sábado, 19 de abril de 2025

EL FIN DEL “SIGLO AMERICANO” - Capítulo 1: El brexit y los aranceles de Trump, la huida hacia adelante de las élites neoliberales

 

Los aranceles de Trump sigue la misma lógica que el brexit: la huida haca adelante de un neoliberalismo que muestra su fracaso en las sociedades que lo vieron nacer. Un post neoliberalismo que en el caso de Estados Unidos pone punto final al “siglo americano” que comenzó en 1945.

De todos los análisis que he leído en los últimos meses sobre la política arancelaria impulsada en su segundo mandato por parte del presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, ninguno establece una relación causal entre el brexit y la política comercial del mandatario estadounidenses.

En una reciente entrevista en eldiario.es, el politólogo francés Pascal Boniface declaraba certeramente que “Trump no es sólo un imbécilque se enfada, hay un proyecto político detrás”, es decir, que más allá de su histrionismo narcisista, el “trumpismo” configura un nuevo proyecto político que desborda al neoliberalismo de Milton Friedman.

Y es que desde principios del siglo XXI, incluso desde ámbitos neoliberales se ha tomado conciencia del fracaso del contrato social neoliberal que impulsaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en Estados Unidos y Reino Unido, respectivamente, y que arrastraron al resto del mundo.

Cualquier contrato social es una promesa de más riqueza y bienestar, al que a veces se une los conceptos de justicia y libertad. Su incumplimiento supone el fracaso del mismo, e inevitablemente provoca la respuesta social que lleva a su derrota. Esto fue, en definitiva, lo que ocurrió en la Unión Soviética, cuando el contrato social soviético fue incapaz de ofrecer los niveles de bienestar que había prometido.

¿En qué se basaba el contrato social neoliberal? Fundamentalmente que la desregulación, las bajadas de impuestos, la reducción del Estado (a solo el ejército y el sistema judicial, defendía Friedman), la libertad de movimientos de capitales y la globalización provocaría un aumento de la productividad de la economía y la bajada de la inflación. Un círculo “virtuoso” que efectivamente aumentaría la riqueza de las élites para que a la postre, cual “lluvia fina”, terminara empatando de riqueza a toda la sociedad.

Tras los años 70 y 80, con altas tasas de inflación y destrucción de empleo por la crisis del petróleo, las propuestas neoliberales fueron parcial o totalmente aceptadas, no sólo por las fuerzas de derechas y conservadoras sino también por parte de las fuerzas de izquierda, socialistas e incluso comunistas, resumida por Deng Xiaoping, presidente en aquella época de la República Popular China, en la famosa frase “Gato negro, gato blanco, que más da si caza ratones”.

La primera parte del axioma se cumplió: la bajada de impuestos, el desmantelamiento de los Estados y la deslocalización industrial de la globalización contribuyó a una mayor riqueza de las élites. Pero para el conjunto social los efectos positivos fueron parciales y sólo al principio.

En Reino Unido, donde se inició la revolución “neoliberal”, la venta de las viviendas públicas a sus alquilados por los gobierno de Thatcher y Major, por ejemplo, generó un falso espejismo a cientos de miles de familias trabajadoras que pasaron a ser “propietarios”. O la venta de acciones de las empresa públicas a las clases medias y populares creó una supuesta nueva clase de accionistas obreros, que de alguna forma resonaba en sus mentes como la marxista toma de los medios de producción por parte de la clase obrera.

Pero la realidad es que la constante bajada de impuestos en el Reino Unido durante décadas significó la degradación de los servicios públicos hasta niveles insostenibles y las fracasadas privatizaciones como la de los ferrocarriles se han convertido en una trampa de precios altos y servicios ineficientes. Además, la deslocalización de las industrias y las políticas antisindicales, provocó una bajada salarial brutal y la desertificación de las otrora fundamentales zonas industriales del Reino Unido.

La respuesta natural habría sido un movimiento contrario: aumento de impuestos a los más ricos, más regulación estatal y mejorar la capacidad de negociación de los sindicatos, para provocar el aumento salarial.

Pero previsoramente, las fuerzas conservadoras “inventaron” un enemigo externo sobre el que cargar las culpas y fracasos de las políticas neoliberales: la Unión Europea. Desde ese momento, el problema no era la insuficiencia fiscal del Estado tras cuarenta años de bajadas de impuesto, el abuso de las élites tras la desaparición de las regulaciones que protegían a las clases trabajadoras, ni la depredación de los enormes capitales que cuales mangostas llegan, explotan y abandonan el territorio tras esquilmar todos los recursos. No, el problema era una Unión Europea que “robaba” al Reino Unido y unos inmigrantes que se aprovechaban del Estado de Bienestar británico. Y consiguieron que una parte importante de los antiguos votantes laboristas apoyaran el Brexit.

