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martes, 13 de noviembre de 2012

Zoidotízate

No hay nada más malo que defraudar las expectativas que creas.
      
Esta es una de las razones por las que muchas personas se paralizan y son incapaces de llegar más lejos. Claro que hay excepciones: los osados, los temerarios y los irresponsables suelen ir mucho más lejos de lo que la prudencia y la cordura recomienda. Y, sorprendentemente, muchas veces ven coronada su osadía, su temeridad o su irresponsabilidad con los laureles de la victoria. Claro que hay otra razón con mucho menos lustre. La idiotez. Y a estas alturas de la legislatura no sabemos a qué podemos achacar la carrera alocada de Juan Ignacio Zoido hacia el precipicio.
    
Como persona comprensiva, acepto que era muy difícil para un espíritu apocado el subidón adrenalítico que supuso para nuestro alcalde la marcha triunfal del Corpus de 2011. Posiblemente sus emociones iban en la misma línea que la de Julio César al avanzar victorioso sobre las calles de Roma a su entrada en la capital del Imperio, con el galo Vercingetórix a sus espaldas, cautivo y desarmado.
    
Pero hay “victorias” envenenadas, y desde entonces, la carrera triunfal de Zoido ha sido una maratón que está dejando exhausto hasta el más voluntarioso de sus palmeros.
    
Sin duda, la semana que ha comenzado se está convirtiendo en una de las peores de su vida para el “probre” Juan Ignacio. Si su periódico de cabecera, el ABC, anunciaba el domingo 11 que el ínclito se volvía a poner la cazadora en una especie de pax zoídica por los distritos, los abucheos sufridos en la mañana del lunes 12 en San Jerónimo, le debió sentar como cien mil patadas en la boca del estómago. Sus tournée electorales de otrora se pueden convertir en un suplicio.
    
Pero lo peor estaba por llegar, con la decisión de la Caixa de llevar su 8º CaixaFórum, previsto para las Atarazanas con un proyecto de lujo, el del arquitecto Vázquez Consuegra, hasta el otro lado del río, la Torre Pelli. Si los muñidores intelectuales de “enterremos a Monteseirín” habían pensado que dando largas al proyecto, activado en 2009 durante el mandato de la anterior corporación, iban a impedir seguir dando lustre al anterior alcalde, se han quedado con un palmo de narices, porque finalmente ha migrado ¡a la Torre Pelli!, la segunda bestia parda de la sevillanía tras las Setas de la Encarnación, impulsada por el mismo Monteseirín que había iniciado el proyecto del CaixaFórum.
    
Sin duda, el impacto emocional le ha llevado a aturullarse hasta pronunciar las más absurdas de las declaraciones, por lo que hemos podido leer en prensa. Así, DIARIO DE SEVILLA recoge que el alcalde ha manifestado que “La Caixa me ha garantizado que va a apostar por Sevilla sin riesgos. O el CaixaFórum se hace aquí en Sevilla o no se hace en ningún sitio” afirmación que podría mostrar firmeza pero sólo muestra idiotez, sobre todo teniendo en cuenta que el de nuestra ciudad sería el octavo CaixaFórum y nada permite aventurar que no haya un nono, un décimo o un quincuagésimo CaixaFórum, aquende o allende los mares.
     
Así que en su atolondrado discurso se podría deducir que lo que decía el presidente del Partido Popular de Andalucía es que Málaga se iba a quedar con un palmo de narices si pensaba orillar “nuestro” CaixaFórum para la ciudad del Guadalmedina. ¡Qué brillantez para el líder de todos los votantes del PP, incluido los malagueños!
       
Otro de los argumentos, “El proyecto original en las Atarazanas ponía en riesgo la declaración de Patrimonio de la Humanidad de Catedral, Alcázar y Archivo de Indias” ralla en lo esperpéntico y muestra la descoordinación mental de nuestra máxima figura municipal. Si la Torre Pelli ponía en riesgo, a entender de algunos, la consideración de Patrimonio de la Humanidad por afectar visualmente, y desde la lejanía, la Giralda, ya que no se incluía en el espacio físico declarado, argumento que la propia UNESCO obvió por estúpido ¿por qué puñetas iba a afectar a tal declaración la obra en las Atarazanas que se encuentran igualmente fuera del perímetro declarado Patrimonio y no era más alto que los edificios de su entorno?
   
A estas alturas seguimos sin tener claro si nuestro insigne alcalde es un osado, un temerario, un irresponsable o un idiota. En todo caso, sólo como hipótesis, consideremos benevolentemente que sufre un ataque transitorio de “zoidotización”. Y es que las marchas triunfales del Corpus son “mu” peligrosas. Y si no, que se lo recuerden a Cristo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

“Herencia” a título de inventario

Artículo publicado en la web socialistasdesanjeronimo.blogspot.com

Ahora que la derecha social, mediática y política sevillana anda justificando la incapacidad de gestión de Juan Ignacio Zoido con alusiones a la “herencia” recibida, es el momento de hacer inventario de la misma, no tanto para estudiar la posibilidad de aceptar o no la misma, sino para comprender si dicha justificación tiene base o no.
 
Una de las fortalezas de la gestión del compañero Alfredo Sánchez Monteseirín fue que todas las actuaciones se hicieron conforme a un proyecto de ciudad que se reflejó en el último Plan de Ordenación Urbana (PGOU) de Sevilla. Como nos informó el compañero Emilio Carrillo hace unos años en un seminario sobre urbanismo celebrado en la Agrupación de San Jerónimo, se apostó por una ciudad que no creciera más allá de los setecientos mil habitantes, para potenciar los aspectos más habitables de la misma. En este sentido, de cada cuatro metros cuadrado nuevos contemplados en el actual PGOU, dos iban a zona verde, uno a zona industrial y el metro cuadrado restante a suelo residencial. Ello suponía trabajar para una ciudad a escala humana, lejos del “gigantismo” del urbanismo de derechas, “centrado” exclusivamente en maximizar el beneficio de los operadores inmobiliarios.

En esta línea, durante los últimos doce años socialistas se apostó por acciones de integración que evitara la gentrificación (expulsión de los habitantes de una zona deteriorada y sustituidos por las clases medias) de nuestros barrios. En el centro de la ciudad, la zona más golosa para la especulación urbana, el gobierno socialista promovió viviendas de VPO (tanto en nueva obra como en rehabilitación de edificios antiguos), se subvencionaron la rehabilitación de los edificios de renta antigua que mantuvieran a sus vecinos originales, se construyeron viviendas de alquiler para familias de bajos ingresos, se construyeron viviendas para artesanos, etc.
 
