martes, 27 de julio de 2010

Maricones viejos

Hace unas cuantas semanas, al pasar por el mercadillo del jueves de Sevilla, que desde el siglo XIII se celebra todos los jueves (menos en jueves santos, corpus cristi y ascensión) en la calle Feria, observé sobre una manta una cuartilla de cartulina que ponía “novelas gays”. Me sorprendió que en ese batiburrillo de “chamarileros, chalanes y anticuarios” donde terminan los objetos más kitsch se mostraran para su venta novelas para gays.
Solo pude detenerme algunos segundos, ya que llegaba tarde al trabajo, pero pude comprobar que se trataban de novelas eróticas o pornográficas (de esas que, antes de Internet, se leían con una sola mano) en inglés y que por las ilustraciones de sus portadas diría que eran de los años setenta, años ochenta lo más.
Aquel día camino del trabajo, y varias veces después, he pensado en el propietario de aquellos volúmenes que habían terminados en un cutre mercadillo a los ojos de todos los que lo quisieran ver, hasta imaginarme un hombre nacido entorno a la Guerra Civil, un muchacho de buena familia, al que nunca se le conoció pareja, culto. Un hombre que en los setenta leía en inglés, podía trasladarse a Inglaterra o Estados Unidos y traerse libros que por aquellas fechas difícilmente podrían encontrarse legalmente en España, y que como un pequeño tesoro, seguramente oculto en lo más escondido de su biblioteca, acumulaba un par de docenas de novelas donde historias de hombres que se amaban terminaban con un final feliz. Un hombre que moriría viejo y solo, dejando todo su patrimonio a sus sobrinos los cuales al descubrir su pequeño tesoro de papel sonreirían jocosos, mirad el maricón del tío.
Reconozco que se trata tan solo de una fantasía. Igual se trata de una colección de libros de algún viajero anglosajón enamorado de Sevilla, o los restos de una librería gay friendly con poco éxito en esta ciudad nuestra.
Pero en todo caso, este fantasmagórico personaje me lleva a dedicar un sentido homenaje a todos aquellos gays y lesbianas, las fernandas y luisas de nuestros pueblos, encaladores, vestidores de vírgenes, anticuarios, putas y putos, que durante centenares de años, pero especialmente durante la dictadura del felón Franco, sufrieron y lograron sobrevivir ante la incomprensión de los suyos y el desprecio de los demás.
Posiblemente mi vida y la de mi fantaseado maricón viejo que atesoraba novelas ocultas en una librería tengan pocos puntos en común. Pero no por ello puedo dejar de reconocerme en ellos y reconocerles mi gratitud por sus vivencias y supervivencias. Ya que si no es por muchos de ellos, mi vida posiblemente habría sido muy parecida a las suyas.

domingo, 25 de julio de 2010

Cajasur: el secreto guardado… o no?

En Andalucía siempre se ha afirmado que Cajasur era algo más que una caja de ahorros andaluza, ya que la Iglesia Católica y incluso el Estado Vaticano la utilizaban como su banca para gestionar los recursos, realizar inversiones, controlar transferencias, etc.
Por ello, la defensa numantina para escapar del control de una administración socialista se ha interpretado como el esfuerzo para evitar que el “enemigo” se apoderara de secretos sensibles para la economía católica.
Primero fue el enfrentamiento para evitar que se le aplicara la Ley de Cajas andaluza, salvada in extremis por la intermediación de Rodrígo Rato desde el ministerio en Madrid. Luego ha sido la fusión con Unicaja, donde la dirigencia religiosa de Cajasur ha preferido ser encausada por el Banco de España antes de permitir que el largo brazo de la Junta de Andalucía llegara a enterarse de sus “secretos”.
Según algunos, varias han sido las maniobras de la Iglesia Católica Española para asegurarse un cierto control de la Obra Social de la extinta Caja andaluza, pero la opción BBK, según algunos mentideros andaluces, va mucho más allá.
Se rumorea que desde la Iglesia Católica vasca se ha asestado un golpe a Rouco Varela, consiguiéndose un as para parar el golpe de los radicales rouquista que en los últimos años han ido cercando y desmontando la iglesia autónoma vasca. Apoderándose de Cajasur a través de BBK, la Iglesia Católica de Euskadi se apodera de sus secretos. Con lo cual todos los esfuerzos de Rouco Varela y los suyos para huir del enemigo socialista ha terminado en la entrega de todos sus secretos al cordial enemigo amigo. Lo que no deja de provocar cierta hilaridad en Andalucía, ya que la venganza se sirve en frío.

