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domingo, 4 de octubre de 2015

Fracaso escolar en España ¿cuestión de hambre y sueño?


Soy consciente. Conspicuos de todos los pelajes (desde expertos en educación hasta columnistas y tertulianos, pasando por políticos, sindicalistas, economistas y fruteros) culpan del pavoroso fracaso escolar de nuestro país (medido según PISA) a los factores más diversos, como a la descentralización de la educación tras el Estado de las Autonomías (como hoy mismo hace el catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Sevilla, Antonio Porras Nadales en el DIARIO DE SEVILLA), a los cambios de los modelos educativos que se suceden en nuestra co-patria, a la falta de autoridad de los docentes (por lo que según la ínclita Esperancita Aguirre habría que alzarlos 20 centímetros del suelo) e incluso a las políticas de inmersión lingüística.

Pero, querido lector o lectora, yo, que soy más de andar por los suelos que revolotear sobre las cabezas de nuestros compatriotas, también tengo una hipótesis: el fracaso escolar en España se debe a que los niños y las niñas ni duermen lo suficiente ni desayunan lo necesario.

Veamos los datos. Según está aceptado por las autoridades médicas, hasta los 5 años se debe dormir el 50% del día, es decir, 12 horas, y que a partir de ahí hasta la adolescencia se debe descansar el 40% del día, es decir, 10 horas. Pues bien, si hacemos caso a la Sociedad Española del Sueño, los niños duermen poco y mal, ya que un tercio tiene problemas de descanso y el 60% duerme menos de las 10 horas recomendadas.

Pero no es necesario apelar a los científicos de la materia, sino sólo hacer memoria de nuestra propia experiencia personal. Un menor que tiene que entrar en el colegio a las 08:30 horas debería levantarse, si vive próximo a su colegio, al menos a las 07:30 horas para desayunar, asearse, vestirse y desplazarse, lo que supone que debería estar en la cama a las 21:30 horas. Pero si vive lejos de su colegio o los padres deben entrar en el trabajo a las 08:00 horas, por ejemplo, deberían levantarse al menos de 06:00 horas a 06:30 horas, lo que obligaría a estar en la cama como mínimo a las 20:00 horas o a las 20:30 horas. ¿Cuántos niños y adolescentes de hoy conoces que a esas horas estén bañados, cenados y dormidos?

¿Qué efectos produce la falta de descanso? Fundamentalmente problemas de aprendizaje y desarrollo cognitivo. Según Jesús Panigua, responsable de la unidad del sueño en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada, cuando un niño tiene sueño disminuye su atención y se bloquea la capacidad de retener la información.  Si esta somnolencia se prolonga, su desarrollo cognitivo irá más lento y la comprensión será más difícil. 

¿Y cuántos niños duermen poco y mal en España según la Sociedad Española del Sueño? Al menos un tercio. Yo diría que en la adolescencia todos duermen menos de lo necesario.

Pero esto es sólo la mitad del problema. Porque muchos de los niños y adolescentes, además de dormir poco no desayunan en casa. Veamos los datos. Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, entre el 20% y el 40% de los niños españoles van al colegio sin desayunar. Parece razonable pensar que el número irá aumentando según la edad de forma que en la primera infancia escolar, de 5 a 10 años, se desayunará en casa más que en la adolescencia.

¿Y qué efectos provoca el no desayunar en casa antes de ir al centro educativo? Según la SEEN favorece la obesidad y… ¡¡¡tachín, tachín!!! afecta al rendimiento escolar.

Es decir, que un tercio de niños y adolescentes tienen problemas de sueño, un tercio de niños van al cole o insti sin desayunar en casa, y, curiosamente, el abandono escolar prematuro en España tiene una tasa del 21,9%. Lo que sorprende es que no sea mucho más.

¿Cuáles serían los datos si la gran mayoría de los niños y niñas y adolescentes durmieran lo suficiente y fuesen desayunados al colegio o instituto? Posiblemente si, en vez de dedicarse a usar la educación como herramienta política y cuestionar el sistema educativo, la sociedad española se pusiese a hacer dormir lo suficiente a nuestros niños y adolescentes y luego mandarlos a clase bien desayunados, PISA nos luciría mucho mejor.

Pero, claro ¿cómo tener a los niños y adolescentes en la cama a las 20:00 horas si nosotros, los adultos, nos negamos a meternos en ella antes de las 01:00 h? ¿Y cómo obligarles a desayunar si la máxima nacional es aquello de “ya tomaré algo en el bar”? Y luego, para no sentirnos culpables, cargamos contra el sistema educativo.
         
Todo muy español, incluso en Cataluña.

viernes, 14 de noviembre de 2014

In Vigilando

Hay que reconocerlo. Lo único de bueno que nos ha traído el caso de los EREs ha sido la ampliación de vocabulario de la sociedad española, cosa que, por otro lado, no está nada de mal visto la pobreza lingüística que se gasta el personal.

Tras la noticia de la decisión del Tribunal Supremo de asumir la investigación de los EREs en lo que afecta a aforados (tanto a los diputados y senadores, como parlamentarios andaluces) el lector de un diario digital se despachaba tan a gusto, afirmando que “aunque Griñán o Chaves, no se hubieran enriquecido directa o indirectamente de la trama corrupta, por culpa "in vigilando" e "in eligendo", responsabilidad política tienen”.

¡Toma ya! ¡Que nivelazo! Dígame, querido lector o lectora, si antes había leído a un simple lector de periódicos utilizar con tanta soltura los latinajos jurídicos. ¡Que arte!

Claro que popularmente también tenemos conceptos similares casi tan antiguos, pero no tanto, como éstos. Me refiero a los castizo refranes “el ojo del amo, engorda el ternero”, y “a pastores dormidos, ovejas descarriadas”.

Pero es bueno que la sociedad española asuma que hay una responsabilidad “in eligendo” y también “in vigilando”. Es decir, también los y las españolas somos responsables de lo que elegimos en las elecciones, o permitimos que se elijan quedándonos en casita, y que una vez elegidos hay que estar “in vigilando”, es decir, nada de entretenidos en las cosas de la vida y dejando hacer.

