martes, 7 de julio de 2009

Apuntes sobre la Transexualidad

En 2007, la secretaría de igualdad de la UGT de Andalucía me pidió un informe resumido sobre la transexualidad, documento que confeccioné con el nombre de APUNTES SOBRE LA TRANSEXUALIDAD. Localizado de nuevo en mi archivo, y visto que aún conserva su vigencia, he decidido incluirlo en el blog. Espero que resulte de tu interés.

La disforia de género o transexualidad es un trastorno de la identidad de género sobre cuyo origen no hay consenso en la comunidad científica. Las personas denominadas transexuales se identifican con el sexo contrario al sexo biológico. Es decir, la transexual femenina es la persona que habiendo nacido con sexo biológico masculino se identifica plenamente como mujer, y el transexual masculino es la persona que habiendo nacido con sexo biológico femenino se siente identificado plenamente como hombre.

Históricamente en occidente, la disforia de género se ha identificado con situaciones extremas de homosexualidad, cuando la realidad es que esta afecta a la orientación sexual (hacia que sexo te sientes atraido/a) y la transexualidad afecta a la identidad de género (con que sexo te sientes identificada/o).

Tras los estudios del médico norteamericano Harry Benjamín
, se concluyó que la única respuesta clínica para mitigar el sufrimiento de los pacientes que mostraban una disforia de género es favorecer que la persona viva de acuerdo con su identidad de género. En su libro El Fenómeno Transexual editado en 1966, relata los fracasos de todas las técnicas terapéuticas psiquiátricas tradicionales y las posibilidades que ofrecía para mejorar la calidad de vidas de las personas transexuales favoreciendo su vida con el sexo identificado, pero también de las dificultades sociales en los Estados Unidos de América de aquellos años, porque en algunos Estados vestir con ropas que no correspondiese con el sexo biológico podía castigarse con pena de cárcel.

El debate sobre el número de personas que puedan calificarse de transexuales viene de antiguo y en estos momentos no hay consenso sobre ello. Desde un primer porcentaje que calculaba una persona por cada 100.000 (que significaría que en Andalucía sumarían un total de 80 personas), hasta una proporción de 1 de cada 15.000 para el caso de las mujeres transexuales (que han nacido con sexo biológico masculino), y 1 de cada 25.000 para el caso de los hombres transexuales (que han nacido con sexo biológico femenino), lo que supondría alrededor de 500 personas. A nivel nacional, la Fundación para la Identidad de Género
baraja la cifra de 3.000 transexuales.

Pero estos datos hay que tomarlos con cierta precaución, porque existen factores que pueden distorsionar estos números. En Andalucía, por ejemplo, la inclusión en el catálogo de prestaciones de las operaciones de reasignación de sexo por parte del Servicio Andaluz de Salud (mediante la creación de la Unidad de Trastorno de Identidad de Género en el Hospital Carlos Haya de Málaga) ha llevado a muchas personas transexuales de otras Comunidades Autónomas a fijar su residencia en la nuestra para beneficiarse de una prestación que lamentablemente no está incluida en el Catálogo General de Prestaciones del Servicio Nacional de Salud.

Por otro, los hechos parecen demostrar que un mayor conocimiento de la realidad transexual tanto por parte de las familias como por los sistemas de sanidad, permitirán en los próximos años un mejor diagnóstico y por ello un aumento de los casos declarados.

Las personas transexuales se enfrentan con graves dificultades para su desarrollo, lo que les produce un gran sufrimiento que es lo que en la actualidad se intenta solventar. Como afirmábamos anteriormente, adecuar la vida cotidiana de la persona transexual al sexo sentido es la única propuesta terapéutica para evitarlo. Vestir con ropas correspondientes al sexo identificado, usar un nombre de dicho género y la reasignación quirúrgica son los elementos más utilizados.

Los problemas que se encuentran las personas transexuales son múltiples y en la mayoría de los casos causantes de otros cuadros clínicos como la depresión, etc. Cuando una persona, generalmente en la pubertad y/lo la adolescencia, comienza a tener un conflicto con identidad de género, la ausencia de información y de referentes, les llevará por un lado a una búsqueda absurda para comprender que es lo que le pasa y por otro a ser calificado en la mayoría de las veces como homosexual, lo que dificulta aún más la comprensión de su realidad por la persona transexual y su entorno.

Cuando finalmente comprende que es lo que le pasa, comenzar a vivir la vida cotidiana su identidad de género (cambio de nombre, ropas del “otro sexo”, etc…) supone un enfrentamiento brutal no ya con la familia, que también, sino con la sociedad en general: ¿Cómo pedir en el instituto, en la facultad o en el trabajo que se le llame por otro nombre distinto del que fue registrada en su día?. Esta situación ha generado que la mayoría de las personas transexuales que han manifestado a edades tempranas su conflicto no hayan finalizado sus estudios básicos y muy pocas, hayan cursado estudios medios o superiores. En el caso de que sea demandante de empleo, la situación pasa directamente por el rechazo sistemático a ser contratada.

Hasta la última reforma de producida en España, la juridisprudencia española, una de las más avanzadas del mundo, permitía el cambio de nombre en el registro siempre que se hubiera completado la reasignación quirúrgica. Contra lo que se puede pensar atendiendo a las noticias publicadas, no es la panacea para las personas transexuales. Primero porque es una operación a las que no todas las personas transexuales pueden o quieren acogerse; segundo, porque requiere un tratamiento hormonal de por vida, que afecta de forma importante a la salud de los mismos.

Además, los protocolos de reasignación recomiendan un periodo de 12 a 18 meses de lo que se denomina “Test de la Vida Real”, que consiste vivir social y personalmente durante dicho periodo con el género con el que se identifica. Este test, fundamental e inevitable, supone una complicación más para la reasignación.

En la actualidad, la ley aprobada recientemente, permite el cambio de nombre del DNI con el diagnóstico de la disforia y sin necesidad de haber completado el proceso de reasignación.

Como hemos afirmado anteriormente, la Junta de Andalucía fue la primera administración en incluir en su catálogo de prestaciones la reasignación de sexo, tras un Informe emitido por el Defensor del Pueblo Andaluz y una resolución por unanimidad del Parlamento de Andalucía. Hasta ese momento, dichas operaciones se solían realizar en el extranjero, con pocas garantías sanitarias, y sin un seguimiento exhaustivo de los protocolos anteriormente citados. En la actualidad, varias administraciones autonómicas han manifestado su intención de incluir dicha prestación en sus sistemas públicos de salud.

Una de las “salidas” más utilizadas por las personas transexuales es buscar nombres “neutros” (como Trinidad para las mujeres transexuales) que pasen sin dificultad las limitaciones del cambio de nombre. Esta solución solo evita a las personas transexuales que han cambiado su aspecto físico y vestimenta usar un nombre demasiado chocante con el sexo biológico consignado en el Documento Nacional de Identidad.

Tradicionalmente, las mujeres transexuales se han visto abocadas por el rechazo familiar y socio-laboral, a dedicarse a la prostitución y/o el espectáculo. Por su parte, los hombres transexuales han sufrido una menor persecución ya que la propia discriminación de la mujer les ha impedido ser visualizadas socialmente pero han quedado relegados a desarrollar trabajos asignados a mujeres con baja cualificación. Afortunadamente hoy en día la situación del hombre y de la mujer transexual está cambiando.

Desde el ámbito sindical, la acción a favor de las personas transexuales puede ser importante, ya que una de las mayores dificultades de estas personas es la imposibilidad del acceso al empleo. Pero siendo conscientes también que la propia trayectoria vital de la mayoría de estas personas las convierten en personas de difícil empleabilidad.

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