Un reciente twit de la asociación Sevilla Se Mueve mostraba
la foto que encabeza este post junto a la siguiente reflexión: En el parking de la Plaza Rafael Salgado de Bami
parece que no se ha seguido el mismo patrón "ecologista" que en el
caso de la Biblioteca del Prado.
Los tribunales de justicia ya se
han pronunciado jurídicamente sobre la cuestión, lo que unido a mis escasos
conocimientos jurídicos, me invitan a no meterme en el campo minado de las
interpretaciones legales. Pero no quiero dejar de compartir contigo, amable
lectora o lector, mi hipótesis sobre lo que pasó realmente con la biblioteca
universitaria de El Prado.
Hay que recordar que el Prado de
San Sebastián ha sido mutilado a lo largo de la historia hasta dejarlo
convertido en un rectángulo encajonado entre edificios históricos (Fábrica de
Tabacos, Plaza de España, Estación de Autobuses del Prado)e histéricos
(edificios de la calle Diego de Riaño). No hay que olvidar que todas esas
construcciones fueron levantadas con el aplauso interesado de la sevillanía,
que no encontraron nunca problemas en ocupar un espacio que en los ochenta del
siglo XX se había convertido en un erial.
Por eso desentonó
el alegato en defensa de unas jacarandas plantadas en los noventas durante el
gobierno del PA-PP, sin mayor valor botánico, que primero realizaron los
vecinos de la calle Diego de Riaño, y después, en tropel, los francotiradores
de la sevillanía instalados en toda clase de púlpitos.
Y desentonaba
porque sonaba, y sigue sonando, a excusa para tapar otros intereses más
inconfesables: la misoginia, la xenofobia y la intolerancia política. Lo que la
sevillanía, transida de lo que he dominado espíritu Romero Murube, no podía
soportar es que un gobierno de rojos, instalados democráticamente en el
ayuntamiento y en el rectorado de la Hispalense, decidieran construir un
edificio diseñado por una mujer, que además era extranjera y musulmana justo al lado de Capitanía General.
¡Demasiado para el cuerpo de un sevillanito de dios!
Ahora tenemos la
prueba en el parking de la plaza Rafael Salgado, donde una zona verde se ha
convertido en una plaza dura, con desaparición de arbolado, y nadie, y menos
que nadie el Tribunal Superior de Justifica de Andalucía, ha movido un dedo.
Claro que la obra
seguro que ha sido diseñada por hombres blancos, honrados y católicos, y no por la chusma
roja y extranjera.
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