Que
una vecina de Cádiz reviente el Pleno Municipal de Cádiz no es novedad. Y que
el hecho se convierta en noticia viral, tampoco.
Ocurrió
cuando Aysha Elmortada (palabrita de honor que es un nombre real)
interrumpió el Pleno el 31 de marzo de 2014, cuando era alcaldesa Teófila
Martínez, pidiendo que se cumplieran las promesas municipales de ayudas tras un
desalojo. También cuando lo hizo Inmaculada Michinina (tampoco me he inventado
el apellido, lo prometo) lo interrumpió el 29 de julio de 2013, pidiendo una
licencia de venta ambulante.
Por
eso no sorprende que sea otra vecina gaditana, Tamara Escarcena, la que el
pasado miércoles 23 de marzo haya reventado el Pleno de Cádiz exigiendo el cumplimiento
de la promesa del alcalde, José María González, más conocido en el gaditanismo
por Kichi, de ayuda ante una difícil situación económica.
Estos
hechos indignan tanto a los partidarios de un alcalde como divierten a los
partidarios de la oposición. La hilaridad que las interrupciones de Elmortada y
Michinina provocó en su momento entre los detractores de Teófila Martínez, solo
fue superada por el cabreo de sus seguidores. E imagino que habrán sido los partidarios de la Teo los que anden desternillándose mientras los seguidores de Cádiz Si Se Puede estén que trinan.
Pero
tampoco se trata de actuaciones que se produzcan exclusivamente en la Tacita de
Plata, y en casi todos los ayuntamientos de capitales de provincia se han
vivido situaciones parecidas. Es más, muchos colectivos lo utilizan como
estrategia para visibilizar sus protestas: interrumpen el pleno, muestran
carteles o eslóganes en las camisetas y a continuación abandonan el Pleno, una vez conseguida la foto que de
inmediato se difundirá por redes sociales y medios on line.
La
complejidad de su gestión es directamente proporcional a la duración y
violencia verbal de la interrupción. En la mayoría de las ocasiones, la
indicación del alcalde o el presidente del Pleno para que se abandone el salón es
suficiente para que los protestones depongan su actitud. Pero a veces la pasión
o la desesperación de los boicoteadores dificulta una solución decorosa.
Porque
siendo un ejercicio de libertad de expresión, colisiona con otros mandatos
legales que puede llegar a suponer una imputación por atentado a la autoridad.
De
ahí la importancia de la cintura del
dirigente municipal que sufre esta situación. Empatía, paciencia y humildad,
con la cantidad suficiente de firmeza, son las virtudes que le ayudará a
solventar la situación. Y hay que ir preparado para una situación así, ya que
éstas situaciones son las que demuestran las fortalezas o debilidades de un dirigente.
Por
eso sorprenden las palabras de Kichi ante la interrupción de Tamara Escarcena y
su marido. Hay que reconocer que, por el vídeo que se ha difundido, el alcalde
de Cádiz muestra cierta habilidad para no convertirlo en una situación tensa y
desagradable: se acerca, deja hablar a Tamara y Juan Antonio, y tras unos
minutos pide a la pareja que abandonen el Pleno. Pero toda esta gestión se quiebra
con sus palabras finales, cuando afirma:
Por favor….
por favor… A la próxima que tenga que llamar la atención, voy a desalojar, lo
siento, ¿eh?. Este Pleno… bien, bien, pero este no es el sitio. Este pleno está
ahora mismo reunido aquí la soberanía del pueblo de Cádiz, y nadie puede
interrumpirlo. Nadie. Sin excepciones. Nadie. Sin excepciones. Nadie. Sin
excepciones. Nadie. Por favor. Silencio…
Dice
el refrán que de la abundancia del corazón, habla la boca. La actitud de
acercarse y aplacar los ánimos podía ser impostada. Pero la reiterada
afirmación de que nadie, sin excepciones, puede interrumpir el Pleno (y que recuerdan a las tres negaciones de San Pedro), no.
¿Ha
cambiado el poder a Kichi? ¿O se ha revelado la verdadera condición de José
María González? En todo caso, estas palabras le radiografían y muestran una concepción
política determinada y sorprendente, porque entra en colisión con el apoyo y la
complicidad de su partido con estas situaciones cuando la alcaldía la ostentan
alcaldes y alcaldesas de otras opciones partidarias.
Cierto
que no es lo mismo prometer que repartir trigo. Cierto que no es lo mismo ver
los toros desde la barrera que en medio del ruedo. Pero sobretodo, lo cierto es que no es
posible ser o haber sido de los de abajo quien tan rápidamente se retrata como uno de los de arriba.
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