En mis textos de EGB, al hablar de la crisis del 29, nos recordaban el estado de euforia de la sociedad norteamericana en los locos años veinte, aquella década en la que los norteamericanos no pensaba utilizar paraguas porque iban a vivir bajo un perpetuo y reluciente sol. Muchas veces, durante los primeros años del siglo XXI, recordaba, y compartía con amigos, aquella efervescencia social y la comparaba con la que observaba a mí alrededor.
Era la época en la que buscaba un piso para comprar y leía como por uno de 100 metros cuadrados en el palacio rehabilitado de calle Águilas, en Sevilla, pedían un millón de euros, u otro en el edificio rehabilitado de “7 puertas” de calle Puente y Pellón, subía a la friolera de 600.000 euros, por menos de 100 metros cuadrados. También era la época en la que observaba como a mí alrededor se rehipotecaban las viviendas para cambiar coches, financiar viajes, etc.
Cuando veía sobreendeudarse a muchas personas de mí alrededor, pensaba entonces, y me reafirmo ahora, que si se hacía para adquirir bienes y servicios útiles, podía darse por bien empleado. Es decir, si se endeudaba para dar formación a los hijos, o adquirir nuevas experiencias en el extranjero o comprar bienes tecnológicos, por ejemplo, realmente era una inversión y no un gasto, sin dejar de ser conscientes que los excesos de hoy hay que pagarlo mañana. En cambio, endeudarse para ir a la feria por todo lo grande, celebrar la primera comunión de la niña como si fuese una boda, o competir con el cuñado para ver quien adquiría el vehículo más grande y lujoso, era una solemne imbecilidad.
A pesar de lo que en este momento podemos pensar, durante estos diez años España se ha dotado de un altísimo nivel de infraestructura, centros de investigación de primer orden, introducido plenamente las nuevas tecnologías, se ha abierto al mundo, pero sobre todo la sociedad española se ha resintonizado con Europa (viajes particulares, becas Erasmus, intercambios, uso intensivo de las nuevas tecnologías, etc.) de un modo impensable hace cuarenta años. Todo eso forma un capital intangible que movilizado puede hacer impulsar de nuevo a nuestras sociedades.
Soy consciente que el impacto emocional de la crisis actual impide ver la salida al túnel. Pero de igual manera que tras el abismo de la crisis del 29, Estados Unidos salió fortalecido (aunque fuese mediante una guerra mundial), si sabemos aprovechar todo ese caudal de experiencia, formación, infraestructura y cultura, podemos no sólo salir de la actual crisis sino además salir fortalecidos.
si, podemos sobrevivir y salir fortalecidos, pero ya no nos hacen falta mas crisis ni mas guerras sencillamente por que son una invención.
ResponderEliminar