Los tres hombres de la barca cayeron al mar agitado cuando el bote volcó. La fuerte corriente les alejó de su más seguro salvavidas y quedaron a merced de las olas.
El primero no quiso resignarse a su destino y braceó y braceó sin descanso, como intentando agarrarse a una maroma inexistente. Sus movimientos le sumergían una y otra vez en el agua, por lo cual pateaba para salir a la superficie. Tanto esfuerzo le agotó y finalmente no pudo evitar hundirse en las profundidades de la mar, ahogándose.
Los otros dos optaron por intentar flotar de espaldas, evitando todo movimiento brusco que les consumiera las fuerzas y les hicieran hundirse. Gracias a ello, después de un buen rato vieron llegar una barca con unos pescadores que desde la orilla habían visto el naufragio.
Cuando se encontraban cerca de los náufragos le lanzaron una maroma. Uno de ellos no dejó de intentar flotar de espaldas, esperando que la mar acercara la cuerda para agarrarse a ella. Pero la corriente le alejaba cada vez más hasta que se perdió en la lejanía. En la soledad del mar terminó por agotarse y murió ahogado.
El tercer náufrago, que también había flotado de espalda, en cuanto vio la cuerda braceó, agitó sus piernas, intentando llegar hasta a ella. Se agarró fuertemente y esperó que los marineros tiraran fuerte hasta conseguir que le subieran al bote.
Moraleja: hay que saber cuando hay que luchar y cuando esperar, so pena de no sobrevivir ante los embates de la vida.
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