Siempre
me ha sorprendido la amnesia de la sociedad española sobre su propia historia,
y el olvido al que somete a muchas de las personas que en su época fueron
reconocidos por su capacidad y mérito. Una desmemoria
que afecta tanto a hombres como mujeres, a políticos, militares, científicos y
literatos.
Así, a lo largo de estos años me he topado con personalidades que no han merecido ni siquiera una monografía cuando destacaron en su época. Militares como José de Vallejo, intelectuales como Mercedes de Velilla, o políticos como Francisco Alejandro Fernel, apenas han dejado rastro en nuestra historiografía.
Igual ocurre con las historias locales. En muchos barrios y pueblos de Andalucía, lo acontecido hace ochenta o cien años parece haber ocurrido en tiempos de moros o godos. ¡Imaginemos cuando hablamos de cientos de años!
Investigando entorno a la localidad de Benajarafe, en la costa de la Axarquía, me he tropezado con un personaje muy atractivo y del que nunca había escuchado hablar. Me refiero a Antonio Pardo González, apodado El Rubio de Benajarafe, guerrillero de la Guerra de la Independencia, asesinado por los franceses en 1812.
Si buscamos por internet, no encontraremos apenas referencias de Pardo, siendo prácticamente su única biografía localizable la de Narciso Díaz de Escovar, en su escrito mecanográfico Antiguallas Curiosas de Málaga y su Provincia, conservado en la Biblioteca Cánovas del Castillo, de Málaga.
Hoy quiero compartirla en mi blog, como homenaje a un buen malagueño y audaz guerrillero, que se perdió por el amor a la hija de una ventera.
El Rubio de Benajarafe1
Desde que las tropas de Napoleón se apoderaron de la ciudad de Málaga, nunca faltaban partidas de leales españoles que hostilizaban a los invasores y los tenían en constante movimiento. La vida de los franceses se hacía difícil. Por un lado, las tropas del general Ballesteros no dejaban de amenazar y se esperaba que el día menos pensado llegasen a las puertas de Málaga, cuya guarnición escasa mal podría resistir a una columna numerosa. Por otro lado, los serranos de Ronda, a diario, ocasionaban grandes pérdidas a las tropas que se atrevían a penetrar en aquellos montes, habiéndose dado el caso de ser derrotados Regimientos enteros por grupos de guerrilleros, conocedores del terreno y audaces hasta la exageración.
En las cercanías de Málaga, en los términos de Vélez Málaga y Torrox, en el Torcal de Antequera y en otros puntos, las partidas se multiplicaban. Esperan en sitios estratégicos al enemigo, les ocasionaban daños y luego desaparecían, siendo inútiles buscarlos.
Esta singular táctica desesperaba al Mariscal Mr. Horacio Sebastiani, Jefe de las fuerzas invasoras en Andalucía.
Entre esos guerrilleros se destacaba un individuo, valiente como pocos y amante decidido de la independencia española. Había nacido en Benamocarra; pero debió criarse y vivir en tierras de Benajarafe, pues era conocido por el apodo del “Rubio de Benajarafe”.
Su nombre era Antonio Pardo González.
Se lanzó al campo a luchar por su patria, apenas resonó en Andalucía, como en toda España, el hermoso grito de ¡Viva la Independencia! Primero estuvo a las órdenes de un capitán malagueño, que pereció en un encuentro con los dragones del Impero, no lejos de Archidona.
Muerto su jefe, al que profesaba un gran cariño, aceptó que se le concediesen el mando de la partida los veinte o treinta lugareños que se salvaron del encuentro, gente toda de escasos conocimientos militares pero decidida.
El Rubio de Benajarafe realizó hechos heroicos desafiando los peligros. Aprovechando la oscuridad de la noche, más de una vez llegó hasta las mismas avanzadas de la ciudad, a las que desarmó.
Hombre de gran corazón, jamás consintió en fusilar a los prisioneros que cogía, contentándose con despojarlos de sus armas y municiones, y enviarlos a la ciudad, más de una vez con mensajes burlescos.
El General Gobernador de Málaga tenía un gran empeño en capturar al Rubio; pero cuando más seguro lo creía, se le escapaba, apareciendo a los dos o tres días en sitio muy distante.
Como no faltaban espías, vendidos al dinero del invasor, uno de aquellos trajo cierta noche la confidencia de que Pardo se hallaba en una venta del camino de los Montes, a la que con frecuencia llegaba atraído por los encantos de la hija de la ventera.
La confidencia era cierta. Un destacamento cercó el edificio. El Rubio se encontraba allí sólo con dos o tres hombre de su partida. Al apercibirse de que la huida era difícil, se defendió cuanto pudo, haciendo fuego desde las ventanas. Sus compañeros se sintieron heridos y él se vio sin municiones.
Sólo en ese momento pudo ser preso y lo trajeron a la cárcel de Málaga, en unión del ventero, la mujer de éste y su hija.
Se le formó Consejo de Guerra y como era de esperar se le condenó a muerte. Hubo discusión sobre si debía ser fusilado o sufrir la pena de garrote. Este criterio tuvo mayoría.
El 23 de mayo de 1812 se levantó el patíbulo y a manos del verdugo dejó de existir aquel defensor de la Independencia Española.
1. En la transcripción de este texto mecanografiado he corregido
las erratas y actualizado con las normas actuales.
Creo sinceramente que el Ayuntamiento de Vélez Málaga debería dedicarle un espacio (calle, plaza, paseo) o un equipamiento público (biblioteca, parque, centro cívico) a este insigne vecino de Benajarafe.
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