En San Jerónimo, un barrio especialmente proclive a sufrir un proceso de gentrificación por su magnífica ubicación (cerca del centro pero en medio de la naturaleza) dicho proceso fue “parado” por una activa política de viviendas de VPO que crearon zonas como San Jerónimo-Alamillo.

También el PGOU apostó por un transporte sostenible e integrador, y por ello se construyeron más de cincuenta kilómetros de carriles bicis, se promovieron transportes de baja contaminación (como el metro y el tranvía), y se crearon nuevas líneas de autobuses urbanos.

De igualmente, la política descentralizadora de equipamientos mantuvo una política inclusiva en el conjunto de la ciudad. Un claro ejemplo lo tenemos en la construcción y promoción de nuevos espacios escénicos. Si tradicionalmente la construcción de los teatros se realizaban en las zonas más céntricas de las ciudades, durante el último gobierno socialista se llevaron a cabo en barrios obreros como Pino Montano (TNT), Cerro del Águila (Teatro Salvador Távora y Sala Flig), etc. Así, San Jerónimo vio levantarse en estos años el nuevo centro cívico, el hotel de entidades, la piscina municipal, el nuevo instituto, etc.

La apuesta de nuevo suelo industrial, organozado en "cluster", es decir en zonas donde se concentren diferentes empresas de un mismo sector, dió lugar a las "ciudades" industriales, como la de la imagen, que se está construyendo en El Higuerón (San Jerónimo), y donde se concentrarán desde los medios públicos de RTVA (Canal Sur TV y Radio), productoras de televisión, etc., junto a nuevo equipamieno comercial (con un cine al aire libre) y nuevas zonas verdes.

Por último, la apuesta por las zonas verdes del PGOU (la mitad del nuevo suelo) se tradujo en San Jerónimo en la restauración de la rivera del Guadalquivir, entre el puente del Alamillo y el parque de San Jerónimo, que ha insertado a nuestros barrios en medio de un vergel.

Esta magnífica política urbanística, de equipamiento, movilidad y zonas verdes, podría contar con el hándicap de la deuda asumida. Pues bien, todo lo hecho en Sevilla se ha traducido en que nuestra ciudad tenga la deuda más baja de las grandes ciudades de España, tanto en global como por habitante, mucho más bajas de ciudades similares como Málaga y Valencia, gobernadas por el PP.

Por todo ello, el machaconeo de la derecha mediática, política y social sevillana de justificar lo injustificable en base a la “herencia” recibida es completamente falso. Juan Ignacio Zoido ha recibido una ciudad moderna y bien equipada, con una baja deuda per cápita, y una hoja de ruta fruto de un amplio debate social.

Durante la presentación de su candidatura a la alcaldía, realizada en la Casa del Pueblo de San Jerónimo en 2011, el compañero Juan Espadas aceptaba que esta legislatura no era la de las grandes obras sino la de las pequeñas soluciones, la eficacia y el rigor.

Por eso, a Zoido no se le exige la programación y ejecución de grandes equipamiento, la crisis lo impide, pero sí que gestione con claridad, equidad y eficiencia. Pero la gestión del alcalde y presidente del PP-A está llena de confusión, de discriminaciones entre barrios, de falta de ideas, sólo centrado en contentar a todos aquellos sectores ciudadanos que le hicieron la campaña electoral en los últimos cuatro años: asociaciones de comerciantes, constructores, hermandades, medios de comunicación, etc.

Por eso, los socialistas, con o sin carnet, nos podemos sentir orgullosos de la “herencia” dejada a la ciudad tras doce años de gestión. Y sabemos que al contrario que Zoido, el compañero Juan Espadas sí sabría gestionar tan magnífica “herencia”.

viernes, 11 de mayo de 2012

Cuando son tres los pies que hay que buscar a Sevilla

Serenada la polémica surgida por los twitters del escritor Arturo Pérez-Reverte, aunque sea por la llegada de torrentes de nuevas noticias más excitantes, y pensando que ello sin duda permite un debate más sosegado, quiero aportar mi análisis sobre el fondo de la cuestión, y que no es otro que el de Sevilla, o mejor dicho, de la imagen que de Sevilla se tiene en el resto de Estado.

Para los antecedentes de la polémica, me remito al interesante artículo de opinión de Luis Manuel Ruiz en El País titulado “Sevilla tiene dos partes”, y que puedes leer aquí. En él, Ruiz comparte la opinión del escritor Pérez-Reverte, aunque con una discreta censura [“No hay por qué llegar a los extremismos (bastante ramplones, por otra parte) de Pérez-Reverte” escribe Ruiz].

Ya en otro post de este blog, titulado “El “mierda” de Arturo Pérez Reverte”, mostré mi opinión sobre lo innecesario y contraproducente de los exabruptos del laureado escritor murciano, que no añaden lustre y en cambio muchas veces impiden centrarse en lo más importante de sus ideas. Opinión que para mi sorpresa, y dado que mostraba mi cariño hacia su obra literaria, no dejó de originar algún que otro indignado comentario anónimo.

El texto del twitter originario de la polémica no merece en sí mayor atención. Pero sí quiero rescatar la polémica del olvido (si de olvidada puede calificarse cuando no han pasado ni siete días de su cuelgue en el ciberespacio), para analizar un hecho que me produce una gran irritación, y es la imagen que de Sevilla se tiene el resto de España.

George Borrow, en su interesante obra “La Biblia en España” (bestseller en la Inglaterra de su época pero que tuvo que esperar casi cien años para publicarse en España traducido por el nunca suficientemente llorado Manuel Azaña), describió a la aristocracia andaluza de la forma siguiente: “Son probablemente, en términos generales, los seres más necios y vanos de la especie humana, sin otros gustos que los goces sensuales, la ostentación en el vestir y las conversaciones obscenas. Su insolencia sólo tiene igual en su bajeza, y su prodigalidad, en su avaricia”.

En el caso de Sevilla, la aristocracia y la alta burguesía castellana adoptó a estos sevillanos desde su racismo mesetario, como sus “bufones”, vestidos de faralaes y mantillas, borrachos de finos y manzanillas, llorosos de macarenas y saetas. Y nuestra aristocracia y burguesía, en la necedad y vanidad de la que nos hablaba Borrow, asumió encantada esa imagen y la proyectó a su alrededor y fue interiorizada por muchos en la ciudad, hasta el punto que esa es hoy la que, llena de ramplón folclorismo, podemos ver hoy en el papel “couché” o en programas televisivos del corazón.

Para contrarrestarlo, sus opositores buscan una imagen igual de irreal e igualmente romántica: una sociedad marginal y marginada, fuera del orden social. Luis Manuel Ruiz, en línea con los segundos, lo ejemplariza muy bien en su artículo: “por fin alguien se había atrevido a enmarcar la Sevilla de veras y no la del Ateneo: nada de claveles, sacristía y corbatas, sino yonquis, putas y policías corruptos”.

