Desde pequeñito
he tenido claro la diferencia entre hablar y ser un chivato. Pero para la
mayoría de los niños y de las niñas, el “teorema del chivatismo” es la primera
piedra que sustenta la grandiosa arquitectura de los sistemas sociales. Por más
que luego te lean el cuento del Traje Nuevo del Emperador, ya se ha insertado
en nuestra psique que el silencio es la mayoría de las veces el comportamiento
no sólo más rentable sino incluso ético.
Callar ante una
injusticia es la mejor forma de no señalarte. Y los españoles lo aprendimos a
sangre durante siglos. No señalarte como judío ni moro, no señalarte como
protestante, no señalarte como afrancesado ni como liberal, no señalarte como
rojo o demócrata. Sobreviven los que callaron, y ese gen se ha ido convirtiendo
en mayoritario entre la población española. Callar ante la arbitrariedad, el
abuso, la injusticia se ha convertido en una virtud patria. Así se explica, más
que cualquier pacto o atadura, que los ignominiosos crímenes del franquismo
permanezcan aún en silencio.
Recientemente
leí que el nieto de Luis Martín Bermejo no se enteró hasta los años 70 que su
abuelo no había muerto en la mina de Río Tinto como le habían contado desde
pequeño sino asesinado en 1936 por participar en la columna minera de Río
Tinto, que pretendían ayudar a detener al genocida Queipo de Llano en la ciudad
de Sevilla. Porque también su familia, víctima de una represión terrible, había
aprendido que callar era la mejor forma de sobrevivir.
Ese aprendizaje
de siglos mantiene secuestrada a la ciudadanía española bajo el tiránico
principio de no señalarse. Y por eso, el artículo de Mercedes de Pablos en El
Correo de Andalucía, titulado Humillaciones, supone un aldabonazo a nuestras
conciencias, al negarse a callar, a no señalarse.
Porque en
Andalucía estamos viviendo un marcartismo terrible. Durante los últimos años se
están produciendo la violación sistemática de muchos de los derechos procesales
a los que creíamos tener derecho. Y como ocurrió en Estados Unidos en tiempos de
Joseph McCarthy, con gran aplauso de medios de comunicación, líderes de opinión
y, fundamentalmente, con el aplauso atronador y el silencio cómplice de la
sociedad andaluza.
Y eso que muchos
en voz baja lo vienen diciendo, incluso se han atrevido a recogerlo en
artículos citando a fuentes anónimas. Pero pocos se han atrevido a señalarse y a
afirmarlo en primera persona como José Joaquín Gallardo, decano del colegio de
abogados de Sevilla, y la periodista Mercedes de Pablo. La detención de 16 responsables
y ex responsables de la Junta de Andalucía de los últimos días ha sido
arbitraria y desproporcionada. Pero es que además es un paso más en un proceso
de Estado Policial al que nos están llevando con la excusa de la lucha contra
la corrupción.
Hoy todavía
muchos aplauden en público y en privado las instrucciones judiciales de la jueza Alaya.
Otros muchos las censuran con su silencio. Pero casi todos lamentarán dentro de
unos años haber callado tanto. Pero entonces, ya será tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario