domingo, 14 de febrero de 2016

#PECCAmos



Ayer tuvo lugar la novena edición de la Pequeña Muestra de Cine de Ambiente (PECCA) organizada por la asociación LGTB sevillana DeFrente. Sumar nueve ediciones de una actividad asociativa de esas características es todo un éxito que debemos celebrar, y demuestra que contra lo que muchos puedan pensar, Sevilla tiene músculo suficiente para este tipo de iniciativas.

Esta novena edición ha notado el cambio de gobierno municipal, ya que desde el “exilio” de otros años en espacios de la periferia de la ciudad, este año el ayuntamiento ha cedido para su celebración el Teatro Alameda, situado en la Alameda de Hércules, lo que sin duda realza el protagonismo de la PECCA.

Es la primera vez que asisto a esta gala, y desde luego salí deslumbrado. Una impecable organización, una magistral María Quesada como maestra de ceremonias, y una cuidada selección cinematográfica por parte de un jurado de primera (Carlos Durrif, José Luis Cienfuegos, Javier Rojas) contribuyeron a ello.

En cuanto a los cortos, me fascinaron algunos, me sorprendieron otros, y quiero compartir mi opinión sobre ellos, junto con la recomendación de que lo veas si te es posible.

ROSA, de Javier Gómez Sánchez. Abrió la muestra, con lo que tiene de bueno y malo. Una correcta cinta que refleja de una manera actual el posible conflicto de salir del armario, y como la diversidad se va instalando, aunque a retazos.

OH I LOST MY LEGS! de Natasha Rodríguez y Ramírez. En VOS, esta cinta parisina interpretada en inglés fue la única de contenido claramente lésbico. Una cinta que muestra como aún nos encontramos entre la duda y la aceptación de la propia sexualidad.

ROJO, de Carlos Alejandro Molina M. Sin duda mi favorita, este corto venezolano me sorprendió por su origen (la Universidad de Los Andes), un guión muy cuidado, y una realización más que correcta. La decisión de un final previsible no resta un átomo de tensión argumental, en un tema más que escabroso que es tratado con una delicadeza magistral.

FRITAS, de Manuel Gomar. Sin duda el más divertido de todos los cortos, razón por la que posiblemente llevó a ser el favorito del público asistente y premiado con la PECCA de Plata. Una cinta onubense ambientada en 1978, con tintes almodovarianos, que trata la homosexualidad de forma tangencial pero que en ese retazo nos recuerda la realidad de miles de parejas de gays en muchos pueblos y ciudades españolas de aquella época.

MI HERMANO, de Miguel Lafuente. Fue el corto que más me sorprendió. Si lo hubiese visto hace veinte años me habría fascinado su guión. Pero en 2016, me sorprendió que aún exista la necesidad de contar una historia así. Un drama en el que un joven que trabaja en Berlín recibe la noticia de que su hermano de 15 años ha fallecido en extrañas circunstancias. Una producción e interpretación impecable al servicio de una realidad que me sonaba a vieja. ¿O acaso erramos al dar por hecho que hay cosas que ya no ocurren?

TODO SOBRE TI, de Carlos Pineda. Una pequeña joyita con la que disfruté enormemente y que me lleva a una pregunta que me he hecho durante años y que siempre he respondido con un sí rotundo.

DE VUELTA, de Gabriel Dorado Pérez. Para mi gusto, tal vez la más intrascendente de las historias, que se compensa con la actuación de los protagonistas. Un fragmento de realidad casi irrelevante, un momento del paso de la adolescencia a la juventud de dos chavales algo más que amigos, pero que adquiere relevancia cuando se señala.

RARO EL QUE NO ES RARO, de Cristopher Carballo Lerma. Un corto mexicano en el que a veces eché de menos que no estuviera subtitulado en castellano normalizado. Una cinta que me enamoró y que muestra una visión de la realidad gay alejada del drama pero que no evita mostrar el conflicto.

EN RETOUR de Benjamin Wacksmann. Esta cinta francesa cerraba la competición, y plantea una historia que para muchas personas puede sorprender: como el amor puede llegar hasta las relaciones menos convencionales. Un corto de manufactura preciosista, cuidada y en VOS.

Cerró la muestra la obra galardonada con la PECCA de oro, concedida por el jurado. Una obra que trata el hecho LGTBI de forma tangencial pero que está llena de emoción, planteando una cuestión que siempre ha sido una obsesión para mí: ¿cuáles son las últimas palabras que dices a una persona que quieres o amas, cuando no sabes que será la última vez que la veas?

