Post retirado temporalmente. Perdonen las molestias.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
domingo, 3 de noviembre de 2013
Gallardón, la Iglesia y el Matrimonio
A
veces la vida tiene un no se qué de justicia poética muy divertida para los que
teniendo ojos quieran ver, y teniendo oídos, quieran oír.
El
catolicismo patrio se ha quedado con las vergüenzas al aire, por mucho que con
su silencio intente tragar una medida del más derechista de los ministros de
Rajoy que degrada el matrimonio a su condición natural de pacto privado entre
pares.
Sabiamente,
el primer ministro británico Míster Cameron afirmó “Yo no apoyo el matrimonio homosexual a pesar de ser conservador. Lo
apoyo porque soy conservador". Porque ampliar el matrimonio a las
personas del mismo sexo no sólo no debilita la institución matrimonial, sino
que la refuerza al convertirse incluso para las parejas gay y lésbicas en la
vía natural para su socialización, evitando que se avance hacia la
privatización de las relaciones de pareja.
Y curiosamente, el partido que recurrió el matrimonio
igualitario al Tribunal Constitucional, tras su aprobación por el socialista
Rodríguez Zapatero, ha adoptado una decisión que sí ahonda en la vía de
convertir el matrimonio en una cuestión completamente privada: su formulación
ante notario, como cualquier otro pacto entre particulares que no requiere la
supervisión del Estado.
Pero aún más sorprendente es el silencio de los siempre verborreicamente
incontinentes conservadores obispos españoles, que en expresión castiza
podríamos decir que “callan como putas”.
Lo más relevante de la decisión de Gallardón no es, por lo
tanto, su deriva privatizadora, sino la destrucción de la institución
matrimonial como la hemos conocido hasta ahora, reducida a un contrato
comercial entre partes, como tomar un seguro, o vender una vaca.
Al final va a resultar que en España el último conservador fue Rodríguez Zapatero.
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domingo, 27 de octubre de 2013
Odia el terrorismo y compadece al terrorista
Lo
sé. El título de este post, trasunto de la famosa frase de Concepción Arenal
(odia el delito y compadece al delincuente) puede causar ampollas a más de uno.
Pero no será por lo que sugiere, sino debido a la deriva moral de una parte
importante de la sociedad española que está regresando a la ley de Talión.
Sobre
las víctimas y su dolor, ya manifesté mi opinión en el post Victimización de la sociedad. Pero lo
sucedido en la última semana, que comenzó con la más que justificada, en lo
moral y en lo jurídico, sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo sobre la aplicación retroactiva del cómputo de los beneficios
penitenciarios, hasta la manifestación de asociaciones de víctimas (bueno, sólo
de víctimas de ETA, no de todo el terrorismo, no de todas las víctimas) contra
dicho Tribunal, pasando por la aprobación del Estatuto de la Víctima por parte
del Consejo de Ministros, me lleva a continuar con dicha reflexión.
La
única reparación justa para una víctima es que el crimen que le llevó a tal
situación no se hubiera producido nunca. Pero eso las leyes no pueden
conseguirlo porque la Justicia, así en mayúsculas, o es divina o es imposible.
A lo más que pueden aspirar las sociedades emocionalmente sanas, construidas
sobre los paradigmas de la igualdad, la libertad y la fraternidad, es dotarse
de leyes, que deben ser pocas y bien hechas, de un sistema eficaz que persiga
al infractor, y un sistema judicial capaz de sancionarlo.
La
demagogia política lleva a pensar que la firmeza moral es proporcional a la
cantidad y dureza de las penas contempladas en las leyes. Pero la realidad no
es esta. Muchas leyes, hechas de forma apresurada, cambiadas a golpe de
acontecimientos, terminan semejándose a un monstruo de frankenstein con penas
divergentes para delitos semejante, sin un sistema policial que asegure su
cumplimiento, con juzgados colapsados y sin prisiones suficientes, terminan por
generar aún mayor frustración social ya que ni se puede perseguir el delito, ni
juzgarlo ni hacer cumplir las penas.
Pero
la última vuelta de rosca es el perverso principio sobre el que se asienta el
inmoral Estatuto de la Víctima. Si a la justicia se le ha representado
históricamente como una dama con los ojos tapados, es precisamente para señalar
la necesidad de que la persona encargada de juzgar (que no de impartir
justicia, que es cosa imposible) esté liberada del dolor de la víctima.
