miércoles, 5 de agosto de 2020

Origen del cebadero de cerdos de San Jerónimo.


Casi todos los vecinos y vecinas de San Jerónimo saben que, hasta los años 60 del siglo XX, el monasterio fue durante décadas un cebadero de cerdos. Pero ¿cuándo y cómo se convirtió el venerable edificio en una instalación tan prosaica?

Tras la exclaustración de 1835, el convento de San Jerónimo de Buenavista inició un triste camino hacia su destrucción. Primero fue hospicio hasta 1838, luego fue arrendado por Francisco Alejandro Fernel y Fernández para instalar su elitista Colegio Politécnico Sevillano, que no pudo consolidarse y en 1843 lo traspasó a dos mujeres, Petronila de Torres y Clara Elisa Cortés, la esposa y la madre del capitalista belga Enrique Hudson-Cortés, para la instalación de una fábrica de cristales. Hudson-Cortés y su cónyuge vendieron un año después la fábrica al inversor catalán Manuel Safont que terminó cerrando la instalación fabril en 1850.

De 1850 a 1862, el Estado se incautó el edificio por incumplimientos de los arrendadores, periodo durante el cual el edificio fue saqueado por la Administración, vendiendo materiales constructivos del edificio.

Como en marzo de 1858, cuando se publicó en prensa la subasta, por parte del Estado (orden firmada por el gobernador civil, el administrador principal de Hacienda pública y el recaudador), de los siguientes bienes del “extinguido convento de San Gerónimo de esta ciudad”:

Una pila de mármol blanco de odio ojas, de vara de alto con taza y pilastra, apreciada en 1,000 reales.

Una verja de hierro con dos hojas, de á tres varas y media alto, y una y media ancho, con cerrojo y cerraja sin llaves, apreciada en 250 rs.

Un entresuelo que mira al corral de la puerta segunda del edilicio, apreciada en cuatrocientos reales.

Tres ángulos del patio chico apreciada en 4,200 reales.

Una casilla en el mismo corral, apreciada en 320 reales.

(La Andalucía. Miércoles 17 de Marzo de 1858)

El dislate de esta práctica no dejó de provocar airadas respuestas, como la recogida en La Andalucía, publicada a pie seguido de la anterior orden de subasta:

No comprendemos la firma del Sr. Gobernador en esto mandato de otra manera que deslizada entre porcion de documentos, presentados á la rúbrica; porque hacemos la justicia al Sr. Torres Valderrama de creerle contrario al sistema de autorizar subastas de retacerías de construcciones; máxime cuando hallándose el Gobierno encantado de ese magnífico edificio se dá el espectáculo escéntrico de que la gobernación trate da trasladar á él la penitenciaría correccional, y el fisco lo mutile y saque á limitación sus destrozos.—Nosotros á vista de ejemplos como este, sentimos con dolor la verdad de las sátiras con que suelen increparnos los estrangeros; reconocemos que los llamados adelantos en la esfera político administrativa encubren prácticas de que se avergonzaría la infancia de los pueblos; y llegamos á convenir en que á ningún punto del Globo cuadra tan bien como al nuestro el nombre de «el pais de las cosas raras.»

Una práctica que incluso se permitía el conserje del edificio nombrado por el Gobierno Civil, para cobrar su salario, vendiendo material del edificio y alquilando habitaciones para pajar y granero.

Este sistema de destruir el edificio se mantuvo hasta que en 1860 se instaló en el convento de San Jerónimo el presidio de la ciudad, durante los dos años que estuvo en obras el presido del ex convento de San Agustín.

Tras abandonar el presidio el cenobio en 1862, el edificio fue devuelto a Manuel Safont, el cual demandó al Estado para ser indemnizado por los perjuicios sufridos durante la incautación, pretensión que finalmente fue rechazara por sentencia del Tribunal Supremo en 1871.

Con Safont el edificio siguió el proceso de deterioro, dedicándose a labores agrícolas y ganaderas. Por ejemplo, en 1871 encontramos la siguiente noticia en el diario La Andalucía:

En el ex-convento de San Gerónimo se vende estiércol de cerdos, por carros. En el huerto de los Toribios vive el encargado con quien hay que tratar. (La Andalucía. Miércoles, 15 de noviembre de 1871)

En la década de 1870 se vio la necesidad de que el convento de San Jerónimo de Buenavista pasara a manos del Estado para conservarlo. Así, La Correspondencia de España, en su edición de 24 de abril de 1875 anunciaba:

Se vá a adquirir por el Estado el ex convento de San Gerónimo de Sevilla, con objeto de conservar sus bellezas artísticas y arquitectónicas.

