domingo, 6 de marzo de 2016

La edición fantasma del Ideal Andaluz de Blas Infante



Hace años, tras descubrir el Ideal Andaluz de Blas Infante Pérez, me dediqué a intentar localizar todas las ediciones que de dicha obra se hubiesen realizado en España.

Era a final de los años 90, principios del 2000, cuando internet aún no tenía el vigor y la información que hoy conocemos. Por tiendas de libros usados, webs especializadas, y catálogos on-line de instituciones y bibliotecas de España y otros países de América y Europa, fui localizando, una a una, las distintas ediciones: la edición príncipe de 1915, la prologada por Lacomba y Tierno de 1976, y las sucesivas de la Fundación Blas Infante. Y, una a una, las fui adquiriendo, bien por compra, bien por regalo de algún amigo, como la de 1982 que tan amablemente me cedió Javier C.S.

Recibir por correo la primera edición del Ideal Andaluz de Infante solo fue comparable con el día que recibí la edición póstuma de la obra Últimas Flores de la sevillana Concepción de Estevarena. Una mezcla de ansiedad al abrir el paquete, de temblor al acariciar el libro, de júbilo por alcanzar un sueño tras una larga, larguísima búsqueda que había durado no menos de cinco años.

En aquellas búsquedas, en una página web que no recuerdo, encontré referencias a una edición de 1916, que nunca he podido encontrar en ningún catálogo. No la encontré en la Biblioteca Nacional, que sólo conserva las ediciones de 1915, 1982 y 2010. Tampoco la localicé en ninguna biblioteca pública del Estado, cosa que sí ocurre con la edición de 1915 conservada en la Biblioteca del Estado de Ceuta, en la Biblioteca de Andalucía (Granada) o en las municipales de Almensilla, Villa del Río, Los Corrales o en la Central de Jerez de la Frontera.
  
Por su parte, la búsqueda de la edición de 1916 en el Catálogo Colectivo delPatrimonio Bibliográfico Español (que incluye los fondos de un total de 800 bibliotecas públicas y privadas de todo el país) resultó igual de infructuosa, ya que si bien localicé la edición de 1915 en bibliotecas como la del Archivo Municipal de Sevilla o de la Central del Campus de Albacete de la Universidad de Castilla-La Mancha (con una dedicatoria de Infante), no apareció por ningún lado una edición de 1916.

Igual de frustrante fue la búsqueda en las bibliotecas de la Universidad de Sevilla, ya que su catálogo Fama sólo consta, con dos ejemplares, la edición de 1915; en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos tampoco la encontré; ni en GoogleBooks (que incluye millones de obras en su catálogo)
  
Por eso, cuando llegó a mis manos un ejemplar de la nueva edición del Ideal Andaluz, publicado en 2015 (con ocasión del centenario de su primera edición) por el Centro de Estudios Andaluces, me sorprendió descubrir que su página 91, además de las conocidas ediciones de 1915, 1976, 1982, 1994 y 2010, la edición de 1916, atribuida al Centro Andaluz de Sevilla.

Y a pesar de que en todos estos años no he encontrado ningún rastro físico de esta edición, su inclusión en la cuidadísima edición de 2015 (con prólogo del profesor Juan Antonio Lacomba -que ya participó en la edición de Túrcar de 1976 junto con el profesor Enrique Tierno Galván-, y estudio introductorio del profesor Francisco Garrido) no podía considerarse un simple error, y me convencí que debía corresponder a la existencia real de una edición en dicho año de la obra más importante de Infante.

En estos días he retomado la búsqueda de esa edición fantasma y he terminado encontrando una referencia de ella en la obra Repertorio bibliográfico sobre el “andalucismo histórico” de Manuel Ruiz Romero (Doctor en Historia Contemporánea y respetable estudioso de Blas Infante y su obra), publicada por el mismo Centro de Estudios Andaluces en 2008. En la relación que hace Ruiz de la obra de Blas Infante (página 21), incluye la edición de 1916, atribuida al Centro Andaluz de Sevilla y calificada como reedición (reed.), así como las de 1976 (Túcar), 1982 y 1994 (Fundación Blas Infante). Pero sorprendentemente no incluye la primera de 1915, impresa en Sevilla por Joaquín L. Arévalo.

La obra de Ruiz Romero llevó a ABC a publicar, el 10 de agosto de 2008, que el Repertorio editado por la Junta de Andalucía compila toda la obra científica sobre esta temática desde que en 1976 se editara la segunda edición de «El Ideal Andaluz» (la primera en 1916).

Pero a pesar de Ruiz Romero, la edición sigue sin poder ser localizada.

Finalmente, a pesar del respeto que me merece Manuel Ruiz, he llegado a la conclusión que la edición fantasma del Ideal Andaluz de 1916 no existe.

Posiblemente el error, comprensible por otra parte, se debe a la publicación en el número 7 de la revista Andalucía (diciembre de 1916) del Centro Andaluz de Sevilla, de un artículo titulado “El Ideal Andaluz”, que corresponde a la conferencia de Blas Infante sobre el regionalismo andaluz pronunciada en el Centro Obrero Republicano de Córdoba, y recogida por un periodista del Diario de Córdoba.    
     
