En
el inicio de esta década de 2020 la palabra cuarentena vuelve a la actualidad
con ocasión de la aparición del coronavirus de Wuhan, una palabra que durante
siglos fue la consecuencia del terror que producían las grandes epidemias que
provocaban cientos de miles, de millones de muertos.
Aunque
no especialmente activa en nuestro país, la llamada “gripe española”, que
apareció en la Norteamérica profunda en los años de la primera guerra mundial y
que se extendió trágicamente por todo el mundo al finalizar la misma, es sin
duda el referente más próximo de estas epidemias.
Pero
otra anterior, no excesivamente lejana a aquella, fue la epidemia de cólera
morbo asiático que entre 1884 y 1885 se extendió por España a partir del
levante español, provocando que en el 25% de los municipios de la nación hubiera
vecinos infectados, con 400.000 afectados y alrededor de 120.000 muertes.
Proveniente
del delta del Ganges y del Brahmaputra, “entre
1817 y 1923 rebasa esta zona y origina seis pandemias que se extendieron hasta
Europa y otros lugares siguiendo las vías comerciales”[1].
Si
tradicionalmente las vías de llegada de las epidemias eran los puertos, la de
1884-1885 encontró en el ferrocarril una vía de penetración fundamental, de
forma que a partir de Alicante (a donde llegó en barco procedente de Orán)
se fue irradiando siguiente los caminos de hierros que en aquella década
interconectaban ya la mayoría de las capitales del país.
La
reacción del gobierno conservador de Cánovas del Castillo frente a esta nueva
epidemia de cólera fue la aplicación de los protocolos de cuarentena (que era una
de las pocas herramientas de prevención de la que se disponía en esos años
junto a las desinfecciones de ropas, viviendas y vías públicas), ya que hasta 1883 el alemán Dr. Koch no
se descubrió el bacilo que provocaba la enfermedad y hasta 1885 no se ensayó la exitosa vacuna del catalán Dr. Ferrán.
Al
finalizar 1884 con sólo medio millar de fallecidos, los conservadores (tanto políticos como prensa) consideraron que la política cuarentenaria había sido todo un éxito, frente
a los liberales que consideraban dicha política aislacionista un error.
Aquel mismo año de 1884, las autoridades municipales sevillanas decidieron utilizar nuevamente el
edificio de ex convento de San Jerónimo como lazareto, que ya se había
destinado a este fin de forma intermitente desde 1814. Un edificio bastante
aislado (en 1888 San Jerónimo sólo contaba con 24 habitantes[2]) que además ofrecía un
nuevo aliciente, como era su proximidad a la estación ferroviaria del Empalme,
a las espaldas del cementerio municipal de San Fernando, punto en el que se
conectaban las líneas férreas de Sevilla-Madrid (dependiente de la compañía
ferroviaria MZA) y Sevilla-Cádiz (de la compañía Ferrocarriles Andaluces) donde
se instaló un centro de fumigación y control de acceso a Sevilla.
Para
su uso como lazareto se instaló en julio de 1884 una “cámara de calor” o estufa
para la desinfección de mercancías[3], y para septiembre ya se
encontraba “regularmente acondicionado, así por lo que respecta a
habitaciones, camas y personal facultativo, como por lo que se refiere a la
alimentacion, pues desde ayer se ha instalado allí un cocinero subvencionado
por el Ayuntamiento.[4]”
Y
en ese mismo mes empezaron a funcionar los centros
de fumigación instalados en las estaciones del Empalme, Camas, Utrera y Estacion de San
Bernardo, es decir, en las estaciones ferroviarias de las líneas que
unían Sevilla con Córdoba, Jaén, Madrid, Extremadura, Huelva, y Cádiz y Málaga.