En
el plano moral, abrir la senda de que la víctima participe en la sentencia y su
ejecución, es una barbaridad. En el plano práctico, es un dislate. Ante el
asesinato de una persona, ¿quién es la víctima, el padre, la madre, el esposo,
la esposa, los hijos, los nietos? ¿Qué pasará si dos familiares cercanos, un
hijo y el esposo pongamos por caso, manifiestan dos posiciones diferentes, una
hacia la clemencia y otro hacia la venganza? ¿A quien deberá hacer caso la
justicia?
Pero
es que además, esta filosofía no sólo no beneficia a la víctima sino que la
destruye como persona al cosificarla, obligándola a auto identificarse eternamente
como tal, obligándole a vivir pendiente de su agresor. Con este sistema, el
vencedor será siempre el criminal, el terrorista: no sólo habrá destruido a la
persona, sino que además conseguirá que nunca más supere tal situación.
Por
la parte del criminal (el violador, el asesino, el terrorista) centrar todos
los esfuerzos en su castigo sin intentar solucionar sus causas, impide ver
que la mayoría de los crímenes tienen su origen o en trastornos mentales o en
problemas sociales. Y que sin solucionar éstos, es imposible atajar aquellos de
forma real.
Estados
Unidos es la prueba: un país con un sistema judicial y penitencial durísimo,
donde la libertad de armas de fuegos es escandalosa, pero que cuirosamente la
tasa de criminalidad y población penitenciaria es altísima. Lo que no se tiene
en cuenta que todo ello depende más de una sociedad con una gran injusticia
social, sin servicios públicos que cohesionen a la ciudadanía, y con una
fractura familiar y social insostenible, que de las leyes, los juzgados y las
prisiones.
Con
demasiada rapidez, la sociedad española está olvidando que la firmeza moral de
una sociedad como la nuestra es la defensa de la ley por encima de la venganza,
de la preeminencia de la compasión sobre el rencor. Y el argumento que están
usando es una falsa empatía con las víctimas.
La
frase de alguna asociación de víctimas de ETA de que debe haber vencedores y
vencidos es estremecedora por su parecido a la afirmación del ex general
golpista Mola al inicio de la Guerra Civil: “Ni pactos de Zanjón,
ni abrazos de Vergara, ni pensar en otra cosa que no sea una victoria
aplastante y definitiva”.
¡Que
diferencia, que abismo moral, de aquellos republicanos que a punto de ser
asesinados, durante la Guerra Civil, durante la durísima posguerra, escribían a
sus esposas pidiendo que no educara a sus hijos en el rencor, el odio y la
venganza!
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viernes, 13 de septiembre de 2013
Gibraltar
Tras la muerte de
la serpiente de verano gibraltareña, por inanición debido a otros folclores
patrios como el desafío nacionalista catalán, creo que toca hablar en serio de
Gibraltar.
Pero ello me
obliga previamente a hacer una confesión: mi condición de socialista me hace
internacionalista, mi formación intelectual me hace iberista y mi formación
emocional me hace andalucista, por lo que mi análisis sobre la cuestión
gibraltareña no está teñida por ninguna formulación territorialista.
Ya he argumentado anteriormente, en este mismo blog, que tengo la convicción que uno de los
mayores problemas para diseñar y ejecutar una política de Estado para el
estrecho de Gibraltar hacia abajo, incluidas Ceuta y Melilla, es la visión mesetaria, atlántica y septentrional de
las élites estatales.
La propia
cuestión de Gibraltar de este verano es la prueba más palmaria, ya que no se
trata de establecer una política coherente sobre una demanda histórica, sino la
excusa transitoria de una cuestión de política interna del partido mayoritario
en las Cortes Generales. Pero esto ha sido así con Rajoy, con Aznar, pero
también con Franco. Esas episódicas exaltaciones patrióticas que en su
paroxismo llevó al ex general a ordenar el cierre de la verja, es decir
de la frontera, en 1969, para ahogar a la pérfida Albión. Cosa que sólo
consiguió llenar de marroquíes el Peñón (contra la intención de los españoles
firmantes del Tratado de Utrecht), reforzar el espíritu nacional gibraltareño, y provocar la hambruna en el Campo de
Gibraltar, a pesar de la Zona de Preferente
Localización Industrial y el desarrollo turístico de la Costa del Sol, que tuvo que
absorber gran parte del paro producido por la decisión del Estado franquista.