viernes, 23 de julio de 2010

El premio es el Estado

Si seguimos las noticias por los medios de comunicación o escuchamos los comentarios de amigos y familiares, lo importante ahora es el paro y la economía. Y como casi siempre, lo evidente es engañoso.
La crisis económica actual no deja de ser una crisis más del sistema capitalista, necesarias cada cierto tiempo para resolver sus contradicciones intrínsecas. Lo que le hace completamente diferente no es el aumento del paro, la quiebra de empresas o la bajada del PIB sino las respuestas e imposiciones que desde múltiples instituciones adscritas al Radicalismo Neoliberal (RNL) están transformando nuestra realidad no ya económica sino institucional.
El control que hasta la Segunda Guerra Mundial ejercía el Capital en los sistemas políticos de occidente saltó por los aires a través de la socialdemocracia europea que permitió la participación real, por primera vez en la historia, de la base de la pirámide social (clase trabajadora, clases populares, o como quiera llamársele) en las instituciones del Estado.
Por primera vez en la historia de las democracias, el Estado y su aparato (administración, justicia, policía, ejército) ya no era coto privado del Capital sino que debía compartirlo e incluso cederlo al conjunto de la sociedad.
La reacción del Capital fue lenta, incluso inexistente en un primer momento. La fuerza de la ideología marxista, el temor real a la extensión del comunismo en su versión soviética, etc, paralizó al Capital, dejando con su inacción espacio a la democratización profunda de los Estados.
Cuando llegó, la reacción del Capital se vehiculizó a través de los Think Tank (traducible como Depósitos de Ideas) creándose la corriente Neoliberal, que usurpando el término a la venerable ideología decimonónica, la transformó en un verdadero movimiento totalitario.
El objetivo del Radicalismo Neoliberal es volver a privatizar el poder. Dado que era imposible recuperar el Estado, éste se convertía en el enemigo a batir. Y para ello era necesario sustituirlo por el Mercado.
Si observamos las propuestas del Radicalismo Neoliberal para superar esta crisis observamos que la propuesta final es la sustitución del Estado Nacional por el Mercado Internacional. Dado que los Estados Nacionales están más o menos democratizados, lo que esconde la propuesta es sustituir sistemas democráticos por un sistema totalitario.
Por ello, el Mercado es, en sentido estricto, similar al nazismo y al comunismo soviético. Un sistema totalitario que escapa del control democrático, que es gestionado por las élites y cuyo enemigo a batir son los sistemas democráticos.
Sorprendentemente, la sociedad democrática asiste paralizada al mayor trasvase de poder de un conjunto de sistemas democráticos a un sistema totalitario.
Al Radicalismo Neoliberal le sirven todos los errores de los sistemas democráticos y sus gestores, los y las políticas. La corrupción, los nacionalismos periféricos, el descrédito de la clase política y de la función pública, etc, son parte del asfaltado necesario para llegar al objetivo final.
Muchos son los desafíos del Radicalismo Neoliberal, entre otros, China. Pero para las sociedades democráticas como la española, la pérdida de ese poder puede llegar a ser dramático. Cuanto más se vacía el Estado, cuanto más se privatiza la gestión pública, más irrelevante se convierte el sistema democrático y menos poder real tienen las y los trabajadores y gran parte de la antigua burguesía. En un último estadio, al Radicalismo Neoliberal no le importa el mantenimiento del Estado como carcasas vacías, meramente protocolarias, que en el mejor de los casos sean sus extremidades ejecutoras.
Por eso, hoy la Revolución es recuperar el Estado, devolverle su poder y su función. La democratización del Estado fue el gran éxito de las sociedades occidentales a mediados del siglo XX. Y su vaciamiento el premio del Capital.