En
aquellos días, según el diario La Palma, en el lazareto de San Jerónimo se encontraban “detenidos,
a mas del hebreo, una señora con un niño y una criada, sujetas á cinco dias de
observacion como sospechosas por haber atravesado un pueblo de la provincia de
Valencia próximo a la de Alicante”
Tras
el parón otoñal e invernal de la epidemia, en la primavera de 1885 reapareció el cólera morbo asiático en la localidad valenciana de Játiva, extendiéndose a las grandes zonas urbanas,
sin librarse amplias zonas rurales, como en Jaén.
Ello
llevó al ayuntamiento de Sevilla a reactivar el lazareto de San Jerónimo[5] (edificio que había pasado
a manos del Estado en marzo de ese año), utilizándose de nuevo la cámara de
calor para desinfección de las mercancías[6] y aplicándose una férrea
política de cuarentena, con gran aplauso de la población local.
Para
ello hubo que adecuar el viejo edificio. Según la prensa[7]
El ruinoso edificio de San Gerónimo ha sufrido una importante
reforma colocándose diez camas con cuanto es necesario. También en el gran
patio del edificio se han colocado varias tiendas de campaña para alojamiento
de aquellos que así deba de hacerse.
y además,
En la estacion del Empalme hay unos treinta empleados para recoger los billetes y examinarlos con la mayor escrupulosidad dirigiendo á unos al lazareto, y á otros al salón de fumigadores á cargo del jóven médico Sr. García Montes, cuyo celo y atenciones con los viajeros, todos alaban.
Poco
a poco, el edificio se fue llenando de personas provenientes de las zonas donde
la epidemia estaba haciendo estragos. Civiles y militares, trabajadores y
burgueses, terminaban ingresados en San Jerónimo, no sin conflictos y fugas.
Como
lo sucedido a principios de julio:
-Viageros.- Segun la prensa de Sevilla, muchos de los que
llegan á aquella capital procedentes de puntos infestados, se resisten á ser
conducidos al lazareto de San Gerónimo teniendo que intervenir las fuerzas de
guardia civil y de órden público para hacerles cumplir lo dispuesto. Un soldado
licenciado, que llegaba de Valencia, se arrojó del coche antes de parar y
partió á todo correr, siendo detenido en la Algaba por la guardia civil, que lo
condujo al lazareto.[8]
Otro
caso fue el producido en un tren procedente de Valencia.
Antes de ayer, con direccion a Sevilla una familia procedente
de Valencia, y al llegar á la estacion de Santa Cruz de Mudela, uno de los
individuos que la componían fué atacado del cólera fulminante, falleciendo al
poco tiempo.
Este hecho, produjo, como era natural, gran confusión y
alboroto entre los pasajeros, á quienes la empresa logró tranquilizar separando
del tren el coche donde habia muerto el colérico.
Un caballero delegado de Hacienda que acompañaba á aquel en
su viaje logró burlar la vigilancia en la estacion del Empalme para librarse de
fumigaciones y detencion en el lazareto, llegando sin novedad á la estacion de
la plaza de Armas, donde averiguada su procedencia y demás circunstancias de su
viaje, fué conducido inmediatamente al lazareto de San Gerónimo y allí se
encuentra en la actualidad purgando la oportuna cuarentena.[9]
Esta
férrea política de cuarentena no se limitaba a las clases populares, sino que
afectaba por igual a la alta burguesía y la aristocracia, como por ejemplo lo
sucedido en julio de 1885, y que fue recogido por el Diario Meridional[10]:
Escándalo.- En Sevilla ha habido un escándalo mayúsculo al
regresar en el tren del ferro-carril las familias que habian trasladado su
residencia á Puerto-Real durante la estacion del estio.
El Alcalde Sr. Hoyos mandó que el tren siguiera hasta la
estacion del empalme y desde alli irian los viageros al lazareto.
Lo que ocurrió luego que los bañistas se enteraron del sitio
que les destinaban no es para decirio.
Todos gritaban y amenazaban al señor Hoyos. Pero este con una
entereza digno de elgohio dispuso se ejecutara lo mandado y así se hizo,
poniéndose el tren en marcha con direccion al Empalme.
