viernes, 23 de julio de 2010

El premio es el Estado

Si seguimos las noticias por los medios de comunicación o escuchamos los comentarios de amigos y familiares, lo importante ahora es el paro y la economía. Y como casi siempre, lo evidente es engañoso.
La crisis económica actual no deja de ser una crisis más del sistema capitalista, necesarias cada cierto tiempo para resolver sus contradicciones intrínsecas. Lo que le hace completamente diferente no es el aumento del paro, la quiebra de empresas o la bajada del PIB sino las respuestas e imposiciones que desde múltiples instituciones adscritas al Radicalismo Neoliberal (RNL) están transformando nuestra realidad no ya económica sino institucional.
El control que hasta la Segunda Guerra Mundial ejercía el Capital en los sistemas políticos de occidente saltó por los aires a través de la socialdemocracia europea que permitió la participación real, por primera vez en la historia, de la base de la pirámide social (clase trabajadora, clases populares, o como quiera llamársele) en las instituciones del Estado.
Por primera vez en la historia de las democracias, el Estado y su aparato (administración, justicia, policía, ejército) ya no era coto privado del Capital sino que debía compartirlo e incluso cederlo al conjunto de la sociedad.
La reacción del Capital fue lenta, incluso inexistente en un primer momento. La fuerza de la ideología marxista, el temor real a la extensión del comunismo en su versión soviética, etc, paralizó al Capital, dejando con su inacción espacio a la democratización profunda de los Estados.
Cuando llegó, la reacción del Capital se vehiculizó a través de los Think Tank (traducible como Depósitos de Ideas) creándose la corriente Neoliberal, que usurpando el término a la venerable ideología decimonónica, la transformó en un verdadero movimiento totalitario.
El objetivo del Radicalismo Neoliberal es volver a privatizar el poder. Dado que era imposible recuperar el Estado, éste se convertía en el enemigo a batir. Y para ello era necesario sustituirlo por el Mercado.
Si observamos las propuestas del Radicalismo Neoliberal para superar esta crisis observamos que la propuesta final es la sustitución del Estado Nacional por el Mercado Internacional. Dado que los Estados Nacionales están más o menos democratizados, lo que esconde la propuesta es sustituir sistemas democráticos por un sistema totalitario.
Por ello, el Mercado es, en sentido estricto, similar al nazismo y al comunismo soviético. Un sistema totalitario que escapa del control democrático, que es gestionado por las élites y cuyo enemigo a batir son los sistemas democráticos.
Sorprendentemente, la sociedad democrática asiste paralizada al mayor trasvase de poder de un conjunto de sistemas democráticos a un sistema totalitario.
Al Radicalismo Neoliberal le sirven todos los errores de los sistemas democráticos y sus gestores, los y las políticas. La corrupción, los nacionalismos periféricos, el descrédito de la clase política y de la función pública, etc, son parte del asfaltado necesario para llegar al objetivo final.
Muchos son los desafíos del Radicalismo Neoliberal, entre otros, China. Pero para las sociedades democráticas como la española, la pérdida de ese poder puede llegar a ser dramático. Cuanto más se vacía el Estado, cuanto más se privatiza la gestión pública, más irrelevante se convierte el sistema democrático y menos poder real tienen las y los trabajadores y gran parte de la antigua burguesía. En un último estadio, al Radicalismo Neoliberal no le importa el mantenimiento del Estado como carcasas vacías, meramente protocolarias, que en el mejor de los casos sean sus extremidades ejecutoras.
Por eso, hoy la Revolución es recuperar el Estado, devolverle su poder y su función. La democratización del Estado fue el gran éxito de las sociedades occidentales a mediados del siglo XX. Y su vaciamiento el premio del Capital.

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