Claro que este “in eligendo” e “in vigilando” no afecta sólo a la política. De hecho, cada padre y cada madre debe asumir su responsabilidad “in vigilando” si su retoño pasa de las travesuras infantiles a los gamberrismos adolescentes, pintando fachadas, estropeando el ascensor de la comunidad, o dejando o dejándose embarazar. Una responsabilidad que debe recaer no sólo patrimonialmente sino penalmente en los padres.

Claro que me temo que este “in vigilando”, que no “in eligendo” que de ello se encarga la madre naturaleza, gusta menos del que reprochamos a Manuel Chaves y José Antonio Griñán.

Y hay otras facetas de la vida donde el “in eligendo” e “in vigilando” nos exige estar ojo avizor, desde qué ocurre en nuestros colegios y parroquias, hasta lo que pasa en nuestros centros de trabajo o en nuestra comunidad de propietarios.

En fin, parece que en España realmente orientamos mal nuestro indisimulado gusto por el cotilleo, y nos dedicamos a estar “in vigilando” la vida de nuestros famosos, en vez de “in eligendo” correctamente lo que hay que estar “in vigilando"

Que somos unos pamplinosos, vamos.

domingo, 23 de marzo de 2014

María Morterero Felipe, otra maestra de la República.

Expediente de Depuración de María Morterero Felipe, conservado en el Archivo General de la Administración

Recientemente he tenido la oportunidad de disfrutar del visionado del documental Las Maestras de la República, dirigido por Pilar Pérez Solano y promovido por la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE-UGT) el cual ha alcanzado el premio Goya al mejor documental. Y no he podido dejar de recordar a una docente familiar mía.

En este mismo blog me he referido a varias miembros de mi familia, las cuales siempre me han causado admiración su talento, su voluntad y lo adelantadas que estaban para su época. Mujeres como mi tía abuela Carmen del Pino, mi tía bisabuela María Felipe, mi bisabuela Enriqueta Rivero, y muchas otras, me muestran que en todas las épocas han existido mujeres que han tenido la voluntad de romper el estrecho mundo que una sociedad católica patriarcal imponía a más de la mitad de la población.

Una de ellas es María Morterero, a la que no llegué a conocer personalmente por fallecer casi diez años antes de nacer yo, pero sobre la que nos hablaba mi madre y mis tías durante las largas sobremesas veraniegas. Y más tarde, le he ido conociendo mejor gracias a algunos documentos que he podido ir recuperando aquí y allá. No se trataba exactamente de la maestra republicana de la que nos habla el documental, ya que pertenecía a una generación anterior, pero sí de una maestra que participó del espíritu republicano incluso antes de proclamarse la II República.

Aquilina María Morterero Felipe, única niña entre tres varones, nació en Trijueque el año 1879, en el seno de una familia muy religiosa de la pequeña burguesía rural de Guadalajara. Su padre, Benito Morterero era un hidalgo venido a menos, que realizó sus estudios en el seminario de Sigüenza y que tuvo varios negocios a lo largo de su vida, desde una escuela para niños hasta la concesión del servicio de bagajes del partido de Brihuega, pasando por una abacería, pero que aún mantenía en la comarca cierto prestigio que le llevó a asumir responsabilidades de juez y fiscal municipal en Trijueque. Su madre, Crisanta Felipe Pajares, era la nieta del escribano de la localidad, y hermana de las profesoras María y Teresa Felipe, y gozaba de cierto prestigio como poeta y por practicar el ovillejo, la improvisación poética, en reuniones sociales y familiares.

Gracias al ambiente de su casa, y de la mano de su tía María Felipe, María Morterero se dedicó a la docencia, estudiando en la Escuela Normal Elemental de Maestras de Navarra, donde alcanzó la revalidad de maestra de primera enseñanza superior en 1899, expidiendo su título la Universidad de Zaragoza.

Con 21 años, fue nombrada maestra auxiliar de Villargordo, en la provincia de Jaén, para luego ejercer el magisterio en un número importante de localidades, como Irún (en 1902), Elciego (de 1902 a 1906), Astesau (de 1906 a 1910), Atienza (de 1910 a 1903), Arcos de Medinaceli (de 1913 a 1916), Brihuega (de 1916 a 1917), Trijueque, su localidad natal (de 1917 a 1929), y finalmente en la ciudad de Guadalajara.

El contacto con su tía María Felipe, autora en 1899 de “Medios para sostener la disciplina en una escuela sin necesidad de castigos corporales”, tuvo una gran influencia en su desarrollo profesional, como reconocía el semanario educativo La Orientación, quien en 1916 publicó: Es la Srta. Morterero una profesora joven, con vocación decidida por la enseñanza y muy versada en este arte, pues a más de haber hecho los estudios de su carrera con gran brillantez, tuvo como maestra, con quien practicó, a su inolvidable tía Dª María Felipe y Pajares (q.e.p.d.), que desempeñó con gran acierto durante muchos años, una escuela municipal de San Sebastián (Guipúzcoa)

Maestra muy comprometida con su magisterio, fue la única mujer de la Junta Directiva de la Asociación de Maestros del partido de Atienza elegida en 1911, así como en la del partido de Brihuega en 1916. En la citada villa de Atienza obtuvo su único Voto de Gracia por parte de la Junta Local de 1ª Enseñanza, en 1912, y promovió, junto con el profesor Isidro Almazán, la primera Mutualidad Escolar de la provincia, y unas de las primeras de España.

Mujer de gran corazón, participaba en cuantas iniciativas, de las que ahora llamamos solidarias, se ponían en marcha a favor de niños y mujeres, quedando constancia de su aportaciones a la suscripción abierta por el diario LA LIBERTAD a favor de los niños de Asturias que habían quedado huérfanos durante la revolución del principado en 1934, la cuestación de FETE a favor de las guarderías y colonias infantiles en julio de 1936, o aportaciones para las víctimas del bombardeo de diciembre de dicho año en Guadalajara.

El golpe de estado de 1936 daría paso a una época de gran amargura. No sólo por el asesinato de su hermano Justo Morterero en Écija (por las órdenes genocidas del felón Queipo de Llano), sino también por la persecución que sufrió, como decenas de miles de maestras y maestros republicanos, por su compromiso con el proyecto educativo de la II República.