Una vez en aquella estacion ocurrió un incidente entre el
señor Hoyos y una persona muy conocida marido de una de las viajeras, dando por
resultado que el Sr. Hoyos lo entregara á la policia para que lo condujera al
gobierno civil en calidad de detenido.
Aquella misma noche fué puesto en libertad.
Todas las familias fueron conducidas al lazareto de San
Gerónimo, guardándoseles las consideraciones y atenciones que merecían.
El
alto número de ingresos obligó a incorporar al cortijo de Tercia en el proceso de cuarentena, tras el
ofrecimiento a título gratuito de los señores Benjumea, a donde se trasladaban las personas que llevaban dos o tres días de
observación en San Jerónimo, y separar de forma debida estos casos de los
nuevos ingresos[11].
El
conservador José María de Hoyos Hurtado, al Alcalde de Sevilla de 1879 a 1880 y
de 1882 a 1887, fue el héroe de todo aquel proceso de cuarentena por su
firmeza, que le llevaría a enfrentarse al Gobierno de la nación, y liderar lo
que la prensa madrileña llamó despectivamente el “cantonalismo sanitario
sevillano”.
Y
es que la firme defensa de la política cuarentena del gobierno conservador de
Cánovas del Castillo, liderada por el ministro Romero Robledo, provocó durante
1884 y 1885 la oposición de liberales y la prensa no gubernamental, no tanto
por la estrategia aislacionista, sino por “la
brutalidad con que algunas veces se practica el aislamiento total, provocando desabastecimientos
de mercados, parálisis de la industria y de la vida económica de la nación, con
las consiguientes secuelas de pobreza y hambre, sin conseguir retener a los
gérmenes en sus focos de orígenes”[12].
También provoco la oposición de las grandes empresas capitalistas del país, especialmente las ferroviarias, por los efectos negativos que cordones sanitarios y lazaretos provocaban en las cuentas de las compañías.
También provoco la oposición de las grandes empresas capitalistas del país, especialmente las ferroviarias, por los efectos negativos que cordones sanitarios y lazaretos provocaban en las cuentas de las compañías.
Esta
oposición llevó finalmente a la dimisión de Romero Robledo el 12 de junio de
1885, y el nombramiento como ministro a Fernández Villaverde, gobernador civil
de Madrid, quien puso fin a una política que había provocado la parálisis del
comercio y las enormes pérdidas de las compañías de ferrocarriles[13].
La
nueva política del gobierno de Cánovas, del Partido Conservador Liberal, encontró
sorprendentemente la oposición de las autoridades locales del mismo partido,
como en Sevilla. Si la prensa madrileña apoyó sin fisura la nueva estrategia de
levantar los cordones sanitarios y cerrar los lazaretos, la sevillana se opuso
frontalmente, por lo que a la disputa política se unió el debate mediático
entre ambas posturas.
En
Sevilla, el cambio de ministro y política no afectó a la determinación de las
autoridades locales, encabezada por el alcalde de Hoyos. Como recogía el Diario
de Córdoba en su edición del 30 de julio de 1885, en relación a la decisión de
las autoridades de Sevilla de “sujetar á observación facultativa á todo viagero que intente
entrar, sea cual fuese su procedencia” que “Todo esto será grave, pero lo mas grave es
moririse”[14].
A
la firme oposición del alcalde Hoyos se unía la de destacados partidarios del
Partido Conservador Liberal, gran parte de la burguesía de la ciudad, la del
Capitán General de Andalucía, General Polavieja, y la prensa local,
especialmente del periódico republicano-federalista La Andalucía, que azuzaba la cruzada contra la política del Gobierno central,
Ante
la llegada del nuevo gobernador civil, La
Andalucía no dudó en persuadir a los sevillanos para que todos defendiesen
el actual sistema cuarentenario, independientemente de sus ideas políticas, no
colaborasen con el nuevo gobernador civil y para que hiciesen el boicot a la
prensa madrileña[15].
