En 24 horas, las que van desde la denuncia de ElConfidencial hasta su dimisión, Luciano González García, director general de la Agencia de la Energía de la Junta de Andalucía, asumió
la responsabilidad política de haber construido años antes una vivienda en suelo rústico y
renunció a su cargo en el gobierno regional. Estos son los hechos
desnudos, sin opinión.
Pero como no puede ser de otra forma, la aparente certeza de que un responsable de energía de un gobierno autonómico haya construido una
vivienda en suelo rústico ha vuelto a abrir la caja de Pandora, y en todo tipo
de foros podemos escuchar el mantra acostumbrado hacia los políticos en general
y hacia el PSOE en general.
La masa, no la fecunda de la que nos hablaba Besteiro sino
la linchadora de las grandes ocasiones, grita, como la Reina de Corazones, ¡que le
corten la cabeza!
González García, un particular sin responsabilidad política
institucional en ese momento, tomó la decisión de construir una vivienda en
suelo rústico, como decenas de miles de familias en todo el Estado. Como todas
esas casas ilegales, González García, un particular, consiguió contratar el
agua y la electricidad, como consiguen todos los propietarios de las decenas de
miles de viviendas construidas ilegalmente en España.
Pero más allá de la sorprendente reacción popular (que
empatiza con el extranjero que construyó en suelo rústico y lo considera
engañado, y que en este caso grita iracunda) lo cierto es que además de que no
tenía que haber construido dicha vivienda en el pasado, tampoco debía haber aceptado un puesto de responsabilidad
institucional con ese cadáver en el armario.
Pero hay que reconocer que una vez abierto el ropero y
exhibido públicamente el cadáver, ha reaccionado como dios manda: renunciando,
ipso facto, a su responsabilidad.
Pero este hecho no ha generado la natural tranquilidad: se
ha descubierto una irregularidad en el pasado de un cargo político, y el
afectado dimite de inmediato sin que el Partido al que representa haya
intentado que aguantara en su responsabilidad.
Y esto también me escandaliza. Si celebramos que un político
inglés dimita por haber usado los puntos del carné de conducir de su esposa, y
consideramos ejemplar la dimisión de un ministro alemán por haber
plagiado su tesis doctoral, ¿porqué no reconocemos la virtud de la política
andaluza cuando un gestor público dimite porque años antes de asumir su
responsabilidad política había construido una vivienda en suelo rústico?
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