miércoles, 13 de enero de 2010

¿Prohibiría operar de cáncer a un niño porque es menor de edad?

La noticia de la operación de cambio de sexo de un menor en Barcelona ha provocado de nuevo un aluvión de opiniones en muchos foros de los medios de comunicación de este país. Leyéndolos con detenimiento, mi conclusión es que la ignorancia sobre el hecho transexual es mayoritaria en nuestra sociedad.
Para muchos y muchas, el cambio de sexo queda reducido a un capricho estético que en modo alguno debe ser financiado por la sanidad pública.
Hace algunos meses publiqué un post sobre la transexualidad en este blog, por lo que no me extenderé sobre lo que es la disforia de género. Pero sí me gustaría recordar que ayudar a las personas transexuales a vivir socialmente de acuerdo con el sexo que sienten es la única respuesta terapéutica que hoy por hoy puede ofrecer la ciencia médica. Las personas transexuales no diagnosticadas o no tratadas tienen un alto grado de sufrimiento. Históricamente este sufrimiento les ha llevado a un alto grado de trastornos mentales y su exclusión social. En una sociedad como la nuestra, donde el acceso a la salud es un derecho universal, privar a las personas transexuales de la única terapia conocida además de ilegal sería inmoral.
Una vez diagnosticada la disforia de género la gran pregunta es si someter a la persona transexual a una operación de reasignación, o cambio de sexo. No todas las personas transexuales quieren o pueden operarse. Pero es cierto que cuanto más joven es la persona que se somete a esta operación, mejores son los resultados en su calidad de vida.
Por eso, el debate abierto sobre la edad de la persona que se somete a una operación de reasignación es absurdo. Cuando un médico diagnostica una enfermedad de un paciente mayor de 16 años, éste tiene la última decisión de someterse al tratamiento que le ofrece la ciencia médica. Si es menor de 16, serán los padres quien lo decida.
Si a una persona de menor de edad se le diagnostica un cáncer ¿tiene lógica aplazar una operación quirúrgica necesaria hasta que cumpla los 18 años? Evidentemente no. Incluso existiendo riesgo para la vida del menor, los padres apostarán por ello.
¿Por qué entonces dificultar el acceso a un tratamiento terapéutico cuando está recomendado por el personal médico cualificado? La respuesta es sencilla. Nuestra sociedad aún no se ha librado de 1.700 años de oscurantismo sexual.