Y no puedo terminar este post sin recordar la actuación de La Rococompani, un divertidísimo dueto que llenó el teatro de carcajadas.


domingo, 7 de febrero de 2016

Despreciables filtraciones

 


Algo que siempre me ha indignado (sí, sí, yo tengo el hábito de indignarme desde mucho antes de que se pusiera de moda) ha sido la tradición de algunos, muchos para mi gusto, de los y las dirigentes del partido en el que milito, de mantener un periodista de cabecera al que utilizar partidistamente en su beneficio, filtrándole noticias para que al día siguiente sean publicadas y trabajen en su favor.

No se trata de un hábito exclusivo de las filas socialistas, ni especialmente novedoso, ya que las denuncias del extraño maridaje entre periodistas y políticos recuerdo haberlas leído durante la Transición.

Por desgracia, esta fue una práctica extendida entre la dirigencia socialista de la ciudad de Sevilla en los últimos años del mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, cuando los debates de los órganos del partido, incluidas las reuniones de la Comisión Ejecutiva Provincial, eran conocidos antes por esos periodistas de cabecera que por los cuadros de las Agrupaciones Locales, entre los que me encontraba.

Y me indignaba, y me indigna, porque tengo la convicción de que los compañeros y compañeras filtradoras piensan que utilizan a esos periodistas en su beneficio, sin comprender la terrible verdad: que son esas compañeras y compañeros dirigentes los que son utilizados por los periodistas y las empresas para las que trabajan, en detrimento fundamentalmente del partido y su ideario. Por ello, mi indignación por las grabaciones filtradas del Comité Federal ha alcanzado la máxima intensidad.

Aún no se ha sabido a ciencia cierta si las mismas se han realizado por parte de algún miembro del Comité Federal, de los servicios administrativos del partido o por parte de personas ajenas al PSOE. Pero en caso de confirmarse de que mi partido no ha sido víctima de un contubernio externo para dinamitar su imagen, la confianza de sus militantes y el apoyo de sus votantes, se trataría de una de las acciones en la vida orgánica más despreciables de las que soy capaz de imaginar.

Sin duda hay otras aún más despreciables (la corrupción y la violencia física o psíquica hacia compañeros, por ejemplo) pero a efectos orgánicos se trata de una de las más graves.

La repugnancia que me produce me ha llevado a negarme a escuchar las grabaciones publicitadas por la cadena Ser, e incluso a cambiar de canal de TV cuando se han emitido fragmentos de las mismas. No me interesa lo más mínimo conocer el debate del máximo órgano socialista entre congresos, robado de forma tan infame.

Porque dicha filtración es una agresión al conjunto de la militancia, ya que la democracia interna descansa sobre la posibilidad real de un debate sin cortapisas allí donde debe producirse. La filtración de la semana pasada colapsa la confianza mutua que permite el mayor grado de sinceridad entre dirigentes, donde debatir las diferencias, y alcanzar los consensos básicos.

Lo único positivo que soy capaz de encontrar a esta acción que concita mi mayor desprecio es que sirva de revulsivo y lleve a la convicción a los y las compañeras dirigentes del partido, sea cual sea su nivel, de que un periodista nunca será un aliado, ya que sirve a otros intereses: el interés general en el mejor de los casos, a su carrera profesional o los intereses de la empresa que le paga el salario, en el caso más habitual.
  
Como socialista me siento injuriado en lo más profundo de mi militancia. Como ciudadano, siendo el mayor de los desprecios hacia el que ha producido la filtración.

domingo, 31 de enero de 2016

¡“Disparen” sobre el militante socialista!



No hay nada nuevo bajo el sol. Y en política posiblemente menos que en ninguna otra materia.

Por eso, las estrategias de las nuevas formaciones políticas españolas no son ninguna novedad, sino la reactualización, muy inteligentemente eso sí, de las prácticas y las teorías políticas antiguas que podemos rastrear a lo largo de la historia.

La máxima divide y vencerás, es una de ellas. Por eso se ha acusado a Pablo Iglesias de crear divisiones en vez de construir. Y con mucha razón. En mercadotecnia, lo principal es la creación de un target que sea receptivo a nuestros productos, que un número suficiente de individuos se sienta diferente a la mayoría y especial por consumirlo.