La situación no podía ser más temible. El castigo menor era ser expulsada de la carrera, con la consiguiente penuria en casos como los de María Morterero, soltera, y con apenas pequeñas rentas de varias propiedades en su localidad natal. Mucho más grave era ser encarcelada, ya que además de las torturas y vejaciones, el no tener familiares residentes en Guadalajara que pudieran socorrerla supondría su muerte por inanición, como ocurrió con decenas de miles de presos de toda España en aquellos años. Y lo peor, a ser asesinada por un Consejo de Guerra sin ningún tipo de garantías y por acusaciones paranoicas.

Antes, en octubre de 1936, y en cumplimiento del Decreto de la II República Española, María Morterero solicitó la readmisión a su empleo de maestra nacional de una de las escuelas unitarias de Guadalajara. En la misma declaró que desde el 1º de abril de 1936 participaba en la organización Socorro Rojo Internacional  (SRI), una suerte de Cruz Roja impulsada por la Unión Soviética, y desde el 5 de septiembre de 1936 estaba afiliada a FETE, pero que no militaba en ningún partido político.

La victoria del nacional-catolicismo le llevó como a decenas de miles de maestras y maestros, a enfrentarse a un perverso expediente de depuración, tal y como podemos leer en el que se conserva en el Archivo General de la Administración.

En septiembre de 1939, la Comisión de Depuración de la Provincia de Soria comenzó a recabar información sobre el profesorado de la provincia, y en el expediente de María Morterero podemos ver las calificaciones de diferentes informantes. Así, el alcalde de Guadalajara informó que su conducta personal era buena e ignoraba su actuación social en la localidad, pero que durante el movimiento se manifestó francamente de izquierdas, refiriendo que “se asegura que durante el periodo rojo su labor en la Escuela ha sido de acuerdo con las ideas pregonadas por la República”.

Por su parte, el primer jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Guadalajara, informaba que si bien su conducta personal y social era buena, fue “indiferente antes del Glorioso Movimiento Nacional” aunque “una vez iniciado esta se mostró izquierdista destacada, pertenecía a la FETE”. Asimismo destacó que “trabajó con gran actividad a favor de la causa roja, enseñando teorías contrarias a nuestro régimen, trabajando con gran interés en la confección de ropa para los rojos, por lo que se le considera desafecta a la Causa Nacional”.

Especialmente curiosa es la información suministrada por la Comisión de Padres de Familia, que a todas las preguntas respondieron: Roja; Roja; Roja. Aunque señalaron desconocer si en la escuela inculcaba a los niños ideas contrarias a la Religión, Patria y Familia.

También lo es la información del cura de San Nicolás, que a las preguntas sobre su conducta personal, social y política, respondió: Mala; Mala; Mala. Y terminó afirmando que “Arengaba en escuela a los alumnos inculcándoles ideales marxistas”.

Toda esta información recogida, llevó a la Comisión Depuradora de Guadalajara a elaborar un pliego de cargos por tener ideas izquierdistas y manifestarlas públicamente y orientar la enseñanza en consonancia con las ideas expuestas, y se le daba a María Morterero un plazo de diez días para que presentara su descargo.

Podemos imaginar el terror con el que vivió aquellas circunstancias María Morterero, valorando que información podría aportar en su descargo, cuales podrían volverse en su contra, como apelar a la compasión o al intelecto de sus juzgadores, y a que personas podría conmover a su favor.

María presentó su escrito de siete páginas manuscritas el día 27 de octubre de 1939, donde intentaba desmontar las acusaciones que se le hacían. Para ello empezaba solicitando que se pidiera información sobre ella a distintas personas de la provincia “todas ellas de absoluta solvencia” como eran Josefa Ortega Utrilla; Basilia Martinsan de Arroyo; Isabel Espejo, viuda de Atienza; Blanca Pérez de Cortés; Cipriana Cano Gamo; Antonio Moscoso, notario; Miguel Fluiter, propietario; Julio Elegido, corredor de comercio; Juan Peruela, empleado de la Diputación Provincial; y Juan Diges, empleado del Ayuntamiento de Guadalajara.

La primera acusación, tener ideas izquierdistas, intentó rebatirla con unas tiernas confesiones sobre su fe, además de con un hecho que aún hoy me conmueve. Así, escribió con su propia mano: “Cuando yo era una niña, una persona de mi familia, a quien después de mis padres profesé cariño, regaló a la Iglesia de nuestro pueblo natal, Trijueque, el cuadro de la Santísima Virgen en que en unión de su Benditísimo Hijo se venera con el hermosísimo título del Perpetuo Socorro, y desde el fallecimiento de quien lo regaló, ocurrido en San Sebastián (Guipúzcoa), el día seis de agosto de 1913, hasta que por la terrible hecatombe que hemos padecido, ha quedado destruida la citada Iglesia, le han alumbrado por mi devoción durante el Santo Sacrificio de la Misa, domingos y días festivos, dos velas, de lo cual entre otras personas, pueden dar fe Dª Mª Cañamares de García, que reside en Trijueque y que ha sido la persona que me hizo el favor de que alumbraran desde mi salida del citado pueblo en 1º de diciembre de 1929”.

A la segunda, orientar la enseñanza con ideas izquierdista, respondió que “a esto debo manifestar que nunca ha sido como se me imputa mi labor docente; pues como deber y obligación, siempre he tratado de cumplir lo que las Autoridades competentes han dictado, como no es menos verídico que jamás fueron desterradas de mi clase el que todas, absolutamente todas las enseñanzas fueran un tributo de amor al Autor de la Creación y su Bendita Madre”, añadiendo una lista de textos que utilizaba en clases y proponiendo como informantes a antiguos alumnos suyos.

Pero su escrito no fue suficiente, y el 21 de noviembre de 1939, la Comisión Depuradora de Guadalajara consideró que el correspondiente pliego de cargos “no se desvirtúa por el interesado” aunque “si bien esta Comisión, dentro de la más estricta justicia, tiene en cuenta la avanzada edad de la expedientada”, por lo que le impuso una sanción de dos años de suspensión de empleo y sueldo, con abono del tiempo en que estuvo suspendida, y una vez cumplida la sanción, su jubilación.

Esta resolución fue su muerte como maestra: María Morterero nunca volvería a ejercer la docencia.

