Twitter
lo carga el diablo. Eso está cada día más claro. Es imposible para los que
interactuamos en ese espacio no tener nuestros días malos, incluso para una
persona como yo que extremo la prudencia al máximo y des-escribo tuits mucho más que de los que escribo.
En
la mañana del pasado día 12 de diciembre, leí una columna de Lucía Extebarría titulada
Budsexers, homosexualidad reprimida,misoginia y machismo que me produjo un gran desasosiego. Resumiendo (aunque
recomiendo su lectura completa) la señora Extebarría responsabiliza de la
bestial violación de la manada a la
necesidad de verse la polla los unos a
los otros porque no pueden reconocer
en alto su parte homosexual.
Tras
la lectura, no pude resistirme a compartir el siguiente tuit:
Posiblemente
una decisión desacertada. Porque minutos después, una desairada Extevarría me
respondía:
Ante
lo cual me comprometí a responderle mediante un post, que hoy, querida y
querido lector, es el que estás leyendo.
El culo y las témporas.
Yo
también sufrí un terrible impacto con las noticias de la brutal violación de la manada a una chica madrileña, a penas
salida de la adolescencia, por parte de un grupo de hombres sevillanos, en la
fiesta de los Sanfermines.
Comprendo
que la necesidad de explicarnos tan terrible comportamiento, agravado con el consabido
son muy buenos muchachos de
familiares y amigos, puede llevarnos a exponer algunas explicaciones bastante
peregrinas, sin mayor trascendencia.
Si
sólo se tratase de eso, la lectura de la opinión de Lucía Etxebarría no me
habría llevado más que a negar con la cabeza y pasar a otro tema. Pero es que,
como sugería en mi tuit, llovía sobre mojado.
Ignoro
si los miembros de la manada son o no
budsexers, es decir, personas heterosexuales
que mantienen relaciones homosexuales. Mucho se ha escrito sobre el tema, y no
voy a detenerme si tal cosa es posible o son personas homosexuales reprimidas
con una gran homofobia asumida.
Lo
que sí hay que reconocer es que Etxebarría rompe con un discurso homogéneo y
tradicional del feminismo: el de la cosificación de la mujer por parte del
hombre. Porque de acuerdo con la tradición feminista, la realidad es simple: lo
que excita al macho es despersonalizar a la mujer, convertirla en un objeto donde saciar su necesidad de
dominio, incluido el sexo. Esta escena es, como dice la autora, muy habitual en
la pornografía heterosexual.
¿Pretende
Lucía Etxebarría cuestionar este principio? ¿A caso la escritora busca
establecer un nuevo discurso feminista en el que se niega la cosificación de la
mujer, ya que el fin último del machista es poder ver el rabo a otros machos?
En
mi opinión, no creo que la escritora buscara con su artículo un cambio
discursivo, sino tan sólo hallar un culpable a tan repugnante violación. ¿Y qué
más fácil que culpar a la homosexualidad, reprimida eso sí, de todos los males
de la humanidad?
Una
conclusión que, lejos de amplificar la denuncia del machismo, lo que hace es reforzar el machismo y el
heteropatriarcado, porque la conclusión última exculpa al heterosexual machista
y culpabiliza al homosexual reprimido (que de ser cierta su hipótesis no
dejaría de ser también víctima, otra víctima más del machismo). Esa bestialidad no es cosa nuestra,
puede pensar un o una machista hetero, eso
es culpa de los maricones.
Llueve sobre mojado
Esto
me llena de zozobra. En caso de ser cierta mi hipótesis, ¿qué llevaría a una
mujer inteligente, que ha hecho gala de su bisexualidad y ha sido parte de la
lucha LGTBI de este país, a tal conclusión que refuerza los prejuicios sobre
las personas homosexuales?
Desde
una parte del movimiento LGTBI venimos observando una deriva homófoba de cierto
discurso feminismo, que ha aparecido en torno al debate de la gestación
subrogada. Me niego, no sé si por razones sentimentales, a pensar que más que
aparecer ha emergido. Pero el caso es que desde algunas tribunas feministas se
ha denunciado dicha técnica reproductiva como el capricho de gais ricos para
comprar bebés de mamás pobres, explotando el útero de esas mujeres.
La
alianza estratégica entre movimiento homosexual y feminismo ha sido una de las
fortalezas que nos han permitido avances importantes en el campo de la
diversidad sexual. Un apoyo donde el movimiento feminismo ha aportado más que
recibido. Y por eso, el reconocimiento de las personas LGTBI debe ser eterno.
Pero
los discursos neo-homófobos, además de ser falsos, están sembrando de
desconfianza y susceptibilidades las relaciones entre ambos grupos.
Falsos,
porque la mayoría de las personas que han accedido a la maternidad y la
paternidad por subrogación son heterosexuales, en pareja o solteras. De hecho,
durante años, nadie en los registros civiles de los consulados españoles, donde
se inscribían dichos niños, sospechó que aquel bebé de una pareja (hombre y
mujer) o una mujer soltera, no fuesen el resultado de los métodos tradicionales
para procrear. Tan sólo cuando apareció una pareja de dos hombres para
inscribir a su bebé, los funcionarios consulares se percataron de que era
difícil explicar aquella procreación por la vía biológica tradicional.
Que
una baronesa sea madre de dos hijos en una edad donde la naturaleza hace
descartar la maternidad no deja de ser una simpática noticia de la sección de
sociedad. Que un cantante claramente gay sea papá sin una mamá a quien endosar
la criatura desata una tormenta perfecta.
Y Lucía Etxebarría
escribió su columna
Por
ello escribí en mi post: Triste y
preocupado por la deriva #homofobica de cierto feminismo. @LaExtebarría es la
última, pero no la primera.
Lo
que buscaba con mi reflexión (posiblemente no tan acertada como pretendía) era
señalar un hecho para mí objetivo: mujeres feministas inteligentes que
comienzan a ver con sospecha a los hombres homosexuales, a los que culpabilizan de algunas
de las desgracias de su género.
Los
seres humanos somos complejos. El binarismo nunca ha sido más que un deseo de
las culturas natalistas, que son las que nos han llevado a guerras, exterminios,
y holocaustos. Pero la realidad es tozuda, y las personas somos mucho más
diversas de lo que nos gusta admitir.
Y
la diversidad genera inseguridad, angustia, temores. Nos sentimos más
confortables en un mundo de opciones binarias, blanco o negro, y tendemos a
rechazar todo aquello que nos lo cuestione.
Porque
la realidad es que la brutalidad de la
manada no es nueva. Por muy impactados que podamos estar, en poco se
diferencia de otras miles de atrocidades que hemos visto en el pasado. Y me temo
que a Lucía Etxebarría la agresión de aquellos Sanfermines, sin darse cuenta,
le llevó a buscar consuelo en ese binarismo de malos y buenos, donde una vez
más, los hombres homosexuales nos llevamos la peor parte.
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