Ayer, durante
una entrevista radiofónica, el candidato socialista a La Moncloa abrió un melón
con el que nos vamos a divertir bastante. Preguntado sobre la posición del PSOE
entorno a la eutanasia, Pedro Sänchez afirmó que si alcanza la presidencia del
gobierno de la Nación promoverá su debate con vistas a su aprobación.
Pero por
mucho que nos divirtamos, el guión ya está escrito. En cuanto se plantee
formalmente el tema, las organizaciones religiosas tronarán (aunque sobre todo nos lleguen las diatribas de la Iglesia Católica), el PP se posicionará en
la ultraderecha más reaccionaria de Europa y aprovechará cualquier oportunidad para
comparar con terroristas a los que estén de acuerdo con regularla, pero
finalmente habrá mayoría en el Congreso, se aprobará y cumpliendo con lo que
habrán dicho en la tribuna de la Carrera de San Jerónimo, al menos 50 diputados
a Cortes del PP, con su presidente a la cabeza, presentarán un recurso de
Constitucionalidad.
Luego la
sociedad española, con esa normalidad que no deja de ser paradójica, ejercerá
los derechos que le permita la ley. Y cuando el alto tribunal vaya a pronunciarse
(¿siete, diez años después?) la eutanasia será un hecho completamente normalizado.
Por eso la sentencia del Tribunal Constitucional ya se puede prever: declarará
la ley conforme a la Constitución, y todos y todas nos dedicaremos a otra cosa.
Y cerrará el guión cuando algún máximo dirigente del PP que firmó el recurso de anticonstitucionalidad acceda para sí o algún
familiar cercano a la eutanasia.
Es triste,
muy triste, que cualquier avance social en España haya contado con la
encarnizada oposición de la derecha social, religiosa y política de España. Es
triste, muy triste, que tras el ridículo que hicieron con leyes como las del
divorcio o el matrimonio igualitario, el PP no comprenda que la sociedad
española se liberó hace décadas de la tiranía de la jerarquía católica mediante
el pago, eso sí, de cánones anuales más que generosos. Pero sobre todo es triste, muy
triste, que miles, decenas de miles de personas sigan sufriendo sin necesidad
cuando la razón y los sentimientos nos dictan que lo correcto es acortar la
agonía.
Si debo
elegir a un cristo, me quedo con el misericordioso, no con el vengativo. Espero
no tener nunca que decidir sobre la vida o muerte de un familiar cercado, mis
padres, mi marido, mis hermanos, mis sobrinos. Lo que sí tengo claro es que
llegado el momento final quiero morir con dignidad, rodeado de los mismos,
confiado en que nadie se empeñará en hacerme sufrir hasta el último de mis
segundos.
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