sábado, 26 de junio de 2010

Orgullo sin orgullo

Otra vez estamos en junio, e inevitablemente en diferentes ciudades del mundo, entre ellas Sevilla, se organiza el show llamado Orgullo, el Gay Pride anglosajón. ¿Show? Si, naturalmente. No es tendenciosidad, es reiteración de un posicionamiento que vengo defendiendo desde hace años.
Si preguntas a cualquier heterosexual (sobre todas chicas) que hayan participado en un “Orgullo” lo primero que te dirán es que se lo han pasado muy bien, que se han divertido mucho.
¿Divertirse? Si realmente el llamado “Orgullo” fuese un acto reivindicativo (y no la hipermercantilización de una discriminación) nadie emplearía el término “divertido”.
¿Quién se imagina a un obrero de la Revolución de Octubre diciendo que se habían divertido mucho asaltando el Palacio de Invierno? O a un sans-culottes de la Revolución Francesa afirmando ¡uy, que bien nos lo hemos pasado quemando medio Paris! O a un soldado republicano en la batalla del Ebro decir ¡ostia, que divertido! Y por supuesto, nadie, tras observar el primer suicidio reivindicativo feminista, el de Emily Davidson en Epson, podría afirmar ¡que bien me lo he pasado! Ninguna lucha es divertida. Y hacerla divertida a fuerza de disfrazarla, ridiculizarla y parodiarla, en el supuesto de tratarse de una verdadera reivindicación, es una estrategia de banalización que únicamente sirve a la discriminación.
Pero muchos y muchas somos conscientes que bajo el Orgullo lo que se esconde es un lucrativo negocio que expande sus tentáculos a prohombres del movimiento gay, gayempresarios (muchos de ellos heteros, of course) y políticos necesitados de impulsar la industria turística.
El “Orgullo” es un acto exclusivamente comercial, carnavalesco, que sirve a la postre para justificar tanto la ausencia de políticas de igualdad en materia GLBT y el constante coqueteo de una parte la izquierda con la Iglesia Católica, como para justificar a la derecha más reaccionaria sus prejuicios y homofobia. Y todo ello permitiendo a unos cuantos hacer caja.
¡Esto sí que es divertido, oiga!

viernes, 18 de junio de 2010

Espadas, el austero

Más allá de haber leído su nombre en algunas noticias y en el BOJA y visto su retrato en algún periódico, mi desconocimiento sobre el compañero Juan Espadas (Sevilla, 1966) era absoluto hasta hace un par de meses. Tras su elección como candidato a la alcaldía de Sevilla para las próximas elecciones municipales en mayo de 2011, me comenzaron a llegar, de personas de mi confianza, algunas opiniones elogiosa sobre su figura.
Como militante del Partido Socialista tiendo a rechazar a los candidatos chistera, esos que el sanedrín del partido suele elegir, aterrizan como paracaidistas y generalmente terminan con un fracaso sonoro. Por eso llegué entre espectante y reticente a la charla que el compañero Juan Espada ofreció en la Agrupación Local de San Jerónimo el pasado día 17 de junio de 2010.
Y debo reconocer que la impresión que me ha causado el compañero ha superado mis espectativas. Sabiendo que las personas somos como los melones (solo abriéndolos sabemos si son dulces o pepinos) hasta que el compañero Espadas no comience a ejercer tanto de candidato como de alcalde, si así lo queremos los y las sevillanas, solo podemos hablar de impresiones y me atrevo a calificar la mía de positiva.
Juan Espadas reconoce lo complicado de presentar un nuevo proyecto a las y los ciudadanos sevillanos, tras venirse gobernando desde 1999 y en medio de una profunda crisis económica, social y psicológica que puede llevar a un voto de castigo. Pero apuntó algunas reflexiones con las que no sólo estoy de acuerdo sino que además muestra a un candidato que sabe a lo que se enfrenta.
En un momento de su intervención reconoció que en el próximo mandato no se darán las circunstancia para apostar por los grandes proyectos que permite a un alcalde pasar a la posteridad, señalando, a continuación, que está dispuesto a liderar la corporación municipal en dicho escenario. También reconoció que es el momento de apostar por rentabilizar al máximo los recursos disponibles, incluyendo la reforma administrativa del ayuntamiento.
Toda su intervención transpiraba una apuesta por la política a pie de calle, donde menos es más, y la necesidad virtud. Tras vivir la sociedad española una década por encima de sus posibilidades, Juan Espadas parece dispuesto a gestionar la escasez con imaginación, trabajo y optimización de los recursos públicos. Espadas, el austero. Y ese candidato sí me gusta.

miércoles, 28 de abril de 2010

Donde termina la laicidad y donde empieza la libertad de culto

Aunque pueda parecer lo contrario, el debate sobre el uso de elementos religiosos en espacios públicos lo llevo escuchando desde mis tiempos en los Salesianos de Málaga. Pero es verdad que en los últimos años ha adquirido rango de debate social que, en mi opinión, muchas veces mezclan churras con merinas lo que provoca la imposibilidad del debate sereno y abre la puerta a los discursos demagógicos, xenófobos y chauvinistas.
El marco teórico sobre la religión en España está claro y se recoge en el artículo 16 de nuestra Constitución, que para aquellos que lo hayan olvidado (o nunca lo hayan leído) dice lo siguiente:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones
.”
En este artículo hay a mí entender dos elementos fundamentales: primero, que el estado carece de religión estatal, esto es que ninguna expresión del estado podrá exhibir elementos religiosos, y segundo que la manifestación religiosa solo tiene como límite el orden público.
Sobre el debate de crucifijos en las aulas, poco hay que hablar. Ningún continente público, es decir, propiedad del Estado y por lo tanto de cualquier administración (central, autonómica, local) puede mostrar elementos confesionales. Entiendo además, que los funcionarios públicos en el ejercicio de su función tampoco podrán mostrarlos, como son los profesores contratados por la administración en cualquiera de sus modalidades. Pero tampoco jueces, personal sanitario, ni el jefe del Estado. Claro que una vez que dejen de ejercer su función pública, en sus vidas cotidianas, podrán ejercer su libertad a manifestar su religión.
Otra cosa es el ciudadano, que tiene libertad completa “sin más limitación en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento de orden público protegido por la ley”. Por lo tanto, el uso de cualquier vestido, uso o costumbre que cualquier persona pueda desarrollar es decisión personal y respetable, siempre que mantenga el orden público, como puede ser un velo, una cofia, un uniforme, un pañuelo, una kipá, collares, aros, etc. y su uso nunca puede estar restringido, excepto, naturalmente, por cuestiones de seguridad o sanidad, por ejemplo.
¿Qué pasa entonces con el velo que usan algunas mujeres en el mundo islámico para cubrirse el pelo o hiyab? Está claro que legalmente no existe ninguna limitación como complemento de vestir, y como símbolo religioso, al no alterar el orden público, constitucionalmente no puede ser prohibido.
Ahora bien, existen normas legales o consuetudinarias que limitan determinados usos. En occidente, tener la cabeza cubierta en un recinto cubierto se ha considerado históricamente como una falta de educación. Hay una anécdota muy reveladora hasta qué punto era importante esta tradición. Durante la coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio se produjo un grave conflicto cuando los Grandes de España, haciendo uso de sus prerrogativas, pretendían permanecer con la cabeza cubierta durante la ceremonia, mientras los príncipes alemanes tenían que estar descubiertos, Tensión que solo finalizó con la petición del futuro emperador para que los españoles transigieran y renunciaran a un derecho fundamental de los Grandes de España.
Considerar de mala educación permanecer con la cabeza cubierta bajo techo lleva a muchas instituciones a fijar la prohibición de usar gorras, sombreros, etc. En este caso sí sería lógica la prohibición del hiyab, pero no por cuanto elemento religioso sino como prenda de vestir. Claro que para ser creíble esta prohibición debería ser por igual para todos, incluidas monjas y sacerdotes, por ejemplo.
Estoy de acuerdo con la decisión del gobierno de la Nación de negarse a prohibir legalmente el hiyab porque sería ir contra la constitución ya que solo tendría sentido basándose en su uso religioso. Y me parece correcto que sean los centros, educativos, sanitarios, etc., los que establezcan sus normas internas de usos que, entre otras cuestiones y no la principal, regularan la posibilidad o no de estar con la cabeza cubierta.
Para finalizar, señalaré que a mi entender un argumento realmente contraproducente es el que compara las normas legales de países islámicos para impedir u obligar a seguir las costumbres españolas. Porque al hacerlo inconscientemente se compara una sociedad avanzada y democrática como la nuestra con sociedades en ocasiones medievales y sin garantías ni derechos humanos. Precisamente somos una sociedad decente porque defendemos el ejercicio de los derechos humanos y de la ley. Compararnos con ciertos países es una forma como otra cualquiera de insultarnos como sociedad.