No, no y no. Pérez-Reverte y Ruiz comente el mismo error, aunque en sentido contrario, que los “colaboradores” de la prensa del corazón. Ni Sevilla es la de Semana Santa y Feria, la de las señoras que aplauden a Zoido en el Corpus o gritan ¡guapa, guapa, guapa! a la Infanta Elena, ni la de la marginación, las putas, los yonquis y policías corruptos.

La Sevilla que yo conozco (en Parque Alcosa, en Bellavista, en San Jerónimo, en Macarena, en Santa Justa, en Sevilla Este) es tan diversa y a la vez tan normal y socialmente sana como la que puede existir en la mayoría de las ciudades españolas. En esos barrios existen aspirantes a “Se llama copla”, es cierto; pero también topógrafos que han tenido que hacerse miles de quilómetros para titularse en Jaén o licenciados en administración de empresas que trabajan para la tecnológica ABENGOA en algunos de sus proyectos más remotos. En esos barrios claro que existen yonquis; pero también profesoras de francés, becarias con dos titulaciones y abuelos que intentan sobrevivir dignamente con una magra pensión. En esa Sevilla que conozco lo suficiente, si suficientemente se puede conocer cualquier tierra incluso la propia, veo a “sevillanitos” de pelo engominado, cinturón trenzado, bandera de España en el reloj, y mocasines; pero también chicos y chicas con la máxima formación, unas veces en un desesperante desempleo, otras trabajando codo a codo en proyectos internacionales e iniciativas que son referentes en toda la Nación, o como directores de recepción en hoteles de París.

Posiblemente, la Sevilla de la que habla Luis Manuel Ruiz, y que en mi opinión representa la idealización de la ciudad por parte de los carpetovetónicos irredentos por un lado y de los neorománticos melancólicos por el otro, en el fondo es la misma Sevilla. Esa Sevilla que se sintetiza en el escándalo del Duque de Feria, y que El País describía así: “El tribunal aplica al aristócrata una eximente incompleta de alteración psíquica causada porque era "consumidor de cocaína y de bebidas alcohólicas en exceso". Este proceso surgió tras la publicación en la revista Interviú, el 13 de mayo de 1993, de unas fotografías en las que aparecía el duque de Feria con dos niñas menores de 12 años. En un caso, Rafael Medina fue fotografiado con una niña que no ha sido identificada y a la que "tocó el sexo a la vez que acercaba la cabeza para besarla". La segunda menor con la que el duque de Feria fue fotografiado es la hija de la otra condenada, con la que contactó a través de los teléfonos de servicios sexuales de los periódicos.”

Como decía Luis Manuel Ruiz, claveles, sacristía y corbatas, pero no contra sino junto a yonquis y putas. Y si no se pilló a ningún policía corrupto es porque seguramente no se buscó lo suficiente.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Zoido, los relojes y Suiza

Apenas han pasado 5 meses de la toma de posesión de Juan Ignacio Zoido como alcalde de la ciudad de Sevilla, y ya tenemos algunas convicciones, como que nunca conseguirá que la capital de Andalucía funcione como un reloj suizo como prometió en campaña.

En cambio, lo que ha conseguido en tan corto espacio de tiempo es generar algún que otro episodio lamentable, como el protagonizado por la eliminación del Plan Centro utilizando para ello un informe más que dudoso, promover una Comisión de Investigación sobre el Plan Centro para hacer oposición a la oposición, y terminar cerrándola deprisa y corriendo ante el sesgo tomado por la misma, ya que de seguir sus sesiones iba a finalizar convertida en un verdadero juicio político a Zoido. ¡Qué gobierno más bisoño!

Seamos justo. Zoido pretendió con la eliminación, manu militari, del Plan Centro emular al gran Rodríguez Zapatero con su retirada de las tropas de Irak. Y nadie en su sano juicio puede censurar a un neófito intentar comenzar su gobierno con un magistral golpe de efecto mediático. Lo malo en el caso del montellanero es que lo que en las manos de ZP fue una magistral jugada política, en las del juez metido a político ha resultado una atropellada decisión que, como dijo aquel, fue peor que un error, fue una estupidez.

Pero sin duda lo más sorprendente de estos meses ha sido la noticia publicada el pasado sábado sobre la acusación de una empresa privada, Impersport, de irregularidades en la contratación de la cubierta de la instalación bajo la que se celebrará próximamente la final de la Copa Davis, en el Estado de la Cartuja de Sevilla. Según la noticia publicada por el DIARIO DE SEVILLA, El juez de Instrucción número 2 de Sevilla está investigando al alcalde, Juan Ignacio Zoido, y al presidente de la Federación Española de Tenis, José Luis Escañuela.

Como no podría ser de otra forma, hay que conceder a Zoido, así como a todos los denunciados, la presunción de inocencia, ya que en esta ocasión no ha sido ni siquiera la policía la que ha promovido la denuncia. Y si el pasado el PP ha acusado a la Policía Nacional de parcialidad, ¡qué podemos esperar de la denuncia de una empresa posiblemente despechada por no conseguir un contrato!

Pero claro es que, más allá de esta presunción que constitucionalmente afecta al trámite judicial (que no a las convicciones personales de los y las ciudadanas que está por encima de su sujeción a la justifica, por aquello de la libertad de pensamiento, más que nada), se han producido una inquietante concatenación de hechos sobre los que ha hecho luz el Grupo Socialista Municipal. Según el PSOE, las explicaciones del Gobierno dejan más incógnitas abiertas de las que se resuelven ya que de manera tácita se reconoce que se acepta y se da validez técnica a un presupuesto de una empresa a la que se permite iniciar sin un contrato las obras previstas, lo cual resulta completamente contrario al procedimiento administrativo. Asimismo, según dicho grupo se adopta la decisión de contratar a la empresa Greenset Worlwid por su menor oferta económica – 112.000 euros- frente a los 127.000 euros que presenta inicialmente la empresa denunciante Impersport. Sin embargo, se obvia y no se explica que la empresa denunciante afirma y acredita haber presentado una oferta final de 94.580,60 euros, que conforme al criterio expresado ayer por el Gobierno, debería haber resultado adjudicataria del concurso siendo igualmente preocupante que no se dice ni se explica del supuesto concurso público que se lleva a cabo el día 8 de noviembre, del que no se dio publicidad y del que se desconocen pliegos y criterios de adjudicación.