Porque se trata de vencer, no de convencer. Y tienen muchas posibilidades de vencer, porque disponen de las herramientas necesarias (medios de comunicación afines, potentes creadores de opinión en las redes, el sentimiento de culpabilidad de decenas de miles de revolucionarios de los setenta y ochenta, que a partir de los noventa se aburguesaron y ahora quieren hacerse perdonar y perdonarse radicalizándose y pidiendo lo que no hicieron cuando pudieron), pero ni convencerán ni les importa hacerlo.

Y de eso trata la nueva política española: primero romper los vínculos emocionales que cohesiona el entramado social creando el sentimiento de desapego de los de abajo respecto a los de arriba; luego haciendo lo mismo hacia la dirigencia del país, reactualizando el término casta, que ha pasado de identificar las partes que se divide la sociedad (la casta de cristianos, judíos y moros de las que nos hablaba Américo Castro, o las castas de la India) a designar un segmento social enemigo de la mayoría.

Una vez que has creado ese target político, un número suficiente de ciudadanos que se identifican con los de abajo, y han roto su vínculo emocional con la dirigencia del país, la casta, solo falta el paso de eliminar a los que compiten en tu mismo mercado.

Por eso, tras años donde el objetivo era identificar al PSOE con el PP, las elecciones ha llevado a los ideólogos del entorno de PODEMOS y sus creadores de opinión a una nueva estrategia, basada en disparar, no sobre el PSOE en su conjunto, sino de forma selectiva sobre la dirigencia socialista que podría resistirse a un pacto con ellos, para promover la división dentro de la masa social del socialismo español intentando conformar también un arriba y un abajo (la dirigencia y la militancia) y una casta, algunos de los dirigentes más importantes del socialismo, para intentar que la base socialista los identifique como los enemigos aliados con la casta de la derecha, y por consiguiente que se les identifique a ellos como los aliados de la militancia socialista.

La decisión de la dirección del PSOE de dar la última palabra a la militancia en un pacto de gobernabilidad o gobierno, obligará a redefinir la estrategia de la formación morada.

Porque ahora ya no basta con disparar a los y las dirigentes que puedan oponerse a su estrategia, sino intentar que a la hora de decidir, el militante socialista tenga que definirse si es uno de los de abajo o de los de arriba, si es parte de la casta o el enemigo de ella. Por eso en las próximas semanas sin duda veremos un fuego graneado en las redes sociales y en los discursos públicos de los líderes de PODEMOS intentando satanizar a aquel militante socialista de base que no se muestre favorable a las tesis de esa formación política.

Dividir a la sociedad, dividir al PSOE, dividir a los militantes. En el fondo, la política neopopular de PODEMOS no es tan diferente a la política neoliberal del PP. Crispar, dividir, silenciar. Porque, como ha ocurrido en toda la historia de la humanidad, el fin justifica los medios.
     
O no.

domingo, 24 de enero de 2016

Gimeno, Bescansa y el feminismo de las nuevas generaciones


Recientemente, Beatriz Gimeno ha publicado un interesante artículo en el magazin on-line Pikara titulado “El bebé de Bescansa, elfeminismo y la nueva política” que aporta un novedoso enfoque sobre un tema que ha hecho correr ríos de tinta (o en la new age, ríos de bit) en el seno del feminismo español.

Un artículo (cuya lectura es muy recomendable), que viene a plantear una hipótesis valiente: la existencia de un nuevo feminismo, más vital, que ha superado el feminismo más vinculado a la tradición de aquellas mujeres de la generación de la propia Gimeno.

Así, afirma que “Las feministas que criticaron el gesto de Bescansa pertenecen a otra tradición feminista que, en parte, está ligada también a otra generación (la mía, por cierto) que ha dado mucho al feminismo pero que si no mira alrededor con curiosidad y ganas de aprender y, sobre todo, de escuchar, corre el riesgo de quedarse completamente al margen”.

Gimeno es un referente de la lucha feminista en nuestro país, y cuya solvencia intelectual y compromiso social por la igualdad llevó al movimiento andaluz de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intergénero (LGTBTI) a concederle el premio Adriano Antinoo en 2012.

Esta es una de las razones por la que para el movimiento LGTBI al que pertenezco, y que se define como feminista, la valiente afirmación es muy importante. Porque efectivamente, si el feminismo no es capaz de trascender sus propios paradigmas para ajustarlos a la realidad social corre el riesgo de terminar como el liberalismo, una teoría venerable secuestrada por los intereses espurios de una minoría que la utiliza para fundamentar sus prejuicios de clase.