En todo caso, esta cuestión debe resolverse lo antes posible. La integridad de la obra de Blas Infante lo exige.


Post Scríptum: el 10 de marzo de 2016, el profesor Manuel Ruiz Romero compartió en la red social twitter el siguiente tuit:



Por mi parte, agradecer, como no puede ser de otra forma, la rapidez y la profesionalidad del profesor Ruiz Romero, y dar por aclarada esta cuestión.

domingo, 28 de febrero de 2016

La deriva evaperonista de Ada Colau



En 2014 publiqué en este blog un post titulado Ada, tras hacer pública la Colau (así, en plan diva) una carta en la que explicaba su decisión de dimitir de la responsabilidad de portavoz estatal de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y defendiendo que, a pesar de lo que rumoreaba, no iba a fichar por ningún partido.

En aquel post dejé escrito lo siguiente, que Aunque respete su decisión, yo personalmente creo que sería bueno para la democracia que Ada Colau se replanteara dicha negativa y que si le apetece, aceptase alguna de las propuestas que al parecer ya le han hecho llegar.

Traigo esto a colación porque quiero dejar claro que, entonces y ahora, tengo una gran consideración hacia Ada Colau, por mucho que no la votaría. Pero este respeto intelectual y moral no me impide mostrar mi sorpresa por la forma que ha abordado la gestión del conflicto laboral del metro de Barcelona.

Pero tal vez no debería sorprenderme. Suele ocurrir que los líderes que han salido desde abajo, y que han conseguido del obrerismo una parte importante del apoyo que les ha catapultado hacia arriba, son incapaces de evitar traducir una huelga como una agresión hacia ellos.

Las declaraciones de Colau me recordó una escena de la película Eva Perón de Juan Carlos Desanzo con una magistral Esther Goris en el papel de María Eva Duarte. Me refiero a la recreación de un encuentro, en un taller ferroviario, de la jovencísima esposa del presidente argentino con un grupo de trabajadores en huelga, luchando por la mejorar del bajo salario de la época (del minuto 13:56 al minuto 18:22).

La escena es fascinante. Una mujer menuda se enfrenta a un mundo absolutamente masculinizado (que rezuma testosterona, vamos), fuertemente sindicalizado, con presencia no sólo de trabajadores peronistas sino también de socialistas.

Desafiante, Eva reprende a los trabajadores por hacerle una huelga bajo la presidencia de Juan Domingo Perón:

Esta huelga, compañeros, que están ustedes haciendo al gobierno peronista, es una huelga contra el movimiento obrero. Una huelga contra ustedes mismos. Escuchen bien, compañeros, el que le hace una huelga al peronismo es un carnero de la oligarquía. Y entiéndanme bien, muchachos. Entiéndanme bien, por favor. No sé si quiero decir un carnero de la oligarquía, busco otras palabras, pero no me salen. Hacer una huelga a Perón es trabajar para la anti patria.

Un obrero le pregunta:

Compañera, un peón ferroviario gana 340 pesos. Nada más que 340 pesos. ¿Eso es justo, compañera?

La respuesta tiene muchos puntos de semejanza a la que ha ofrecido Ada Colau ante la huelga del metro barcelonés:

No, eso no es justo. Y hay muchas cosas que todavía no son justas. Los sueldos se van a llevar a 500 pesos, eso se lo juro yo, pero también les juro que lo vamos a hacer solo si abandonan esta huelga, muchachos.
       

Otro ferroviario, ante la pregunta de Eva sobre que habría sido de ellos si hubiese ganado en 1945 la Unión Democrática, le dice:

Eso es cierto, compañera, pero en el 45 no ganó la oligarquía, ganamos nosotros. Entonces de ellos no esperamos nada, pero de usted del general Perón, lo esperamos todo, compañera.


La respuesta de Eva Perón es lapidaria:

También Perón y yo esperamos cosas de los peronistas. Ante todo, que no nos hagan huelgas. Que no den mal ejemplo a los otros compañeros. No queremos huelgas en la Argentina de Perón.

Claro que la respuesta de Ada Colau también se asemeja mucho a la que han dado todos los presidentes de gobierno socialistas de España, González, Rodríguez Zapatero, cuando Sindicatos como UGT le han montado huelgas generales: ¿Cómo pueden los míos hacerme una huelga a mí?

Para rematar el dramatismo de la escena y perfilar la imagen implacable de Evita, el personaje termina su mitin con una amenaza nada velada:

Por última vez, compañeros. Levanten esta huelga. Después no digan que no les avisé. Porque si hay que dar leña, vamos a dar leña, compañeros. Caiga quien caiga, cueste lo que cueste.

Hoy es complicado que ese vamos a dar leña se traduzca en el envío del ejército a reprimir la huelga, como ocurría en Barcelona durante la dictadura de Primo de Rivera. Ahora las técnicas son más depuradas.  Y en el caso del ayuntamiento presidido por Ada Colau la estrategia ha consistido en intentar desprestigiar a los huelguistas, difundiendo unos supuestos salarios que los sindicatos de la empresa han negado, y quien ha reventado la huelga, elevando los servicios mínimos al 65% por la activación del protocolo de contaminación atmosférica por parte del accionista de la empresa.

