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domingo, 17 de junio de 2012

¿Qué quiere ser el PSOE de mayor?

Parto de una convicción que en estos momentos no pasa de ser una hipótesis: que la ola “neoliberal” ha alcanzado ya su máximo y ha empezado su reflujo. Las políticas sustentadas en los dogmas neoliberales no sólo han fracaso en Europa, sino que están llevando a una acusada desaceleración a los países que se suponían indemnes a la crisis, como China, India o Brasil. Y en contrapartida, el exceso de capitales no sólo ha inundado los paraísos fiscales sino que además ya supone un problema a los grandes fondos que no saben donde colocar tanto dinero. Las sociedades ya son conscientes que el “paraíso” neoliberal no existe y se debaten entre conservar algo de lo que han alcanzado o buscar alternativas.

En este escenario, las opciones de la derecha (conservadoras, neoliberales, liberales) capitalizan el sentimiento del electorado que piensa que con más neoliberalismo pueden salvar los muebles. Y los que rechazan de raíz dichas políticas no encuentran dentro de los partidos tradicionales de la izquierda un discurso que refleje sus aspiraciones de cambio.

En Europa encontramos dos ejemplos paradigmáticos de partidos de izquierdas que a pesar de muchos otros factores, representan lo que quiero exponer. El partido socialista griego, el PASOK, se vio superado por la crisis en el gobierno. Su dirigencia no ha sido capaz de asumir la nueva realidad, y anclado en una realidad que ya no existe, ha sido barrido por un nuevo partido, Syriza, que ha abanderado las aspiraciones del electorado de izquierda.

El otro ejemplo lo encontramos en el partido socialista francés, el PS. Posiblemente por haber vivido la crisis fuera del gobierno, su dirigencia ha dispuesto de la perspectiva necesaria para acertar, aunque sea parcialmente, con el diagnóstico y ofrecer al electorado de izquierda un proyecto que en espíritu se asemeja al de Syriza: el neoliberalismo es el problema, y la izquierda la solución.

Para mí la conclusión es relativamente sencilla: los partidos de izquierda que sepan conectar en estos momentos con su electorado no sólo sobrevivirán sino que además será los hegemónicos en las próximas décadas. En cambio, los partidos de izquierda que se atrincheren en sus códigos tradicionales serán superados e incluso desaparecerán.

El punto de partida de nuestro partido socialista, el PSOE, es mucho más parecido al PASOK que al PS. Partido gobernante cuando saltó la crisis, su dirigencia parece no poder asumir que la realidad ha cambiado y que los paradigmas asumidos a lo largo de las últimas cuatro décadas ya no sirven.

Entre el electorado de izquierda ha calado la idea, nada descabellada por otra parte, que en estos treinta años de competencia electoral y gobernanza, el PSOE ha asumido las maneras de la dirigencia conservadora y neoliberal, no sólo en el discurso sino, lo que es peor, también en las formas.

Estar gobernando cuando saltó la crisis hace sin duda más complicado el esfuerzo del PSOE para resintonizar con su electorado tradicional y otros votantes de izquierda. La opción Hollande es en España insuficiente. Aquí no vale DAFO alguno, sino el más tradicional de examen de conciencia, reconocimiento de culpa y promesa de enmienda.
 
El electorado necesita primero escuchar de labios de nuestra dirigencia un relato coherente de lo sucedido y sin paños calientes. Necesita escuchar claramente que se reconoce que el Partido se ha equivocado, que ha permitido desmanes como los de las cajas de ahorros, la política urbanística y los mercados desregulados. Y que la política de privatizaciones ha traído algunos efectos negativos. Las matizaciones y los juicios históricos deben quedar, aunque sea en ocasiones injusto, para más adelante.

Después, reconocer que la dirigencia que se ha equivocado no puede aspirar a seguir dirigiendo el proyecto socialista, aunque sí apoyar los y las nuevas compañeras que asuman la gestión. La actual dirigencia, que es la misma que ha dirigido el Partido en los últimos cuarenta años, tiene servidumbres emocionales que lastran y que pueden llegar a hundir al partido definitivamente.

Y por último, asumir un proyecto político sin servidumbres del pasado. La acción política del PSOE que aspira a gobernar no puede estar cautivo de las decisiones tomadas en los años de gobierno, asumiendo sin complejos aquellas políticas que se consideren necesarias a pesar de que puedan ser las contrarias a las defendidas hace cinco, diez, o veinte años.

El PSOE ha contado desde 1977 con un electorado sólido, comprometido y comprensible. Pero creo que algunos dirigentes socialistas han llegado a la conclusión de que el electorado socialista es esencialmente sumiso y acrítico. Y nada más lejos de la realidad. Ese electorado ha seguido confiando en nuestro Partido a costa de consumir un caudal de credibilidad atesorado durante más de 100 años, y que ya se está acabando. Porque no ha sido inmune a la convicción de que en el reino de España hay muchas cosas que huele a podrido.

Ahora está en manos de la dirigencia optar por el modelo PASOK o PS. Porque si se deja la decisión en manos de los y las militantes y votantes puede que el PSOE no llegue a cumplir los 150 años.

sábado, 9 de junio de 2012

#RajoyCobarde

Hace unos minutos, el ministro de Economía, Luis de Guindos, nos ha anunciado a la Nación que España solicitaba la ayuda internacional para salvar la banca.

Por activa y por pasiva, el presidente del gobierno de la Nación y varios de sus ministros, han negado que dicha solicitud se fuese a presentar. Cuando el gobierno tenga la decencia de detallar la letra pequeña, sabremos lo que tal ayuda significa para el conjunto de la ciudadanía.

Pero lo más vergonzoso, lo más despreciable, es que en la crisis económica más importante de España desde el siglo XVII, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, guarde un silencio culposo. Precisamente el que desde la oposición exigía saber la verdad para sembrar dudas sobre la veracidad del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero; precisamente el que afirmaba que su obligación era decir siempre la verdad; precisamente ese Mariano Rajoy, está escondido sin dar la cara, sin hablar, sin decir la verdad.

Es muy triste. Pero hoy me sumo a centenares de miles de españoles que han gritado en twitter: #RajoyCobarde.

viernes, 1 de junio de 2012

Terrorífico… ¿o terrorista?