Un ejemplo lo tenemos en el rechazo numantino, de ese mismo feminismo generacional al que pertenece Gimeno, de la gestación subrogada. El manifiesto “No somos vasijas” está inspirado en el eje de las críticas feministas hacia Bescansa, que Gimeno cuestiona porque “el feminismo se mueve al ritmo de las vidas de las mujeres”.

En su artículo, Gimeno aclara que “Lo primero que hice antes de ponerme a escribir este artículo fue realizar una mini encuesta en mi trabajo a mis compañeras diputadas y a las trabajadoras del Grupo Parlamentario” sorprendiéndole que “Las jóvenes a las que he preguntado crecieron sabiendo que no tenían que ser madres si no querían, que tenían que estudiar, que formarse, y que tenían que conseguir un trabajo remunerado sin el cual no hay igualdad ni tampoco hipoteca posible. Y con lo que se han encontrado es con lo que de sobra conocemos; que en realidad no pueden ser madres (ni padres) aunque quieran”.

Por eso, invito a Beatriz Gimeno que se cuestione también sus paradigmas en relación a la gestación subrogada. Que salga a la calle y pregunte a mujeres jóvenes que pueden ser madres pero que han crecido sabiendo que no tienen por qué serlo si no quieren, si están dispuestas a realizar el generoso acto de solidaridad en favor de otras mujeres y parejas mediante la gestación subrogada.

El rechazo frontal hacia una técnica reproductiva como la gestación subrogada no sólo niega el derecho subjetivo de mujeres y hombres a ser madres y padres, sino que también el derecho objetivo a la autonomía de las mujeres para decidir sobre su cuerpo en relación a un acto de generosidad, como la donación de óvulos, órganos y sangre.

Es comprensible la prevención del feminismo generacional de Gimeno hacia una técnica reproductiva que rompe los esquemas preconcebidos. Un sólido análisis elaborado durante décadas lleva a la convicción de que, como en el caso de la selva, haga el hombre el amor o la guerra, siempre terminan perdiendo las mujeres.

Pero como ha escrito Gimeno, si ese feminismo no "mira alrededor con curiosidad y ganas de aprender y, sobre todo, de escuchar, corre el riesgo de quedarse completamente al margen".Y estoy convencido que ese camino ya se está recorriendo con el rechazo visceral hacia la gestación subrogada.

domingo, 17 de enero de 2016

¿Por qué razón no mata a su bebé y se lo come?

«GHVIP»: Laura, Carmen, El pequeño Nicolás y Julián son los primeros nominados

Querida lectora o lector, estoy seguro que si hiciera esta pregunta a un millón de personas obtendría una amplísima panoplia de respuestas que irían desde el silencio acompañado de una mirada llena de desprecio, hasta intentos de agresión, acompañados de los lógicos insultos y calificaciones de enfermedad mental por ocurrírseme una pregunta así.

Pero de lo que estoy seguro es que ni entre un millón de respuestas alguien se limitaría a responder: no lo hago porque lo prohíbe la ley.

Y es que en los seres humanos son más fuerte los límites que nos impone lo que nos parece repugnante que las normas que nos damos mediante leyes.

Por eso no deja de parecerme muy curioso qué en nuestra cultura peninsular, queremos resolver los problemas que nos acucian mediante el cambio de leyes, la gran mayoría de veces endureciéndolas, sin reparar en que, como nos recuerda nuestro rico acervo refranero, hecha la ley, hecha la trampa.

Siempre he considerado esta obsesión por cambiar las leyes, como una de las mayores hipocresías patrias, una forma de descargar nuestra responsabilidad y silenciar nuestra conciencia. Porque todos y todas sabemos que el cambio de la ley por sí, por necesaria y oportuna que sea, no es suficiente en la mayoría de los casos y, en no pocos, directamente irrelevante.

Esto podemos observarlo desde nuestra posición hacia la corrupción hasta las debilidades de nuestro sistema educativo, pasando por todas las realidades que confluyen en nuestra vida cotidiana.

Mientras cada uno de nosotros no sintamos la misma repugnancia al pensar en actuar de forma corrupta como nos sentiríamos al pensar que vamos a matar a nuestro bebé y comérnoslo; mientras que no sintamos la misma repugnancia hacia el padre o la madre infanticida antropófaga que hacia el corrupto; mientras ser corrupto tenga cierta tolerancia social, el cambio de leyes, con ser importantes, no dejarán de ser medidas cosméticas, claramente consoladoras pero poco efectivas.