Deseo sinceramente que Zoido sea capaz de explicar satisfactoriamente al juez del número 2 de Sevilla las circunstancias de dicha contratación, ya que no es bueno que las sombras cubran la gestión de ninguna administración democrática. Especialmente cuando algún mal pensado pueda argumentar la amistad de Peñuela y Zoido, que llevó al segundo casar al primero, el apoyo de otro de los investigados, el Sr. Sánchez Vicario, a la elección de Peñuela al frente de la Federación Española de Tenis, y el apoyo de Peñuelas a la candidatura de Sevilla para acoger la final de la Davis, cerrándose el círculo con la contratación por parte del ayuntamiento de Sevilla con la empresa de Sánchez Vicario. Yo rompo una lanza a favor de Zoido y manifiesto mi convicción de que es inocente de lo que se le acusa.

Claro que también tengo otra convicción, y es que Zoido conoce Suiza por algunas cosas más que por sus relojes.

Como por los quesos gruyer, por ejemplo.

viernes, 8 de abril de 2011

Zoido, el copión.

En esto de adjetivar, no sólo hay que tener arte sino también tino. Si no, que se lo pregunten a Santiago Carrillo cuando determinó que el rey Juan Carlos I sería conocido como el “breve”. Pero al menos por lo que llevamos de campaña para las elecciones municipales del 22-M, el candidato del PP a la alcaldía de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, se le podría etiquetar perfectamente como “Zoido, el copión”. Hay que tener en cuenta que la campaña de Juan Ignacio ha sido larga, muy larga. Lleva desde hace cuatro años empeñado en la ardua tarea de la campaña electoral permanente, siendo posiblemente el sevillano que más fotografías se ha realizado junto al mobiliario urbano de la ciudad. Por ello recomiendo vivamente a la Fototeca del Laboratorio de Arte de la Universidad Hispalense que conserve la colección completa de sus apariciones en prensa, ya que se tratará de una herramienta fundamental para los estudiosos del futuro para conocer qué tipos de farolas, aceras, papeleras, incluso zanjas y tapas de alcantarilla se utilizaban a principios del siglo XXI en la ciudad. Tanto esfuerzo ha dejado, sin duda, agotado emocional e intelectualmente al candidato de la derecha, bueno, del centro derecha liberal reformador (creo que habían quedado en eso, ¿no?) Y por lo tanto, cuando su equipo descubrió que a pesar de las encuestas, para ganar además de desear lo peor al contrincante hay que hacer propuestas, le ha pillado desprevenido. No corto, pero sí algo perezoso, Zoido y su equipo se han decantando por “copiar” la gestión política de otros alcaldes como a Ruiz Gallardón y Barberá, por poner dos ejemplos. Lo malo de afirmar que se copiará de tal o cual munícipe es que si no atina bien la frase podríamos pensar que Zoido pretende copiar al alcalde de Madrid su nefasta gestión económica (la administración local con mayor deuda con diferencia, tanto en términos absolutos como per cápita) o a la alcaldesa Rita sus bolsos llamativos (estética y políticamente). Pero la descoordinación de su equipo (mal asunto para un candidato que pretende gestionar una ciudad de setecientos mil habitantes), su falta de ideas (preocupante para los setecientos mil habitantes que podemos estar bajo su batuta) o simplemente su certeza de que las votaciones son un puro trámite que para nada sirve (aterrador para cualquier demócrata) le ha llevado a copiar directamente a su contrincante socialista, punto por punto, el compromiso de Juan Espada, candidato al ayuntamiento de Sevilla por el PSOE, con la Universidad Pablo de Olavide. En cualquier democracia que se precie, y por parte de cualquier candidato, el que lo hayan pillado copiando por lo menos debería haber generado alguna disculpa. Pues Zoido, no. Con la desfachatez propia del mal estudiante ha sacado pecho y a punto ha estado de acusar a Espadas de ser el verdadero copión. Los cuatro años de campaña permanente nos han demostrado que Zoido no es fotogénico. En esta precampaña Zoido también nos ha demostrado que es un copión. Temiendo estoy que llegue la campaña electoral propiamente dicha. Y si gobierna, ni te cuento.