Se puede discutir
hasta la extenuación si Gibraltar debe ser o no española. Razones y argumentos
los hay en todos los sentidos. Pero si la sociedad
española se fija el objetivo de integrar (o reintegrar) el actual territorio de
Gibraltar, lo primero que debe establecer es un programa a largo plazo,
consensuado por todas las fuerzas políticas de la Nación con opciones a
gobernar (como mayorías o como minorías), y sacado de la actualidad política. Un plan, con todas las diferencias que se quiera, como el que realizó China para recuperar Honk Kong.
En segundo lugar, debe establecer una
política de seducción de la sociedad gibraltareña que por razones históricas
(tanto internas tras el reforzamiento de la identidad gibraltareña provocada
por la decisión mesetaria de cerrar
la verja, como por la imposibilidad actual de anexionarse un territorio en
contra de la voluntad de sus habitantes), y económicas, se sienten seguras de
su estatus actual.
A mi entender,
ello pasaría por una oferta formal de las Cortes Generales a la sociedad
gibraltareña basada en el respeto a su integridad territorial (no anexándose a
Andalucía, por ejemplo), al uso de la lengua inglesa como co-oficial, la
posibilidad de la doble nacionalidad anglo-española y un estatus económico
transitorio (de 50 años, por ejemplo) suficientemente generoso. También sería
pertinente una generosa política de becas para estudiantes gibraltareños en España,
y reducir el número de estudiantes de la Roca que acuden a universidades británicas.
Pero además de
ofrecer una zanahoria, hay que dar el palo, mediante una férrea política de
inspección fiscal y control aduanero, que debería durar lustros e incluso
décadas, que impida el uso de Gibraltar por parte de residentes en España como
paraíso fiscal. Se debería además crear un cinturón de riqueza alrededor de la
colonia británica, tanto en el Campo de Gibraltar como en las zonas aledañas de
Cádiz y Málaga, ya que ¿quién querrá sumarse a un Hinterland mucho más pobre, con graves problemas de marginalidad,
drogadicción, tráfico de drogas, etc.
En cambio, el
desarrollo industrial y tecnológico de la zona, que aumentara
significativamente la renta per cápita, la instalación en la zona de grandes
equipamientos públicos como hospitales de referencia nacional, universidad,
etc. llevaría a los llanitos a ver como deseable sumarse a esa riqueza. Para
ello sería fundamental un pacto igualmente de Estado entre el gobierno de la Nación y el de la Junta de Andalucía, que
potenciara toda la riqueza endógena (que las hay) con aportaciones
fundamentales de proyectos exógenos.
Y por último,
faltaría una inteligente estrategia en el corazón del imperio inglés, desde la
embajada española en Londres, para que la sociedad inglesa no visualice a los
gibraltareños como las víctimas del toro español, sino como unos caprichosos
que quieren vivir fastuosamente a costa del contribuyente británico.
Pero, ¿cuál es la
realidad? Una política histórica que ha conseguido insuflar una identidad que
ni los galos de la aldea de Asterix; una política nacional actual que usa
Gibraltar, como el peñón del Perejil, como Ceuta, como Melilla, con exclusivo
interés de fervor nacional; una deriva nacional-centrípeta que desprecia y atosiga la singularidad de sus propios territorios con lengua propia; una permisividad escandalosa en materia fiscal y aduanera, en concomitancia con
las élites económicas de la
Costa del Sol y las mafias locales; un Hinterland pobre,
pobrísimo, con una economía fuertemente dependiente del tráfico del tabaco y
del hachís; y con una sociedad española que su último problema es lo que pase
en una rocalla más allá de Sierra Morena.
Porque si el
problema fuera realmente el futuro de los pescadores de Algeciras o la Línea , con ofrecerles un
plan de jubilación como a Bárcenas, seguro que estarán encantados con los
arrecifes artificiales colocados por el gobierno de Gibraltar.