Estos días tenemos la prueba en un programa de televisión, donde han reunido a algunos de los personajes que representan esa falta de ética y que son premiados socialmente, al convertirse en protagonista generosamente retribuidos de un show en prime time.

La cadena de televisión, que en sus noticiarios presenta una fachada de dura crítica hacia la corrupción en la política, y unos ciudadanos que encuesta tras encuesta declaran rechazar la corrupción para engancharse a continuación a dicho programa, son el ejemplo paradigmático de nuestra hipocresía.

Hasta que no cambiemos nosotros, todos los cambios legales son irrelevantes. Por muy consoladores que sean.

domingo, 10 de enero de 2016

Ni Concierto ni doble nacionalidad

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Lo poco agrada y lo mucho espanta. Soy hombre refranero (maricón o mamporrero, dicen) y este es uno de mis preferidos, aprendido de labios de mi progenitora en mis dulces días tangerinos. Al principio interesa, luego uno aguarda educadamente a que termine, y al final, con cara de pocos amigos, espera que el dichoso energúmeno nos deje en paz.

Suele ocurrir con las gracietas de los niños, pero también con personas que nos enamoran por su gracejo, su cultura o su belleza. Permanecer imperturbable e inmutable en un papel produce aburrimiento primero y hartazgo al final. Y en ello andamos con la cuestión catalana.

No tengo duda que el debate sobre Catalunya es un debate trucado, muy al gusto de nuestro carácter mediterráneo de la impostura y el postureo. Tengo la convicción de que en el fondo nadie es consciente de la transcendencia del debate, de sus repercusiones a medio y largo plazo, y todos y todas lo reducen a un par de variables adscribiéndose a la que más coincide con sus prejuicios. Pero la realidad es tozuda, y lo complejo no se simplifica porque nosotros nos neguemos a tomarlo en consideración.

Pase lo que pase, se quede o se vaya, los y las ciudadanas de lo que hoy conocemos como Reino de España seguirán con sus vidas, descubriendo lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno. Como ocurrió cuando el sueño iberista de la corona castellana salió hecho pedazos en 1640, cuando Bolívar y San Martín independizaron los virreinatos americanos, o cuando los trust americanos decidieron que España no necesitaban para nada Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Pero de lo que estoy convencido es que la comedia catalana ya ha pasado de divertir a aburrir, y pronto pasará a causar hartazgo. La bufonada de ayer 9 de enero (ese pacto medievalista donde se dejan en prenda a representantes democráticos como cuando Francisco I envió a sus hijos a Carlos V como garantía de cumplimiento del Tratado de Madrid) muestra que la cultura democrática apenas es un barniz en nuestra piel de toro. Y lo que es peor, lleva al cansancio de todos, aquende y allende el Ebro.

Como español, no estoy en contra de una consulta o referéndum; como socialista no rechazo que un territorio por las buenas o por las malas se independice. Lo que sí rechazo de plano es que el Estado español ofrezca el Concierto a cambio de un par de décadas de sosiego independentista catalán, o la doble nacionalidad a una novísima República Catalana.

Esto ya ha pasado de castaño a oscuro, y el niño malcriado ya no hace maldita la gracia.

viernes, 18 de diciembre de 2015

¡Hostias!


En este blog, estimada o estimado lector, he tratado varias veces sobre la violencia, tanto física como psíquica. La violencia, con la única excepción de aquella pactada para obtener placer sexual, me repugna. Coincido con Schiller que la persona que sufre violencia es deshumanizada. Y que debemos por todos los medio luchar contra la violencia que nos deshumaniza.

Claro que mi concepto de qué es violencia excede con mucho aquella que suele considerarse por parte del gran público, unas veces por falta de reflexión, otras por interés espurio.

En mi escala de repugnancia sobre aquel que ejerce violencia va en relación directa con la autoridad o el poder del que la ejerce. Pero sería infantil por mi parte no admitir que, de todas las violencias, las física, las producidas cuerpo a cuerpo, son las que más rechazo producen.