Hoy se ha publicado una noticia trascendental con las palabras de la diputada canaria, Ana Oramas, la cual ha afirmado que Cristóbal Montoro, actual ministro de Economía, ante la petición del anterior presidente del gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero, de apoyo para evitar la intervención en 2010, le dijo: “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”.
 
Esta revelación, que sobre todo es una confirmación de lo que muchos pensábamos, adquiere mayor relevancia al pronunciarse en el púlpito de la Soberanía Nacional (ese mismo del que rehúye el actual presidente de la Nación Española, Mariano Rajoy) la confirmación gestual del diputado catalán de CiU, Josep Sánche Llibre, y el silencio culpable de los y las diputadas del Partido Popular.
  
Esta actitud no es nueva. Baste con recordar las palabras de Ansón, cuando admitió que durante los últimos años de los gobiernos de Felipe González, pusieron en peligro la estabilidad del Estado con tal de desalojar al dirigente socialista de la presidencia. Pero no por usada y sospechada, me parece menos repugnante.
  
Los corifeos del patriotismo musical y textil, el partido al que se le llena la boca con la palabra España, es la misma derecha mezquita, resentida y miserable de siempre, la que fusilaba, robaba y exiliaba. Una neoderecha que sigue viendo la dignidad del pueblo soberano, su integridad y su supervivencia como sacrificables a sus intereses, víctimas colaterales de sus ansias de poder en el mejor de los casos.
  
Cuando el PP decidió provocar la caída del gobierno de Rodríguez Zapatero presionando a Coalición Canaria y a CIU, y con ello arriesgar a la Nación a la intervención, miraba sus intereses más espurios, traicionando la lealtad constitucional al propio pueblo soberano y la confianza de sus votantes. Pero además demostraba la estulticia de la dirigencia del Partido Popular, su enorme soberbia, su ignorancia supina y su desprecio por la democracia y el pueblo.
  
Oponerse a las medidas del presidente del gobierno de la Nación en 2010 podían justificarse honestamente, pero sus miserables palabras, “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”, les aleja de cualquier representación legítima en democracia.
  
En estos días vemos como su pretendida capacidad para “levantar” España era tan falsa como su patriotismo. Son un atajo de talibanes, unidos por una enfermiza ansia de poder, agrupados bajo la férula de un resentido emocional como José María Aznar, y dirigidos por los Think Tank neoliberales.
   
Terrorífico…. ¿o terrorismo?

domingo, 13 de mayo de 2012

De Pactos y Liderazgos. Respuesta a Marañón y Toharia desde la base socialista.

En la edición dominical de EL PAIS del 13 de mayo de 2012, Gregorio Marañón, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y José Juan Toharia, presidente de Metroscopia, publican un artículo de opinión titulado “De la angustia cívica al pacto político”, en el cual, tras dejar constancia de lo crítico de la situación actual, apelan al necesario pacto entre los líderes del PP y el PSOE, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, bajo la admonición que de no hacerlo “es muy posible que tengamos que asistir al desmoronamiento de la España de libertad, bienestar económico, convivencia entre sus distintos territorios y prestigio internacional que con tanto esfuerzo hemos edificado a lo largo del último medio siglo”.

Los argumentos que, a modo de urdimbre, sostienen la imperativa demanda de consenso entre PSOE y PP recogidos en el artículo, se van observando aquí y allá en los últimos días, generalmente provenientes de las élites políticas e intelectuales que protagonizaron la Transición, entendida ésta, en línea con lo propuesto por José Luis Abellán, el periodo que va desde 1956 hasta la aprobación de la Constitución Española, en 1978.

Curiosamente, en círculos del socialismo español previos a las elecciones del 20 de noviembre de 2011, ya se aventuraba que, de gobernar el PP, antes de dos años propondría un gobierno de unidad nacional. Y mi respuesta en aquellos días, en septiembre de 2011, fue que nuestro Partido, una vez más, ejercitaría su estúpido sentido de responsabilidad y aceptaría el envite.

Y entiéndaseme bien: por estúpido no señalo que tal acto de responsabilidad fuese indeseable o evitable, sino que de nuevo el vértigo de la historia impondría la opción más negativa para el socialismo español y los y las trabajadoras de nuestro país. Ese mismo vértigo que llevó el fatídico 12 de mayo de 2010 a José Luis Rodríguez Zapatero a no disolver las Cortes Generales y a aplicar un programa impuesto que rompía con el vínculo emocional entre la dirigencia del proyecto socialista y sus bases y electorado.

Educado en las virtudes del consenso, aquel “pecado consensual” sobre el que escribió Márquez Reviriego, y aleccionado por las postreras palabras de Manuel Azaña (paz, piedad, perdón), siempre he defendido la apuesta por el acuerdo en detrimento de opciones aparentemente más radicales que en realidad nos llevan directamente al pasado.

Pero para fabricar el consenso es necesario querer y poder. ¿Se dan las condiciones actualmente para un consenso equilibrado entre el PP, en representación de la derecha sociológica, y el PSOE, en representación de una parte de la izquierda sociológica? En mi opinión, rotundamente no.

Los protagonistas de la Transición que plantean la necesidad del pacto, del acuerdo, no parece comprender, en mi opinión, que la derecha española amamantada por José María Aznar, a través de su FAES, en nada se parece a aquella del tardofranquismo que protagonizó la reforma al franquismo. Y no solamente porque entonces la derecha española se sentía débil y asediada, con mucho que perder y poco que ganar, y ahora se siente fuerte y con todo por ganar. Es que la actual derecha neoliberal no cree en el pacto, en el acuerdo. Es más, han aceptado dialécticamente el conflicto como necesidad para avanzar, y rechazan cualquier tipo de consenso, ya sea para una solución negociada del terrorismo, ya sea para fijar un marco laboral entre los agentes económicos y sociales.

Y como además de querer, hay que poder, el PSOE no está en condiciones de alcanzar un acuerdo global con el PP en estos momentos, tal y como ocurrió en los setenta. En mi opinión, el debate profundo y emocional del XXXVIII Congreso Federal fue optar entre la salvación del Partido del riesgo de fragmentación y desfonde electoral, que representaba Alfredo Pérez Rubalcaba, o saltar al precipicio con un liderazgo diferente que reconectara con un electorado en retirada.

