A pesar de lo que pueda afirmarse, casi nadie piensa realmente que el aborto sea un asesinato, ni siquiera la Iglesia Católica. Si lo creyese realmente, el bautismo no se dejaría para después del parto, sino que se produciría en el momento más próximo al de la concepción. Esto es, al momento en el que la unión de un espermatozoide y un óvulo da paso a un embrión. De lo contrario, la Iglesia Católica sería cómplice de que millones de almas pre-católicas pululen inconsolables por el espacio ignoto del limbo.
Como yo tampoco lo creo, como no creo que el aborto sea un asesinato, nada puedo y nada debo reprochar al gobierno Rajoy ni a la amplísima mayoría absoluta de diputadas y diputados del PP, que con su inacción siguen permitiendo que desde que se formó el actual gobierno de la Nación, en España se hayan practicado alrededor de 40.000 abortos.
Pero si yo creyese que el aborto es un asesinato, me espantaría tener la certeza moral que la sangre de 40.000 seres inocentes manchan las manos del gobierno de la Nación por no eliminar el aborto en España por Real Decreto-Ley; si realmente creyera que el aborto significa sacrificar a un ser humano, no podría consolarme de haber votado a parte de los 186 diputadas y diputados (muchos de ellos católicos de comunión semanal) que con su preocupación en cosas banales (el medicamentazo, la contra-reforma laboral, etc.) toleran que el gobierno que sostienen siga permitiendo que cada día, cada hora, cada minuto, un ser humano inocente caiga bajo la cruel y asesina espátula de un médico (o médica) desalmado.
Pero me quedo tranquilo: como realmente nadie lo cree, ni siquiera las decenas de miles de católicos que se manifestaron a favor de la vida en Madrid durante los gobiernos de ZP, que el aborto sea un asesinato, nadie podrá acusar al PP de asesinos.
¿O sí?
Zas! en toda la boca!
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