domingo, 25 de abril de 2010

El regreso de la Memoria

La sociedad española observa atónita como un nuevo precipicio se abre a sus pies. La Memoria Histórica parece que ha desencadenado un torbellino de pasiones peligrosas, en el cual, como es humano, cada uno intenta arrimar el ascua a su sardina.
Tales dislates estamos leyendo y oyendo en los últimos meses, que me gustaría aportar algunas ideas que te ayuden a clarificar los debates.
Empecemos cronológicamente en el tiempo. En 1931, al abdicar Alfonso XIII, tras las elecciones municipales que dio una amplia mayoría a los partidos que abogaban por la república y por eso llamados republicanos, por motu proprio y en contra de los consejos de algunos de sus leales monárquicos, se abrió paso, de forma pacífica y sin fractura social, a la II República Española. Durante su existencia se sucedieron tres mayorías: la republicano socialista en un primer periodo, en la que se aprobaron la Constitución y las leyes más progresistas; la CEDA, que consistió básicamente en un periodo donde se intentó o produjo la “contrarreforma” de los gobiernos anteriores; y el Frente Popular, que apenas dispuso de unos meses para su desarrollo antes de que una parte de la jerarquía militar y de la alta burguesía, junto con la Iglesia Católica, promovieran un levantamiento militar que tras su fracaso se convertiría en nuestra Guerra Civil (a veces llamada Incivil por sus efectos) y que duró casi tres años (de julio de 1936 a abril de 1939).
A lo largo de esos casi tres años el gobierno constitucional intentó por una parte ganar la guerra y por otra mantener el control de su zona, rápidamente soliviantada por el rechazo social a los militares sublevados y a grupos revolucionarios más o menos organizados. Por su parte, los militares felones, rápidamente liderados por Francisco Franco, desarrollaron una campaña de terror y exterminio en los territorios que fueron ocupados, teniendo como ejemplo a Gonzalo Queipo de Llano y sus proclamas radiofónicas.
En ambos territorios se torturó, se robó, se confiscó, se asesinó. Es decir, en ambas zonas se produjeron miles, centenares de miles de víctimas inocentes.
La diferencia fundamental es que mientras en la zona “republicana” eso ocurrió contra la voluntad de la presidencia, el gobierno y las cortes, en la zona “nacional” fue instigada por las fuerzas militares con el objetivo de eliminar física, emocional y socialmente cualquier resistencia. La expresión más clara de ello la obtenemos de uno de los primeros y principales instigadores del alzamiento militar contra el gobierno constitucional, el general Mola, el cual proclamó el 15 de agosto de 1936 en Radio Castilla: “En resumen: ni rendición, ni abrazo de Vergara, ni pactos de Zanjón […] para los que alentaron a sabiendas una guerra de infamias, crueldades y traiciones, para esos jamás; antes la Justifica de la Historia, la nuestra, la de los patriotas, que ha de ser inmediata y rápida”.
Para los militares felones solo una justicia expedita que eliminara físicamente a los republicanos era aceptable. Y a ello se dedicaron durante y después de la guerra.
Por su parte, la voluntad de la República, expresada por su presidente Manuel Azaña durante su discurso en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938, fue la contraria: "Es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón.”
La victoria de los militares capitaneados por Franco se tradujo en la inmediata reparación de sus víctimas: empleos, pensiones, subvenciones, honores, etc. Durante años se persiguieron, juzgaron y en muchas ocasiones se ajustificaron a sus autores. Por el contrario, las víctimas de los franquistas y sus familiares siguieron sufriendo la discriminación, la pérdida de empleos, el expolio, la depuración, la prisión, e incluso el asesinato.
En 1975, año de la muerte del dictador, no solo no se habían reparado a las víctimas republicanas de la Guerra Civil sino que se añadieron muchas más a lo largo de los 36 años de gobierno totalitario. Decenas de miles habían sufrido cárcel entre 1940 y 1975, habían sido expedientados, disponían de antecedentes policiales, etc. Por ello, las fuerzas de izquierda exigieron como condición indispensable para cualquier avance la Amnistía. Es decir, la exigencia que a los acusados, perseguidos y condenados por cuestiones políticas durante la dictadura se le extinguiera su responsabilidad penal. Por ello, en 1977 se promulgó la Ley de Amnistía, que contra lo que hoy se pretende, no trataba de amnistiar los delitos producidos por la Guerra Civil, sino los producidos por las leyes franquistas, tanto para los acusados como para los acusadores.