sábado, 15 de enero de 2011

Nuestras ignorantes élites


La estulticia de nuestras élites sevillanas no es nueva. De hecho, ya encontramos antecedentes en la actitud del Cabildo Catedral del siglo XVI que en vez de cumplir el mandato testamentario de Hernando de Colón, lo que habría supuesto para Sevilla poseer una de las mejores bibliotecas de todos los tiempos, prefirió hacer el “paripé”, que hoy se llama Biblioteca Colombina, y repartirse los caudales depositados para la compra y conservación de su biblioteca. O también en la actitud de la sevillanía del siglo XVIII durante el proceso de la Santa Inquisición a Pablo de Olavide, antecedente de la persecución judicial a la biblioteca de Zaha Hadid (que la Universidad de Sevilla quiere construir en el Prado de San Sebastián), que consiguió encarcelar, juzgar y condenar al Intendente cuyo pecado fue intentar llevar a nuestra ciudad del antiguo régimen a la modernidad.
Esta variante de idiotez patria, que casi podríamos calificar de congénita, la encontramos desde los años treinta en el campo de la arquitectura. Tras la Exposición Iberoamericana de 1929, el regionalismo arquitectónico pasa, poco a poco, a convertirse en la arquitectura natural de la ciudad, hasta el punto que la doctora María del Valle Gómez de Terreros afirma, en relación a la posguerra, que “Los arquitectos del momento saben perfectamente que no es esa la esencia de nuestro casco histórico, pero son incapaces de evitar el rechazo, a veces también popular, a las nuevas tendencias”.
De esta forma la mejor arquitectura del casco antiguo de Sevilla, la almohade de la Giralda, la gótica-mudéjar de las iglesias fernandinas, la gótica de la catedral y el Real Alcázar, la renacentista de la Casa de los Pinelos, de Riaño en el Ayuntamiento, la barroca de San Telmo, del Divino Salvador y San Luis de los Franceses, la ecléctica de la Casa de las Sirenas y la Casa Rosada, la popular de todos las collaciones, queda directamente subsumida en el historicismo regionalista de Aníbal González.
Aunque parezca increíble, adentrados una década en el siglo XXI, esa imagen congelada de una falsa Sevilla de ladrillo, cerámica y cerrajería, sigue hoy en día condicionando las mentes de nuestras élites. Un ejemplo claro lo encontramos en la falta de cuestionamiento público de todo lo que se construya con esos elementos, como ocurre en el amanerado jardincillo de Cristo de Burgos, el espantoso ordenamiento jardinero de la calle Josefa Reina Puerto (entre La Magdalena y San Eloy) y el absurdo de los Jardines del Prado de San Sebastián, paradigma de ese falsa esencia de la que hablaba la doctora Gómez de Terreros, y por el contrario la inquina cainita contra el proyecto de la “Piel Sensible” en la Alfalfa y alrededores, que tuvo la osadía de usar acero en vez de hierro forjado, granito en vez de cerámica, y madera en vez de ladrillo.
Es cierto que esa “esencia” se reserva para el casco antiguo, ya que todo lo que hay más allá de la muralla almohade debe considerarse en esas mentes deformadas por la sevillanía, como “terra incógnita” inmune al contagio de su esencia. Igualmente, esta actitud no es nueva. Basta recordar la movilización de las élites de la posguerra contra el edificio adscrito al Movimiento Moderno llamado despectivamente “Cabo Persianas” (actual número 2 de la calle San Pablo) con exigencia de demolición incluida, y la tolerancia hacia el Instituto Anatómico Forense, de promoción municipal, diseñado igualmente en esa corriente arquitectónica, pero construido en el arrabal macareno (actual calle Don Fabrique), que consiguió el apoyo público para ser inaugurado por el jefe del Estado, general Franco.
En el debate social de hoy nos encontramos en una situación similar. El proyecto “Metrosol Parasol” ha concitado la misma inquina de nuestras élites, llamadas por su formación y capacidad a liderar la ciudad. Leyendo la prensa local podemos encontrar a muchos intelectuales de nuestras élites, poseídos por el síndrome que llamo de “Romero Murube”, que les lleva a despotricar contra las “Setas de la Encarnación” con descalificaciones más próximas al paroxismo trastornado que a un debate de altura que se les presupone. Calificar de “chorrada” (Antonio Burgos) o “carnicería arquitectónica” (Carlos Colón) a las Setas, nos recuerda a la denuncia de José Pemartín ante la Dirección General de Bellas Artes contra el edificio “Cabo Persianas”, por los daños que producía a la ciudad su existencia, y de Romero Murube pidiendo la demolición del mismo. En aquellos años la cordura la impuso el arquitecto Juan Talavera y Heredia, al que se le pidió un informe sobre dicho edificio. En el mismo consideró que el estilo arquitectónico del edificio “es hoy generalmente admitido en todas las ciudades españolas”, “con harto desagrado de muchos pero también con altos elogios de otros”. Y hoy, ¿quién pone cordura en el debate?, ¿qué caso debemos hacer a nuestros “romeromurubistas” de hoy? Ninguno, como en el pasado.
Para ello quiero analizar uno de los movimientos organizados de este síndrome, la Asociación Ben Baso, que con un patriotismo de mejor causa publicó el pasado 1 de junio de 2010 un Comunicado sobre su posición sobres las Setas, y que recomiendo leer con detalle. Excepto en lo referente a la afectación del patrimonio arqueológico, que según sus redactores ha quedado eliminado por los cimientos de los pilares de las Setas, hecho que desconozco, el resto de argumentos están transidos del síndrome "Romero Murube”.
Así, en relación al patrimonio histórico y urbano, califican de “falta total de respecto al entorno”. ¿Pero, santo dios, que patrimonio? La Iglesia de la Anunciación señalan, y añaden: "entre otros". Claro, es que no hay más. Pero es que la Anunciación, espléndida iglesia, lo es tan sólo en su interior, ya que su exterior es de lo más anodina y discreta, con la excepción de su sobria portada que da a la calle Laraña. Y por ello precisamente las Setas se han alejado lo suficiente para no obstaculizar ni la visión de la portada ni del edifico en su conjunto. ¿A qué otro patrimonio se refiriere la asociación Ben Baso? Los edificios que dan a la plaza de la Encarnación van de finales del siglo XIX a la década de los ochenta del siglo XX, ninguno de valor, muchos de ellos realmente espantosos en cuanto al gusto y anodinos en cuanto a sus trazas arquitectónicas. ¿O tal vez se refieran a los edificios de la calle Imagen? ¿O a la obra de la Facultad de Bellas Artes, un trasnochado edificio “historicista” de los años setenta bastante burdo?
Con respecto a la ciudad, Ben Baso afirma que “ha roto con el perfil y el modelo urbano tradicional de Sevilla”. ¡Ay, "pare", que ya ha aparecido el síndrome! Romper no ha roto nada, ya que el “skyline” no se ha tocado, como se puede comprobar tanto desde cualquier azotea del casco histórico como desde las calles Regina, José Gestoso y Puente y Pellón. Y el modelo urbano tradicional, a la vista de los doctos profesores para la difusión y protección del patrimonio histórico, me temo que se trata del hierro forjado, la cerámica y el ladrillo visto. En Sevilla no existe un modelo urbano tradicional, y la misma plaza de la Encarnación es la prueba de ello: un solar producto del derribo de un convento, al que se accede por dos calles, Imagen y Laraña, producto de políticas de ensanche y ornato público que destruyeron el caserío tradicional. Por eso, cuando Ben Baso escribe “modelo urbano tradicional” se refiere al modelo regionalista que se convirtió contra todo pronóstico y absurdamente en el cliché mental que las élites tienen del casco histórico.
La afirmación de Ben Baso sobre que “el aspecto del casco histórico hasta ese momento y en esa zona era coherente en cuanto a su morfología, el viario y la textura de los edificios”, raya lo ridículo. Ni la morfología de la plaza era coherente con su entorno (un entramado medieval violentado por un brutal derribo en el siglo XIX), ni el viario es el tradicional sino que es producto de la destrucción del siglo XX para abrir paso a las calles Laraña (Plan de "Reformas de Sevilla y de obras conexas al certamen" de 1927) e Imagen (Plan General de 1946) ni la textura de los edificios era coherente. ¿Qué tendrá que ver la Anunciación con el edificio frontero (número 2 de la calle Laraña), ni los dos edificios que dan paso a la calle Puente y Pellón (uno de los años 20 y el municipal de los años setenta), por no hablar de los números 1 y 2 de la calle Imagen con el resto de la plaza? Recomiendo la función Street View de Google Earth , la lectura del post que le dedica el blog "Cultura de Sevilla" al análisis del impacto del proyecto, o incluso mejor, el paseo por la plaza de la Encarnación para comprobar la veracidad de lo escrito.
En relación a la actividad económica, las Setas nacen como un revulsivo cuyos efectos veremos a medio plazo. Pero la rehabilitación privada y pública de viviendas en la zona, que si bien no ha evitado al menos ha limitado los efectos de gentrificación de las collaciones al norte de la Encarnación, aseguran la demanda y el mantenimiento de un comercio tradicional y de proximidad, tanto en el propio mercado como en las calles de los alrededores, José Gestoso, Regina, etc.
Y lo que no dice Ben Baso es que, a diferencia de los proyectos que destruyeron infinidad de edificios de valor artístico por todo el casco antiguo de Sevilla con el silencio o el aplauso de sus élites (Plaza Nueva, Avenida de la Constitución, Plaza de la Virgen de los Reyes, Puerta de Jerez, Plaza de la Gavidia, El Corte Inglés, Galerías Preciados, Ocaso, Burguer King, etc. en la mayoría de los casos para ser sustituidos por espacios públicos o edificios arquitectónicamente mediocres), la decisión política para levantar las Setas no estuvo acompañado del derribo de ninguno.
La oposición frontal a las Setas de la Encarnación podría suponer que Sevilla dispone de un músculo intelectual de élites dispuestas a defender la cultura con mayúsculas. Lamentablemente no es así. La batalla de las Setas es tan solo uno de los síntomas del síndrome “Romero Murube” (la batalla de la biblioteca del Prado sería otro) y no la señal de unas élites cultas y formadas que abanderan la ciudad.
Y para ello señalaré un sencillo pero bochornoso ejemplo. Para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, en 1916 (hace casi cien años) el Ayuntamiento mandó colocar una serie de azulejos en edificios, calles y plazas incluidos por el genio en sus libros, especialmente en sus Novelas Ejemplares.
En la calle Huelva, esquina con la calle Jesús de las Tres Caídas, se colocó la siguiente placa, que aún hoy se puede leer in situ: “EL PRINCIPE DE LOS INGENIOS ESPAÑOLES / MIGVEL DE CERVANTES SAAVEDRA / MENCIONA ESTA CALLE NOMBRADA VN TIEMPO DE LA CAZA / ANTES DE LA GALLINERIA COMO VNA DE LAS TRES COSAS / QVE EL REY TENIA POR GANAR EN SEVILLA / EN LA NOVELA EJEMPLAR / RINCONETE Y CORTADILLO”.
Durante casi cien años, autoridades, intelectuales, ciudadanos de toda clase y condición han leído dicha placa, que contiene un error garrafal, monumental, bochornoso: las tres cosas que tenía el rey por ganar en Sevilla, la calle de la Caza, la Costanilla y el matadero, lo escuchó Berganza de un hombre discreto, en la novela “Coloquio de los Perros” y no en “Rinconete y Cortadillo”.
¡Qué horror, qué vergüenza! El príncipe de la República de las Letras Castellanas honrado con una placa que deja desnuda las vergüenzas de nuestras élites. Ni Carlos Colón, ni Antonio Burgos, ni la Asociación de Profesores para la Difusión y Protección del Patrimonio Histórico Ben Baso, ni la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, ni la Facultad de Filosofía y Letras de la vetusta Universidad de Sevilla, ni el Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados de Filosofía y Letras de Sevilla, ni siquiera Romero Murube, ese defensor a ultranza del “espíritu” de la ciudad, se percataron del error mayúsculo, que durante décadas ha llenado de oprobio y vergüenza a cualquier amante de la ciudad y de las letras castellanas. Pero al menos Romero Murube tenía sin duda una buena justificación: el gazapo está escrito sobre cerámica. La buena cerámica del espíritu de la ciudad.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Altares y Setas