Y aún le faltaba librar una última batalla, ya que como afirmaría años más tarde el Juzgado Superior de Revisiones, “al dictar esta resolución [la Comisión de Depuraciones] se padeció error por cuanto la interesada no cumplía los 65 años hasta el día 4 de febrero de 1944 por lo cual la Dirección general de la Deuda devolvió el expediente de jubilación iniciado por no reunir la Maestra las condiciones necesarias”.

Realmente” continuaba afirmando dicho Juzgado “en aquella fecha y por no ser aplicable la sanción impuesta debió de procederse a la revisión de oficio del expediente de depuración, pero no habiéndose hecho así y debiendo limitarse la suspensión impuesta a los dos años marcados una vez cumplido este plazo y mientras la Maestra no cumpliese los 65 años debió ser reintegrada al Magisterio y ocupar el puesto que le correspondiese en el Escalafón pues no es justo que ella sufra las consecuencias de un error que no le es imputable”.

Para ello, María solicitaría en 1947 que no se considerara su jubilación como voluntaria, que suponía una pensión más pequeña, sino forzosa, presentando una batería de cartas en apoyo de su buena condición de lo más granado de la sociedad arriacense. Así, consiguió informes favorables de Claudio Pizarro, sacerdote y profesor adjunto del Instituto de Enseñanza Media de Guadalajara; Juan Victoriano García, farmacéutico e inspector farmacéutico municipal de Guadalajara; Josefa Ortega Utrilla, maestra jubilada de Marchamalo; Cipriana Chércoles Hernando; los nacionales evadidos de la zona roja y excombatientes franquistas Pedro Sanz Viejo, Luis Esteban Gil,  Claudio Sanz Viejo y Julio Esteba Gil; José Burgos Iglesias, comandante de infantería; José Carretero Moreno, farmacéutico de Colmenar Viejo y excombatiente nacional; Daniel Carretero Riosalido, profesor y secretario de la Escuela de Magisterio y esposo de su prima Carolina Moreno Morterero; Alberto Gutiérrez del Olmo y Guerra, teniente de alcalde de Guadalajara; Saturnino Gutiérrez Martínez, curra párroco de San Nicolás el Real y Arcipreste de Guadalajara; y Tomás Navalpotro Laguna, cura ecónomo de Santa María de la Cuesta, de la villa de Durón. Se notaba que ya habían pasado casi diez años después de la Guerra Civil y empezaba a atenuarse el terror de señalarse. Su petición fue finalmente atendida.

María Morterero Felipe fallecería en 1959.

viernes, 18 de enero de 2013

Cuarenta años antes


Recientemente recordé un dicho expresado habitualmente en mi familia que decía que la educación de un niño comienza cuarenta años antes de su nacimiento. Posteriormente he escuchado reducido a la mitad los años en que comienza la formación de una persona, pero me quedo, como suele ser habitual, con la expresión oída en la más tierna infancia. ¿Qué significa que la educación de un niño comience cuatro décadas antes de su nacimiento? Pues sencillamente que su inicio hay que retrotraerlo a la educación de sus abuelos.

Como muchos refranes, éste atesora una intuitiva pero fértil verdad, que se traduce en que los efectos de cualquier política educativa hay que evaluarla mucho después de aplicarse, dos o tres generaciones más tarde. De igual manera, explica los dispares resultados educativos con un esfuerzo inversor similar en distintas familias y territorios.

Si observamos los resultados de estudios que valoran los resultados educativos, podemos observar que generalmente son aquellas Comunidades Autónomas donde desde antiguo la tierra ha estado más repartida, donde existía una clase media campesina, como la denominaba Blas Infante, donde las familias tenía recursos y tiempo para dedicarlos a la educación, al estudio, a la lectura, son las que mejores datos obtienen cien, doscientos, trescientos años después.

Infante, en su discurso ante el Ateneo de Sevilla en 1915, que después se conocería como El Ideal Andaluz, lo describía con sencillez pero con mucha fuerza: Son los que tienen tiempo y recursos para trabajar y recrear su espíritu. Son los granjeros, que después de trabajar, comen, y después de comer, leen.

Es precisamente ese leer, el nivel educativo de las familias, los temas que se tratan en el hogar, la riqueza de vocabulario utilizado por los padres, los libros que leen y a los que tienen acceso los miembros de una familia, los responsables fundamentales de la creación de un fondo cultural que, décadas después, condicionará la educación de los niños.

Por eso son terriblemente injustas las críticas hacia la eficacia de la escuela pública, en las que en el fondo podemos observar un resabio clasista, como la propia existencia de la escuela privada financiada con fondos públicos, ya que dualiza el sistema por la inevitablemente (a pesar de que las leyes educativas intentan evitarlo) concentración, en muchos lugares de nuestra geografía, de los niños de las clases medias en estas escuelas, mientras los hijos de la inmigración y las clases obreras con menores niveles de renta, educación y formación, se terminan concentrando en la escuela pública.

Por ello, soy de la firme opinión que el Estado debe financiar exclusivamente la escuela pública, prohibiendo taxativamente la desgravaciones fiscales para aquellas familias que escolarizan a sus hijos en cualquier escuela privada.

