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sábado, 19 de marzo de 2011

Lord Quintero y el bufón Jodorowsky. Escándalo en el Teatro.

Sevilla, Teatro Quintero (calle Cuna), 18 de marzo a las 20:20 h. Hemos comprado por internet dos entradas para el espectáculo teatral “Padres, Madres, Hijos, Hijas” que dirige Cristóbal Jodorowsky y que debe empezar a las 21:00 h.
Cristóbal es hijo del gran Alejandro Jodorowsky, entre otras muchas cosas psicoterapeuta inventor de la psicomagia, y creador de espectáculos de gran resonancia en París. El cartel que la web del teatro ha colgado lo anuncia como invitado especial.
Observamos extraños movimientos por el zaguán en el que esperamos, lo que nos llama la atención. Poco a poco el público va llegando mientras vemos a personal del teatro entrar y salir, personajes que parecen actores llegar, saludar, entrar, salir, regresar. Todo es muy extraño, parece la “mise en scène” de una obra que interactúa con los espectadores que pacientemente esperamos que se abra la sala para entrar.
Pasan los minutos, pero finalmente a las 20:50 h. dos azafatas del Teatro abren las puertas. Las escenas de confusión continúan. Observamos que algunos espectadores presentan no la preceptiva entrada sino la mitad de un folio, los cuales van siendo apartados de la cola.
Por fin entramos. Es la primera vez que visitamos la sala del antiguo cine Pathé.
Dentro, parece que el juego de la confusión continúa en la platea, pero poco a poco los espectadores vamos encontrando nuestros asientos y esperamos paciente el inicio del espectáculo. Una maravillosa actriz, Irene, interactúa con el público con una pose que realmente impresiona. Mientras las filas se van completando, los actores y las actrices pasean por el escenario, por el pasillo del teatro, hablan entre ellos.
Son las 21:35 h. Algunos espectadores se impacientan, van ya 35 minutos de retraso, pero al fin parece que la sala está completa. Pero con sorpresa comprobamos que a pesar de estar completo el aforo siguen entrando espectadores.
Cristóbal Jodorowsky aparece al pie del escenario y pide calma y compresión señalando que ha venido más público del previsto y se va a acomodar a todo el mundo. Pero estupefactos vemos que siguen entrando espectadores y junto a ellos sillas que son colocadas delante de la primera fila obstaculizando la salida de la sala y en el colmo del asombro observamos cómo se les indica a un número importante de espectadores que se sienten en el pasillo.
Un grupo de espectadores, entre los que me encuentro, protestamos de viva voz y abandonamos la sala mientras el espectáculo comienza. Son las 21:50 h.
Una vez fuera comienzan las explicaciones, que suenan a justificaciones, pero poco a poco nos vamos haciendo con un retrato bastante certero de lo ocurrido. Cristóbal Jodoroswky pasa por ser un reputado psicoterapeuta que imparte talleres por todo el mundo y en calidad de tal impartía un taller organizado en Sevilla por Depravado Teatro. La obra “Padres, Madres, Hijos, Hijas” era el colofón de dicho taller.
Cristóbal, un atribulado terapeuta abrumado por la posibilidad de que el estreno de su obra sea un sonoro fracaso al tratarse de su primero obra escénica que se representa en un teatro de verdad, ha invitado a un numeroso público compuesto de amigos y familiares de los actores y de las actrices. Pero pasadas las 20:00 h. descubre el teatro que se están vendiendo la mayoría de las entradas que completan el aforo y empieza una nerviosa búsqueda de soluciones. Cuando por fin se empieza a acceder a la sala ya se sabe que si entran todas las personas que esperan se superará el foro por mucho. Según la dirección del Teatro, cuando se le pide a Jodorowsky que no accedan más personas al local, éste aprovecha una distracción del personal del teatro para hacer entrar a más personas por una segunda puerta que no está controlada.
Al comienzo del espectáculo, el número de personas sobrepasaba ampliamente el aforo del local, lo que supone una temeridad. Cuando llegó la policía local los que estaban por los pasillos ya habían ocupado los sitios de los que habíamos abandonado el local y al parecer sólo vieron a tres o cuatros personas sentadas en el pasillo.
El propietario del teatro, el conocido entrevistador Jesús Quintero, dio amplias explicaciones pero erró en lo principal. Como Lord Jim, en la novela de Joseph Conrad, hubo un momento en que tenía que tomar una decisión fundamental: saltar o quedarse en el barco, como fue el caso del personaje de Conrad; parar el inicio de la obra y obligar a salir a los que carecían de entrada, o aceptar los hechos consumados y dejar continuar la obra. Como Lord Jim, Jesús Quintero tomó la decisión equivocada. Y como a aquel, ese hecho, el poner en peligro la vida de sus espectadores y de sus actores, le perseguirá toda la vida.
Cristóbal, por su parte, no pasa de ser el bufón de la obra. Enfatuado psicoterapeuta, que o bien consideraba su obra tan mediocre que era incapaz de atraer a un público cultivado, o bien consideraba tan mediocre a la ciudad de Sevilla y su área metropolitana, que con un millón de habitantes no sería capaz de llenar 300 butacas. En todo caso lo que nos revela su actuación es que tiene claras dificultades emocionales no resueltas que requieren de terapia urgente.
Soy consciente que los terapeutas, como los arquitectos, los ingenieros de caminos, y los médicos, son las personas más narcisistas del mundo. Y en parte tienen razón: en sus expertas manos están depositadas nuestra salud y nuestro bienestar. Pero si bien estoy dispuesto a pagar para que un psicoterapeuta como Jodorowsky sane mi mente y mi cuerpo, no estoy dispuesto a permitir ser el esparrin de un creador narcisista y megalomaniático, apocado aprendiz de demiurgo, que en su soberbia prepotencia está dispuesto a jugar con la vida de centenares de espectadores. Parafraseando a Perich, lo peor de todo, es que al pobre Alejandro Jodorowsky le haya salido un hijo así.