lunes, 12 de octubre de 2009

Efebofilia y otros discursos narrativos

En un interesante artículo de opinión titulado “Yo, herético” publicado por los periódicos del Grupo Joly (lo leí en el DIARIO DE SEVILLA, pero no aparece en su web y me remito a la web del DIARIO DE CÁDIZ), José Manuel Aguilar Cuenta denuncia que “el mundo que pretenden crear nuestros políticos hemos pasado de la búsqueda de un nuevo orden social al intento de un nuevo orden narrativo” mediante “la manipulación de las emociones, utilizando el lenguaje como instrumento”. Sin compartir algunos de los extremos del mismo, sí me sirve su argumentación para desnudar a la casta que durante los últimos dos mil años ha venido manipulando la realidad mediante la cuidadosa elección del orden narrativo interesado.
A muchos podría parecer numantino el esfuerzo de cierta derecha española, mayoritaria en todo caso, que se oponen a que se denomine “matrimonio” a la unión de dos personas del mismo sexo. No se trata de un recurso estratégico por parte del PP, fundamentalmente, sino que a modo de espejo muestra la obsesión de la Iglesia Católica universal (por incluir a la Iglesia más allá de nuestras fronteras, no vayas a creer) por el uso manipulador del discurso narrativo.
Un ejemplo reciente lo tenemos en la intervención del observador permanente del estado Vaticano, el arzobispo Silvano Tomasi, ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra, cuando afirmó “no se debería hablar de pedofilia sino de homosexuales atraídos por adolescentes. De todos los curas implicados en casos de este tipo, entre el 80% y el 90% pertenecen a la minoría sexual que practica la efebofilia, es decir, los que tienen relaciones con varones de los 11 años a los 17”. EL PAIS recogía la noticia el pasado 30 de septiembre de 2009 con este titular "El Vaticano afirma que los curas no son pedófilos, sino `efebófilos´"
Para la Iglesia Católica su posicionamiento ¿ético? descansa sobre el discurso narrativo de la realidad. Desde que hace dos mil años descartó los once mandamientos de la ley de dios como el marco paradigmático de su acción religiosa, la manipulación del lenguaje y su narracion se convirtió en su teología.
Al igual que para la jerarquía vaticana “efebofilia” parece algo menos que “pedofilia”, “matrimonio” le parece demasiado para designar la unión civil de dos personas del mismo sexo. En la mente de los dirigentes católicos, intelectualmente tan enfermas tras siglos de manipulación del discurso narrativo como lo estuvieron en el pasado los comunistas soviéticos, ambas diferencias son obvias.
Para ti y para mí, no: las relaciones sexuales que un adulto mantiene con un chico o una chica de 11 años son tan execrables como las que puede tener un adulto con un chico o una chica de 1 año; la relación afectiva y emocional de dos adultos en una relación análoga a la conyugal es la misma tanto si se trata de dos hombres, de dos mujeres, o de un hombre y una mujer. La importancia del nombre depende de lo que describe, y no de la ideología que se quiere describir.
La manipulación del discurso narrativo tiene además la “virtud” de ofrecer consuelo emocional y disipar el sentimiento de culpabilidad. Con el ejercicio de cinismo de monseñor Tomasi, la jerarquía católica ofrece consuelo emocional a su grey y a sus funcionarios, pedófilos o no. Pero este discurso narrativo ya lo conocemos. Es el mismo que disculpa al torturador con la “obediencia debida” o al terrorista con la “opresión a la patria”.
La jerarquía católica dejó hace tiempo de mostrarse como un sepulcro blanqueado: directamente muestra su podedumbre al mundo, ONU incluida.

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