Una de las recompensas emocionales que me produce eso de bichear por las librerías de viejo, o más modernamente por las web iberlibro.com y uniliber.com, es descubrir autores y obras poco conocidas para mí que a lo mejor resultan muy valoradas entre los especialistas.
Así descubrí hace años a Antonio Ponz cuando compré primero el volumen XVIII de su obra “Viage de España” impreso por la viuda del gran Ibarra en 1794 (que luego supe completado por su sobrino por la muerte del autor) y después el segundo volumen de su obra “Viage fuera de España” de 1785. Lo único malo de su magnífica obra fue que, según dicen, sirvió de guía a las tropas napoleónicas para expoliar el mejor arte de nuestro país.
Este autor, cuya obra recomiendo vivamente, bien en alguna de las dos reediciones de su obra (una crítica en la Editorial Aguilar en 1947 y otra facsímil por Editorial Atlas en 1973), bien en Google Books, vivió intensamente la ilustración con una larga estancia en Italia que lo convirtió en uno de los más importantes reformistas españoles del Siglo de las Luces. Una de las cosas que más me sorprendió fue su odio furibundo hacia el barroco, especialmente el que se hizo en Andalucía en general y en Sevilla en particular a lo largo de su siglo.
Buscando por Google Books, he tropezado con un volumen que hacía tiempo quería leer, el noveno, o nono, de su “Viage de España” dedicado a Sevilla, en un ejemplar que se conserva en la biblioteca de la Universidad de Michigan (Library of the University of Michigan) y me he vuelto a encontrar con el mejor Ponz anatema del barroco.
Especial sonrisa me ha provocado la lectura del texto dedicado a la iglesia del Salvador. Este templo, recientemente rehabilitado en medio de una importante movilización del “todo Sevilla” y que muestra de forma orgullosa lo mejor de sí misma, fue claramente despreciada por el abad Ponz con pocos miramientos. Recojo a continuación su opinión:
El segundo lugar después de la Catedral lo tiene la Colegiata, que llaman del Salvador, situada en una de las plazas de Sevilla, donde se venden frutas, y otros comestibles.
Tuvo la desgracia de haberse pensado en su reedificación, quando el buen estilo de la arquitectura habia llegado á su precipicio; y así fue arruinada la antigua fábrica, que mantenia la forma de Mezquita, en 1669, acabándose la nueva en el de 1712. Se venera en esta Iglesia una Imagen de nuestra Señora, que llaman de las Aguas, por haberse conseguido estas mediante su proteccion en años de sequedad. No hay para qué detenernos aquí, ni V. se detendría un instante al ver los costosos, y extravagantes retablos, que poco ha se han hecho: lástima que las personas piadosas, que en ello han gastado su dinero, no se hayan informado bien antes, para emplear con mas acierto por lo tocante al artificio. El de la Comunion es de lo mas ridículo que se puede imaginar, y por el mismo término el mayor, como el de nuestra Señora, donde hay dos estatuas de lo primero que D. Felipe de Castro hizo hallándose muy joven en Sevilla. La sillería sigue el orden de los referidos altares: han embarazado con ella el medio de la Iglesia, y por haberse hecho todo esto poco ha, es mas sensible. En la nave al lado de la Epístola se encuentra un S. Christobal de escultura del Montañés
.”
Comenzado el siglo XXI, el barroco, en su versión andaluza y sevillana, podrá gustar más o menos, pero no se puede poner en duda su mérito y su aportación al Arte. De hecho, los altares de la Colegiata del Divino Salvador, que tanto despreció Ponz, son magníficas obras de talla y dorado, grandiosos monumentos de fe que nos aturullan con su inmensidad y su impacto visual.
¿Se equivocaba, pues, nuestro buen abad? No, en absoluto. En cuestión de arte, como en otras muchas facetas de la vida, lo que hoy gusta, o disgusta, mañana no lo hará. U obra o autores que hoy son muy honrados por su arte, mañana pasarán al olvido, o al contrario.
Suele referirse la anécdota de la Torre Eiffel, de París, cuya construcción provocó el rechazo de numerosos artistas franceses, entre ellos Guy de Maupassant, como antes había provocado el rechazo por parte de los organizadores de la Exposición de Barcelona de 1888 a quien Eiffel había presentado su propuesta, y que tras la celebración de la Exposición para la cual fue construida se convirtió en un emblema de la ciudad, circunstancia por la cual no fue desmantelada como estaba previsto.
También tenemos en Sevilla la experiencia de la Giralda, una torre almohade del siglo XII rematada por un campanario renacentista del siglo XVI, yuxtaposición arquitectónica que hoy sería imposible, no sólo legalmente sino también socialmente.
El libro de Ponz me lleva a pensar en las popularmente llamadas Setas de la Encarnación, el proyecto Metrosol Parasol, que se está construyendo en el antiguo solar del Mercado de la Encarnación de Sevilla.
Como en el París de Eiffel, los argumentos repetitivos para rechazar su construcción son su impacto sobre el skyline de la ciudad y su impacto en el tejido de la ciudad y sus monumentos. Como la crítica del abad Ponz al barroco, se califica el proyecto como “chorrada” o “carnicería arquitectónica”, por poner sólo dos ejemplos. Y posiblemente, dentro de cincuenta años alguien sonreirá al leer estas críticas como yo cuando leía la opinión de nuestro buen abad sobre el retablo de la Virgen de las Aguas de la iglesia del Salvador.