Si leemos con detenimiento el artículo segundo lo podemos comprender: “En todo caso están comprendidos en la amnistía: a) Los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con ocasión o motivo de ello, tipificados en el Código de Justicia Militar; b) La objeción de conciencia a la prestación del servicio militar, por motivos éticos o religiosos; c) Los delitos de denegación de auxilio a la justicia por la negativa a revelar hechos de naturaleza política, conocidos en el ejercicio profesional; d) Los actos de expresión de opinión, realizados a través de prensa, imprenta o cualquier otro medio de comunicación; c) Los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y agentes del orden público, con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los actos incluidos en esta Ley; d) Los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas.”
Es decir, con la Ley de Amnistía se “perdonaron” los delitos cometidos por las fuerzas de izquierdas (incluidos los terroristas) y de derechas (incluidos los terroristas) así como los perpetrados por funcionarios públicos por cumplimiento o no de las leyes franquistas, como políticos, jueces y policías, entre otros.
Durante los gobiernos de Felipe González se produjeron algunas reparaciones a las víctimas republicanas, como fueron indemnizaciones, reconocimientos del grado a los militares republicanos, etc, pero sin proceder a las terapias de recuerdos de "comisiones de verdad" donde se investigaran todos los crímenes cometidos. En este sentido, la Transición supuso el compromiso colectivo de todos de olvidar, a cambio de asegurar el futuro del país.
¿Quién rompió el pacto de la Transición en España?
Por un lado, la Iglesia Católica, comenzó en 1996 un proceso masivo de beatificación de sacerdotes asesinados entre 1936-1939 durante la Guerra Civil en la zona republicana (los fusilados por los franquistas no han tenido el mismo trato), víctimas y familiares que ya habían sido reparadas tras la Guerra Civil, como durante décadas se podía observar en las lápidas de tapias y descampados con los nombres de los sacerdotes fusilados en las zonas republicanas. La falta de tacto de la Iglesia Católica hacia los asesinados por los franquistas (muchos de ellos ni siquiera descansaban en tierra sagrada y continuaban en cunetas de todo el país), junto a una interesada política de reparación de las víctimas del terrorismo de ETA por parte del PP que sólo a ellas consideró "dignas" de recuerdo y reparación, provocó que muchos de los y las familiares que aceptaron en los setenta “olvidar” a sus muertos, decidieran dar el paso y exigir ahora su recuerdo y reparación.
Ahora el Partido Popular y la jerarquía de la Iglesia Católica no pueden alegar sorpresa. Con su actitud chulesca, prepotente, insensible y desarmada, despreciaron a centenares de miles de víctimas torturadas y asesinadas por instigación de la propia Iglesia Católica, los militares y la Falange, y provocaron la justa indignación de sus familias. Con todo, lo que se ha venido exigiendo era tan solo poder abrir las fosas comunes, identificar a los muertos y enterrarlos decentemente, y hasta esto se ha negado la derecha sociológica y religiosa de nuestro país. La actitud insensible y humillante de la Iglesia y del PP hacia las víctimas del bando franquista ha animando a sus familias ir más allá: no solo pedir recuerdo y reparación, sino también justicia con la identificación de los verdugos y asesinos. Vicente Aleixandre afirmó que “olvidar es morir”. No podemos olvidar, ni el terror de ETA y sus víctimas, ni el terror de la Guerra Civil y sus víctimas, también las torturadas, asesinadas y secuestradas en las zonas controladas por los militares felones y las cometidas después en todo el territorio nacional.
La jerarquía de la Iglesia Católica ha demostrado una vez más un egoísmo perverso y maligno al despreciar a las víctimas que no son suyas aunque sean víctimas de ella. La derecha sociológica española ha demostrado que su único interés es intentar “reescribir” la historia y evitar así la "mancha" del pasado fascista que le aleja de la derecha democrática europea.
Y una vez más, el centro liberal y la izquierda sociológica española deberá asumir la responsabilidad de la historia y sin dejar de honrar y recordar a sus muertos, pero sin odio ni rencor mandar a toda la sociedad un mensaje de paz, de piedad y de perdón.