Pero dichas gestiones no llegaron a buen puerto, y dos años después, la subasta del edificio fue paralizada a petición de la Real Academia de San Fernando, como publicó el diario El Guadalete, en su edición de 19 de octubre de 1877:

Se ha mandado suspender la subasta del exconvento de San Gerónimo de Buenavista, donde existen magníficos claustros de Herrera, cuya orden ha comunicado la Academia de San Fernando á la comision de monumentos de Sevilla.

Pero el edificio continuó en manos privadas, a pesar de que seguía siendo usado por el ayuntamiento esporádicamente como lazareto, aunque en marzo de 1885 se publicaba que “Se ha dispuesto se haga entrega al Estado, en la forma convenida, del edificio ex convento de San Gerónimo” (La Andalucía. Sábado 14 de marzo de 1885)

Pero dicha disposición no llegó a cumplirse ya que “Este monumental pero ruinoso edificio fue subastado antes de ayer por D. Francisco Gallardo como Alcalde Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla. La anulación de la subasta estaba pedida antes de realizarse, por el Presidente de la Diputación.” (El Guadalete. 15 de mayo de 1886)

Sorprendentemente, meses después, el cabildo municipal extraordinario aprobó por unanimidad “la adquisición del ex-convento de San Jerónimo” (La Andalucía. 1 de septiembre de 1886). Pero nuevamente fue un brindis al sol.

Y fue durante la década de 1880 cuando un nuevo nombre aparece en la historia del monasterio de San Jerónimo: Aniceto Sáenz y Barrón.

Natural de Villanueva de Cameros (Logroño), Sáenz llegó a Sevilla en torno a 1871, donde primero se dedicó al comercio, y más tarde a la promoción inmobiliaria. Su obra más conocida fue la urbanización en 1884 de la huerta de los Toribios, situada entre las calles Macarena, Torreblanca y Rubio.

Poco después, el empresario promovió un cebadero industrial en el ex monasterio de San Jerónimo para alquilarlo a ganaderos de cabaña porcina. Se trató de una transformación importante, ya que se hicieron obras de fábrica para adaptarlo a dicho uso e incluso reparó a su costa la actual calle Cataluña, que conecta el compás del monasterio con la antigua carretera de Sevilla a Alcalá del Río, actual avenida Medina y Galnares.

A partir de 1889, la prensa sevillana empezó a publicar anuncios como el que transcribimos, recogido por el diario La Andalucía (miércoles, 6 de noviembre de 1889)

COCHINOS

En el ex-convento de San Gerónimo, próximo á la Estación del ferro-carril del Empalme, se acaba de construir un magnífico engordadero de cerdos, con todas cuantas comodidades necesiten los comerciantes en este ramo.

Las abundantes y buenas aguas que tiene este local, están distribuidas por medio de cañerías, grifos en la espaciosa charca y en todos los departamentos de comederos, que estos son de material empotrados en los muros, en la forma de dornajos, los bebederos en canales vedriados y los dormitorios magníficamente solados con sus grandes camas de arenas; estando todo en tan buenas condiciones que una sola persona puede cuidar infinidad de cochinos.

También hay graneros para que cada ganadero tenga los cebos que necesite para su ganado, hay también cuadras para las caballerías y gañanías para los porqueros.

El dueño de este local no ha escaseado ningún gasto que haya creido necesario para montar el mejor establecimiento que se conoce en España para esta clase de comercio; habiendo también arreglado por su cuenta desdé el ex-convento hasta la carretera general; por consiguiente hay en todos tiempos buenas vías de comunicación con el perneo ó matadero de cerdos.

Su dueño, Aniceto Saenz.—Escritorio, calle Daoiz núm. 4, Teléfono 192—Exconvento de San Gerónimo, Teléfono 199.

A lo largo del siglo XX, siguieron funcionando las instalaciones ganaderas, mientras se fueron segregando diferentes parcelas de la superficie original del monasterio, como la franja que lindaba con la calle Marruecos, sobre la que se levantarían diferentes edificios de viviendas, o al sur, la parcela sobre la que se construyó el colegio público rector Mota Salado (actual CEIP Buenavista), hasta reducir a su mínima expresión su superficie.

Finalmente, el cebadero cerró sus puertas en 1966, cuando sus propietarios, Manuel Escudero Rodríguez y Benita Escudero Sanabra, vendieron el edificio a Carmen Iglesias Zubiada, la cual lo convirtió en residencia particular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario