Es
conocida la anécdota, cuya veracidad no he podido contrastar, de la respuesta
que dio el ex general Francisco Franco (el felón militar que traicionando el
voto sagrado de defensa de la Patria promovió el asesinato de centenares de
miles de sus compatriotas), a un
neófito que le confesó sus aspiraciones públicas, aquello de joven, haga usted como
yo, no se meta en política.
Sostengo
desde hace décadas que fue esa vacuna, no se meta Vd. en política, la que
permitió durante la Transición y en años posteriores, la puesta en marcha de
políticas sociales, económicas y de derechos que cualquier observador imparcial
consideraría imposible en un país educado durante cuarenta años en la violencia
emocional, el exterminio cultural y la represión social.
De nuevo
he recordado esta hipótesis leyendo la noticia que hoy publica EL PAIS sobre el
matrimonio gay en Francia, al escribir el periodista: Si en España, el país vecino ex franquista
y católico, la ley del matrimonio gay se solventó sin violencia y hoy se aplica
en plena normalidad constitucional, la laica y docta Francia no podía ser
menos, se pensaba.
La realidad es que en
una sociedad movilizada, crítica y con músculo como la francesa, este avance,
equiparable al fin de la esclavitud o el derecho al voto de la mujer, no podía
pasar sin mayores consecuencias. La falta de respuesta de la sociedad española
no es por lo tanto un acuerdo tácito sino resignado en el sentido de mientras
a mí no me afecte directamente…
Pero también en España
eso está cambiando. Tras treinta y cinco años de democracia, una parte de la
sociedad está asumiendo que sí debe meterse en política. Pero curiosamente no
ha sido la tradicional izquierda social, sino la siempre militante jerarquía
católica quien está movilizando a su electorado en pos de la defensa de sus
trasnochados principios éticos.
Claro que toda acción
consigue una reacción, que doy por asumido por la jerarquía católica. Y es
precisamente ese activismo católico el que puede y debe movilizar a la
izquierda social. Claro que ello, como en Francia, está suponiendo mayores
tasas de tensiones y conatos de violencia.
Ahora bien, la
izquierda social debe estar atenta y no dejarse aleccionar desde la derecha
sobre dicha tensión, ya que lo insano es precisamente esa calma aparente e
insana de la sociedad española. Sin
violencia física y emocional, la tensión social siempre es un vehículo natural
para avanzar. Tal vez habrá que empezar a hacer escraches delante de las
parroquias como la derecha católica los hace ante los centros donde se
practican interrupciones de embarazos.
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