A
veces la vida tiene un no se qué de justicia poética muy divertida para los que
teniendo ojos quieran ver, y teniendo oídos, quieran oír.
El
catolicismo patrio se ha quedado con las vergüenzas al aire, por mucho que con
su silencio intente tragar una medida del más derechista de los ministros de
Rajoy que degrada el matrimonio a su condición natural de pacto privado entre
pares.
Sabiamente,
el primer ministro británico Míster Cameron afirmó “Yo no apoyo el matrimonio homosexual a pesar de ser conservador. Lo
apoyo porque soy conservador". Porque ampliar el matrimonio a las
personas del mismo sexo no sólo no debilita la institución matrimonial, sino
que la refuerza al convertirse incluso para las parejas gay y lésbicas en la
vía natural para su socialización, evitando que se avance hacia la
privatización de las relaciones de pareja.
Y curiosamente, el partido que recurrió el matrimonio
igualitario al Tribunal Constitucional, tras su aprobación por el socialista
Rodríguez Zapatero, ha adoptado una decisión que sí ahonda en la vía de
convertir el matrimonio en una cuestión completamente privada: su formulación
ante notario, como cualquier otro pacto entre particulares que no requiere la
supervisión del Estado.
Pero aún más sorprendente es el silencio de los siempre verborreicamente
incontinentes conservadores obispos españoles, que en expresión castiza
podríamos decir que “callan como putas”.
Lo más relevante de la decisión de Gallardón no es, por lo
tanto, su deriva privatizadora, sino la destrucción de la institución
matrimonial como la hemos conocido hasta ahora, reducida a un contrato
comercial entre partes, como tomar un seguro, o vender una vaca.
Al final va a resultar que en España el último conservador fue Rodríguez Zapatero.
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