El
27 de julio de 1885 envió el ministro Fernández Villaverde un telegrama al
Ayuntamiento sevillano pidiendo que se suprimiese la observación de San Jerónimo y que hubiera libertad de ir y venir entre Sevilla y los puntos
apestados, respondiendo la corporación municipal su disposición de dimitir en
masa del Ayuntamiento y de la Diputación provincial, la renuncia de sus cargos
de los Senadores y Diputados a Cortes, del gobernador civil interino y de las
juntas provincial y local de Sanidad, si el ministro persistía en sus
intenciones[16].
Pero
ni desde el Gobierno, ni desde la prensa madrileña se iba a permitir que
Sevilla no acatara las nuevas instrucciones de cerrar el lazareto de San
Jerónimo.
El
Serpis, en su edición del 2 de agosto de 1885[17], lo recogía así:
La cuestion de los lazaretos y cordones se empeora con las
noticias que llegan de Sevilla y Málaga. Ni los ayuntamientos ni el vecindario
de ambas capitales, se muestran propicios á ceder en este asunto, que juzgan
vital; pero como el gabinete que preside el señor Cánovas tampoco quiere
modificar su criterio sanitario, y en este sentido lleva instrucciones el nuevo
gobernador de Sevilla, señor Alcazar, resulta que la situacion no puede ser más
tirante y que ó esas corporaciones ceden ó dimiten, si es que las cosas no
toman un cariz mas grave, como temen algunos, y tenemos motines, asonadas, etc.
Y
es que el gobernador Alcázar había sido nombrado con el objetivo de imponer el
criterio ministerial a las autoridades locales, para lo cual tuvo que dedicar
todas sus dotes de persuasión ante un ayuntamiento y una ciudadanía firmemente convencida
de la necesidad del aislamiento que hasta la fecha había conseguido que en
Sevilla no se hubiera dado ni un caso de cólera morbo asiático.
La
llegada del sr. Alcázar fue sin duda todo un ejemplo de diplomacia. Primero, al
llegar en tren desde Madrid, no sólo se sometió en la estación del Empalme a
las medidas impuestas por las autoridades locales, sino que “Inmediatamente que
llegó solicitó ser fumigado, asi como su equipaje” manifestando más tarde que “Tachó de insuficientes las fumigaciones del Empalme, afirmando que
habia indicado ya al médico que aquella estacion la fórmula para que surtiera
buen efecto la fumigacion”[18].
Posteriormente
realizó unas declaraciones a los periodistas que habían acudido a la estación
del Empalme, buscando la complicidad de los mismos como colega de profesión, ya
que “si en Murcia habia cumplido con su deber hasta el estremo
de merecer los elogios de la prensa de España, que le ha encumbrado y
enaltecido, solo le habia inspirado semejante conducta el recuerdo de la prensa
periódica, de la que era hijo”
Esta declaración consiguió su
objetivo, ya que la prensa declaró que “causo
grata impresion en los periodistas”.
Otro de sus objetivos era tranquilizar a las autoridades y a la población, opuesta a las instrucciones que llevaba el gobernador de acabar con las medidas aislacionistas:
Respecto á las sospechas que puedieran abrigarse de su venida
á esta ciudad, declaró el señor Alcázar que habia visto con agrado las
enérgicas medidas adoptadas por las autoridades para prevenir la invasion del
cólera, añadiendo que por su parte está dispuesto á secundar esas medidas,
centuplicándolas y hasta poniendo en vigor todas aquellas que prescribe la
ciencia y las conveniencias locales.
Pero
la oposición a las nuevas medidas del Gobierno tenía en Sevilla una curiosa
brigada, compuestas por mujeres de lo más granado de la sociedad sevillana:
Al llegar ayer el Sr. Alcázar al gobierno civil se encontró
con que le esperaban en el patio de su casa más de ochenta damas de nuestra
aristocracia, que le manifestaron la conveniencia para Sevilla de estremar la
vigilancia y las precauciones sanitarias, para evitar el contagio del cólera.