En Estados Unidos, la situación económica a partir de la crisis de 2008 era mucho peor que la del Reino Unido. La triada que lleva al desastre a la gran república, ha sido los crónicos déficit debido a la brutal bajada de impuestos a las grandes fortunas, el consiguiente aumento desmesurado de la deuda pública y un gasto en la maquinaria de guerra claramente desproporcionada para un mundo donde ya no había enemigos.

Datos escalofriantes de la situación de Estados Unidos es la tasa de mortalidad infantil, en el puesto 56 según el Banco Mundial (2023), con países por delante como Rumanía, Sri Lanka, Macedonia del Norte, República de Corea, o Bielorrusia, por ejemplo, cuando es el cuarto país del mundo por gasto sanitario por habitante (2022, Banco Mundial), y siendo los tres primero, por este orden, Afganistán, Tuvalu y Nauru.

En cuanto al gasto en defensa, Estados Unidos gastó en 2023 un total de 861.633 millones de dólares, un 7,18% más que el año anterior, representando el 3,34% de su PIB. Por contra, en infraestructuras, Estados Unidos gastó en 2019 el 2,5% de su PIB, frente al 4,2% que gastó en la década de 1930. En 2017 se publicó que “2.000 presas podrían romperse, 56.000 puentes al igual que dos de cada diez calles están en mal estado. Para cada hogar estadounidense los costes de los baches, las desviaciones, las obras y los costes por trenes que no funcionan, ascienden a 3.400 dólares anuales”. El plan bipartidista de infraestructuras de Biden de 2021, ha mejorado algo la situación pero aún se calcula que hacen falta “3,7 billones de dólares durante una década” según el informe de 2025 de la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles.

¿Cómo es posible que esta precariedad de las infraestructuras de Estados Unidos si de 1980 a 2023 se ha pasado de una deuda del 41,18% del PIB al 118,73%? Pues a que toda esa deuda, realmente inmanejable, se ha utilizado en compensar las rebajas de impuestos y el aumento de la maquinaria de guerra.

Además, las multinacionales y los grandes fondos de inversiones se han beneficiado durante décadas de la desregulación y la globalización, deslocalizando la industria a países con salarios más bajos, fundamentalmente México y Asia. Es decir, el déficit comercial estadounidense es provocado por la estrategia neoliberal de sus propias empresas para maximizar sus beneficios.

Es lógico que la sociedad norteamericana, como la del Reino Unido en la década pasada, esté claramente preocupada por su futuro. La solución pasa, naturalmente, por una mayor regulación pública, mayores ingresos fiscales para reducir el déficit, gastar mucho menos en la maquinaria de guerra y más en infraestructuras civiles, construir un sistema sanitario al estilo del de Canadá o el de los países de la Unión Europea, y mejorar la capacidad de negociación de los sindicatos para aumentar los salarios. Es decir, hacer una enmienda a la totalidad al proyecto neoliberal de Ronald Reagan y apostar por un proyecto socialdemócrata como el de Franklin D. Roosevelt.

Así lo reconoció Francis Fukuyama, quien afirmó en 2018 que “los neoliberales fueron demasiadolejos. Ahora hacen falta más políticas socialdemócratas”.

Pero eso sería reconocer las mentiras del pasado y obligar a las grandes multinacionales norteamericanas, a los grandes fondos de inversión y a las élites a devolver ingentes recursos esquilmados durante décadas. La respuesta del neoliberalismo estadounidense ha sido mutar para proteger la enorme riqueza conseguida de forma espuria.

Ahora el problema es el “globalismo” supuestamente “woke”, todo un acierto de la ingeniería neurolingüística para ocultar lo evidente: que la “globalización” neoliberal es uno de los responsable de la deslocalización industrial norteamericana y la desaparición del empleo industrial.

Al igual que en el Reino Unido se inventó un enemigo, la Unión Europea, para justificar el brexit, en Estados Unidos se han inventado que el mundo entero es el enemigo, con frases como “el mundo nos roba” y justificar así uno de sus instrumentos estrella: los aranceles.

Estos fuegos de artificio impiden reparar en lo principal: el proyecto presupuestario presentado al Congreso por Trump, que reduce los impuestos en aproximadamente 5 billones de dólares, y añadirá aproximadamente 5,7 billones de dólares a la deuda del Gobierno federal durante la próxima década.

Tras la reciente reunión con primera ministra italiana Giorgia Meloni, Trump declaró que “No tenemos prisa (…) los aranceles nos están haciendo ricos” añadiendo que “perdíamos mucho dinero con Biden (…) y ahora todo ha cambiado” añadiendo que Estados Unidos está “recibiendo billones y billones de dólares” como resultado de los aranceles comerciales globales impuestos a países como China y Canadá.

