Hoy se ha conocido el resultado final de las votaciones en
el seno de la nueva formación PODEMOS para elegir a sus órganos políticos,
habiendo recibido la candidatura de Pablo Iglesias 95.311 votos, el 88,6%, lo
que ha supuesto su proclamación como primer secretario general del partido y
culmina un proceso congresual bastante atípico dentro del panorama político
español. Y me gustaría compartir contigo, amable lector o lectora, algunas
reflexiones sobre este proceso.
A principios de junio de este año publiqué un post titulado Que puedan, por el bien de todos, en que
manifestaba mi deseo de que la naciente formación política acertase en la
articulación de una metodología de partido eficaz, pensando que la demanda
de sus simpatizantes y líderes era crear un sistema diferente. Pero me
equivocaba doblemente.
Porque si bien el proceso constituyente de PODEMOS ha sido
significativamente diferente al del resto de partidos, no ha sido radicalmente
diferente y muestra una preocupante quiebra del proceso que le ha hecho crecer
como la espuma.
En relación tanto al proceso en sí como a los resultados, se
demuestra que no ha funcionado ni la pluralidad ni la participación. Comparando
estos resultados con los obtenidos por el PSOE en el proceso de elección
directa de la secretaría general, observamos que los votantes que han
participado en la elección del secretario general de la nueva formación han
sido 107.488 (el 42,65% de los inscritos), frente a los 128.300 votos de los
afiliados (el 66% del censo) del proceso de los y las socialistas españolas.
Y si analizamos estos datos teniendo en cuenta el esfuerzo del elector, los datos aún son
más favorables a las y los socialistas, ya que para votar en el proceso del
PSOE debían ser afiliados, es decir, socialistas que estén al corriente de sus
cuotas, y desplazarse un domingo de julio hasta una Casa del Pueblo para
depositar su voto. En cambio, en el proceso de PODEMOS tan sólo se requería
darse de alta, sin realizar ningún pago previo, y emitir el voto de forma
electrónica desde su casa, su móvil o su trabajo, y durante varios días.
Pero lo que más debería preocupar a la nueva dirigencia de
PODEMOS es que, por primera vez, la formación ha sufrido un brusco frenazo y
marcha atrás en la participación, ya que han votado 4.582 menos que durante la
votación de los documentos, hace unas semanas.
En cuanto a la pluralidad, en PODEMOS se observa un
hiperliderazgo que algunos lectores de diarios digitales no han dudado de
denominarlo a la búlgara, ya que si Pablo
Iglesias ha conseguido un total de 95.311 votos, el siguiente postulante,
Álvaro Monge, tan sólo ha recibido 995 sufragios.
Si lo comparamos con los resultados de los y las
socialistas, no hay color. En dicho proceso el ganador, Pedro Sánchez, alcanzó
un total de 62.477 votos, frente a los 46.439 votos de Eduardo Madina, y 19.384
votos de José Antonio Pérez Tapias.
Lo que no hay que poner en duda es que en PODEMOS se han
presentado los que han querido, y han votado todos los que lo han deseado, con
todas las facilidades del mundo, hasta el punto de asemejarse más a un concurso
de televisión que a un proceso político al uso. Entonces, ¿qué ha pasado para
que se haya producido una bajísima participación, menos que hace unas semanas,
provocando además un hiperliderazgo aparentemente contradictorio con los deseos
de pluralidad y horizontalidad? ¿A caso los damnificados materiales y morales
de la crisis han vuelto a gritar Vivan las
cadenas?
Mi hipótesis es que, en este proceso congresual, se han
enfrentado en el seno de PODEMOS dos discursos radicalmente distintos, los que
denomino los exiliados de la democracia del 78, y los damnificados por la
democracia del 78. Los primeros nunca se habían sentido cómodos en un sistema
de democracia parlamentaria y burguesa, los segundo han sido parte intrínseca
del mismo, bien por haber participado como militantes y/o dirigentes de
partidos y sindicatos como UGT, IU, CCOO, PP y PSOE, bien por haber sido alguno
de los segmentos donde durante los dorados
años 80, 90 y 2000, fantasearon con pertenecer a una clase media, pertenencia
que la crisis les ha demostrado falsa.
Los primeros, recelosos de los modelos partidarios existente
pedían algo radicalmente diferente. Los segundos, acostumbrados a dichos
modelos, han optado por lo ya conocido, esperando tan sólo un cambio cosmético de
actitudes. Y evidentemente han ganado los segundos. Y estos, acostumbrados a los hiperliderazgos de Felipe
González y Santiago Carrillo, han buscando un liderazgo semejante en un tándem
Iglesias y Monedero, tan parecido al mítico González y Guerra.
Ello ha provocado la fuga
de los primeros vía abstención en el proceso de elección de Iglesias, que
posiblemente se repita en las elecciones autonómicas y generales, aunque ello
no suponga menos éxito electoral. Pero sí menos carácter transformador.
Por lo tanto, me temo que mi deseo expresado en el título de
mi post de junio se ha visto frustrado, ya que en estos momentos creo que no
han podido, y finalmente la montaña ha parido un ratón, al limitarse a renovar
el modelo partidario del 78. Puede ser que PODEMOS alcance una mayoría
suficiente para gobernar España, pero en absoluto será esa fuerza motriz que
transforme desde sus cimientos el llamado por ellos régimen del 78, limitándose a un lavado de cara, imprescindible por
otra parte.
Mi amiga Ana Pérez Luna, bloguera, feminista y lideresa sindical, lo afirmó hace meses
con fino olfato: el PSOE va, y PODEMOS viene. Esperemos que no venga tanto que al final se cumpla su
objetivo de sustituir a la vieja casta
de partidos, ocupando su mismo espacio de la vieja política.
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