El Sr. Alcázar estuvo muy atento y galante con las señoras,
asegurándolas que por su parte nada les podia negar y que sus deseos serian
cumplidos.
Porque
no eran damas cualquieras, ya que el grupo lo integraban, entre otras, las Condesa de Casa-Segovia; Concepcion Medina de Benjumea; Manuela
de Medina; Dolores Barreda de Maestre; Carmen Melendez; Marquesa de la Motilla;
Carmen Canaleta, viuda de Cämara; Salvadora Meléndez; Dolores de Medina; Marquesa
de Marchelina; Trinidad Desmaissieres, viuda de García Pérez: Josefa Bonaplata
de Escalera; Cecilia Pereira de Romero Valvidares; Matilde Martin, viuda de
Cortés; Marquesa de Torrenueva; Manuela de Vazquez Ternero; Cármen Fuentes,
viuda de Jimenez; Esperanza Gallego de Berrozobal; Elisa Segovia de Arcos; Josefa
Santa Cruz de Plasencia; Antonia Leon, viuda de Armero, entre otras[19].
Inmediatamente
después, se reunión la Junta de Sanidad, en la que “hubo gran debate en el cual el Sr. Hoyos mantenía
resueltamente el actual estado de cosas mostrándose dispuesto á todo antes de
consentir en que desapareciese la observacion de San Gerónimo”. Cuando las cosas iban agravándose “surgió la idea de una transaccion á lo que se prestó desde luego el
gobernador. Para redactar una fórmula nombrándose los Sres. Hoyos, alcalde
presidente, Rivera y Ramos, director de la Escuela de Medicina, y á los
Doctores Moreno é Infanzon”[20].
La
fórmula consensuada fue la siguiente:
1.º Que los individuos que procedan de puntos infestados, en
cuyo viaje hayan invertido más de un dia y que despues de observados
minuciosamente, y teniendo en cuenta de sus antecedentes históricos, no
presenten el menor inicio de enfermedad sospechosa, deberán ser sometidos á
tres dias de obervacion, tomando luego nota de sus domicilios para que los
facultativos que al efecto se designen, los inspeccionen durante dos dias en
sus propias casas.
2.º Que aquellos otros individuos que no ofrezcan las
garantías de salud apetecidas, á juicio del médico encargado de la inspeccion,
deberán sujetarse á una observacion de cinco á siete dias.
3.º Que todos los equipages y todas las mercancías de
procedencia infestada ó sospechosa, deben ser sometidos á la cámara de calor.
Pero
desde Madrid, la prensa interpretó este acuerdo como parte de la debilidad del
Gobierno de Cánovas para imponer en todo el Estado su política anti-aislacionista, ya que “á pesar de, haber
ido á Sevilla el señor Alcázar, con instrucciones severas, y á pesar, por
último de las ordenes que á cada hora trasmite á sus subordinados el ministro
de la Gobernacion, ni han desaparecido los lazaretos de Sevilla y Málaga ni han
cesado los cordones de Albacete, Guadalajara, Cadiz, Castellon, Navarra y otra
infinidad de provincias, en donde siguen acatando, pero dejando de cumplir, los
mandatos del señor Villaverde”
denunciando que “En Sevilla, por ejemplo,
lo único que se ha conseguido hasta ahora ha sido rebajar el periodo
cuarantenario á dos dias, con fumigaciones para los individuos procedentes de
puntos no infestados; pero las procedencias sucias irán como antes al ex
convento de San Gerónimo, hasta que se limpien”[21].