martes, 27 de julio de 2010

Maricones viejos

Hace unas cuantas semanas, al pasar por el mercadillo del jueves de Sevilla, que desde el siglo XIII se celebra todos los jueves (menos en jueves santos, corpus cristi y ascensión) en la calle Feria, observé sobre una manta una cuartilla de cartulina que ponía “novelas gays”. Me sorprendió que en ese batiburrillo de “chamarileros, chalanes y anticuarios” donde terminan los objetos más kitsch se mostraran para su venta novelas para gays.
Solo pude detenerme algunos segundos, ya que llegaba tarde al trabajo, pero pude comprobar que se trataban de novelas eróticas o pornográficas (de esas que, antes de Internet, se leían con una sola mano) en inglés y que por las ilustraciones de sus portadas diría que eran de los años setenta, años ochenta lo más.
Aquel día camino del trabajo, y varias veces después, he pensado en el propietario de aquellos volúmenes que habían terminados en un cutre mercadillo a los ojos de todos los que lo quisieran ver, hasta imaginarme un hombre nacido entorno a la Guerra Civil, un muchacho de buena familia, al que nunca se le conoció pareja, culto. Un hombre que en los setenta leía en inglés, podía trasladarse a Inglaterra o Estados Unidos y traerse libros que por aquellas fechas difícilmente podrían encontrarse legalmente en España, y que como un pequeño tesoro, seguramente oculto en lo más escondido de su biblioteca, acumulaba un par de docenas de novelas donde historias de hombres que se amaban terminaban con un final feliz. Un hombre que moriría viejo y solo, dejando todo su patrimonio a sus sobrinos los cuales al descubrir su pequeño tesoro de papel sonreirían jocosos, mirad el maricón del tío.
Reconozco que se trata tan solo de una fantasía. Igual se trata de una colección de libros de algún viajero anglosajón enamorado de Sevilla, o los restos de una librería gay friendly con poco éxito en esta ciudad nuestra.
Pero en todo caso, este fantasmagórico personaje me lleva a dedicar un sentido homenaje a todos aquellos gays y lesbianas, las fernandas y luisas de nuestros pueblos, encaladores, vestidores de vírgenes, anticuarios, putas y putos, que durante centenares de años, pero especialmente durante la dictadura del felón Franco, sufrieron y lograron sobrevivir ante la incomprensión de los suyos y el desprecio de los demás.
Posiblemente mi vida y la de mi fantaseado maricón viejo que atesoraba novelas ocultas en una librería tengan pocos puntos en común. Pero no por ello puedo dejar de reconocerme en ellos y reconocerles mi gratitud por sus vivencias y supervivencias. Ya que si no es por muchos de ellos, mi vida posiblemente habría sido muy parecida a las suyas.

jueves, 7 de enero de 2010

El reto de la Diversidad

La biodiversidad como estrategia para la sostenibilidad, las políticas para promover estrategias que acaben con los monocultivos en la agricultura, la negativa de los matrimonios consanguíneos, etc, nos señala que en el mundo la diversidad en general se considera un valor positivo. Pero en cambio, en el seno de la sociedad la diversidad humana provoca inseguridad.
Afirmar que nuestras ciudades, pueblos y barrios son cada día más diversos es una obviedad. En nuestras poblaciones se entremezclan ciudadanos y ciudadanas de todo el país, de Europa y del resto de continentes. Es cierto que en España este fenómeno es muy nuevo, al contrario que en ciudades como Paris o Londres en las cuales desde hace más de 100 años la mezcolanza de razas, credos e ideologías las convirtieron en faros de civilización durante todo el siglo XX.
Primero la Inquisición, que eliminó cualquier posibilidad de diversidad religiosa, luego la lacra de nuestras guerras civiles (carlistas y franquistas)que dificultó la diversidad ideológica, y por último nuestra pobreza como nación tras la pérdida del imperio, que hizo poco atractivo nuestro país para generar corrientes inmigratorias, nos convirtió en una “rara avis” en Europa. Hasta nuestra vecina Portugal ha tenido tradicionalmente mayor diversidad étnica que nosotros.
La actual eclosión de diversidad social en España es el producto lógico de nuestro éxito como país. La libertad religiosa y política obtenida tras la transición así como el crecimiento económico de los últimos 25 años, nos ha convertido en una meta para todas aquellas personas que quieren vivir mejor y con mayor libertad. En este sentido, ya no tenemos nada que envidiar a países que otrora eran paradigmas de libertad, bienestar y respeto.
Pero la ciudadanía española no se ha preparado para este logro. Es natural que lo diferente, lo desconocido, provoque miedo, ansiedad, rechazo. Y este natural sentimiento es el que ha sacudido a los y las vecinas del barrio obrero sevillano de San Jerónimo, paradigma histórico por su capacidad de asimilación de la diversidad y la solidaridad entre sus miembros en los largos años oscuros del franquismo y la pobreza.
El desencadenante ha sido la posibilidad, que hoy por hoy parece descartada, de ubicarse en sus suelos una mezquita para atender a la población musulmana de la Macarena. Fijar el debate en mezquita sí, mezquita no, es un error del que solo salen beneficiados los más extremistas. Estoy seguro que todas las manifestaciones y concentraciones realizadas en los últimos meses, a favor o en contra del templo musulmán ha congregado mayoritariamente a buena gente, ciudadanos trabajadores que quieren seguir viviendo en un barrio obrero, tolerante y respetuoso con sus diferencias.
Pero los extremistas de ambos lados están queriendo sacar réditos políticos atizando la fácil hoguera del miedo a la diferencia o a la homogenización. La diversidad es buena para nuestro país. Mejora nuestra compresión del mundo, facilita a nuestros jóvenes experiencias fundamentales para competir en un mundo global, atrae a gente con iniciativa y otras perspectivas, y oxigenan, en definitiva, nuestras sociedades y nuestras mentes.
Claro que ello requiere una apuesta decidida por las políticas públicas, mejorando la red sanitaria y escolar, creando servicios de mediación en conflictos y atemperando los naturales miedos a lo desconocido. Cerrar los ojos a maniobras de los extremistas a la vez que se pide a gritos bajadas de impuestos que harán imposible estos servicios es el mayor de los cinismos.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Requien por un Prado

