!) solo se me ocurre que posiblemente cuando pasa de "matrimonio entre personas del mismo sexo" a "relación de amistad" se refiera a las profundas "amistades" de miles de sacerdotes y decenas de obispos católicos con sus pupilos.

¡Ay, Señor Obispo, que cabrón (experimentado y astuto) es usted! Pero claro, conociendo a la zorra (astuta) de su madre no podemos sorprendernos. Y me alegro profundamente que gracias a compartir con nosotros sus sabias palabras, centenares de miles de niños, violados por sacerdotes católicos, y sus familias dormirán un poco más tranquilas. ¡Ay, que mal pensada es la gente! ¡Si sólo era amistad.....!

domingo, 27 de marzo de 2011

Sí a la vida. Sí al aborto.

El “matrimonio” entre el Movimiento Radical Neo Liberal (MRNL) y el Cristianismo Radical ha engendrado frutos curiosos. El trasvase de ideas y estrategias está generando un sinfín de falsos debates sociales, intentando arrastrar a la ciudadanía hacia un maniqueísmo de ideas imples, blancos y negros sin grises. Responder a esta estrategia es complejo. Quedarse callado puede suponer ceder un espacio discursivo que este matrimonio contra-natura coloniza con una rapidez que ya quisieran para ellas la mayoría de especies naturales exógenas invasivas. Responderles con sus misma demagogia es aceptar un debate reduccionista que sigue uno de los 11 principios de Goebbels, el de vulgarización, el cual establece que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Y desmontar uno a uno todos sus falsos argumentos, casi imposible en la sociedad actual que basa todo su poder en los mensajes cortos y simples. Pero, y esto sí clama al cielo (el que sea), la puerilidad y la falsedad de los argumentos utilizados por la versión más casposa del Tea Party nacional, me invitan a por lo menos dejar clara mi posición sobre un tema tan importante como el aborto. En el día de ayer, unas 10.000 personas (según fuentes del ayuntamiento a pesar de que los organizadores hablaban de 160.000 personas) se movilizaron ayer bajo el lema “Sí a la vida” en Madrid. En el Manifiesto mezclan churras con merinas, afirmaciones peregrinas con peticiones bienintencionadas pero mal dirigidas, demagogia en fin. El mismo eslogan en su prueba. Ese “Sí a la vida” es un ejemplo magnífico, ya que oculta el verdadero fin de la marcha (no al aborto, no a la autonomía del paciente, no a la libertad del individuo para decidir una paternidad y maternidad responsable) y pretende cubrir a los que están en desacuerdo con un denso manto de sospecha: si no estás a favor de la vida, es que estás a favor de la muerte, es decir, eres un asesino. Cuando precisamente la defensa del derecho a interrumpir el embarazo es la máxima expresión del sí a la vida.

El aborto ha estado prohibido y su práctica perseguida por muchos de los regímenes totalitarios más repugnantes de la historia. Durante siglos, la Iglesia Católica ha impuesto una prohibición que no sólo ha impedido el bienestar de los niños sino que ha significado el sufrimiento y la muerte de decenas de miles de mujeres. Sólo en las sociedades en la que la persona es el epicentro (en contraposición a las sociedades donde lo es la fe, la religión o dios) el derecho a la interrupción del embarazo ha sido permitido. Está claro que el aborto debe ser la última opción, cuando todo lo demás ha fallado. Cuando una mujer toma esa decisión, debe ser, y lo es habitualmente, cuando toma conciencia que no tiene otra salida para su integridad física, emocional y familiar.

Hasta podría parecer gracioso, si no fuera tan terrible, que aquellos mismos que con gran placer nos quieren imponer un futuro donde se trabaje más horas y se cobre menos, pidan más niños. En su Manifiesto, los convocantes de la marcha de ayer no se cortan a la hora de fijar su posición natalista al pedir no sólo la prohibición del aborto sino además “políticas activas de apoyo al nacimiento de nuevas vidas, que constituirán la mayor riqueza espiritual y material de España en el futuro”. Inconscientemente han revelado su “agenda oculta”, una hoja de ruta hacia donde quieren dirigirnos: no a una sociedad más justa, libre e igualitaria; no hacia una sociedad donde todos sus integrantes, bebés, niños, adultos, ancianos, puedan desarrollarse plenamente; no hacia una sociedad donde todos sus integrantes vivan plenamente de forma solidaria y respetuosa. No. Lo que buscan es una nación muy poblada, con mucha gente, que a modo de bomba natalista pueda extender por todo el orbe una concepción de la vida, de la muerte y de dios.