viernes, 8 de enero de 2010

Tertsch el Reaccionario

El periodista Hermann Tertsch, empleado en TELEMADRID, afirmó hace algunas semanas en su programa lo siguiente: “Y les aseguro que si yo puediera matar a quince o veinte miembros de Al Qaeda por liberar a nuestros tres compatriotas lo haría sin la menor duda”. La frase ha quedado oculta tras la polémica suscitada entre el sr. Tertsch y la cadena LA SEXTA por las parodias realizada en el programa EL INTERMEDIO entorno a su afirmación. Pero realmente la frase merece un estudio pormenorizado.
El ámbito en el cual el periodista Hermann Tertsch expresó dicha frase, un medio público de comunicación y durante un programa de noticias, impide considerarlas como una gracieta. Debemos aceptarla como una expresión firme, consciente y premeditada, que se corresponde realmente con su opinión.
En ella, el sr. Tertsch llega a afirmar que de tener ocasión (Y les aseguro que si yo puediera) llegado el caso (por liberar a nuestros tres compatriotas) no dudaría (lo haría sin la menor duda) en convertirse en un asesino (matar a quince o veinte miembros de Al Qaeda).
A pesar de su indignación por considerar que en el programa EL INTERMEDIO se le acusó cuatro veces de asesino, lo cierto es que el que se define como asesino es el propio Tertsch. La muerte intencionada de una persona en manos de otra, sino es por resolución judicial, es un asesinato. El que ejecuta un asesinato es un asesino. Hermann Tertsch afirmó que si puediera asesinar a quince o veinte personas lo haría, y solo pone una condición, que fuera por liberar a tres compatriotas secuestrados.
Aunque en el fondo debemos considerarlo un exabrupto, ya que viendole la cara nadie es capaz de imaginarse al sr. Tertsch asesinando ni a un mosquito.
¿Pero cual es realmente el pensamiento político del sr. Tertsch? Está claro que un post como éste y un autor como el que escribe, son insuficientes para analizar y produndizar en su pensamiento político, por falta de espacio por un lado, y falta de competencia por otro ya que no soy un compedio de filósofo, politólogo, antropólogo y psiquiatra como requeriría el caso.
Pero en el ABC de hoy tenemos una muestra del mismo, cuya lectura recomiendo encarecidamente. Citando a Bolz y Broder en un artículo de opinión, clama, entre otras cuestiones, contra el “pensamiento débil” que considera que debemos ser forzados a la igualdad por el bien de una sociedad supuestamente homogénea y sentimentalmente satisfecha con los dogmas de la religión del igualitarismo.
Primero parte de un hipótesis que con buen criterio “científico” considera innecesario comprobar: que la izquierda ha apostado por el igualitarismo como ideología. Luego, dan contenido a esa supuesta ideología, que en este caso es la que “que obliga a sus miembros desde la infancia a adaptarse al nivel del peor”.
“Pensamiento Blandy Bloo” lo llama mi docto maestro. El igualitarismo no es la ideología de la izquierda. El igualitarismo es una estrategia para promover las condiciones sociales necesarias para que todos tengamos realmente las mismas posibilidades. Es cierto que, por ejemplo en la educación, una insuficiente financiación impide a los centros educativos a ofrecer una educación a medida de cada uno de sus miembros. Pero el error no es pretender compensar las carencias del más desfavorecido, sino la falta de recursos en una “dictadura” de la bajada de impuestos.
El sr. Tertsch sigue desnudándose ya que afirma que uno de los mayores males del igualitarismo es “Porque estrangula la formación de elites y así la movilización de la sociedad en el progreso real” ¡Toma, toma, toma!, como diría Borja. Está claro que la apuesta del sr. Tertcsh es por las élites de toda la vida de dios. Por aquello de San Agustín, imagino, que el poder viene siempre de lo alto.
Pero debemos aceptar que el sr. Tertsch es también un humorista genial, ya que en este artículo afirma que “Ni puede equipararse a la cultura democrática occidental, que surge de la idea cristiana de que toda vida humana es un valor supremo” ¡el mismo que está dispuesto a matar a quince o veinte miembros de Al Qaeda! ¡Ay, señor, pero cuanto sentido del humor tiene este muchacho!
Aunque la afirmación que más me ha sorprendido, divertido, preocupado y aclarado es la siguiente: “Pero ya sabemos que éste [Tocqueville] era un puñetero aristócrata francés que merece estar más olvidado aún que Montesquieu”. ¡Arrea!, si quitamos a Montesquieu y a Tocqueville de en medio lo que nos da es el regreso al Antiguo Régimen. Es decir, el regreso ideológico al Imperio, los Reyes Católicos, el ¡Santiago y cierra España!. ¿Les suena? Hace cien años lo denominaban pensamiento reaccionario. Hace cincuenta, pensamiento fascista.

jueves, 7 de enero de 2010

El reto de la Diversidad

La biodiversidad como estrategia para la sostenibilidad, las políticas para promover estrategias que acaben con los monocultivos en la agricultura, la negativa de los matrimonios consanguíneos, etc, nos señala que en el mundo la diversidad en general se considera un valor positivo. Pero en cambio, en el seno de la sociedad la diversidad humana provoca inseguridad.
Afirmar que nuestras ciudades, pueblos y barrios son cada día más diversos es una obviedad. En nuestras poblaciones se entremezclan ciudadanos y ciudadanas de todo el país, de Europa y del resto de continentes. Es cierto que en España este fenómeno es muy nuevo, al contrario que en ciudades como Paris o Londres en las cuales desde hace más de 100 años la mezcolanza de razas, credos e ideologías las convirtieron en faros de civilización durante todo el siglo XX.
Primero la Inquisición, que eliminó cualquier posibilidad de diversidad religiosa, luego la lacra de nuestras guerras civiles (carlistas y franquistas)que dificultó la diversidad ideológica, y por último nuestra pobreza como nación tras la pérdida del imperio, que hizo poco atractivo nuestro país para generar corrientes inmigratorias, nos convirtió en una “rara avis” en Europa. Hasta nuestra vecina Portugal ha tenido tradicionalmente mayor diversidad étnica que nosotros.
La actual eclosión de diversidad social en España es el producto lógico de nuestro éxito como país. La libertad religiosa y política obtenida tras la transición así como el crecimiento económico de los últimos 25 años, nos ha convertido en una meta para todas aquellas personas que quieren vivir mejor y con mayor libertad. En este sentido, ya no tenemos nada que envidiar a países que otrora eran paradigmas de libertad, bienestar y respeto.
Pero la ciudadanía española no se ha preparado para este logro. Es natural que lo diferente, lo desconocido, provoque miedo, ansiedad, rechazo. Y este natural sentimiento es el que ha sacudido a los y las vecinas del barrio obrero sevillano de San Jerónimo, paradigma histórico por su capacidad de asimilación de la diversidad y la solidaridad entre sus miembros en los largos años oscuros del franquismo y la pobreza.
El desencadenante ha sido la posibilidad, que hoy por hoy parece descartada, de ubicarse en sus suelos una mezquita para atender a la población musulmana de la Macarena. Fijar el debate en mezquita sí, mezquita no, es un error del que solo salen beneficiados los más extremistas. Estoy seguro que todas las manifestaciones y concentraciones realizadas en los últimos meses, a favor o en contra del templo musulmán ha congregado mayoritariamente a buena gente, ciudadanos trabajadores que quieren seguir viviendo en un barrio obrero, tolerante y respetuoso con sus diferencias.
Pero los extremistas de ambos lados están queriendo sacar réditos políticos atizando la fácil hoguera del miedo a la diferencia o a la homogenización. La diversidad es buena para nuestro país. Mejora nuestra compresión del mundo, facilita a nuestros jóvenes experiencias fundamentales para competir en un mundo global, atrae a gente con iniciativa y otras perspectivas, y oxigenan, en definitiva, nuestras sociedades y nuestras mentes.
Claro que ello requiere una apuesta decidida por las políticas públicas, mejorando la red sanitaria y escolar, creando servicios de mediación en conflictos y atemperando los naturales miedos a lo desconocido. Cerrar los ojos a maniobras de los extremistas a la vez que se pide a gritos bajadas de impuestos que harán imposible estos servicios es el mayor de los cinismos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Nadie dijo que luchar no fuera peligroso

La vida de Gandhi, a pesar de su lucha no violenta, no fue sencilla. Pasó hambre, destierro, prisión. Cuando una persona toma la decisión de luchar por sus derechos o los derechos de los demás debe asumir que esa lucha puede tener graves consecuencias personales. Aún más, cuanto más riesgo supone su lucha, más valor tiene.
Porque, ¿que mérito tiene acabar con un régimen tiránico, con el tráfico de armas o el hambre en el mundo si se resolviese con un mando a distancia desde el sofá de casa?
Por eso, en los últimos tiempos tenemos dos ejemplos de personas que decidieron luchar asumiendo un importante riesgo personal: la activista saharagui Aminatu Haidar y el ecologista Juan López de Uralde.
El envite tiene sus riesgos. La lucha de Aminatu Haidar, para ser creible, debía ser a vida o muerte. La lucha de los y las activistas de GREENPEACE, para convencer, deben asumir que con sus actos pueden terminar con los huesos en la cárcel.
Afortunadamente para Haidar, el Reino de Marruecos no “aguantó” la presión internacional y tuvo que permitirle regresar a su país, el Sahara Occidental, aunque ahora la mantenga en un ilegal arresto domiciliario. Desafortunadamente para López de Uralde, la otrora democracia envidiada del Reino de Dinamarca ha mostrado una mayor intolerancia que el Reino de Marruecos y lo mantiene en prisión en condiciones de una dureza injustitifcable para un país de los que englobamos como desarrollado.
Y si criticamos al Reino de Dinamarca no es por encarcelar a López de Uralde, sino de aprobar leyes represivas que lo han permitido, ya que el dirigente de GREENPEACE era consciente del riesgo de su acto y sabía que podía terminar en la cárcel tal y como ha ocurrido.
En el otro extremo del compromiso moral de la lucha lo encontramos en una cada vez más desorientada jerarquía católica. Acostumbrados a la luchas de sacristía y de las discusiones absurdamente bizantinas, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Martínez Camino, amenazó “a los políticos que apoyen la nueva ley del aborto que se convertirán en "pecadores públicos" y, por lo tanto, no podrán comulgar”. Pero si el envite de Haidar y López de Uralde era sincero, exponiendo ambos su integridad física, la de Martínez ha carecido de autenticidad. La jerarquía católica, sin arriesgar nada en lo personal, es incapaz de llevar hasta el final sus amenazas. Y por eso los diputados, diputadas, senadoras y senadores católicos podrán seguir comulgando a pesar de haber votado a favor de la nueva Ley. Por ello, el colegio episcopal español debería aprender mucho de López de Uralde y Haidar, los verdaderos apóstoles de la dignidad.