La realidad es que según datos del Departamento del Tesoro, se sugiere que los ingresos por aranceles son muy inferiores a los necesarios para compensar los efectos de la extensión de los recursos de impuestos.

Pero es que en el caso de que lo hicieran, significaría un nuevo expolio de la sociedad norteamericana, ya que los aranceles son impuestos que paga la sociedad no para mejorar la situación, extremadamente deteriorada, sino para aumentar los beneficios de las grandes multinacionales, los grandes fondos de inversión y las élites.

domingo, 13 de abril de 2025

De Málaga a Vélez de la mano de Antonio Ponz (siglo XVIII)

 

El besijero Antonio Ponz Piquer, sacerdote y pintor del siglo XVIII, formado artísticamente en Italia, publicó una serie de libros de viaje por España y Europa, en los que además de poner en valor nuestro país, denunciaba sus carencias y ofrecía propuestas para superarlas.

Posiblemente Antonio Ponz Piquer nunca imaginó que el encargo real de inventariar en Andalucía los bienes artísticos de los jesuitas expulsados por decisión de la corona, diera lugar a una de las obras más espléndidas de la Ilustración española, sus cartas de “Viages por España”, un total de 17 volúmenes, a los que hay que añadir el 18, finalizado por su sobrino, en el que habla de su paso por la Axarquía malagueña.

Al fabuloso inventario artístico (que lamentablemente sirvió a las tropas napoleónicas para el saqueo artístico de España), Ponz le unió detalladas descripciones sobre la agricultura, la industria, el paisaje y las infraestructuras, lo que convierte su obra en una referencia para comprender la España de la segunda mitad del siglo XVIII.

Por desgracia, la descripción de la Axarquía en su libro XVIII es muy parca, dando cuenta de ello el mismo abate:

Tenga V. entendido, que en todos los Pueblos de esta ruta hasta Granada, de donde escribo, he hecho poquísima detención ; sumamente enfadado de sus ruines posadas , é impaciente por dexarlas quanto antes. Por tanto no será mucho lo que me detenga en darle noticias agradables.

Y es que la posada de Vélez Málaga le resultó especialmente aborrecible:

La posada de Velez Málaga es de lo peor que yo he visto : cosa vergonzosa en una Ciudad de dos mil vecinos, como dicen que es esta , lo qual, como tantas veces hemos hablado, procede de la errada máxima , perjudicialísima á la humanidad , de que haya de ser deshonroso recibir de oficio al forastero

Sobre la descripción entre Málaga y Vélez, Ponz dejó escrito:

Las cinco leguas que cuentan desde dicha Ciudad á la de Velez-Málaga, llamada Menoba en otro tiempo , me parecieron demasiado largas, así por lo desamparada que está de Pueblos toda esta distancia , como por lo incómodo que también es el camino , y en algunas partes perverso. Lo mas de él es costa de mar, con algunas torres ó atalayas de trecho en trecho , y dos casas fortificadas para guardacostas. Se descubren dilatados viñedos en las lomas que se quedan á mano izquierda, y también se pasa por entre algunas frondosas huertas , particularmente en las cercanías de Málaga.

Como publiqué anteriormente, la costa del reino de Granada fue objeto de un despoblamiento forzoso durante la guerra de las Alpujarras, para asegurar que los piratas berberiscos y la armada turca no pudieran apresar a cristiano, ni que los cristianos “nuevos” (moriscos conversos) favorecieran la invasión. Sólo las dos casas fortificadas a las que hace referencia Ponz, el castillo de Bezmiliana (en el Rincón de la Victoria) y el castillo del Marqués, en Valle Niza, construidos pocos años antes, cambió la comarca favoreciendo un gran des3minado, como el de Benajarafe.

Como pie de nota a éste párrafo, su sobrino añadió:

Después que se escribió esta Carta se ha sabido , que se ha construido un nuevo y muy comodo camino desde Málaga hasta Velez-Málaga , cuya importante obra ha dirigido el Ingeniero Don Domingo Belestá.

Domingo Belestá y Pared fue un ingeniero militar español, fallecido en 1819 a la edad de setenta y siete años, que trabajó en proyectos como el canal de Campos, un ramal del canal de Castilla, el paseo de la Explanada de Barcelona, o la defensa de Cádiz, además del camino de Málaga a Vélez a finales de la década de los 80 del siglo XVIII. Posiblemente el puente existente junto a la torre del Jaral (entre Valle Niza y Almayate) sea parte del proyecto de Belestá.