Pero esto no es nuevo. Todas las religiones natalistas, aquellas que propugnan el “creced, multiplicaos y ocupad todo el territorio que podáis” son las que prohíben el aborto, las relaciones homosexuales y la libertad individual. Al contrario, una sociedad que dice sí al aborto, sí a las relaciones homosexuales, sí a la libertad individual, es una sociedad que antepone la persona al sistema, que prioriza al individuo y su bienestar antes que la conquista de nuevos territorios con su lógica de guerra.

Decir sí al aborto es decir sí a la maternidad y la paternidad responsable; sí a la planificación familiar; sí a la información sexual a edades tempranas; sí a los métodos anticonceptivos; sí a la sanidad pública; sí a las políticas de conciliación de la vida personal, profesional y familiar de hombres y mujeres; sí a las políticas públicas de guarderías, ayuda a domicilio y becas; sí a las políticas públicas de apoyo a las personas mayores, con centros de día, residencias y apoyo a las familias. Decir sí al aborto es, en definitiva, decir sí a la Vida.

martes, 8 de marzo de 2011

IN MEMORIAM : por vosotras (y vosotros)

Respondiendo hoy a un post de facebook, he recordado a algunas de las mujeres de mi familia que fueron capaces de enfrentarse a un mundo masculino y sobrevivir en el mundo laboral. Así, mi tía bisabuela María Felipe y Pajares en el siglo XIX fue maestra de la Casa Galera (carcel de mujeres) de Alcalá de Henares y murió como maestra de la Escuela Peñaflorida de San Sebastián en 1913; mi tía abuela María Morterero, profesora como su tía María Felipe, depurada durante el franquismo por su compromiso social y sindical; mi tía abuela Carmen del Pino, que en la década de los años 10 y 20 del siglo pasado, con apenas 20 años, era encargada de la Tintorería Inglesa de Málaga, con trabajadores a su cargo; o mis abuelas Isabel y Rafaela del Pino, que cosian para la calle y montaron pequeñas empresas del sector de la confección (Modas de Madrid fue la tienda de mi abuela Isabel en Écija hasta que tuvo que cerrar tras el fusilamiento de mi abuelo Justo Morterero en agosto de 1936 por parte de los falangistas).
Pero también en este día quiero recordar a aquellas mujeres de mi familia que sufrieron la tiranía y la violencia pero que fueron capaces de liberarse finalmente, como mi bisabuela Enriqueta Rivero que se separó legalmente de mi bisabuelo Isaac Millán en los años 10 del siglo XX.
A todas ellas, y a todos los hombres, padres y maridos, que fueron capaces de comprenderlas, apoyarlas y permitírselo (la ley de la época obligaba a la mujer a buscar la autorización del marido), mi más cariñoso recuerdo.

lunes, 21 de febrero de 2011

Freedom for the WC: La última frontera de la discriminación sexual

En la actualidad el movimiento por la libertad sexual aún tiene un gran objetivo que derribar: la segregación sexual en los cuartos de aseo, váteres o water close. Esta lucha, que sorprendentemente ha sido silenciada por el feminismo y las organizaciones por los derechos humanos, debe unir a hombres y mujeres liberados de la tiranía sexual que nos obliga a miccionar por separado. ¿No estudiamos juntos? ¿No compartimos espacio en las empresas? ¿No nacemos y morimos en las mismas habitaciones de los hospitales? Entonces, ¿por qué no podemos orinar en las mismas tazas?
La norma tirana que nos obliga a madres e hijos, padres e hijas, a separarse a la hora de mear es una afrenta insostenible. La lucha y el sufrimiento de nuestros mayores por la igualdad, no soporta esta injuriosa discriminación.
Por ello, te animo a que te unas al movimiento global FFTWC (Freedom for the WC)
¡Abajo la tiranía sexual en el WC! ¡Derribemos las puertas que impiden a la humanidad a compartir sus meos y sus cacas!

