Como ya he comentado
en algún otro post, como en El vínculo que llegó del frío, es escandalosa la impostura del
neoliberalismo español cuando intenta engancharse a la lucha de Estados Unidos y Europa Occidental en la
II Guerra Mundial contra los totalitarismos, para así obviar la
convivencia de nuestras élites económicas, políticas
y culturales con el régimen fascista más longevo del mundo, el protagonizado
por el felón ex general Francisco Franco.
De ahí que cuando
la derecha neoliberal española parece orgasmar cuando hablan del vínculo
transatlántico, y cualquier ataque al mismo se vive como si se les hubiera
mentado a sus muertos.
En mi opinión, el
ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero se ganó el odio furibundo cainita,
como sólo pueden sentirlo los españoles, cuando durante un desfile militar, el
entonces secretario general del PSOE permaneció sentado al paso de la bandera
de franjas y brillantes estrellas.
Para nuestros
neocon, agrupados aquí y allá en think tank como Real Instituto Elcano, medios
como El Mundo, ABC o Libertad Digital, y organizaciones empresariales como Amcham
Spain, y toda la pléyade de los generosamente pagados ex becarios Fulbright el
gesto fue como pegarle una patada en las santas partes de su fantasía, y por
eso, al alcanzar la presidencia el secretario general de los y las socialistas
españolas, se movilizaron en conseguir que la administración de Bush hijo
ninguneara a ZP.
De ahí el
indisimulado gozo manifestado por la derecha mediática española por la frialdad
del mandatario norteamericano, cuando 25 de septiembre de 2007, tras tres años
evitando invitarle a la Casa Blanca ,
Bush saluda a Zapatero con un rápido
"hola ¿cómo está?" durante la cena de la ONU.
Pero lo que son
las cosas, siete años después, otro inquilino de la
Casa Blanca ha ninguneado al presidente
Rajoy, hecho que naturalmente ningún medio de la derecha neoliberal ha
recogido pero que sí lo ha hecho la prensa más alejada de él.
Me refiero al
robo saludil del gallego, que PUBLICO ha titulado como Rajoy le sablea un saludo forzado a Obama en el G-20 con el mismo indisimulado
alborozo que exhibió LIBERTAD DIGITAL en 2007.
Pero lo que estos
análisis obvian es lo que para mí resulta más importante: España no es querida
ni respetada por el gigante americano. Toda nuestra política exterior se basa
en la impostura de que es posible el cariño de las élites norteamericanas, y
nada más lejos de la realidad. Somos demasiados latinos para tenernos como socios privilegiados en Europa, y estamos demasiado lejos de su patio trasero para tener algún interés en contar con nosotros. Somos un país
periférico, poco poblado, sin grandes recursos, con una economía
estadísticamente menguante frente a los gigantes asiáticos, con poco peso en
Europa, un cada vez menor peso en la comunidad iberoamericana y unas élites
completamente idiotizadas. ¿A quien queremos engañar, si hasta muchos de los
nuestros quieren abandonar el barco?
No.
Los inquilinos de la Casa Blanca
no nos quieren. Nunca nos han querido. Han oscilado entre el desprecio y la
indiferencia, con los justos gestos de cariño para asegurarse el negocio de sus
compañías, suelo para sus instalaciones, e inmunidad para sus desmanes
planetarios contra los comunistas primero y contra los islamistas después.
Y
como español, ni la frialdad de Bush ni el ridículo de Rajoy me hacen gracia.
Ni maldita la gracia.
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