Más allá de las razones objetivas de los huelguistas del metro de Barcelona y de la alcaldesa de la ciudad, lo que no puede permitirse un gestor público de izquierda como Colau es utilizar los mismos argumentos torticeros que utiliza la derecha mediática, política y económica para desacreditar las huelgas obreras.

Porque, a veces, tirar de curriculum no basta para llevar razón. Sobre todo porque, a veces, simplemente no la tenemos.

domingo, 21 de febrero de 2016

¿Una nueva política sin un pueblo nuevo?

 

Fue en los noventa, tras trabar amistad con C.S.G., cuando descubrí que desde siempre mis análisis habían sido sistémicos. Por eso, cuando reflexiono parto del hecho de que el cambio de una parte de un sistema afecta a todo el sistema, modificándolo, aun cuando a veces sus efectos no sean observables, medibles o cuantificables.

El inicio de la crisis económica que nos asola, fue el detonante de la voladura de una fantasía en la que la sociedad española venía instalada desde hace décadas. Eso la ha convertido en una crisis sistémica, global,  que ha sumido en el estupor y la desesperación a amplísimas capas de la población.

¿Qué sociedad hemos construido en estos años? ¿Con cuanta miseria hemos convividos mientras nos creíamos en una Arcadia feliz y venturosa? ¿Cuántos no pensaban hasta 2008, como los norteamericanos en los locos años 20, que en España no íbamos a necesitar paraguas nunca más porque íbamos a vivir eternamente bajo un sol radiante?

Y como no podía ser de otra forma, nuestra reacción ha sido la que culturalmente nos corresponde: culpabilizar a los demás de nuestros males.

Y ese es, a mi entender, el gran error actual de la sociedad española. Su confianza desmedida en la nueva política, como medicina a todos los males que nos afligen, es de una simplicidad que espanta, y que nos profetiza nuevos problemas a medio y largo plazo.

Y claro que es necesaria una nueva política, un cambio de los paradigmas sobre los que transitaba nuestro sistema político e institucional. Y esta necesidad de cambio es una oportunidad de ser ambiciosos y atrevidos, planteando alternativas que hasta el momento no nos hemos permitido ni soñar.

¿Pero qué mimbres tenemos para ese nuevo cesto que contenga la nueva política? Me temo que los mismos de siempre. La misma sociedad de siempre. Los mismos esquemas mentales de siempre. Los mismos hábitos españoles de siempre de echar la responsabilidad fuera de nosotros, esperando que sean los demás los que cambien porque, está claro, yo no tengo ninguna responsabilidad sobre lo que ocurre y por lo tanto no hay necesidad de cambiar nada.

En esta crisis que se nos está haciendo interminable, apenas he leído o escuchado (en tertulias, conversaciones informales, artículos, foros, redes sociales, etc.) a ciudadanos que hayan hecho un planteamiento que contenga un ejercicio de autocrítica, identificando su cuota de responsabilidad y comprometiéndose con medidas viables a cambiar de aquellos hábitos con los que colaboró (por acción o por omisión) a las dinámicas sociales y económicas que han dado lugar a esta crisis sistémica.

No sé, cosas del tipo: yo antes si me preguntaban si factura con IVA o sin IVA, casi siempre decía que sin IVA; a partir de ahora me negaré a pagar sin IVA. O por ejemplo: antes pensaba que la política era cosa de políticos, pero ahora voy a intentar informarme mejor para saber que es realmente lo que pasa e intentar que no me vuelvan a engañar. O: yo antes no desconfiaba cuando me ponían un papel por delante y firmaba sin leer, pero ahora me doy cuenta que era un error y pienso leer todo antes de firmar, e incluso consultar con otros si hay algo que no entiendo. E incluso: yo antes pensaba que la democracia era solo votar cada cuatro años, pero ahora he comprendido que no, y por eso voy a tomarme más en serio asistir a las reuniones de Comunidad de Propietarios y a las reuniones de las AMPAS de mis hijos.

Pero no. Confortados con la consoladora doctrina de la-culpa-la-tienen-los-demás defendida por todos, incluidos los más críticos con el actual sistema político, nadie parece asumir la necesidad de cambiar personalmente para contribuir al cambio.

No veo en los medio de comunicación, en el debate político o en los comentarios de mi entorno, nuevos mimbres, una reflexión colectiva que nos hagan mejores personas y con ello se pueda vislumbrar un nuevo pueblo, con mayores dosis de comportamiento crítico, autocrítico y ético.

Cierto que la sociedad española ha cambiado y ello obligará a cambiar a las instituciones, las administraciones, o incluso durante un tiempo descenderá la corrupción política. Pero será un cambio débil, nada vigoroso y sin un sesgo ético. Por ello, pasados unos años, volveremos a las andadas y nada de lo sufrido habrá servido lo suficiente. Y la sociedad española de 2025 se parecerá peligrosamente a la sociedad española de 2005.

Aunque siempre nos quedará el consuelo del refranero: el que nace lechón, muere cochino.