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Política Exterior
viernes, 6 de septiembre de 2013
El valor de sólo haber “trabajado” en política
Como muchas, y
algunos, han resaltado, desde que Susana Díaz Pacheco empezó a pergeñarse como
la futura presidenta de Andalucía, desde diestra y siniestra empezaran a
articular un relato en contra de la entonces secretaria general de la Agrupación Provincial
Socialista de Sevilla, donde, entre otros elementos, figura uno que concita
especial consenso: su falta de experiencia fuera de la política.
Incluso una fina
analista como Concha Caballero, en su post “Antisusanismo”, en el que defiende
la idoneidad y la oportunidad histórica de la candidatura de Susana Díaz,
afirmaba “Susana
Díaz es una persona que “no ha trabajado en su vida en la empresa privada ni ha
hecho oposiciones en la
Administración pública”. Efectivamente esto es así y soy
también de las que creen que esto, no es que los inhabilite en absoluto para un
cargo, pero supone un cierto déficit.”
Este discurso, el
del desmérito de haber “echado” los dientes, y solamente, en un partido, me
lleva a pensar que para muchos, la gestión de lo público tiene un carácter de
amateur como los antiguos juegos olímpicos, donde no se les permitía jugar a
los jugadores de baloncestos de la
NBA porque eran “profesionales”.
Este discurso es
casi hegemónico en la actualidad, posiblemente provocado por la experiencia, en
los últimos años, de políticos y políticas que llevan ocupando puestos de
responsabilidad durante décadas, sin otro mérito de estar bien relacionados.
Pero ello no significa que sea cierto.
Y el argumento es
contundente. A la hora de elegir al gestor de un gran hospital público,
¿preferiría a un profesional que ha recorrido todo el escalafón y conozca su
estructura y sus dinámicas internas, o a un prestigioso pianista? Para rector
de una gran universidad, ¿no sería mejor uno o una que haya pasado desde la
condición de becario a la de catedrático, en vez un dentista afamado con
consulta abierta? O, por ejemplo, para un gran banco ¿no es mejor aquel que ha
desarrollado toda su carrera dentro de la entidad a una magnífica ingeniera
superior? Aún recuerdo que entre los panegíricos sobre Alfonso Escámez, presidente
en su día del Banco Central, destacaba que había empezado en la entidad de
botones, con 12 años.
La política como
afición, incluso sin remuneración, proviene del antiguo régimen e incluso del
sistema liberal inglés, cuando sólo las clases más privilegiadas, la alta
burguesía y la nobleza, se dedicaban a la gestión pública del que obtenían
rentas de forma indirecta al defender sus derechos en sus negocios privados. Es
memorable la indignación de los partidos liberal y conservador ingleses, en la Cámara de los Comunes,
cuando los laboristas, obreros sin rentas de capital, decidieron poner un
salario a los miembros del parlamento inglés.
Desde una óptica
romántica, cierto amateurismo de la cosa pública puede ser atractivo:
ciudadanos libres que ocupan transitoriamente una responsabilidad pública. Pero
la realidad de la actual maquinaria administrativa y política convierte esa
visión en un suicidio colectivo.
Para mí, el
curriculum de Susana Díaz es posiblemente una de sus mayores virtudes
políticas: conoce desde dentro el municipalismo; conoce perfectamente la
maquinaria política del mayor grupo parlamentario que sustenta el gobierno;
conoce las dinámicas de la Corte ,
para ello ha sido diputada nacional; y ha gestionado la consejería política por
excelencia de cualquier gobierno.
Si se hubiera
dedicado durante cuatro o diez años a ser procuradora de tribunales, por ejemplo ¿qué
mérito añadiría para su candidatura? Si durante una década hubiera sido becaria
de un departamento universitario y luego profesora asociada, ¿sería Susana Díaz
mejor candidata? Yo, sinceramente, creo que no sólo no sería mejor candidata
sino que sería posiblemente una candidata perfectamente prescindible.
Otra cosa es que
un candidato o una candidata deba pasar un tribunal calificador. ¿Y que son, si
no, las elecciones democráticas? El mejor tribunal del mundo.
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jueves, 23 de mayo de 2013
Que una frase no deshonre una vida. Carta abierta a José Chamizo.