Por eso, el XXXVIII Congreso consiguió su objetivo de cerrar filas, de conservar unido al Partido y evitar su desaparición, pero a costa de confirmar la pérdida de una parte importante de su electorado, que como se ven en estos días, ya no cree que el PSOE sea el partido de izquierda que en el mundo actual representa sus intereses.

Con la elección de Alfredo Pérez Rubalcaba en el XXXVIII Congreso Federal, el PSOE renunció a la capacidad de liderazgo para poder firmar ahora un acuerdo con el PP, que sólo conseguiría defraudar aún más a una parte significativa del 30% de votantes que aún le queda.

Para que el pacto político que demandan Marañón y Toharia fuese factible políticamente, sería necesario que, por una parte, el PP creara las condiciones de confianza con un acto de fe como sería la firma de un acuerdo en materia laboral con UGT, CCOO y CEOE que desmontara su reforma; y por otro lado, que el Comité Federal del PSOE designara ya un candidato, o candidata, a la presidencia del gobierno de la Nación diferente de su secretario general, y que con un proyecto nuevo y empático, al estilo de Hollande, el nuevo líder de los socialistas negociara de tú a tú con el PP.

Si en las actuales circunstancias el PSOE llega a un acuerdo global con el PP, o alcanza un gobierno de concentración nacional, no sé si salvaría al Estado, pero desde luego condenaría al PSOE de por vida.

viernes, 27 de abril de 2012

Porqué las políticas del PP son radicales

El PP no tiene un Programa Electoral oculto, simplemente no existe.

La debacle económica de la primera década del siglo XXI ha tenido entre otros efectos el producir tal nivel de interferencias emocionales en los discursos políticos que hechos fundamentales han pasado desapercibido al conjunto de la sociedad y a gran parte de su dirigencia política, social, intelectual y económica.

En España, la dinámica errática provocada a partir de mayo de 2009 por el gobierno de Rodríguez Zapatero provocó tal confusión que hábilmente aprovechada en línea con la teoría del shock permitió que en el momento de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, el PP pudiera presentarse sin un programa electoral y tan sólo necesitara de simples declaraciones generales articulada sobre el ambiguo término de reformas, que le permitían prometer una cosa y la contraria.

Con gran estupor, medios de comunicación, analistas políticos, intelectuales universitarios, pero sobre todo la ciudadanía, contemplan ahora como el PP ha emprendido un programa radical de reformas que aprovechando una mayoría absoluta amplísima le permite soslayar todos los controles democráticos.

El PP ejecuta el programa de máximos neoliberal.

Es cierto que el Partido Popular se presentó a las elecciones generales de 2011 sin un programa electoral propio, tal y como lo hemos entendido hasta el momento en España. Es decir, un conjunto de propuestas fruto del debate de las distintas sensibilidades existentes en su seno y con un consenso más o menos asumido por todas las partes.

Pero no es menos cierto que el PP tiene un conjunto de medidas que han puesto en marcha de forma inmediata una vez tomado posesión del gobierno de la Nación. Ese conjunto de acciones, justificadas como reformas, es el proyecto de máximos neoliberal, elaborado exclusivamente por economistas.

Hasta la fecha, ese proyecto de máximos sólo se había aplicado en toda su extensión en Chile tras el golpe de estado militar protagonizado por el general Pinochet. Es decir, la única vez que el programa de máximos se ha aplicado en toda su extensión fue en un contexto dictatorial, ya que Ronald Reagan y Margaret Thatcher solo pudieron ejecutarlo parcialmente y con gran dificultad.

Las condiciones políticas de España son perfectas para su aplicación: una sociedad en estado de shock y una amplísima mayoría política en las Cortes Generales, que le permite configurar a su gusto la mayoría de los órganos de control del Estado como el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, entre otros, la práctica totalidad de Comunidades Autónomas y casi el 100% de las grandes ciudades de la Nación.

El mayor problema del proyecto de máximos neoliberal es que su concepción exclusivamente economicista choca contra la realidad social y científica, como ya estamos viendo con las medidas radicales impuestas en materia de empleo, sanidad, educación, lo que lo convierte en un modelo ineficiente, inestable e insostenible, condiciones que convierten todos los proyectos políticos en inviables.

El proyecto de máximos neoliberal es incompatible con la democracia: Proyecto totalitario.

En esencia, el proyecto de máximos neoliberal es incompatible con la democracia, ya que se trata de un proyecto totalitario que pretende conformar un modelo de sociedad sin debate que por otra parte sabe perdido. Su ideólogo principal, el economista norteamericano Milton Friedman, sabía de lo impopular de sus propuestas por lo que recomendaba su aplicación total e inmediata, mientras duraba el estado de shock de la sociedad porque luego sería demasiado tarde.

El programa de máximos neoliberal persigue una sociedad desestatalizada, donde los mecanismos institucionales de control son sustituidos por órganos económicos no sujetos a control político. Una sociedad donde los agentes privados económicos gestionen sin ningún tipo de regulación democrática el conjunto de intereses sociales.

Hasta tal punto es totalitario el proyecto de máximos neoliberal, que busca la eliminación de lo que Milton Friedman denominaba “triángulo de acero”, lo que en términos constitucionales españoles se traduce en el Estado Democrático y Social de Derecho.

Como no puede eliminarse la democracia formal se opta por vaciarla de contenido.

Al ser conscientes que en un entorno democrático dichas políticas serán difícilmente aplicables, pero asumiendo la imposibilidad de plantear golpes de estado tipo chileno en países del primer mundo, el neoliberalismo optó por vaciar de poder real las instancias de extracción democrática mediante la delegación de sus poderes en organismos de regulación independientes de los órganos de extracción democrática, parlamentos y gobiernos.

Así, bajo el argumento de sustraer de la confrontación partidaria determinadas políticas, se promovieron órganos profesionalizados en el ámbito financiero y de mercados regulados, que rápidamente fueron confiados a expertos neoliberales, los cuales crearon las condiciones adecuadas para dar los siguientes pasos. Uno fundamental fue la de otorgar independencia a los bancos centrales, hasta el punto que habría que preguntarse si el proyecto Euro no era en sí mismo la piedra angular del actual tsunami neoliberal.