Días
después, la prensa madrileña publicaba que “Respecto al lazareto de Sevilla continúan siendo
contradictorias las noticias que dan Gobernacion, pues mientras en dicho centro
aseguran que la citada medida preventiva ha cesado, los periódicos llegados hoy
de aquella capital covenian que, procedentes de puntos infestados, hay ya en la
nueva casa de observacion noventa y tantos viajeros. Ciertos oposicionistas
decían esta tarde, ocupándose de este mismo asunto, que hasta ahora el
derrotado en Sevilla ha sido el señor Villaverde, porque si bien es verdad que
ya no existe el lazareto de San Gerónimo, en cambio se ha creado la Casa de
observacion, y tanto monta”[22].
Pero
el precario acuerdo saltó por los aires, cuando el gobernador Alcázar ordenó que se permitiese
el acceso a Sevilla de una familia numerosa de Madrid, a los cuales el médico
de sanidad de la estación del Empalme había ordenado que fuera trasladada a la “casa
de Observación” por presentar síntomas poco satisfactorios[23].
Días
después, el 13 de agosto, reunido el pleno municipal, dimitieron treinta y
cuatro de los treinta y siete concejales que componían el Ayuntamiento, lo que
provocó una gran manifestación espontánea de apoyo al alcalde por parte de la
ciudadanía y de rechazo al Gobierno de la nación.
En
los días siguientes dimitieron los miembros de la Diputación Provincial, las
Junta Municipal y Provincial de Sanidad, los alcalde de los barrios de Sevilla,
e incluso las Juntas parroquiales de beneficencia[24].
La
situación política y social no mejoró a lo largo del mes de agosto,
manteniéndose el rechazo frontal contra las medidas del Gobierno central, lo que,
unido a la presión de La Andalucía, llevó
finalmente a la dimisión del gobernador Alcázar el 18 de septiembre de 1885.
A
partir de agosto, la epidemia fue remitiendo, y con ella las medidas se fueron
flexibilizando en los meses siguientes, pero sin desaparecer, ya que en el
otoño de 1885 aún se procedían a desinfectar a los viajeros procediendo de las
zonas afectadas por el cólera morbo asiático. Así lo describió el diario
Crónica Meridional en su edición del 6 de octubre de 1885[25]:
El viajero que procede de punto infestado, despues de una
fumigacion es conducido al ex – convento de San Jerónimo, en cuyo extenso patio
hay instaladas una porcion de barracas, con una ó dos camas cada una.
Casa pasajero, sin distincion de sexo, es conducido á su
respectiva celda y alli obligan á ponerse en …. traje de baño, pero sin trusa
ni peinador, despues de lo cual se mete en la cama, previamente fumigada
esperando hasta que le devuelven la ropa que, con exclusion del sombrero y los
zapatos, se llevada á la cámara de caleccion, donde la dejan por espacio de
media hora.
Despues de este un profesor facultativo inspecciona
detenidamente á los viajeros, y éstos, reaccionados ya, por virtud del calor
dado á la ropa, del frio que pasaran al desnudarse, quedan en libertad de entrar
en Sevilla.
La
epidemia de cólera morbo asiático de 1884 y 1885 tuvo políticamente una
consecuencia imprevista, la de forjar un frente anti-centralista desde el campo
conservador. Esta división de los conservadores liberales de Cánovas, entre
Madrid, pendiente de los intereses de las grandes empresas, especialmente
ferroviarias de capital nacional e internacional, y locales, vinculados a los
intereses provinciales, fue aprovechada por el periódico
republicano-federalista La Andalucía,
para fortalecer un nuevo cantonalismo sevillano y fomentar la unión con el
cantonalismo malagueño, también fuertemente anclado en el frente antigubernamental[26].
Si
el cantón sevillano de 1873 había nacido dentro del movimiento
republicano-federalista, el cantón sanitario sevillano de 1885 nació en el campo
conservador liberal, lo que podría haber derivado en un movimiento regionalista
conservador, al estilo del regionalismo catalán. Pero la realidad política, social
y económica de Andalucía se impuso, y hubo que esperar treinta años para que Blas
Infante pronunciara en el Ateneo Sevillano su memorable discurso titulad “El
Ideal Andaluz” y se iniciara un nuevo ciclo regionalista en Andalucía.