Esta reflexión no es nueva. Nuestro llorado Ángel Ganivet, como he recordado en algún que otro post, ya denunciaba la hipocresía de aquellos que se espantan por la violencia de un navajeo pero ven honrosa una guerra donde los contendientes mandan a conciudadanos como borregos al matadero para que maten a los conciudadanos de otros países, o incluso de sus mismos países. Y si los muertos son negros ni siguiera hay violencia, recuerdo que escribió Ganivet.

Este introito viene a cuenta del brutal puñetazo que ha sufrido esta semana el presidente del gobierno de la Nación española, Mariano Rajoy, de manos de un joven de 17 años. Naturalmente, rechazo radicalmente dicha agresión. ¿Cómo podría ser de otra forma si, como ya he manifestado, me repugna la violencia?

Pero llevan parcialmente razón aquellos que denuncian como hipócritas aquellos que se escandalizan por el brutal puñetazo y en cambio callan ante otras violencias o, lo que es peor, las justifican como inevitables e incluso deseables.

Ahora bien, a esas personas que así se manifiestan, les haría una pregunta: ¿qué opinarían en caso de que el agredido fuese su líder preferido, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias por poner dos ejemplos, y el agresor un joven neonazi?

Si medimos la violencia por los efectos que produce, el brutal puñetazo propinado por el menor a Mario Rajoy no es, desde luego, de la más grave de las que a diario observamos en nuestro país.

Si la baremamos por las secuelas, mucho más grave han sido las violencias que han llevado al asesinato a más de cincuenta mujeres en España este año en manos de sus parejas o ex parejas, sin contar las lesiones y traumas de mujeres y menores, de aquellas violencias machistas que nunca llegan a la prensa pero que duran décadas en el secreto de los domicilios; los accidentes laborales con resultado de muerte que se han producido en todos los tajos de este país, y que el ministerio correspondiente eleva a 511, de enero a octubre de este año, a los que hay que sumar los 3.511 de carácter grave que han dejado lesiones físicas a los afectados y emocionales a ellos y sus familias, y que son producto de la avaricia, la estulticia o la maldad de directivos y mandos intermedios que obvian y obligan a obviar los protocolos de prevención de riesgos laborales a sus trabajadores.

Pero también debemos sumar a esta lista las personas que padecen una violencia psicológica perversa en todos los ámbitos: los que sufren día a día el moobing en sus puestos de trabajo, que pueden sumar decenas de miles en España, causando depresión, alcoholismos y otras patologías físicas o sociales; los menores que sufren el bullying en los centros escolares, ante la indiferencia o el miedo a señalarse de otros menores, maestros, directores y padres; la violencia estructural que sufren gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, en escuelas, familias, centros de trabajo; sin olvidar, en fin, la violencia ejercida por una gestión empresarial odiosa, con salarios de miserias, jornadas abusivas, chuleos o discriminaciones, prácticas coercitivas para evitar la sindicalización de los centros de trabajo.

Y no hay que olvidar tampoco la violencia institucional ejercida por las administraciones, estructurales como son los recortes en servicios básicos y normativas perversas, como del trato que en ocasiones dan los trabajadores públicos a los usuarios que acuden en demanda de auxilio vital a las Administraciones. Recuerdo en este momento el caso de una mujer marroquí en Málaga que no puede acogerse a las ayudas por víctima de violencia de género, contrastada por la policía, porque no tiene forma de presentar el convenio regulador del divorcio marroquí con su primera pareja, que nunca se llegó a firmar porque la abandonó al quedarse embarazada. Según la normativa que hemos aprobado democráticamente, la víctima debe acreditar que no tiene ingresos por parte de su ex marido y sólo acepta el convenio regulador como prueba. ¿Qué es otra cosa que violencia institucional ejercida por los poderes públicos y las normas legales?

Y así podría extenderme en una infinidad de casuística que se producen cada segundo de nuestras vidas a nuestro alrededor. Y es que nos negamos a aceptar que nuestra civilización se asienta sobre el principio general del ejercicio de la violencia sobre nuestros congéneres. Violencia que consciente o inconscientemente ejercemos todos y cada uno de nosotros sobre nuestro entorno familiar, social, laboral, con decisiones aparentemente neutras que violentan física o emocionalmente a los que nos rodean.

Por eso, llevan razón los que se escandalizan por la brutal agresión al presidente Rajoy, y llevan razón los que critican los que se escandalizan exclusivamente por este tipo de violencia.
     
Pero todos ocultan lo principal. No hay violencia que no cuente con nuestro apoyo explícito o tácito. Y de esto no nos escandalizamos.