martes, 12 de octubre de 2010

La Reforma silenciosa

Hasta hace unas décadas, a la Iglesia Católica gustaba de escenificar sus grandes giros teológicos en los Concilios que reunían a toda la “intelectualidad” católica en grandes asambleas. Así fue el de Trento y el Vaticano II.
Pero con el paso de Juan Pablo II, un oscuro actor polaco, y especialmente la llegada del germano Benedicto XIII, la Iglesia Católica se sumó al mundo policéntrico, sin cabeza, que llegó sin avisar con internet.
No, no ha habido un Vaticano III o un Trento II para que la contrarreforma del catolicismo haya galvanizado toda la jerarquía católica, expulsando a los más revolucionarios, silenciando a los más reformistas, y promocionando a los más reaccionarios, de tal forma que la Iglesia Católica de hoy poco tiene que ver con la que conocíamos hace veinte años.
En las últimas semanas, varios han sido los hechos que nos demuestran que la jerarquía católica ha perdido el pudor y ha pasado al ataque, señalando las líneas ideológicas de esta contrarreforma: tienen un discurso total (¿totalitario?) y la voluntad de imponerlo. De nuevo, ya no se conforman con servir al pobre y mostrar un referente moral, sino que buscan la imposición de sus principios a toda costa.
Por eso, hoy es imposible la escena del arzobispo de Sevilla reunido con asociaciones de gays y lesbianas, como ocurrió en los noventa con fray Carlos Amigos. En cambio, Juan José Asenjo, actual mitrado hispalense, ha cargado contra la celebración del IX Congreso de la Federación Internacional de Profesionales del Aborto, lo que ha arrastrado a que el Consejo de Hermandades de Sevilla a que organicen “acciones de alcance que dentro de la más absoluta legalidad, puedan apoyar nuestras muy maltratadas convicciones".
Pero éste no es un hecho aislado. En la Comunidad Valenciana, donde más poder está recuperando la Iglesia Católica junto con Madrid por la convivencia del PP con la jerarquía más reaccionaria, recientemente el ayuntamiento de su capital, encabezado por la alcaldesa Rita Barberá, ha comunicado la decisión de prohibir a la Coordinadora de Asociaciones de Lucha contra el Sida de la Comunitat Valenciana (Calcsicova) que utilice la Plaza de la Virgen para celebrar los actos organizados con motivo del Día Mundial del Sida el próximo 1 de diciembre, bajo el argumento que el acto puede resultar «burlesco debido a la connotación religiosa» del emplazamiento, junto a la Catedral y la Basílica de la Virgen de los Desamparados. ¡Toma argumento! Ahora resulta que se impide un acto plenamente acorde con la legalidad por el carácter religioso del lugar.
En éste sentido, la Comunidad Valenciana parece haberse convertido en cabeza de puente de la contrarreforma al Vaticano II. Otro ejemplo lo tenemos en la polémica surgida tras la suspensión de los cursos de información sexual que se imparten en colegios de dicha Comunidad Autónoma por parte del gobierno de Camps, tras las críticas del arzobispado de Valencia antes del verano, al entender que ofrecían una “visión muy reduccionista del ser humano”. Y dado que los contenidos de dichos cursos están respaldados por la Academia Española de Especialistas en Sexología, la Academia Española de Intervención en Sexología, la Fundación Española de Contracepción o la principal sociedad de médicos de familia, Semfyc, nos señala que, de nuevo, para la Iglesia Católica, la ciencia ofrece una visión muy reduccionista del ser humano. Claro que algo menos que reduccionista que la versión del Génesis. Pero ahora no se limita a orientar a sus fieles sino que pretende imponerlo de nuevo en las aulas.
Pero la nueva jerarquía católica andaluza no se queda atrás. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba (España), ha pedido la supresión del término mezquita al referirse a la actual catedral católica de la Asunción de Nuestra Señora. El mitrado cordobés defiende su postura argumentando que llamarla mezquita supone "una expropiación a nivel del lenguaje". Resulta curioso este argumento por parte precisamente de los que critican la lucha del feminismo contra el lenguaje machista al que despectivamente llaman “ideología de género”. ¿Está la Iglesia Católica Española iniciando una apología de la “ideología religiosa excluyente”?.
El giro de 180º de la jerarquía católica es comprensible. Responde al miedo de perder un protagonismo social mundial que el Vaticano II, desde su opinión, no sólo no lo evitó sino que lo provocó. Esta visión, que en mi opinión no es nada acertada, ya que el último Concilio católico lo que abrió fue la puerta a que la Iglesia Católica sobreviviera y no desapareciera, les ha llevado a regresar no ya al Concilio Vaticano I sino a Trento, lo que definitivamente les conducirá al desastre final, al canto del cisne de los últimos seguidores de Cristo, hasta convertirse en algo así como los Amish de occidente.
De la Iglesia Católica ya no podemos esperar los católicos escépticos, agnósticos y ateos sólo el ejercicio de su responsabilidad pastoral, sino que ha entrado de lleno en la lucha ideológica y partidista. Y por ello la jerarquía católica y sus fieles deben asumir que la batalla ideológica no se quedará fuera de los muros de sus “casas” sino que llegará a su interior e incluso a los escalones de sus altares.