miércoles, 28 de abril de 2010

Donde termina la laicidad y donde empieza la libertad de culto

Aunque pueda parecer lo contrario, el debate sobre el uso de elementos religiosos en espacios públicos lo llevo escuchando desde mis tiempos en los Salesianos de Málaga. Pero es verdad que en los últimos años ha adquirido rango de debate social que, en mi opinión, muchas veces mezclan churras con merinas lo que provoca la imposibilidad del debate sereno y abre la puerta a los discursos demagógicos, xenófobos y chauvinistas.
El marco teórico sobre la religión en España está claro y se recoge en el artículo 16 de nuestra Constitución, que para aquellos que lo hayan olvidado (o nunca lo hayan leído) dice lo siguiente:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones
.”
En este artículo hay a mí entender dos elementos fundamentales: primero, que el estado carece de religión estatal, esto es que ninguna expresión del estado podrá exhibir elementos religiosos, y segundo que la manifestación religiosa solo tiene como límite el orden público.
Sobre el debate de crucifijos en las aulas, poco hay que hablar. Ningún continente público, es decir, propiedad del Estado y por lo tanto de cualquier administración (central, autonómica, local) puede mostrar elementos confesionales. Entiendo además, que los funcionarios públicos en el ejercicio de su función tampoco podrán mostrarlos, como son los profesores contratados por la administración en cualquiera de sus modalidades. Pero tampoco jueces, personal sanitario, ni el jefe del Estado. Claro que una vez que dejen de ejercer su función pública, en sus vidas cotidianas, podrán ejercer su libertad a manifestar su religión.
Otra cosa es el ciudadano, que tiene libertad completa “sin más limitación en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento de orden público protegido por la ley”. Por lo tanto, el uso de cualquier vestido, uso o costumbre que cualquier persona pueda desarrollar es decisión personal y respetable, siempre que mantenga el orden público, como puede ser un velo, una cofia, un uniforme, un pañuelo, una kipá, collares, aros, etc. y su uso nunca puede estar restringido, excepto, naturalmente, por cuestiones de seguridad o sanidad, por ejemplo.
¿Qué pasa entonces con el velo que usan algunas mujeres en el mundo islámico para cubrirse el pelo o hiyab? Está claro que legalmente no existe ninguna limitación como complemento de vestir, y como símbolo religioso, al no alterar el orden público, constitucionalmente no puede ser prohibido.
Ahora bien, existen normas legales o consuetudinarias que limitan determinados usos. En occidente, tener la cabeza cubierta en un recinto cubierto se ha considerado históricamente como una falta de educación. Hay una anécdota muy reveladora hasta qué punto era importante esta tradición. Durante la coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio se produjo un grave conflicto cuando los Grandes de España, haciendo uso de sus prerrogativas, pretendían permanecer con la cabeza cubierta durante la ceremonia, mientras los príncipes alemanes tenían que estar descubiertos, Tensión que solo finalizó con la petición del futuro emperador para que los españoles transigieran y renunciaran a un derecho fundamental de los Grandes de España.
Considerar de mala educación permanecer con la cabeza cubierta bajo techo lleva a muchas instituciones a fijar la prohibición de usar gorras, sombreros, etc. En este caso sí sería lógica la prohibición del hiyab, pero no por cuanto elemento religioso sino como prenda de vestir. Claro que para ser creíble esta prohibición debería ser por igual para todos, incluidas monjas y sacerdotes, por ejemplo.
Estoy de acuerdo con la decisión del gobierno de la Nación de negarse a prohibir legalmente el hiyab porque sería ir contra la constitución ya que solo tendría sentido basándose en su uso religioso. Y me parece correcto que sean los centros, educativos, sanitarios, etc., los que establezcan sus normas internas de usos que, entre otras cuestiones y no la principal, regularan la posibilidad o no de estar con la cabeza cubierta.
Para finalizar, señalaré que a mi entender un argumento realmente contraproducente es el que compara las normas legales de países islámicos para impedir u obligar a seguir las costumbres españolas. Porque al hacerlo inconscientemente se compara una sociedad avanzada y democrática como la nuestra con sociedades en ocasiones medievales y sin garantías ni derechos humanos. Precisamente somos una sociedad decente porque defendemos el ejercicio de los derechos humanos y de la ley. Compararnos con ciertos países es una forma como otra cualquiera de insultarnos como sociedad.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Cuestión de edad

CUATRO nos propone en su web una encuesta que en sí misma es un ejemplo de la invitación a la reflexión más profunda no sobre un tema de actualidad sino sobre nuestro propio mundo de valores y convicciones. Hablo de ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con las 'edades legales' en nuestro país?, en la cual se señala la edad mínima legal para alguna de las decisiones a la que puede enfrentarse cotidianamente una persona. Así, la legislación española permite a partir de los 16 años decidir someterse a una operación a vida o muerte, y en cambio no ponerse un piercing o un tatuaje; la edad de consentimiento para mantener relaciones se establece en 13 años, a los 14 años existe la posibilidad de contraer matrimonio pero no beber alcohol; y así varios más, invitando en cada caso a mostrar el acuerdo o el desacuerdo.
Responder dicho cuestionario es casi una tortura. ¿Son suficientes los 13 años para consentir relaciones sexuales? ¿Y casarse a los 14 años? Posiblemente se nos ponga los pelos de punta, pero si permites a una persona casarse a tal edad no tendría sentido excluir del mismo las relaciones sexuales. Mi bisabuela María se casó con 14 años y tuvo su primer hijo un año después. Y por lo que cuentan en mi familia, a pesar de la mala cabeza de mi bisabuelo Manuel, formó una feliz aunque complicada vida conyugal hasta el final de sus días.
Los tatuajes y piercing me parecen algo de bastante mal gusto. Si fuera padre me gustaría impedírselo hasta los 18 años. Pero por el contrario, creo que una persona con 16 años debe decidir si se somete a un tratamiento o no, así que no tendría sentido impedirle un tato.
En fin, una tortura china (si es políticamente correcto expresarlo así). Aunque sobre lo que más he reflexionado ha sido sobre la hipocresía consciente o inconsciente de muchos adultos (casi todos padres) a la hora de decidir lo que sí o lo que no debería permitirse a un menor. Porque la responsabilidad legal y pecuniaria de una persona privada de derecho a decidir debe ser de sus padres o tutores. Es decir, que si se prohíbe a un menor de 18 años tener relaciones sexuales, en caso de mantenerla los padres de deberían asumir alguna responsabilidad legal. Si está prohibido viajar como acompañante en una moto, debería exigírseles alguna responsabilidad administrativa o económica a sus padres o tutores del menor que lo haga. Y así en todos los casos.
Muchos padres me dirán escandalizados que como pueden ellos impedir que su hijo o su hija de 14, 15 ó 16 años mantengan relaciones sexuales, sabiendo el número tan importante de adolescentes con embarazos no deseados. Es decir, queremos una ley que nos consuele emocionalmente pero que a la vez sea papel mojado porque sabemos que en caso de incumplimiento no servirá de nada.
Una vez más hay que remitirse a la falta de autoridad y responsabilidad de los adultos, y su constante evasión de responsabilidad. El profesor y filósofo Carlos Rodríguez Estacio realiza un análisis bastante certero sobre el tema en La Realidad y el Deseo en la Sociedad Actual. A pesar del repaso que el profesor Rodríguez me da en su post debo compartir con él algunas de sus valoraciones, como “…lo que nos interesa ahora destacar es que estas ideas no surgen de la defensa del derecho de los niños, sino de la defensa del derecho a la niñez de los adultos. Tanta devoción por el niño no esconde en realidad más que el deseo de no hacerse cargo de ellos. Los hacemos iguales a nosotros para hacernos nosotros iguales a ellos, y disfrutar así sin remordimientos de la inmadurez” y “No deberíamos extrañarnos del altísimo índice de precocidad sexual o de que la anorexia empiece ya a hacer estragos a partir de los siete años. De manera paralela proliferan los programas en que los adultos se refocilan y emporcan con cháchara del tipo `caca-culo-teta-pedo-pis´”.
Mi hipótesis sobre este tema es que los adultos, y especialmente aquellos que son padres y madres, se niegan en la práctica a ejercer su autoridad, imponiendo límites al bebé, al niño, al adolescente y al joven, no porque no sepan sino porque esos límites también les afectan a ellos. Por eso, el recurso a una autoridad externa, el gobierno, la escuela, las leyes, es la extrategia perfecta para delegar su responsabilidad. En esta línea iría la constante de imponer recortes en los derechos de los adolescentes y los jóvenes, bajando la edad legal penal y subiendo todas las demás, ya que así sus conciencias están tranquilas. El problema de sus hijos, en definitiva, ya no es de ellos.