Estimado Defensor,
Junto con su relevo al frente del Defensor del Pueblo andaluz se han hecho públicas sus declaraciones en la que apela a la Consejera de la Presidencia de la Junta de Andalucía como la chica de Presidencia .
Hago manifiesto público de mi admiración y simpatía por su labor durante más de década y media al frente de una institución que Vd. le ha dado un significado verdadero.
Este aprecio se ha ido cimentando a lo largo de los años no sólo por el trato personal e institucional que me ofreció cuando estuve al frente del Consejo de la Juventud de Andalucía en los noventa, sino también comprobando, día a día, su defensa de los más desfavorecidos de nuestro pueblo andaluz.
Como prueba, un botón: Andalucía nunca le estará lo suficientemente agradecida por el Informe que elevó al Parlamento Andaluz sobre la situación de las personas transexuales, y que permitió la aprobación por unanimidad de todos los grupos parlamentarios de la iniciativa de creación de la Unidad de reasignación del Hospital Carlos de Haya de Málaga.
Por esto, por el aprecio que le tengo, me veo animado a solicitarle públicamente que reconozca su error al denominar despectivamente a la Consejera de la Presidencia de la Junta de Andalucía como la chica. En una sociedad donde el machismo sociológico anida en las más sorprendentes personalidades, en un pueblo que justifica con los argumentos más peregrinos las discriminaciones por cuestión de género, el uso despectivo de chica para denominar a la mujer más relevante de la administración andaluza, me llena de inquietud. Soy consciente del momento emocional en el que ha pronunciado dichas palabras. Pero por eso mismo, por la dignidad con la que ha ejercido su labor al frente del Defensor, no merece que un borrón manche un brillantísimo expediente.
Reconozca su error y pida disculpa, que ello le honrará. Saber salir de las responsabilidades es tan importante como saber entrar en ellas. Desde un principio, la sociedad andaluza se ha reconocido en sus actos, en sus palabras, en sus denuncias. Por ello, la sombra de misoginia que proyectan esas palabras sobre sus convicciones es completamente injusta con Vd. e incluso con el pueblo andaluz al que ha defendido con denuedo.
Post Scriptum: A las 21:26 CET del día 23 de mayo de 2013, EL PAIS ha publicado una entrevista a José Chamizo en la que afirmaba: "Pido perdón a la consejera de la Presidencia, a la que llamé “chica”. No era mi intención ofenderle. Tampoco era mi intención ofender al PP. Yo utilizo mucho el término “psicópata” pero no en plan de enfermedad, pero bueno, lo retiro absolutamente. Lo que pasa es que hay comportamientos que no entiendo. Creo que han tenido que ser el presidente de la Junta y la consejera de la Presidencia los que han decidido. "
Esa respuesta le honra. Pero no veo que aún sea consciente de la carga misógina de su comentario.
lunes, 20 de mayo de 2013
Machismo y Xenofobia en la ciudad
Un reciente twit de la asociación Sevilla Se Mueve mostraba
la foto que encabeza este post junto a la siguiente reflexión:
Por eso desentonó
el alegato en defensa de unas jacarandas plantadas en los noventas durante el
gobierno del PA-PP, sin mayor valor botánico, que primero realizaron los
vecinos de la calle Diego de Riaño, y después, en tropel, los francotiradores
de la sevillanía instalados en toda clase de púlpitos.
Y desentonaba
porque sonaba, y sigue sonando, a excusa para tapar otros intereses más
inconfesables: la misoginia, la xenofobia y la intolerancia política. Lo que la
sevillanía, transida de lo que he dominado espíritu Romero Murube, no podía
soportar es que un gobierno de rojos, instalados democráticamente en el
ayuntamiento y en el rectorado de la Hispalense, decidieran construir un
edificio diseñado por una mujer, que además era extranjera y musulmana justo al lado de Capitanía General.
¡Demasiado para el cuerpo de un sevillanito de dios!
Ahora tenemos la
prueba en el parking de la plaza Rafael Salgado, donde una zona verde se ha
convertido en una plaza dura, con desaparición de arbolado, y nadie, y menos
que nadie el Tribunal Superior de Justifica de Andalucía, ha movido un dedo.
Claro que la obra
seguro que ha sido diseñada por hombres blancos, honrados y católicos, y no por la chusma
roja y extranjera.
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