miércoles, 28 de abril de 2010

Donde termina la laicidad y donde empieza la libertad de culto

Aunque pueda parecer lo contrario, el debate sobre el uso de elementos religiosos en espacios públicos lo llevo escuchando desde mis tiempos en los Salesianos de Málaga. Pero es verdad que en los últimos años ha adquirido rango de debate social que, en mi opinión, muchas veces mezclan churras con merinas lo que provoca la imposibilidad del debate sereno y abre la puerta a los discursos demagógicos, xenófobos y chauvinistas.
El marco teórico sobre la religión en España está claro y se recoge en el artículo 16 de nuestra Constitución, que para aquellos que lo hayan olvidado (o nunca lo hayan leído) dice lo siguiente:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones
.”
En este artículo hay a mí entender dos elementos fundamentales: primero, que el estado carece de religión estatal, esto es que ninguna expresión del estado podrá exhibir elementos religiosos, y segundo que la manifestación religiosa solo tiene como límite el orden público.
Sobre el debate de crucifijos en las aulas, poco hay que hablar. Ningún continente público, es decir, propiedad del Estado y por lo tanto de cualquier administración (central, autonómica, local) puede mostrar elementos confesionales. Entiendo además, que los funcionarios públicos en el ejercicio de su función tampoco podrán mostrarlos, como son los profesores contratados por la administración en cualquiera de sus modalidades. Pero tampoco jueces, personal sanitario, ni el jefe del Estado. Claro que una vez que dejen de ejercer su función pública, en sus vidas cotidianas, podrán ejercer su libertad a manifestar su religión.
Otra cosa es el ciudadano, que tiene libertad completa “sin más limitación en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento de orden público protegido por la ley”. Por lo tanto, el uso de cualquier vestido, uso o costumbre que cualquier persona pueda desarrollar es decisión personal y respetable, siempre que mantenga el orden público, como puede ser un velo, una cofia, un uniforme, un pañuelo, una kipá, collares, aros, etc. y su uso nunca puede estar restringido, excepto, naturalmente, por cuestiones de seguridad o sanidad, por ejemplo.
¿Qué pasa entonces con el velo que usan algunas mujeres en el mundo islámico para cubrirse el pelo o hiyab? Está claro que legalmente no existe ninguna limitación como complemento de vestir, y como símbolo religioso, al no alterar el orden público, constitucionalmente no puede ser prohibido.
Ahora bien, existen normas legales o consuetudinarias que limitan determinados usos. En occidente, tener la cabeza cubierta en un recinto cubierto se ha considerado históricamente como una falta de educación. Hay una anécdota muy reveladora hasta qué punto era importante esta tradición. Durante la coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio se produjo un grave conflicto cuando los Grandes de España, haciendo uso de sus prerrogativas, pretendían permanecer con la cabeza cubierta durante la ceremonia, mientras los príncipes alemanes tenían que estar descubiertos, Tensión que solo finalizó con la petición del futuro emperador para que los españoles transigieran y renunciaran a un derecho fundamental de los Grandes de España.
Considerar de mala educación permanecer con la cabeza cubierta bajo techo lleva a muchas instituciones a fijar la prohibición de usar gorras, sombreros, etc. En este caso sí sería lógica la prohibición del hiyab, pero no por cuanto elemento religioso sino como prenda de vestir. Claro que para ser creíble esta prohibición debería ser por igual para todos, incluidas monjas y sacerdotes, por ejemplo.
Estoy de acuerdo con la decisión del gobierno de la Nación de negarse a prohibir legalmente el hiyab porque sería ir contra la constitución ya que solo tendría sentido basándose en su uso religioso. Y me parece correcto que sean los centros, educativos, sanitarios, etc., los que establezcan sus normas internas de usos que, entre otras cuestiones y no la principal, regularan la posibilidad o no de estar con la cabeza cubierta.
Para finalizar, señalaré que a mi entender un argumento realmente contraproducente es el que compara las normas legales de países islámicos para impedir u obligar a seguir las costumbres españolas. Porque al hacerlo inconscientemente se compara una sociedad avanzada y democrática como la nuestra con sociedades en ocasiones medievales y sin garantías ni derechos humanos. Precisamente somos una sociedad decente porque defendemos el ejercicio de los derechos humanos y de la ley. Compararnos con ciertos países es una forma como otra cualquiera de insultarnos como sociedad.