[1] Manuel Ángel Calvo Calvo. El Universal. Diario Político y el cantonalismo sanitario sevillano de
1885. Tesis Doctoral.
[2] Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas
y demás entidades de población de España en 1º de enero de 1888 [Texto impreso]
/ formado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico.
Instituto Geográfico y Estadístico (España)
[3] Diario de Córdoba de comercio, industria,
administración, noticias y avisos: Año XXXV Número 10352 - 1884 julio 30
[4] La Palma: Diario de avisos, mercantil, industrial,
agrícola y literario: Número 10410 - 1884 septiembre 11
[5] Ante los
temores del cólera, el ayuntamiento de esta ciudad ha resuelto establecer
nuevamente el lazareto en el ex convenio de San Gerónimo. Tenemos entendido que
en el edificio de Capuchinos se habilitará un local para los médicos
procedentes de puntos infestados, que lleguen á esta capital. El
Guadalete: periódico político y literario: Año XXXI Número 8961 - 1885 junio 12
[6] ---
Cámaras del calor.—Ya se están usando estas para desinfectar las materias
contumaces en el ex convento de San Gerónimo de Sevilla. Diario
de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año XXXVI
Número 10665 - 26 Junio 1885
[8] Diario de Córdoba de comercio, industria,
administración, noticias y avisos: Año XXXVI Número 10675 - 07 Julio 1885
[10] Crónica Meridional: diario liberal independiente y de
intereses generales: Año XXVI Número 7603 - 1885 julio 25
[12] Manuel Ángel Calvo Calvo. El Universal. Diario Político y el cantonalismo sanitario sevillano de
1885. Tesis Doctoral. Pág. 394.
[13] Se calculó que las compañías ferroviarias habían
ingresado durante el mes de agosto de 1885, cinco millones de pesetas menos que
en agosto de 1884. Diario de Córdoba de comercio, industria,
administración, noticias y avisos: Año XXXVI Número 10759 - 02 Octubre 1885.
Pág. 3.
[14] Diario de Córdoba de comercio, industria,
administración, noticias y avisos: Año XXXVI Número 10697 - 30 Julio 1885
[15] Manuel Ángel Calvo Calvo. El Universal. Diario Político y el cantonalismo sanitario sevillano de
1885. Tesis Doctoral. Pág. 433.
[16] Manuel Ángel Calvo Calvo. El Universal. Diario Político y el cantonalismo sanitario sevillano de
1885. Tesis Doctoral. Pág. 430.
[18] La Correspondencia de España: diario universal de
noticias: Año XXXVI Número 9995 - 1885 agosto 3. Pág. 2.
[19] Esta relación corresponde a las firmas recogidas para
el envío de un telegrama a la Reina María Cristina pidiendo el favor real para
el mantenimiento de las medidas aislacionistas y que no llegó a mandarse, “en virtud de las seguridades dadas por el Sr. Alcázar,
de no alterar las medidas sanitarias establecidas en la poblacion y velar en
cuento le sea posible por su más rigurosa observancia”. La
Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXXVI Número 9995
- 1885 agosto 3. Pág. 2
[21] El liberal: órgano democrático de la isla de Menorca:
Año 5 Número 1231 Edición - 1885 agosto 6. Pág. 2.
[23] Manuel Ángel Calvo Calvo. El Universal. Diario Político y el cantonalismo sanitario sevillano de
1885. Tesis Doctoral. Pág. 436.
[24] Manuel Ángel Calvo Calvo. El Universal. Diario Político y el cantonalismo sanitario sevillano de
1885. Tesis Doctoral. Pág. 438.
[25] Crónica Meridional: diario liberal independiente y de
intereses generales: Año XXVI Número 7662 - 1885 octubre 6. Pág. 3.
[26]
Esta es una de las conclusiones de Manuel Ángel Calvo Calvo en su tesis
doctoral El Universal. Diario Político y
el cantonalismo sanitario sevillano de 1885.
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