Desde que entré en contacto con la realidad de Sevilla, hace ya casi dos décadas, el Prado de San Sebastián siempre ha sido fuente de conflicto político y social. Los debates constantes sobre el uso de las distintas parcelas que compone el espacio que va desde la estación de autobuses de San Bernardo hasta los Jardines de María Luisa y de la Fábrica de Tabacos a la calle Diego de Riaño han alcanzado tintes surrealistas. Pero lo más me ha sorprendido a lo largo de estos años ha sido la capacidad de imposición de las visiones sociales más pobres y chuscas de todas las propuestas que se han barajado.

Construir ciudad siempre es conflictivo y romper la norma mucho más. Pero Sevilla se vanagloria de ser la patria de la iniciativa más audaz (Hagamos una iglesia tal que las generaciones venideras nos tomen por locos) por lo que de ser la actual sociedad sevillana herederos de ese atrevimiento sería de esperar mayor audacia en sus apuestas urbanísticas.

A pesar de lo que pudiera pensar un forastero, la historia del Prado de San Sebastián no nace en 1997, cuando se diseña el actual jardín. A principios de los noventa, era un espacio vacío, con apenas unas decenas de árboles en un solar terrizo. Durante el mandato de Rojas Marcos como alcalde se planteó lo que en mi opinión fue el único proyecto urbanístico afortunado del Partido Andalucista: una gran plaza “dura” enmarcada por una galería de árboles que dotara a Sevilla de la “plaza mayor” que nunca tuvo. Pero fue derrotado por un proyecto de jardín “ñoño” que podríamos definir (al estilo del nazarí simplificado de Temboury en Málaga) de “neo-regionalismo simplificado”: algo de ladrillo, algo de forja y mucho de albero.

Si se comparan los jardines del Prado con los del Parlamento de Andalucía, “no hay color”. Donde hay diseño y proyecto botánico en los jardines de la Macarena, en el Prado hay “cutrez” y acumulación de plantas. En el Prado se hizo un remedo del Parque de María Luisa, un pastiche que suele gustar mucho a los más tradicionales de la ciudad que lo consideran su santo y seña cultural. En mi opinión, la actual configuración del Prado de San Sebastián es de lo más insulsa y prescindible, que nada aporta a la jardinería sevillana, y solo sirve para dar sombra.

Se puede discutir la legalidad y la idoneidad de ubicar la nueva biblioteca de la Universidad de Sevilla en la parcela más oriental del Prado, pero hay afirmaciones que he leído que son un insulto a la inteligencia.

Trasplantar un par de centenares de árboles de especies muy abundantes en los jardines de Sevilla y de Andalucía que no cuentan con más de doce años, no puede calificarse de “arboricidio”; construir sobre una parcela que supone el 8% de un parque no es destruirlo; el cambio de uso de una parcela cumpliendo la regulación legal urbanística no es una “cacicada”; y, por supuesto, confiar en el buen gusto y la bondad de la clase social (la “Sevilla” eterna) sostenedora de la destrucción del palacio de los Sánchez-Dalp, la construcción de Los Remedios y la calle Imagen, etc. me parece de una inocencia digna de mejor causa.

Como en cualquier debate social, los argumentos de los oponentes y los defensores del proyecto de la nueva biblioteca de la Hispalense responden a múltiples intereses, algunos honestos, otros poco confesables y algunos claramente despreciables.

Y como muestra, un botón de mano, y nunca mejor dicho, del apologético heraldo del “sevillanismo” Antonio Burgos, que se pregunta en ABC: “Y lo que menos me explico de todo: con la de arquitectos que hay en paro en Sevilla, ¿por qué esa biblioteca la está haciendo la arquitecta iraní Zaha Hadid?” No sé si en la misma hay más de racismo y xenofobia que de machismo y clasismo. Aunque, eso sí, todo muy sevillano, mi arma.

POST-POST

Con fecha 10 de septiembre de 2009, el DIARIO DE SEVILLA ha publicado en la sección de "Cartas" el siguiente resumen de este post.

EL PRADO COMO REMEDO DE PARQUE
Los debates constantes sobre el uso del Prado han alcanzado tintes subrealistas, pero lo [que] más me ha sorprendido a lo largo de estos años ha sido la capacidad de imposición de las visiones sociales más pobres y chuscas de todas las propuestas que se han barajado. Durante el mandato de Rojas Marcos como alcalde se planteó lo que en mi opinión fue el único proyecto urbanístico afortunado del Partido Andalucista: una gran plaza dura enmarcada por una galería de árboles que dotara a Sevilla de la plaza mayor que nunca tuvo. Pero fue derrotado por un proyecto de jardín ñoño que podríamos definir como "neoregionalismo simplificado": algo de ladrillo, algo de forja y mucho de albero. En el Prado se hizo un remedo del Parque de María Luisa, un pastiche que suelo gustar mucho a los más tradicionales de la ciudad, que lo consideran su santo y seña cultural. En mi opinión, la actual configuración del Prado de San Sebastián es de lo más insulsa y prescindible, y nada aporta a la jardinería sevillana, y sólo sirve para dar sombra. Se puede discutir la legalidad y la idoneidad de ubicar la nueva biblioteca de la Universidad de Sevilla en la parcela más oriental del Prado, pero construir sobre una parcela que supone el 8% de un parque no es destruirlo.
Pablo Morterero (Sevilla)