El neoliberalismo ha asumido y adaptado la dialéctica marxista: el conflicto, desde la realidad histórica a la virtud económica.

La transformación radical del PP desde un posicionamiento ideológico tardofranquista hasta su integración plena en la corriente mundial del neoliberalismo se consumó durante el segundo mandato de Aznar. Por ello, comparadas con las actuales políticas del PP, las de 1996-2004 parece casi moderadas.

Este cambio, que quedó ahogado por las bombas del 11M, impidió su visualización a nivel de gobierno pero no a nivel de propuestas, y que fueron recogidas una a una en los documentos de FAES, el think tank utilizado por el movimiento neoliberal para extender sus postulados por los países hispanoparlante.

Uno de los principios más llamativos del neoliberalismo ha sido la asunción de postulados marxistas hasta el punto de hacer suya la dialéctica marxista. Es decir, el neoliberalismo ha asumido la realidad no desde una óptica estática de corte religioso, étnico o cultural, sino sometida al devenir y la historia y donde el estado natural es el conflicto entre clases antagónicas de poseedores y desposeídos.

En principio, el neoliberalismo, de corte darwiniano, asume que para el fortalecimiento social es necesario mantener el conflicto, por lo que rechaza cualquier política de apaciguamiento, ya sea social (Estado de Bienestar) o político.

A partir de esta premisa, el neoliberalismo, al contrario del liberalismo histórico, no pretende crear mediante la ley un marco estable de libertad donde el individuo actúe desde la certeza y la seguridad jurídica, sino eliminar el marco de consenso social que imposibilite la reconstrucción del Estado del Bienestar, que restringe la libertad de movimiento de las fuerzas económicas, y a la postre sume a las sociedades en una apatía autodestructiva.

Podemos ejemplificar esta política entre un “ellos”, la sociedad trabajadora democrática, y un “nosotros”, los poseedores del capital, cuyo conflicto es inevitable, y por lo que hay que asegurarse que en el momento de la lucha las fuerzas estén debidamente desequilibradas.

El ajuste como excusa, y la reforma como estrategia.

Las circunstancias han permitido que el brazo ejecutor del neoliberalismo en España, disponga de las condiciones óptimas para la implementación de la estrategia del neoliberalismo y la aplicación real del programa de máximos.

Para ello cuentan con la inestimable, pero laboriosamente construida, complicidad del Banco Central Europeo que ajeno al control democrático puede mantener un discurso de ajuste que avalan las medidas del gobierno del señor Rajoy.

El “mantra” para vestir ese ajuste son las reformas estructurales, es decir, el cambio radical del Estado y sus instituciones, vaciándolas de poder real mediante la privatización de sus servicios, la delegación del control en organismos privados y autónomos respecto al poder político democrático, a la vez que se impide el consenso como resolución del conflicto y se endure las leyes penales que permitan el control del inevitable descontento social.

lunes, 23 de abril de 2012

Mercados versus Mercados

Lo primero que hay que aceptar es que, al menos en España, la derecha neoliberal mediática y económica vienen propagando su ideario como apóstoles de una nueva religión desde hace décadas. Con paciencia neocatecumenal han ido construyendo un discurso narrativo para justificar a posteriori el proyecto de máximos que estableció Milton Friedman: excepto el ejército, la magistratura y algunas carreteras, todo es susceptible de privatización, es decir de intermediación con beneficios privados.

Una de esos discursos se basa en la bondad de los mercados como entes auto-regulatorios, que asignan los recursos de la forma más eficaz y sostenible, y cual suave lluvia van empapando de riqueza y bienestar la pirámide social, desde su cúspide hasta su base. Pero como todo en el neoliberalismo “friedmano” se trata de una teoría no sólo voluntarista sino que reiteradamente se ha mostrado falsa, sólo manteniendo su vigencia en la interesada reiteración de sus apóstoles.

Bien es cierto que los mercados, como el agua, son parte esencial de la cultura humana. Pero como el agua, los mercados provocan vergeles, y desiertos, permite la vida y extiende la muerte. Por ello, por esa multiplicidad de realidades, los economistas se inventaron el mercado perfecto, como modelo sobre el que proyectar sus fantasías intelectuales. Pero resulta que algunos vieron su utilidad para justificar sus intereses desnaturalizando su origen puramente académico, proyectándolo en el mundo real.

Los mercados de competencia perfecta, ese estadio donde ninguno de los actores interviene con privilegios, es tan utópico como el paraíso mahometano de huríes voluptuosas y manantiales de leche y miel, o el comunismo de Pol Pot de una Camboya ruralizada en la pureza antiburguesa. La realidad es que los mercados son espacios de intercambio sometidos a todas las fuerzas asimétricas posibles, donde siempre hay un matón que mete miedo y asegura un equilibrio inestable.

Otras de las falacias que los apóstoles del neoliberalismo “friedmano” han propagado por todo el orbe es que los mercados se pueden auto-regular. En absoluto. La consecuencia natural de los mercados autorregulados, es decir desregularizado de facto, son las burbujas que explotan dejando la desolación a su paso.
Siguiendo con el símil del agua, canalizada, controlada, dirigida, crea riqueza, bienestar. Procura alimento para los seres humanos, higiene y belleza. Pero como el agua que se sale de madre, del cauce del río, trae destrucción, arrasa con todo, provoca muerte, y finalmente deja un desierto.

Los mercados son útiles para las sociedades humanas cuando están controlados. Y en democracia, debe ser el Estado nacional, o el Estado supranacional, Unión Europea en nuestro caso, quien lo haga, quien con normas, controles, tribunales y sanciones, mantenga dentro de los límites a cualquier espacio de intercambio de riquezas.

Por ello, para salir de esta crisis no vale para nade tirar del manual de los apóstoles del neoliberalismo “friedmano”. Es más, usar esas “recetas” es el camino seguro al desastre. Hay que volver a la regulación de los mercados, al control estatal, a la eliminación de los entes auto-regulatorios, a la promoción de gestores públicos sin intereses en los mercados mediante una nueva clase política y de altos funcionarios orgullosos de serlos y lo más incólumes posibles a las tentaciones económicas y honoríficas de los actores económicos. Hay que recuperar los poderes delegados en órganos no democráticos, como los bancos nacionales "independientes", las comisiones de valores, de telecomunicaciones, etc.

