A
finales de los noventa, por motivos que bien valen otro post, terminé reunido
con José Manuel Romay Beccaría en su despacho del Ministerio de Sanidad. Y tuvo
la gentileza, cosa que no me ha ocurrido nunca, de regalarnos a los asistentes
a la reunión un ejemplar de Reflexiones
sobre la revolución en Europa de Ralf Dahrendorf.
No
tenía, ni tengo, una opinión política formada sobre él, más allá de su
militancia en un Partido Político que en nada me siento reflejado. Pero sí me
pareció muy atractivo en sus formas y en el detalle poco usual de regalar un
libro que no era edición de la administración que dirigía ni que a priori
suponía un proselitismo partidario hacia la formación del entonces presidente
José María Aznar.
Y
leí el libro que me descubrió un pensador muy atractivo, Dahrendorf, por más
que en muchas ocasiones no comparta sus opiniones y razonamientos. Pero lo que
más me quedó adherido a mis recuerdos de aquel libro fue una afirmación que he
utilizado en este blog, cuando afirma que si
el capitalismo es un sistema, debe ser combatido con la misma intensidad con
que tuvo que ser combatido el comunismo. Y lo he recordado mucho en estos
años porque he llegado a la conclusión de que el sistema capitalista que
conocemos como neoliberal trabaja incansablemente para convertirse en un
sistema en sí mismo, muy alejado de la sociedad abierta que defendía el
pensador anglo-alemán.
Por
cuestiones del destino, tras la búsqueda de documentación y libros que tengo
depositados aquí y allá, en casas de familiares por culpa de una vida algo
viajera, recientemente he recuperado aquel ejemplar, y lo he vuelto a leer, con
igual o mayor fruición que la primera vez, como quien visita a un viejo amigo y
descubre que a pesar de los años pasados sigue sin defraudar.
Y
releyéndolo me he encontrado con pasajes e ideas que no recordaba, pero que a los
cuales los más de quince años que han pasado desde su primera lectura le han
dado un significado que yo no conseguí percibir entonces.
Reflexiones sobre la revolución en
Europa
tiene como subtítulo Carta pensada para
un caballero de Varsovia que, como explica el propio pensador, era un trasunto
y guiño al publicado en 1790 con el título Reflexiones
sobre la revolución en Francia. Carta enviada a un caballero de París del
inglés Edmund Burke. Las reflexiones de Dahrendorf era su análisis de los
vertiginosos sucesos acaecidos en Europa tras la caída del muro del Berlín y el
desmoronamiento del imperio soviético, a partir de 1989.
Desde
su particular visión, recuerda en el texto su anuncio años antes de que “los partidos socialdemócratas de toda Europa
no se hallaban en muy buen situación, y que aquellos que mejor estaban, como
los de España o quizá de Italia, no era exactamente socialdemócratas” para
concluir que “abogar por una sociedad
decente ya no bastaba para el electorado de las sociedades avanzadas” y
preguntarse “a qué se debía ese cambio de
suerte de la fuerza política dominante durante un siglo”. “La respuesta más sencilla es: la victoria”
afirmaba Dahrendorf. Una victoria que llevaba a nuestro autor a afirmar que “Entonces, todos éramos socialdemócratas y en
muchos aspectos todavía lo somos”.
Y
Dahrendorf comienza a describir de forma muy interesante la evolución que llevó
a la socialdemocracia a su perdición:
“La creación de una amplia mayoría compuestas
por quienes podían satisfacer muchas de sus aspiraciones dentro de las
condiciones existentes –una clase mayoritaria- transformó a los partidos
socialdemócratas o bien en una fuerza protectora, por no decir conservadora, o
bien en una fuerza prescindible, o en ambas cosas. El surgimiento de una clase
mayoritaria (llamad a veces “clase media”, aunque el concepto se vuelve
equívoco ante la ausencia de una clase alta que dé el tono y una cohesionada
clase trabajadora) significó, sobre todo, que la tradicional base social de la
socialdemocracia se había desvanecido. La clase trabajadora había decepcionado
a sus líderes intelectuales; a diferencia de lo que éstos habían supuesto, no
era en verdad una fuerza social particularmente progresista, sino una fuerza
que buscó tanto la “ley y el orden” como el progreso económico y social, y
cuyos miembros estaban, a fin de cuentas, complacidos por alcanzar dichas metas
para sí mismos y para sus familias, sin importarles nada los demás. El
conflicto de clases se transformó en movilidad social individual. […] A medida
que se desarrollaba el proceso, la clase trabajadora no sólo perdió su
cohesión, sino que además comenzó a encogerse. Surgió una nueva clase media de
empleados de oficina, y aunque su posición en el mercado parecía similar a la
de los obreros, ellos nunca se vieron a sí mismos como una parte del
proletariado. El paso de la producción de bienes a la prestación de servicios
redujo la clase obrera industrial a una minoría cuya condición social ya no
pude ser caracterizada como oprimida o desdeñada”.
Si
la victoria de la socialdemocracia dejó a la misma sin la clase social que
había justificado su nacimiento (y por lo tanto su propia legitimidad), y abrió
las puertas de par en par al neoliberalismo (que se ha convertido en la
ideología y la praxis económica-política de éxito desde los años 80 del siglo
XX), debemos aceptar la posición inversa.
Con
el neoliberalismo, que ha dinamitado en gran medida todo el andamiaje político,
social y económico de la socialdemocracia que había permitido la disolución de
la clase trabajadora, han regresado las condiciones que permitieron el
nacimiento de esta última. La victoria del neoliberalismo devuelve a la
socialdemocracia su valor como ideología que, como afirmaba Dahrendorf, combina
“democracia y planificación”, “libertad económica y control de la demanda”,
“elección individual y redistribución”,
en definitiva “libertad y justicia”.
Y
ello porque al contrario que Marx y Engels, la socialdemocracia comprendió que
el Estado lejos de ser el “cuerpo que administra los intereses comunes de la
clase burguesa”, tenía que ser el instrumento que tiene la ciudadanía para
reparar las injusticias del capitalismo. Por eso, frente al Estado mínimo del
neoliberalismo y el no Estado del anarquismo, hay que recuperar el Estado al
servicio del conjunto de la sociedad que propugna la socialdemocracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario