jueves, 17 de mayo de 2012

Defiendo la Función Pública porque defiendo el Estado del Bienestar

Tras la aprobación del Plan de Ajuste 2012-2014 aprobado por el gobierno de la Junta de Andalucía, quiero sintetizar en este post varias ideas que he ido dejando en otros de este mismo blog.

Primero, es lo indisoluble del binomio Estado de Bienestar/Función Pública. En un Estado podrá haber Función Pública, y de hecho es lo que ha ocurrido en España desde tiempo de los Reyes Católicos hasta la dictadura franquista, sin que exista Estado de Bienestar. Lo que nunca ha existido y mi convicción es que es imposible, un Estado de Bienestar sin Función Pública. Por ello, aquellos que piensen que destruyendo la Función Pública mejoraremos la eficiencia del Estado del Bienestar es, cuanto menos, un iluso.

Segundo, que los neoliberales han hecho de la destrucción del triángulo de acero (denominación acuñada por Milton Friedman) su objetivo. Por eso, tienen que destruir la Función Pública en su conjunto, lo que incluye desde el más bajo escalafón hasta la más alta burocracia.

Tercero, que una de las estrategias para su destrucción es romper el vínculo de solidaridad entre los y las trabajadoras de sector público en su globalidad, y las y los trabajadores del sector privado. Y dentro del sector público, enfrentando a funcionarios con laborales. Y dentro de los funcionarios, a los distintos cuerpos de la Administración. Así, el neoliberalismo, sus políticos y sus medios de comunicación, venden la idea del trabajador público, funcionario o no, como un privilegiado; a la vez que venden la idea del trabajador público no funcionario como un enchufado.

Cuarto, que es inaceptable que una tras otra, la solución de los ajustes pase por degradar las condiciones laborales del personal público, tanto salariales como de horarios: ningún ciudadano de este país podemos consentir que se produzca esta degradación.

Quinto, que los trabajadores de la Función Pública, funcionarios, interinos, laborales, etc. no deben caer en la trampa de buscar culpables entre ellos, ni sentirse acosados por el resto de la ciudadanía, sino buscar complicidades con unos y con otros.

Sexto, que toda la Función Pública, cualquiera que sea la Administración, el vínculo de su relación y su ubicación, tienen mis más sincero reconocimiento, apoyo y solidaridad.

Trabajando me defiendes. Defendiéndote me defiendo. Gracias.

domingo, 13 de mayo de 2012

De Pactos y Liderazgos. Respuesta a Marañón y Toharia desde la base socialista.

En la edición dominical de EL PAIS del 13 de mayo de 2012, Gregorio Marañón, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y José Juan Toharia, presidente de Metroscopia, publican un artículo de opinión titulado “De la angustia cívica al pacto político”, en el cual, tras dejar constancia de lo crítico de la situación actual, apelan al necesario pacto entre los líderes del PP y el PSOE, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, bajo la admonición que de no hacerlo “es muy posible que tengamos que asistir al desmoronamiento de la España de libertad, bienestar económico, convivencia entre sus distintos territorios y prestigio internacional que con tanto esfuerzo hemos edificado a lo largo del último medio siglo”.

Los argumentos que, a modo de urdimbre, sostienen la imperativa demanda de consenso entre PSOE y PP recogidos en el artículo, se van observando aquí y allá en los últimos días, generalmente provenientes de las élites políticas e intelectuales que protagonizaron la Transición, entendida ésta, en línea con lo propuesto por José Luis Abellán, el periodo que va desde 1956 hasta la aprobación de la Constitución Española, en 1978.

Curiosamente, en círculos del socialismo español previos a las elecciones del 20 de noviembre de 2011, ya se aventuraba que, de gobernar el PP, antes de dos años propondría un gobierno de unidad nacional. Y mi respuesta en aquellos días, en septiembre de 2011, fue que nuestro Partido, una vez más, ejercitaría su estúpido sentido de responsabilidad y aceptaría el envite.

Y entiéndaseme bien: por estúpido no señalo que tal acto de responsabilidad fuese indeseable o evitable, sino que de nuevo el vértigo de la historia impondría la opción más negativa para el socialismo español y los y las trabajadoras de nuestro país. Ese mismo vértigo que llevó el fatídico 12 de mayo de 2010 a José Luis Rodríguez Zapatero a no disolver las Cortes Generales y a aplicar un programa impuesto que rompía con el vínculo emocional entre la dirigencia del proyecto socialista y sus bases y electorado.

Educado en las virtudes del consenso, aquel “pecado consensual” sobre el que escribió Márquez Reviriego, y aleccionado por las postreras palabras de Manuel Azaña (paz, piedad, perdón), siempre he defendido la apuesta por el acuerdo en detrimento de opciones aparentemente más radicales que en realidad nos llevan directamente al pasado.

Pero para fabricar el consenso es necesario querer y poder. ¿Se dan las condiciones actualmente para un consenso equilibrado entre el PP, en representación de la derecha sociológica, y el PSOE, en representación de una parte de la izquierda sociológica? En mi opinión, rotundamente no.

Los protagonistas de la Transición que plantean la necesidad del pacto, del acuerdo, no parece comprender, en mi opinión, que la derecha española amamantada por José María Aznar, a través de su FAES, en nada se parece a aquella del tardofranquismo que protagonizó la reforma al franquismo. Y no solamente porque entonces la derecha española se sentía débil y asediada, con mucho que perder y poco que ganar, y ahora se siente fuerte y con todo por ganar. Es que la actual derecha neoliberal no cree en el pacto, en el acuerdo. Es más, han aceptado dialécticamente el conflicto como necesidad para avanzar, y rechazan cualquier tipo de consenso, ya sea para una solución negociada del terrorismo, ya sea para fijar un marco laboral entre los agentes económicos y sociales.

Y como además de querer, hay que poder, el PSOE no está en condiciones de alcanzar un acuerdo global con el PP en estos momentos, tal y como ocurrió en los setenta. En mi opinión, el debate profundo y emocional del XXXVIII Congreso Federal fue optar entre la salvación del Partido del riesgo de fragmentación y desfonde electoral, que representaba Alfredo Pérez Rubalcaba, o saltar al precipicio con un liderazgo diferente que reconectara con un electorado en retirada.

Por eso, el XXXVIII Congreso consiguió su objetivo de cerrar filas, de conservar unido al Partido y evitar su desaparición, pero a costa de confirmar la pérdida de una parte importante de su electorado, que como se ven en estos días, ya no cree que el PSOE sea el partido de izquierda que en el mundo actual representa sus intereses.

Con la elección de Alfredo Pérez Rubalcaba en el XXXVIII Congreso Federal, el PSOE renunció a la capacidad de liderazgo para poder firmar ahora un acuerdo con el PP, que sólo conseguiría defraudar aún más a una parte significativa del 30% de votantes que aún le queda.

Para que el pacto político que demandan Marañón y Toharia fuese factible políticamente, sería necesario que, por una parte, el PP creara las condiciones de confianza con un acto de fe como sería la firma de un acuerdo en materia laboral con UGT, CCOO y CEOE que desmontara su reforma; y por otro lado, que el Comité Federal del PSOE designara ya un candidato, o candidata, a la presidencia del gobierno de la Nación diferente de su secretario general, y que con un proyecto nuevo y empático, al estilo de Hollande, el nuevo líder de los socialistas negociara de tú a tú con el PP.

Si en las actuales circunstancias el PSOE llega a un acuerdo global con el PP, o alcanza un gobierno de concentración nacional, no sé si salvaría al Estado, pero desde luego condenaría al PSOE de por vida.

viernes, 11 de mayo de 2012

Cuando son tres los pies que hay que buscar a Sevilla

Serenada la polémica surgida por los twitters del escritor Arturo Pérez-Reverte, aunque sea por la llegada de torrentes de nuevas noticias más excitantes, y pensando que ello sin duda permite un debate más sosegado, quiero aportar mi análisis sobre el fondo de la cuestión, y que no es otro que el de Sevilla, o mejor dicho, de la imagen que de Sevilla se tiene en el resto de Estado.

Para los antecedentes de la polémica, me remito al interesante artículo de opinión de Luis Manuel Ruiz en El País titulado “Sevilla tiene dos partes”, y que puedes leer aquí. En él, Ruiz comparte la opinión del escritor Pérez-Reverte, aunque con una discreta censura [“No hay por qué llegar a los extremismos (bastante ramplones, por otra parte) de Pérez-Reverte” escribe Ruiz].

Ya en otro post de este blog, titulado “El “mierda” de Arturo Pérez Reverte”, mostré mi opinión sobre lo innecesario y contraproducente de los exabruptos del laureado escritor murciano, que no añaden lustre y en cambio muchas veces impiden centrarse en lo más importante de sus ideas. Opinión que para mi sorpresa, y dado que mostraba mi cariño hacia su obra literaria, no dejó de originar algún que otro indignado comentario anónimo.

El texto del twitter originario de la polémica no merece en sí mayor atención. Pero sí quiero rescatar la polémica del olvido (si de olvidada puede calificarse cuando no han pasado ni siete días de su cuelgue en el ciberespacio), para analizar un hecho que me produce una gran irritación, y es la imagen que de Sevilla se tiene el resto de España.

George Borrow, en su interesante obra “La Biblia en España” (bestseller en la Inglaterra de su época pero que tuvo que esperar casi cien años para publicarse en España traducido por el nunca suficientemente llorado Manuel Azaña), describió a la aristocracia andaluza de la forma siguiente: “Son probablemente, en términos generales, los seres más necios y vanos de la especie humana, sin otros gustos que los goces sensuales, la ostentación en el vestir y las conversaciones obscenas. Su insolencia sólo tiene igual en su bajeza, y su prodigalidad, en su avaricia”.

En el caso de Sevilla, la aristocracia y la alta burguesía castellana adoptó a estos sevillanos desde su racismo mesetario, como sus “bufones”, vestidos de faralaes y mantillas, borrachos de finos y manzanillas, llorosos de macarenas y saetas. Y nuestra aristocracia y burguesía, en la necedad y vanidad de la que nos hablaba Borrow, asumió encantada esa imagen y la proyectó a su alrededor y fue interiorizada por muchos en la ciudad, hasta el punto que esa es hoy la que, llena de ramplón folclorismo, podemos ver hoy en el papel “couché” o en programas televisivos del corazón.

Para contrarrestarlo, sus opositores buscan una imagen igual de irreal e igualmente romántica: una sociedad marginal y marginada, fuera del orden social. Luis Manuel Ruiz, en línea con los segundos, lo ejemplariza muy bien en su artículo: “por fin alguien se había atrevido a enmarcar la Sevilla de veras y no la del Ateneo: nada de claveles, sacristía y corbatas, sino yonquis, putas y policías corruptos”.

No, no y no. Pérez-Reverte y Ruiz comente el mismo error, aunque en sentido contrario, que los “colaboradores” de la prensa del corazón. Ni Sevilla es la de Semana Santa y Feria, la de las señoras que aplauden a Zoido en el Corpus o gritan ¡guapa, guapa, guapa! a la Infanta Elena, ni la de la marginación, las putas, los yonquis y policías corruptos.

La Sevilla que yo conozco (en Parque Alcosa, en Bellavista, en San Jerónimo, en Macarena, en Santa Justa, en Sevilla Este) es tan diversa y a la vez tan normal y socialmente sana como la que puede existir en la mayoría de las ciudades españolas. En esos barrios existen aspirantes a “Se llama copla”, es cierto; pero también topógrafos que han tenido que hacerse miles de quilómetros para titularse en Jaén o licenciados en administración de empresas que trabajan para la tecnológica ABENGOA en algunos de sus proyectos más remotos. En esos barrios claro que existen yonquis; pero también profesoras de francés, becarias con dos titulaciones y abuelos que intentan sobrevivir dignamente con una magra pensión. En esa Sevilla que conozco lo suficiente, si suficientemente se puede conocer cualquier tierra incluso la propia, veo a “sevillanitos” de pelo engominado, cinturón trenzado, bandera de España en el reloj, y mocasines; pero también chicos y chicas con la máxima formación, unas veces en un desesperante desempleo, otras trabajando codo a codo en proyectos internacionales e iniciativas que son referentes en toda la Nación, o como directores de recepción en hoteles de París.

Posiblemente, la Sevilla de la que habla Luis Manuel Ruiz, y que en mi opinión representa la idealización de la ciudad por parte de los carpetovetónicos irredentos por un lado y de los neorománticos melancólicos por el otro, en el fondo es la misma Sevilla. Esa Sevilla que se sintetiza en el escándalo del Duque de Feria, y que El País describía así: “El tribunal aplica al aristócrata una eximente incompleta de alteración psíquica causada porque era "consumidor de cocaína y de bebidas alcohólicas en exceso". Este proceso surgió tras la publicación en la revista Interviú, el 13 de mayo de 1993, de unas fotografías en las que aparecía el duque de Feria con dos niñas menores de 12 años. En un caso, Rafael Medina fue fotografiado con una niña que no ha sido identificada y a la que "tocó el sexo a la vez que acercaba la cabeza para besarla". La segunda menor con la que el duque de Feria fue fotografiado es la hija de la otra condenada, con la que contactó a través de los teléfonos de servicios sexuales de los periódicos.”

Como decía Luis Manuel Ruiz, claveles, sacristía y corbatas, pero no contra sino junto a yonquis y putas. Y si no se pilló a ningún policía corrupto es porque seguramente no se buscó lo suficiente.

jueves, 10 de mayo de 2012

El acierto de incluir Igualdad en Presidencia

Unas de las “anécdotas” de la configuración del nuevo gobierno de la Junta de Andalucía, elaborada por el electo presidente, José Antonio Griñán, ha sido la inclusión de los Institutos Andaluces de Mujer (IAM) y Juventud (IAJ) en la Consejería de Presidencia, para lo cual al nombre de la misma se le ha añadido el término “Igualdad”.

Para algunos esta decisión ha podido sorprenderles por novedosa. Pero lo cierto es que de novedoso sólo presenta el nombre, ya que en el pasado, cuando el titular de la Consejería de Presidencia era Gaspar Zarrías, ya gestionaba ambos Institutos.

¿Por qué es un acierto tal inclusión? Por las mismas razones que defendí como presidente del Consejo de la Juventud de Andalucía durante el trámite parlamentario de la Ley de Acompañamiento de los Presupuesto de la Junta de Andalucía de 1997, cuando tras montar un rifirrafe en la audiencia de su tramitación, conseguimos que el Grupo Parlamentario Socialista presentara una enmienda a dicha ley, que creaba el IAJ.

Las políticas de mujer y juventud de una Administración como la Junta de Andalucía deben tener un carácter transversal. Es decir, la perspectiva de edad y género deben incluirse y valorarse en todas y cada una de las acciones políticas y administrativas del conjunto del gobierno andaluz. Por ello, ¿qué mejor que residirlas en la consejería más política que coordina toda la acción de gobierno?

Mi experiencia personal me demostró que los mejores años de políticas de juventud de Andalucía fueron en los primeros años de autogobierno, y tras su inclusión en Presidencia, a finales de la década de 1990. Su traspaso posterior a Igualdad supuso sin duda una menor capacidad de influencia, no por ser más o menos capaces sus titulares, sino por su concepción sectorial y no transversal.

Por ello, el regreso de nuevo a Presidencia, no sólo supone un firme compromiso del presidente de la Junta de Andalucía por las mujeres y la juventud, sino también una mayor posibilidad de “empapar” sus políticas de las perspectivas de género y edad.

viernes, 27 de abril de 2012

Porqué las políticas del PP son radicales

El PP no tiene un Programa Electoral oculto, simplemente no existe.

La debacle económica de la primera década del siglo XXI ha tenido entre otros efectos el producir tal nivel de interferencias emocionales en los discursos políticos que hechos fundamentales han pasado desapercibido al conjunto de la sociedad y a gran parte de su dirigencia política, social, intelectual y económica.

En España, la dinámica errática provocada a partir de mayo de 2009 por el gobierno de Rodríguez Zapatero provocó tal confusión que hábilmente aprovechada en línea con la teoría del shock permitió que en el momento de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, el PP pudiera presentarse sin un programa electoral y tan sólo necesitara de simples declaraciones generales articulada sobre el ambiguo término de reformas, que le permitían prometer una cosa y la contraria.

Con gran estupor, medios de comunicación, analistas políticos, intelectuales universitarios, pero sobre todo la ciudadanía, contemplan ahora como el PP ha emprendido un programa radical de reformas que aprovechando una mayoría absoluta amplísima le permite soslayar todos los controles democráticos.

El PP ejecuta el programa de máximos neoliberal.

Es cierto que el Partido Popular se presentó a las elecciones generales de 2011 sin un programa electoral propio, tal y como lo hemos entendido hasta el momento en España. Es decir, un conjunto de propuestas fruto del debate de las distintas sensibilidades existentes en su seno y con un consenso más o menos asumido por todas las partes.

Pero no es menos cierto que el PP tiene un conjunto de medidas que han puesto en marcha de forma inmediata una vez tomado posesión del gobierno de la Nación. Ese conjunto de acciones, justificadas como reformas, es el proyecto de máximos neoliberal, elaborado exclusivamente por economistas.

Hasta la fecha, ese proyecto de máximos sólo se había aplicado en toda su extensión en Chile tras el golpe de estado militar protagonizado por el general Pinochet. Es decir, la única vez que el programa de máximos se ha aplicado en toda su extensión fue en un contexto dictatorial, ya que Ronald Reagan y Margaret Thatcher solo pudieron ejecutarlo parcialmente y con gran dificultad.

Las condiciones políticas de España son perfectas para su aplicación: una sociedad en estado de shock y una amplísima mayoría política en las Cortes Generales, que le permite configurar a su gusto la mayoría de los órganos de control del Estado como el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, entre otros, la práctica totalidad de Comunidades Autónomas y casi el 100% de las grandes ciudades de la Nación.

El mayor problema del proyecto de máximos neoliberal es que su concepción exclusivamente economicista choca contra la realidad social y científica, como ya estamos viendo con las medidas radicales impuestas en materia de empleo, sanidad, educación, lo que lo convierte en un modelo ineficiente, inestable e insostenible, condiciones que convierten todos los proyectos políticos en inviables.

El proyecto de máximos neoliberal es incompatible con la democracia: Proyecto totalitario.

En esencia, el proyecto de máximos neoliberal es incompatible con la democracia, ya que se trata de un proyecto totalitario que pretende conformar un modelo de sociedad sin debate que por otra parte sabe perdido. Su ideólogo principal, el economista norteamericano Milton Friedman, sabía de lo impopular de sus propuestas por lo que recomendaba su aplicación total e inmediata, mientras duraba el estado de shock de la sociedad porque luego sería demasiado tarde.

El programa de máximos neoliberal persigue una sociedad desestatalizada, donde los mecanismos institucionales de control son sustituidos por órganos económicos no sujetos a control político. Una sociedad donde los agentes privados económicos gestionen sin ningún tipo de regulación democrática el conjunto de intereses sociales.

Hasta tal punto es totalitario el proyecto de máximos neoliberal, que busca la eliminación de lo que Milton Friedman denominaba “triángulo de acero”, lo que en términos constitucionales españoles se traduce en el Estado Democrático y Social de Derecho.

Como no puede eliminarse la democracia formal se opta por vaciarla de contenido.

Al ser conscientes que en un entorno democrático dichas políticas serán difícilmente aplicables, pero asumiendo la imposibilidad de plantear golpes de estado tipo chileno en países del primer mundo, el neoliberalismo optó por vaciar de poder real las instancias de extracción democrática mediante la delegación de sus poderes en organismos de regulación independientes de los órganos de extracción democrática, parlamentos y gobiernos.

Así, bajo el argumento de sustraer de la confrontación partidaria determinadas políticas, se promovieron órganos profesionalizados en el ámbito financiero y de mercados regulados, que rápidamente fueron confiados a expertos neoliberales, los cuales crearon las condiciones adecuadas para dar los siguientes pasos. Uno fundamental fue la de otorgar independencia a los bancos centrales, hasta el punto que habría que preguntarse si el proyecto Euro no era en sí mismo la piedra angular del actual tsunami neoliberal.

El neoliberalismo ha asumido y adaptado la dialéctica marxista: el conflicto, desde la realidad histórica a la virtud económica.

La transformación radical del PP desde un posicionamiento ideológico tardofranquista hasta su integración plena en la corriente mundial del neoliberalismo se consumó durante el segundo mandato de Aznar. Por ello, comparadas con las actuales políticas del PP, las de 1996-2004 parece casi moderadas.

Este cambio, que quedó ahogado por las bombas del 11M, impidió su visualización a nivel de gobierno pero no a nivel de propuestas, y que fueron recogidas una a una en los documentos de FAES, el think tank utilizado por el movimiento neoliberal para extender sus postulados por los países hispanoparlante.

Uno de los principios más llamativos del neoliberalismo ha sido la asunción de postulados marxistas hasta el punto de hacer suya la dialéctica marxista. Es decir, el neoliberalismo ha asumido la realidad no desde una óptica estática de corte religioso, étnico o cultural, sino sometida al devenir y la historia y donde el estado natural es el conflicto entre clases antagónicas de poseedores y desposeídos.

En principio, el neoliberalismo, de corte darwiniano, asume que para el fortalecimiento social es necesario mantener el conflicto, por lo que rechaza cualquier política de apaciguamiento, ya sea social (Estado de Bienestar) o político.

A partir de esta premisa, el neoliberalismo, al contrario del liberalismo histórico, no pretende crear mediante la ley un marco estable de libertad donde el individuo actúe desde la certeza y la seguridad jurídica, sino eliminar el marco de consenso social que imposibilite la reconstrucción del Estado del Bienestar, que restringe la libertad de movimiento de las fuerzas económicas, y a la postre sume a las sociedades en una apatía autodestructiva.

Podemos ejemplificar esta política entre un “ellos”, la sociedad trabajadora democrática, y un “nosotros”, los poseedores del capital, cuyo conflicto es inevitable, y por lo que hay que asegurarse que en el momento de la lucha las fuerzas estén debidamente desequilibradas.

El ajuste como excusa, y la reforma como estrategia.

Las circunstancias han permitido que el brazo ejecutor del neoliberalismo en España, disponga de las condiciones óptimas para la implementación de la estrategia del neoliberalismo y la aplicación real del programa de máximos.

Para ello cuentan con la inestimable, pero laboriosamente construida, complicidad del Banco Central Europeo que ajeno al control democrático puede mantener un discurso de ajuste que avalan las medidas del gobierno del señor Rajoy.

El “mantra” para vestir ese ajuste son las reformas estructurales, es decir, el cambio radical del Estado y sus instituciones, vaciándolas de poder real mediante la privatización de sus servicios, la delegación del control en organismos privados y autónomos respecto al poder político democrático, a la vez que se impide el consenso como resolución del conflicto y se endure las leyes penales que permitan el control del inevitable descontento social.

jueves, 26 de abril de 2012

La confusión de Ortega y Gasset. Apuntes para una historia familiar.

Un día, hace años, descubrí un texto del filósofo José Ortega y Gasset que decía: “A este respecto, perdónenme un recuerdo personal. Tenía yo diecisiete años cuando por primera vez hice una excursión tierra adentro de España, cosa entonces sobremanera insólita. No iba solo; me llevaba un hombre admirable, de excelente condición, el primero que ha andado toda la Península, paso a paso, cuando nadie lo hacía entonces, que era artista y crítico de arte, pero cuyo verdadero valor consistía en su vida. Y como la vida tiene esa misma elegancia de ser fungible, es decir, que desaparece conforme va siendo, el valor de la vida de Francisco Alcántara no puede ser percibido ni reconocido por las nuevas generaciones. Por eso me creo obligado a recordar su vida. Fuimos los dos a la comarca rayana entre Guadalajara y Segovia, en esa tierra de pinares donde se desgranan, como un rosario roto, una serie de pueblos de nombres encantadores: Gálvez, Villacadimia, Los Condemios, Campisábalos... En Campisábalos tenía Alcántara un gran amigo, el boticario. Este boticario parecía predestinado a su oficio por su apellido: se llamaba Morterero. En efecto, los Mortereros, de padres a hijos, regentaban la botica de Campisábalos desde el siglo XVII. Por eso, el establecimiento presentaba el aspecto de una farmacia de comienzos del siglo XVIII. Allí estaba las paredes cubiertas con tarros de Talavera, y del mejor tiempo, que es el final del siglo XVII. En sus lomos se veían, junto a los adornos azules, letras también azules que decían los nombres latinos y españoles de la vieja farmacopea: aceite de almendras dulces, en uno; acero de Madrid, en otro; la uña de la gran bestia… En un rincón estaba un pequeño anaquel lleno de menudos botecillos que contenían venenos. El anaquel estaba cerrado con una puerta de vidrio donde había pintado un ojo, el famoso ojo del vigilante del boticario. Pero lo que más me impresionó fue ver en el centro, como gobernando aquella democracia de remedios, un gran tarro de Talavera en cuya panza leí por primera vez en mi vida `Triaca máxima´.”

Se trataba de un fragmento de una de las conferencias, doce en total, que Ortega ofreció en el curso inaugural del Instituto de Humanidades (1948/1949) titulado “Sobre una nueva interpretación de la Historia Universal. Exposición y examen de la obra de A. Toynbee, A Study of History”, que encontré traducido en diversos idiomas (alemán, inglés, francés) porque al parecer, y sin que encuentre una explicación lógica, se trata de un fragmento que los profesores de castellano utilizan para sus clases.

Aquel texto llamó mucho mi interés al ser una de las pocas referencias que encontré en aquel momento del apellido familiar. Año después, y tras consultas aquí y allí, he podido aclarar dicha historia, que no deja en buen lugar la memoria del filósofo.

El viaje al que hace referencia José Ortega y Gasset lo realizó en el verano de1899, junto al periodista Francisco Alcántara, que trabajaba para el diario El Imparcial, fundado por Eduardo Gasset Artime y dirigido a finales del siglo XIX por su yerno José Ortega Munilla, padre del filósofo. Y efectivamente Alcántara conocía y era amigo del boticario Morterero, pero no en Campisábalo como recordaría Ortega 48 años después, sino en Imón.

Era Silvestre Morterero y Baquero, natural de dicha localidad y licenciado en farmacia por la Universidad Central en 1868. Tras finalizar sus estudios adquirió la botica que en su localidad natal había poseído el farmacéutico Juan Tova Cabrera, y de la que fue titular hasta su fallecimiento en 1914.

Alcántara conocía Imón antes de visitarla junto el jovencísimo Ortega. De hecho, en la edición de El Imparcial del 8 de abril de 1899, se publicó un artículo suyo, que decía “partimos para Imón, donde dedicamos un recuerdo al malogrado pintor Juan Baquero, y pudimos admirar en la farmacia del Sr. Morterero el botamen de riquísima loza española del siglo XVI en perfecto estado de conservación.”

El viaje que Ortega recordaría casi como iniciático, fue ese mismo verano de 1899, tal y como recogió la edición del 13 de agosto de aquel año el semanario “Flores y Abejas” de Guadalajara: “El ilustrado redactor de El Imparcial don Francisco Alcántara veranea actualmente en Imón y el mes de Septiembre lo pasará en Atienza”.

Pero Silvestre Morterero y Baquero, primo hermano de mi bisabuelo Benito Morterero de Agustín, no era descendiente de un largo linaje de boticarios. A Ortega sus recuerdos le jugaron una mala pasada, ya que el padre de Silvestre, Toribio Morterero y Cano, natural de Valdearenas, descendía de una familia de la baja nobleza agraria de la provincia de Guadalajara, con propiedades en las Tierras y Común de Hita y Atienza, así como en Peñafiel, provincia de Valladolid.

Hoy en día, la botica de Imón que visitara Ortega se ha convertido en hotel rural, y de su señero botamen no se tienen noticias.

lunes, 23 de abril de 2012

Mercados versus Mercados

Lo primero que hay que aceptar es que, al menos en España, la derecha neoliberal mediática y económica vienen propagando su ideario como apóstoles de una nueva religión desde hace décadas. Con paciencia neocatecumenal han ido construyendo un discurso narrativo para justificar a posteriori el proyecto de máximos que estableció Milton Friedman: excepto el ejército, la magistratura y algunas carreteras, todo es susceptible de privatización, es decir de intermediación con beneficios privados.

Una de esos discursos se basa en la bondad de los mercados como entes auto-regulatorios, que asignan los recursos de la forma más eficaz y sostenible, y cual suave lluvia van empapando de riqueza y bienestar la pirámide social, desde su cúspide hasta su base. Pero como todo en el neoliberalismo “friedmano” se trata de una teoría no sólo voluntarista sino que reiteradamente se ha mostrado falsa, sólo manteniendo su vigencia en la interesada reiteración de sus apóstoles.

Bien es cierto que los mercados, como el agua, son parte esencial de la cultura humana. Pero como el agua, los mercados provocan vergeles, y desiertos, permite la vida y extiende la muerte. Por ello, por esa multiplicidad de realidades, los economistas se inventaron el mercado perfecto, como modelo sobre el que proyectar sus fantasías intelectuales. Pero resulta que algunos vieron su utilidad para justificar sus intereses desnaturalizando su origen puramente académico, proyectándolo en el mundo real.

Los mercados de competencia perfecta, ese estadio donde ninguno de los actores interviene con privilegios, es tan utópico como el paraíso mahometano de huríes voluptuosas y manantiales de leche y miel, o el comunismo de Pol Pot de una Camboya ruralizada en la pureza antiburguesa. La realidad es que los mercados son espacios de intercambio sometidos a todas las fuerzas asimétricas posibles, donde siempre hay un matón que mete miedo y asegura un equilibrio inestable.

Otras de las falacias que los apóstoles del neoliberalismo “friedmano” han propagado por todo el orbe es que los mercados se pueden auto-regular. En absoluto. La consecuencia natural de los mercados autorregulados, es decir desregularizado de facto, son las burbujas que explotan dejando la desolación a su paso.
Siguiendo con el símil del agua, canalizada, controlada, dirigida, crea riqueza, bienestar. Procura alimento para los seres humanos, higiene y belleza. Pero como el agua que se sale de madre, del cauce del río, trae destrucción, arrasa con todo, provoca muerte, y finalmente deja un desierto.

Los mercados son útiles para las sociedades humanas cuando están controlados. Y en democracia, debe ser el Estado nacional, o el Estado supranacional, Unión Europea en nuestro caso, quien lo haga, quien con normas, controles, tribunales y sanciones, mantenga dentro de los límites a cualquier espacio de intercambio de riquezas.

Por ello, para salir de esta crisis no vale para nade tirar del manual de los apóstoles del neoliberalismo “friedmano”. Es más, usar esas “recetas” es el camino seguro al desastre. Hay que volver a la regulación de los mercados, al control estatal, a la eliminación de los entes auto-regulatorios, a la promoción de gestores públicos sin intereses en los mercados mediante una nueva clase política y de altos funcionarios orgullosos de serlos y lo más incólumes posibles a las tentaciones económicas y honoríficas de los actores económicos. Hay que recuperar los poderes delegados en órganos no democráticos, como los bancos nacionales "independientes", las comisiones de valores, de telecomunicaciones, etc.

Sólo con más Estado, sólo con más Europa, sólo con más Administración Pública, podremos salir de esta crisis a la que nos han llevado los que ahora, “biblia” en mano, pretenden vendernos esas mismas políticas para salir de la crisis.