Sólo con más Estado, sólo con más Europa, sólo con más Administración Pública, podremos salir de esta crisis a la que nos han llevado los que ahora, “biblia” en mano, pretenden vendernos esas mismas políticas para salir de la crisis.

sábado, 18 de febrero de 2012

El totalitarismo de la "chusma" friedmana o neoliberal

DIARIO DE SEVILLA ha publicado hoy un artículo de Rafael Salgueiro, profesor titular de la Universidad de Sevilla, que pretende ser un alegato en defensa de la contrarreforma laboral puesta en marcha por el PP pero que nos pueden ayudar a comprender el verdadero peligro que acecha tras las frías letras de molde del BOE que nos traslada la reforma legal de Rajoy. Salgueiro es una de esas mentes grises que asesoran a Javier Arenas, presidente del PP de Andalucía, en su eterna marcha hacia el Palacio de San Telmo. Y por lo que escribe en el artículo (que puedes leer completo cliqueando aquí) también es un apóstol de la Escuela de Chicago, como esos que Milton Friedman se dedicó a sembrar por el mundo, comenzando los que desde la Universidad Católica de Chile ayudaron ideológicamente a la dictadura de Pinochet.

De su artículo "Reformas 'aggressives' a la inglesa", destaco especialmente el siguiente párrafo: "Las medidas difíciles son justamente las contrarias, cuando los perjudicados son nítidos y su perjuicio es real mientras que los beneficiarios son difusos y su beneficio es sólo potencial. Esta circunstancia fue muy bien examinada por Milton y Rose Friedman en su libro La tiranía del statu quo, en el que postulan la existencia de un "Triángulo de Acero" formado por las burocracias estatales asentadas en el sistema, los políticos capaces de casi todo a cambio de los votos y los beneficiarios directos de ciertas "políticas sociales", incluyendo en este vértice tanto a los sindicatos y lobbies empresariales como a las personas favorecidas por un exceso de protección. Verán como tendremos ocasión de contrastar esta tesis a lo largo de los próximos meses."

La diferencia entre un Estado del primer mundo de un Estado fallido, como Somalia, es, precisamente, su burocracia estatal, que articula y sustenta todos los derechos y libertades de los y las ciudadanas y sus instituciones. Por ello, el alegato friedmano en contra de la burocracia estatal, que se opone a cambios que atentan contra el propio Estado, lo que esconde es un alegato totalitarista. Friedman, y la chusma que lo sigue, tiene por lo tanto como objetivo la eliminación del Estado tal y como lo conocemos en Occidente, que se ha ido construyendo desde comienzos de la Edad Moderna, y en España desde los Reyes Católicos. Para los neoliberales de la Escuela de Chicago, el enemigo ya no es el comunismo, ni el marxismo ni AlQaeda, sino el andamiaje estatal que da sentido al Estado moderno.

Otro de los objetivos a destruir para Friedman, tal y como recoge Salgueiro en su artículo, son "los políticos capaces de casi todo a cambio de los votos". Es decir, el Estado democrático. En una democracia, el político es elegido a cambio de gobernar para sus votantes, anteponiendo los intereses de su electorado a los suyos propios. Para Friedman, como para Salguerio por lo que se ve, y podemos deducir que también para su pupilo Javier Arenas, el político debe anteponer los prejuicios ideológicos del Estado friedmano a los intereses de sus electores, imponiendolos incluso violentamente cuando se opongan frontalmente a ello. Para el Estado friedmano no sólo la burocracia estatal debe desaparecer, para que no sea un obstáculo para el cumplimiento de su programa ideológico, sino que además los políticos no deben responder a sus electores sino a los intereses de un programa ideológico que no han votado. Por eso Chile fue un magnífico ensayo para Friedman, al eliminar la variable democrática que obstaculizaba su proyecto ideológico. Y Grecia, Italia y Portugal su continuación.

Por último, Salgueiro recuerda que Friedman incluía en este vértice "a los sindicatos y lobbies empresariales". Es decir, lo que en nuestra Constitución de 1978 se define como Estado Social. Por lo tanto, los friedmanos como Salgueiro y por extensión Javier Arenas, consideran que la destrucción de las organizaciones empresariales y sindicales son la vía necesaria para conseguir imponer su proyecto ideológico. La inclusión de los Agentes Económicos y Sociales en la urdimbre constitucional, que pretendía superar los antagonismos de clases que tanta tragedia había traído a España, era precisamente la clave de la Transición española, la clave del arco que sustentaba el Pacto Constitucional de 1978. Y por lo tanto, su ruptura supone la ruptura del Pacto Constitucional que no sólo aseguran el derecho a huelga, la negociación colectiva y la libertad sindical, sino también la herencia, el derecho a la propiedad privada y a la libertad de empresa: todo iba en el mismo paquete.

Resumiendo: ante la imposibilidad de imponer un programa ideológico contrario a los intereses sociales y económicos del Estado, sus ciudadanos y sus representantes políticos y sociales, lo que defienden Friedman es destruir ese triángulo de acero, es decir, los mecanismos que precisamente se ha dotado el Estado Democrático, Social y de Derecho para su defensa. Por ello, la receta ideológica friedmana es, en puridad, un golpe de Estado totalitario. Y por eso mismo, al romper el pacto uno de sus firmantes (lo que antiguamente se llamaba la burguesía, el capital, y ahora los mercados y su ejecutores políticos, el Partido Popular), deben aceptar que el resto de firmantes también lo den por finiquitado.

Con la estrategia diseñada por Friedman en los años cincuenta desde la Universidad de Chicago, ¿alguien en su sano juicio piensa que los prejuicios contra políticos, empresarios, sindicalistas y funcionarios es casual? En absoluto, es una estrategia perfectamente diseñada y ejecutada, para lo cual cuentan con inestimables colaboradores entre esa izquierda apolítica que cree descubrir América al repetir los argumentos de los que se sirven la chusma friedmana para destruir el Estado que le estorba. Vía email y facebook, naturalmente.

viernes, 16 de diciembre de 2011

ZP, te lo ruego. Carta abierta al compañero José Luis Rodríguez Zapatero

Estimado compañero,

Desde la legitimidad de haberte apoyado electoralmente en las dos Elecciones Generales a las que te has presentado como candidato a la presidencia del gobierno de la Nación por nuestro Partido; de haber apoyado la aprobación de tu informe de gestión ante el 37º Congreso Federal; de haberte dado las gracias públicamente durante mi boda por haber promovido la ley que la permitía; con esta legitimidad y en el mismo momento en que vas a abandonar la presidencia del gobierno de la gran Nación española, quiero pedirte el mayor de los favores: intenta por todos los medios abandonar la vida pública con dignidad.

Un buen socialista debe saber entrar. Esto es, debe tener la capacidad de asumir una responsabilidad ganada en buena lid. En esto, toda la militancia socialista debe reconocer tu valía: ganaste un duro 36º Congreso contra casi todos los elementos; y entraste en el gobierno de la Nación retirando nuestras tropas de una guerra más inmoral que la mayoría de ellas. Y ahora debes saber salir. Ese decir, saber abandonar la responsabilidad del gobierno de la Nación y de la secretaría general de nuestro Partido con la misma dignidad con la que entraste.

Tus propios actos te han puesto difícil este reto. La elección de tu equipo, la gestión de la crisis, el indulto a un banquero mientras decenas de miles de trabajadoras y trabajadores pierden sus casas, y la autorización para que una central termonuclear siga operando diez años más, entre otras muchas decisiones, inclinan la balanza hacia el lado del desastre. Pero no todo está perdido.

Te pido encarecidamente que cuando el día 5 de febrero otro compañero o compañera asuma la secretaría general de nuestro venerable Partido, hagas mutis por el foro y te conviertas en dueño de tu silencio. No hay mayor indignidad que un ex presidente del gobierno de la Nación bramando fuera de nuestras fronteras contra la patria. No hay mayor indignidad que un ex presidente torpedeando a su sucesor. No hay mayor indignidad que un ex presidente que de lo público pase a lo privado para ser generosamente pagado.

Por eso te pido, compañero Rodríguez Zapatero, que abandones la secretaría general con la mayor dignidad posible, te retires a tu tierra natal, y como Charles de Gaulle, te hagas tierra, te hagas paisaje, te hagas patria. No aceptes, te lo ruego, ofrecimientos de los enemigo de los trabajadoras, porque solo parecerá que recibes tu soldada.

Decía Séneca que si la suerte te aparta de los primeros puestos políticos, mantente en pie, a pesar de todo, y ayuda con tu silencio. Así tu obra al frente del gobierno de la Nación y de la secretaría general no será inútil: se escuchará en el silencio, y se te verá en la ausencia. Te agigantarás y podrás ser un sólido pilar para todos nosotros. Si la patria, si los trabajadores y las trabajadoras te volvemos a necesitar, seguro sabremos donde hallarte fuerte, sólido y respetable.

martes, 27 de septiembre de 2011

La oportunidad de la crisis

Muchos se han escandalizado por las palabras de Alessio Rastani, afirmando que sueña con la crisis para hacer más dinero, ha incomodado a algunos y escandalizado a casi todos, al punto que nuestra vicepresidenta Elena Salgado no ha dudado de calificarlo de “loco” e “inmoral”.

Pero esta reacción, lógica por otra parte, sólo nos demuestra que pocos han aprendido el valor de la crisis, y esos pocos han sido los “agentes” de los mercados.

Una crisis económica como la que estamos padeciendo es una verdadera tragedia para el que ha perdido su empleo, o su casa. Pero para la gran mayoría de la sociedad, una crisis debería ser una oportunidad para reflexionar y cambiar aquello que en tiempos de bonanza nadie quiere o se atreve a cambiar. Lamentablemente, la gran mayoría de la población, vive la crisis como una amenaza y ello le lleva a no reaccionar y dejarse llevar por el miedo. De hecho esta reacción lejos de ser casual viene alimentada por el capital a través de sus medios de comunicación, que aprovechando una reacción natural intenta aprovechar la crisis para cambiar el mundo a su gusto.

Pero de igual manera, los y las ciudadanas de a pie podríamos sacar partido a la crisis, si fuésemos capaces deliberarnos de ese miedo natural e inducido.

La recomendación de San Ignacio de Loyola, “en tiempos de tribulaciones no hacer mudanzas”, ha quedado desfasada de igual manera que el dicho “el buen paño en el arca se vende”. No. En los tiempos en los que nos ha tocado vivir, los tiempos de tribulación son en los que hay que realizar los cambios sociales y personales que en tiempos de abundancia no son aceptables.

Seamos sinceros: ¿no hemos sentido en los “buenos años” de 2004 a 2007 que algo no iba bien, que tanta abundancia, despilfarro, etc. no terminaba de parecernos bien? Pero en ese momento, nos resistiríamos a cualquier propuesta de cambio porque si todo iba bien ¿para qué cambiar?

Ahora, al contrario, es el momento para cambiar personal y socialmente. Tenemos que pensar como Alessio Rastani y preguntarnos qué de bueno podemos sacar de la crisis. La respuesta de Rastani, y como él la de la mayoría de los “agentes” del mercado (operadores, fondos de inversión, agencias de calificación, etc.) está clara, ganar aún más dinero. Pero la nuestra, la de la ciudadanía a pie de calle seguro que es diferente: modificar leyes, mecanismos y tradiciones para construir una sociedad más justa, más libre y más solidaria.

Si no lo hacemos, seremos los “paganinis” de la crisis una vez más, Rastani y los suyos se habrán quedado con todo el pastel, y el mundo irá a peor.

Pero si somos capaces de liberarnos del miedo que nos atenaza, de pensar que esta crisis es la oportunidad que esperábamos para cambiar el mundo, ni las agencias de calificación, ni la gran banca, ni los medios de comunicación podrán impedirnos, a ti, a mí, a nosotros, aprovechar esta crisis para construir el mundo que hace cinco años sabíamos imposible de alcanzar.

sábado, 10 de septiembre de 2011

ETA se equivocaba…

Parafraseando al llorado Alberti, ETA se equivocaba. Creyó que la solución era la lucha armada, que el terrorismo era la llave para cambiar la Constitución. Se equivocaba….
Porque en menos de dos años, los mercados han conseguido en España lo que no ha conseguido ETA en cuarenta: diseñar una Constitución a su gusto. Es cierto que el sufrimiento causado por los mercados es mucho mayor que el causado por ETA: cuatro millones de parados, cientos de miles de desahuciados, millones de personas que entran en la pobreza. Así que podemos concluir que el terrorismo de ETA además de malvado, era idiota. Sólo conseguían hacer sufrir a unos cuantos y terminar todos ellos en la cárcel.
Ya no les queda tiempo, si es cierto lo que se publica. Pero a ETA le habría ido mucho mejor creando un “hegde fund” con el mal llamado “impuesto revolucionario” (directamente extorsión) y haberlo utilizado para especular contra la Deuda del Reino de España. Algo así como ETASA. Eso sí que habría servido para cambiar la Constitución, no sólo para quedarse con Navarra y el Condado de Triviño sino incluso con las Canarias e Ibiza.
El terrorismo además de malvado suele se idiota, es evidente. Pero ahora que caigo, si la crisis ha provocado dolor colectivo, extorsión legal y cambio constitucional… ¿no serán porque los mercados son también terroristas y aún no nos hemos enterado?

sábado, 23 de julio de 2011

Racismo económico

Recientemente, el diario PÚBLICO comenzaba una noticia, cuya lectura recomiendo vivamente, titulada “Los bancos de EEUU se han ce oro con la crisis del euro” de la forma siguiente: “Una élite de banqueros estadounidenses se reúne en secreto en algún lugar de Manhattan el tercer miércoles de cada mes. Planifican la estrategia para conseguir que el mercado de derivados financieros, unos productos altamente especulativos, siga rindiéndoles desorbitantes beneficios; aunque, en teoría, lo que hacen es dar garantías al mercado, algo hoy en entredicho. De ese grupo de bancos de inversión estadounidenses, cuatro siguen copando el mercado más lucrativo dentro de los derivados, el de los credit default swaps (CDS): Goldman Sachs, Citibank, JPMorgan Chase y Bank of America (que en su día engulló el maltrecho Merrill Lynch). Son los principales beneficiados de la crisis del euro y los que más ganancias cosechan con los ataques a la deuda de los países europeos”.
Como vengo sosteniendo en varios post de este blog, los mal llamados “mercados” (que deberían denominarse “comandos anarco-capitalistas”) están integrados por un número reducido de personas, la mayoría de ellas de origen anglosajón y protestante.
Sus decisiones, aparte de en su insaciable apetito de riqueza, se basan en prejuicios raciales, étnicos, religiosos y culturales. De ahí que los países europeos católicos (Irlanda, Portugal, España, Italia) y ortodoxos (Grecia) sean las víctimas propiciatorias para ese grupo de anarco-capitalistas carroñeros.
España y los y las españolas (dirigencia política, económica, social, y los propios ciudadanos y ciudadanas a nivel particular) hemos cometido muchos errores en estos años, y hasta que no los asumamos no saldremos del profundo foso en el que nos encontramos. Pero también es cierto que España y sus ciudadanos no sólo no nos hemos equivocado más que el conjunto de otros países sino que en determinadas cuestiones nos hemos equivocado menos, pero nuestros “pecados” nos están saliendo mucho más caros.
Mi irónico maestro, cada vez que el mundo inflige una agresión a España dice displicente “aún no nos han perdonado Trafalgar”.
España lleva a cuesta su “sambenito” desde hace siglos, y cualquier análisis y estrategia que no lo contemple, termina errando.
Porque además, en cada periodo histórico de España existe “traidor” que a modo de vacuna, inocula un recordatorio de nuestra leyenda negra. En nuestro tiempo, ese “traidor” ha sido el ex presidente Aznar.
Durante años, se ha dedicado a silbar su rencor y su odio contra ZP en el oído de esa élite de banqueros de la que hablaba PÚBLICO, cuestionando nuestras cuentas públicas, nuestro sistema político autonómico, nuestras instituciones constitucionales (incluidos partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales), de forma que cuando llegó la crisis, todo los prejuicios contra España se reactivaron de inmediato.

jueves, 3 de marzo de 2011

Obra pública

Dentro de una tradición secular de España, la gran obra pública siempre ha llegado con retrasos y sobrecostos, en muchas ocasiones escandalosos.
La Exposición Iberoamericana de Sevilla del 29 es sin duda el ejemplo paradigmático de este retraso e incremento de costes. Prevista su inauguración para el 1 de abril de 1911, hubo que esperar casi veinte años para concluir la construcción de infraestructura y pabellones, multiplicando en este tiempo varias veces el presupuesto inicial.
Por lo tanto, los retrasos y los sobrecostos de la obra pública no es nuevo, ni identificable con un sistema político determinado (dictadura, dictablanda, república, monarquía parlamentaria, etc.) ni con un partido político en concreto (en la actualidad esto ha venido sucediendo tanto en administraciones del PSOE como del PP, IU, CIU, etc.)
Obras como la T4 del aeropuerto de Barajas, la M-40, la Ciudad de la Cultura de Galicia, la Ciudad de las Ciencias de Valencia, el Metro de Sevilla, las “Setas” de la Encarnación de Sevilla, etc. han visto incrementarse su presupuesto a la vez que sus obras se retrasaban en ocasiones casi un lustro sobre el plazo inicial de finalización. Dentro de las grandes infraestructuras, a bote pronto, solo recuerdo tres que terminaron en plazo como la Expo del 92 de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona 92, pero con sobrecostos importantes, y recientemente el nuevo túnel del AVE bajo Madrid, terminado antes del plazo previsto.
¿Cómo es posible tanto error? La mayoría de la población, siguiendo el proverbio patrio de “piensas mal y acertarás”, junto a incendiarios discursos, que muchas veces ocultan una clara tensión totalitaria, tienden a explicar dichos retrasos por la mala gestión política y en la corrupción de las administraciones promotoras.
Pero, ¿es posible que esto ocurra de forma tan generalizada? Desde un análisis histórico soy de los que piensan que no es posible. No sé si se trata de errores técnicos de planificación, de políticas empresariales que licitan a la baja para conseguir obras que luego saben podrán subir de costos, o a mala gestión de las administraciones que las promueven, sin descartar puntuales casos de corrupción política.
Pero de lo que sí estoy seguro es que o bien nuestro sistema democrático es capaz de ajustar el tiempo y costo la obra pública española, o va a suponer el principio del fin de la democracia del 78.
Hace falta, sin duda, una Comisión de Investigación independiente a nivel nacional para que con luz y taquígrafos analice y dictamine el porqué de estos desfases y propongan mecanismos para evitarlos.
Que cada oposición critique al gobierno de turno e intente con ello extender un manto de desconfianza sobre nuestro sistema democrático es, sin duda, la peor de las opciones.

lunes, 27 de septiembre de 2010

ASÍ, NO. Yo también haré Huelga el 29-S

Si has seguido este blog hasta ahora, querida lectora o lector, habrás comprobado que mi opinión siempre ha sido favorable hacia el gobierno de la Nación y hacia su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero.

Pero en esta ocasión, no puedo estar más en desacuerdo con su acción de gobierno. La iniciativa que ha llevado al Reformazo Laboral de junio, agravada más si cabe tras su trámite parlamentario, condensa en sí misma el mayor de los desatinos y la acción más alejada de los postulados de Pablo Iglesias.

Por ello, me uno a los que desde el ejercicio legítimo de un derecho constitucional (tan constitucional como el derecho a la libertad de prensa, la propiedad privada y la libertad de empresa) rechazan de forma tajante una reforma laboral que sólo beneficia al capital y destruye las bases de nuestro estado de bienestar, y digo, ASÍ, NO, compañeros, ASÍ, NO.

En la web de UGT encontrarás todos los argumentos en contra de la reforma laboral.

lunes, 29 de marzo de 2010

¡Estúpido! La idiotez es bajar los salarios

Tradicionalmente, refranes, fábulas y dichos han sido en la cultura popular una buena herramienta para comprender el mundo. Su olvido es el primer paso para desarmarnos frente a los que no los olvidan.
Un refrán que los y las trabajadoras podemos recordar en estos momentos es aquel que dice que “a río revuelto, ganancias de pescadores”. Porque la crisis económica, lejos de suponer una experiencia terrible para todo el país es una fuente inagotable de oportunidades para los más “listos”, que bien manejada supone pingues beneficios. Los patronos (que no empresarios) lo están teniendo claro, usando la crisis económica para modelar en nuestro país un sistema económico y unas relaciones laborales a su gusto, obviando el pacto constitucional de la Transición (derechos laborales, negociación colectiva y libertad sindical a cambio de libertad de empresa y propiedad privada). A tanto han llegado que hasta el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha tenido que declarar nulos los despidos de siete trabajadores de Muebles Peralta pues la crisis económica que alegó la empresa no puede convertirse en "un simple medio para lograr un incremento del beneficio empresarial".
Pero el patrono Francisco Peralta no está solo. Aprovechando el río revuelto, se están escuchando declaraciones por parte de las organizaciones de patronos sobre la conveniencia de bajar los salarios para salir de la crisis. Hace un par de semanas, el presidente de la Cámara de Comercio de Madrid insistió en este aspecto. Según EUROPA PRESS, “Santos Campano también coincidió con el planteamiento del presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, respecto a la necesidad de una reducción de los salarios en España para fomentar la competitividad y el crecimiento de la economía” Así parece que afirmó: "Yo creo que es algo que se está haciendo en las empresas. Hay muchas empresas de los medios de comunicación que se han bajado los sueldos para poder mantener la empresa y en el momento en que volvamos a recuperar la normalidad, volverán a estar (los sueldos) donde tienen que estar. Por lo tanto me parece una medida muy acertada siempre que vaya a tratar de salvar puestos de trabajo".
¿A quién no le parece razonable hacer sacrificios si es para alcanzar un bien aunque sea futuro? Lo malo es que bajar salarios no es sólo un sacrificio para hoy sino un desastre para mañana.
Los economistas norteamericanos Bowles, Gordon y Weisskopf ya nos advirtieron del fracaso de la política económica de derechas en Estados Unidos, a pesar de los esfuerzos de los medios de comunicación y los lobby para convencernos de lo contrario. En su libro “Tras la economía del despilfarro. Una economía democrática para el año 2000”, publicado en España por Alianza Universidad en 1992, afirmaban “… sería necesario aumentar significativamente el valor real del salario mínimo, aplicar enérgicamente las medidas de lucha contra la discriminación e igualar los salarios elevando los más bajo”. ¿Qué lógica encierra esta propuesta? “unos elevados salarios contribuyen al crecimiento de la productividad no solo ofreciendo a los trabajadores una zanahoria, sino también obligando a los empresarios a modernizarse o cerrar
Los argumentos de la CEOE de bajar salarios se enhebra con la baja productividad de la economía española. Pero a esta afirmación podemos responderles con lo escrito por Bowles, Gordon y Weisskopf: “el principal problema de la economía norteamericana no son los trabajadores de baja productividad, sino los puestos de trabajo de baja productividad” y existen y proliferan “porque la abundancia de trabajadores de bajo salarios (a menudo víctimas de la discriminación o incapaces de ejercer sus derechos legales debido a que son inmigrantes) permite a las empresas de baja productividad obtener beneficios” ¿Te suena?
La “revolución” económica de Aznar en los noventa, que Rodríguez Zapatero fue incapaz de corregir a tiempo, lo que llenó España fue de empleos de baja productividad que ofrecían bajos salarios pero que permitía a las empresas beneficios escandalosos.
En estos momentos, bajar salarios en España lo único que serviría sería para mejorar los márgenes de beneficios de las empresas, desincentivando la modernización de nuestro aparato productivo o provocando su cierre para aumentar la inversión donde sí es posible generar empleos de gran productividad. Seguir las recomendaciones de la CEOE significa "premiar" al gestor incompetente frente al empresario responsable, primar a los accionistas avariciosos en contra de los accionistas responsables, y, en definitiva, condenar a nuestro país a un futuro sin futuro.