martes, 13 de octubre de 2009

Abucheo a la "autoridad"

Hace unos días, se conoció la decisión de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de apoyar el rechazo de la querella presentada por la ultraderechista Fundación Denaes, por los pitidos que se produjeron en presencia de Juan Carlos I durante la final de la Copa del Rey y que muchos interpretaron como gesto contra el jefe del Estado.
La Sala de lo Penal considera que no es “ejemplo ni de educación ni del civismo mínimo exigible para ser respetado” aunque no puede considerarse delitos de ultraje a la Nación española, injurias al rey o apología del odio nacional.
Por eso mismo, los abucheos al presidente del gobierno de la Nación entra en el campo del derecho a la expresión que ampara nuestra Constitución de 1978. Aunque ello no es obstáculo para señalar que, en mi opinión, se trata, parafraseando a Marx, del “lumpen fascistoide” que aún puebla nuestras ciudades y villas.
No obstante, me gustaría analizar este tipo de manifestaciones desde la óptica del respeto a la autoridad. Muchos estamos de acuerdo que uno de los problemas de la convivencia de los menores en las aulas y fuera de ella es la deslegitimación que se ha producido en los últimos treinta años de la figura de profesores y padres, y que ya traté en dos post anteriores.
Algunos medios de comunicación con sus titulares (“Zapatero desprecia los abucheos porque `forman parte del rito´” recoge la edición de papel el ABC de hoy) o columnas de opinión (como Ignacio Camacho cuando afirma “Tampoco pasa nada por unos gritos de repulsa —ayer fueron especialmente intensos en decibelios— y unos silbidos a destiempo” o en El Puntero de La Razón “no se puede caer en el error de sustraerle al ciudadano el derecho de expresar su descontento con la política del Gobierno”) contemplan el abucheo a Rodríguez Zapatero desde una óptica de simpatía contenida: no está bien, pero es que se lo merece.
A su vez, estos mismos medios y articulistas claman contra la falta de respeto hacia el profesorado al mismo tiempo que aplauden las propuestas de la señora Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, que pretende garantizarles su autoridad alzándolos veinte centímetros sobre el suelo.
A mi me gustaría saber que efecto puede tener en un niño o en un adolescente (cuyo impulso primario es sobrepasar los límites que se le impone) escuchar en los medios de comunicación, e incluso en sus casas, la comprensión hacia los que abuchearon al presidente del gobierno. Posiblemente la conclusión a la que llegue sea que abuchear a sus profesores, burlarse de ellos y ningunearlos entra dentro de lo “correcto” y que con un poco de suerte, si lesiona a un profesor, el ABC titulará su hazaña: “El profesor provocó al alumno, el cual se tuvo que defender”.
Si queremos evitar una sociedad esquizofrénica con dobles lenguajes, que vuelve loco a cualquiera y más a niños y adolescentes, debemos esforzarnos en mantener un discurso y comportamiento socialmente coherente. Si consideramos necesario reforzar el respeto democrático a la autoridad debemos, en primer lugar, articular un discurso de respeto hacia el que lo ejerce, y en segundo lugar, no confundir firmeza en la crítica con zafiedad, insultos y bufonadas.
A menos, claro, que lo importante sea purgar nuestras frustraciones postraumáticas del 11-M. Entonces, ¡adelante!, ancha es Castilla.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Autoridad y Profesorado

Parece que a la crisis le ha salido un discurso capáz de competir eficazmente por el interés público. Se trata, efectivamente, del debate entorno a la autoridad, o mejor dicho, a su ausencia que parece ser la madre de todos los males que aquejan a la juventud, y que me llevó a escribir el anterior post.

Esta vez me anima a hacerlo el artículo que dedica PÚBLICO en su edición de ayer viernes 25 al filósofo Javier Gomá que ha publicado recientemente EJEMPLARIDAD PÚBLICA, en la editorial TAURUS, y que también ha sido entrevistado esta semana en CNN+. Y, por qué no reconocerlo, por haber omitido en el anterior post una reflexión sobre la responsabilidad de los y las profesoras en la ausencia de autoridad.

Por lo leído y oido, el último libro de Gomá, director de la Fundación Juan March y Premio Nacional de Ensayo 2004, merece ser leído, cosa que intentaré en breve. Mientras, quiero reflexionar sobre alguna de sus afirmaciones en el mencionado artículo del diario PÚBLICO.

El lev motiv del mismo es la siguiente reflexión: “Vivimos todavía en una cultura en la que el lenguaje de la liberación es dominante y eso genera problemas distintos. La gente es libre sin haberlo conquistado y sin tener instrucciones de un uso cívico de su libertad. Son libres antes de haber aprendido a serlo”.

Consciente de los malentendidos que pudiera generar esa afirmación el artículo añade: “Pero aclara que no quiere parecer un conservador, y apunta que la autoridad antigua está “merecidamente derribada”. Se refiere a la autoridad inmanente a una minoría que ocupaba posiciones de poder dentro de una sociedad jerárquica”.

El artículo continúa diciendo “Antes tendremos que arreglar […] los problemas con la autoridad. Javier Gomá apunta que los padres de hoy, como los profesores, son herederos de un lenguaje de la liberación y eso les está causando muchos disgustos con su autoridad. “Ellos rechazan el principio de la autoridad coactiva. Son padres liberados, lo cual no suele ser bueno para transmitir una conciencia cívica del ejercicio de la libertad. Y, además, muchas veces la liberación sólo ha conducido al consumo. Ni la liberación absoluta ni la liberación entregada al consumo es el mejor instrumento para dirigir al hijo a una sociabilización cívica y virtuosa”, avanza en sus teorías.

A bote pronto, coincido con Gomá, pero le extendería también a las y los profesores. Una parte del profesorado, que no se exactamente cuantificar y que incluso pueden ser proporcionalmente pocos, exigen el reconocimiento de una autoridad que, como afirmé en el post anterior, se gana, no se hereda. Simplificar es mentir, pero creo sinceramente que en términos generales la falta de autoridad en las aulas proviene más en la incapacidad del profesorado para ganársela que de cualquier otra circunstancia extraescolar.

Leyendo el artículo sobre el libro de Gomá he recordado la charla que mi tía bisabuela María Felipe y Pajares ofrecio en 1898 durante las Jornadas Pedagógicas de San Sebastián con el título “Medios de conservar la disciplina en una escuela sin necesidad de castigos corporales”. LA UNIÓN VASCONGADA, diario de dicha ciudad, recogió en un artículo su intervención, de la que me gustaría destacar los siguientes párrafos: “El asunto es simpático a la vez que espinoso y no exento de dificultades. Desgraciadamente no se ha desenterrado todavía en absoluto de nuestras escuelas primarias aquello de la letra con sangue entra, que constituyó un axioma para nuestros antepasados. Se camina rápidamente a la supresión total del castigo efectivo; pero es que, dígase lo que se quiera, de él quedan algunos vestigios en las escuelas. Mas para la señorita Pajares ni existe ni debe existir tan anacrónico medio disciplinario. […] La dicente, […] explicó el carácter y las múltiples divisiones de la disciplina escolar, para venir a afirmar en resumen que el cariño mutuo entre maestro y discípulo; la amorosa autoridad paternal del profesor, la reflexión oportuna, etc, son medios suficientes para fomentar y conservar la disciplina en la escuela primaria, prescindiendo del castigo que lastima el naciente sentimiento de la dignidad infantil, y engendra en el niño el rencor, la ira y otros vicios.”

La sorda exigencia de derogación parcial o total de la Ley de Menores para restaurar la posibilidad del castigo físico, el aumento de las penas, y la disminución de la edad penal, muestra, en primer lugar, el fracaso de padres, profesores y administraciones de ganarse una autoridad desde la legitimidad democrática. Y cuando se ven sobrepasados por su propio fracaso exigen que se les conceda una autoridad autoritaria, ilegítima, coactiva. Puede que finalmente sea el único recurso, por aquello de que muerto el perro se acabó la rabia, pero en absoluto se tratará del logro de una propuesta razonable. En segundo lugar, señala su incapacidad para ser padres, madres y profesores. Y si bien a las madres y padres no se les paga por eso, con lo cual nuestra exigencia se reduce a la exigencia moral, sí debemos exigir al profesorado la cualificación necesaria ya que cobran por ello, en vez de exigir la restitución de valores autoritarios que como ya afirmaba a finales del siglo XIX mi tía bisabuela “engendra en el niño el rencor, la ira y otros vicios.”

Para finalizar este post no quiero dejar de copiar la respuesta dada por Gomá a la pregunta que si es un momento muy difícil: “Sí, pero fascinante. ¡Yo no lo cambiaría por ninguna otra época!”, suelta emocionado Gomá, al que le gusta identificarnos como los nuevos Homeros, testigos del nacimiento de un proyecto cívico sin precedentes: “¿Es sostenible una civilización igualitaria y secularizada? ¡Esto nunca ha existido! Es la única civilización que ha ejercido sobre ella misma una autocrítica brutal y radical. Hemos tomado conciencia de que esto depende de nosotros, no del destino. Si damos un uso cívico a nuestra libertad esta civilización será posible”, explica. Coincido con Gomá, yo tampoco la cambiaría.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Autoridad y autoritarismo

En el debate actual, que viene de lejos, sobre la pérdida de valores de la juventud (dicho así, en general, englobando a niños, adolescentes y jóvenes) se está imponiendo un discurso que bajo la excusa de la necesidad de “autoridad”, pretende imponer un añorado “autoritarismo” a la vieja usanza.

Focalizar el problema de la “juventud” en la pérdida de autoridad del profesorado es igual de demagógico que la afirmación de un representante de la patronal andaluza CEA que afirmó, tan campante, que el problema de la adicción a las drogas se debía al hedonismo de la juventud y las familias desestructuradas.

Pero ello no es óbice que la pérdida de autoridad en nuestra sociedad es patente, no solo en la escuela. El problema, como siempre, es la justificación del que niega dicha autoridad a quien antes la tenía. Los mismos que se quejan de la falta de reconocimiento de la autoridad hacia los profesores, utilizan gruesas descalificaciones rayando o sobrepasando el insulto hacia el presidente del gobierno de la Nación.

Es cierto que la autoridad se gana, no se hereda. No es sano ni prudente en una sociedad que aspire a las máximas cotas de desarrollo social permitir que la simple exhibición de un bastón de mando, un galón, un bonete o una mitra recabe una obediencia incuestionable, independientemente de los méritos reales de su poseedor. Pero también es cierto que la autoridad, como el valor, se debe presuponer.

¿Por qué no tienen autoridad los profesores? En mi opinión esa falta de autoridad responde a múltiples factores, todos imprescindibles para explicar este fenómeno, de los cuales yo resaltaría cuatro.

Primero, es la pérdida general (en ocasiones interesadas) del prestigio social de la autoridad, explicable tras casi cuatro décadas del abuso que de la autoridad realizó el fascismo hispano. ¿Quién de cierta edad no recuerda la expresión “por parte de la autoridad gubernativa…” o “… y si la autoridad lo permite…”? Ese uso ilegítimo y asfixiante del concepto hizo que una vez llegada la democracia se huyera como de la peste del concepto autoridad.

Segundo, la demagogia en la que se ha instalado los discursos en la sociedad española. Hoy no se concibe el ejercicio de la crítica si no es utilizando la descalificación que mina cualquier autoridad. Es más, si la crítica no va unida al insulto y la descalificación, es sospechosa de falta de independencia. Pruebas las tenemos a miles. Las dos más sangrantes en mi opinión se personalizan en Federico Jiménez Losantos desde la católica COPE, y el escritor Arturo Pérez Reverte. Del primero ¿qué decir? Los insultos y descalificaciones de él y su tertulia lo que genera es que el gobierno de la Nación y la clase política pierda autoridad o que la pierda, en sentido contrario, la Iglesia Católica. El segundo, al que admiro como escritor, usa u abusa de las descalificaciones de forma retórica pero que a la postre justifica intelectualmente a que cualquiera le de un uso perverso. Imagina que en casa te llega el suplemento XLSemanal, del diario ABC, y tu hermano pequeño, tu hijo o tu sobrino ve en letra impresa expresiones como “no quiero que acabe el mes sin mentaros -el tuteo es deliberado- a la madre”, “de cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía”, “los meapilas del Pepé”, “deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural” contenida en la columna de Pérez Reverte “Café para todos”. ¿Cómo no va a considerar correcto el chaval nombrar a la madre del profesor si un autor de prestigio se acuerda de todas las madres de la clase política”? Puede que el escritor pretenda señalar los efectos de la funesta educación española en carne propia (no me imagino a Ortega, Zambrano o Unamuno firmando una columna así), pero puede dar lugar a generar aún más falta de respeto a las formas que en el fondo es lo que sustenta la autoridad. Este artículo, por otra parte, ha tenido gran éxito entre cierta progresía que lo ha hecho circular vía e-mail. Demostración de la degradación intelectual de tiros y troyanos, incluso por parte de sus más vehementes críticos.

Tercero, la importancia del núcleo familiar para la creación de hábitos cívicos y predisposición hacia la formación cultural. En septiembre del año pasado se hizo público un estudio de la Universidad de Londres, publicado por la revista SCIENCE, sobre el aprendizaje de las matemáticas en el que se concluía que “la mayor influencia sobre la capacidad de aprendizaje de los niños está en la educación que tienen las madres”, resaltaba la importancia de “jugar en casa a desarrollar memoria numérica” y que “el nivel educativo de la madre” estaba “por encima de otros factores también influyentes como una guardería de calidad y un hogar con buen ambiente de estudio” concluyendo que “cuanto más estudiosa la madre, mejor en matemáticas el niño”. Se trata de un resultado obvio extensible a todas las disciplinas académicas y cívicas. La mayoría de los lectores se forjan en familias donde existe hábito de lectura y buenas bibliotecas particulares; la mayoría de los que admiran el arte provienen de familias donde la visita a museos, galerías y monumentos era algo habitual y además se habla de ello en familia; la mayoría de los que muestran actitudes cívicas (no arrojar papeles al suelo, cumplir las normas de urbanidad, respetar a los demás, profesores y compañeros incluidos, etc.) la aprendieron en casa, no en el colegio ni en la TV. Pero para establecer esa formación informal en el seno familiar, lo primero que debe existir es convivencia, contacto entre padres prudentes y educados con sus hijos. Pero no, hoy muchos padres, sobre todo los de las clases medias y altas, priorizan tener más tiempo libre o más dinero que mantener el contacto con los hijos, siendo su mayor esfuerzo asegurar una plaza en un colegio concertado, aunque para ello tengan que falsificar documentos.

Cuarto y último, la negación de responsabilidad. Para mí es una pieza primordial del entramado social. Todos y cada uno de nosotros somos responsables, en mayor y menor medida, de todo lo que ocurre. Pero en la más clásica de las acepciones del término “demagogia” (práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular), la culpa siempre la tiene Zapatero. No se educa en la necesaria asunción de responsabilidad, ni pequeña ni grande, de nuestros propios actos. Si me ponen una multa de tráfico y como padre verbalizo delante de mis hijos que yo no soy responsable sino que lo son, por este orden, la policía o la guardia civil, el gobierno o ZP; si tiro un papel al suelo y justifico ante mi hijo que la culpa la tiene el ayuntamiento por no poner bastantes papeleras; si no hago frente a mis deudas, y alego ante mi hijo que al fin y al cabo yo soy pobre y por eso no tengo la obligación de pagarlas; si el noticiario al tratar la crisis en vez de señalar la responsabilidad de cada cual (empresarios, consumidores, gobiernos, reguladores, etc.) siempre se culpa al gobierno; si constante y reiteradamente todos ponemos la responsabilidad en los demás y nunca asumimos la nuestra, ¿como se pretende que el chaval asuma las suyas en vez de culpar al profesor de todos sus males?

Si se produce un accidente, la responsabilidad no es del que va a más velocidad de la que aconseja la vía o la circulación, no, la responsabilidad es del gobierno por las carreteras; si por fumar tengo cáncer de pulmón, la responsabilidad es de las empresas tabaqueras, no de mi decisión de fumar; si tropiezo en una acera en mal estado, la responsabilidad es del ayuntamiento por el estado de la acera, no porque iba distraído; y así sucesivamente.

Un ejemplo sangrante del discurso social que desresponsabiliza nuestros actos lo tenemos en la trágica desaparición, y posible asesinato, de la menor Marta del Castillo. Leyendo o escuchando cualquier medio, observaremos que socialmente se culpabiliza o a varios chavales de su grupo de amigos o a las leyes. Está claro que la mayor responsabilidad es del que comete la acción, en este caso las personas involucradas en el hecho. Pero también Marta del Castillo tuvo una parte de responsabilidad (muy pequeña si se quiere, pero corresponsabilidad al fin y al cabo) en la decisión de juntarse con personas poco recomendables. Y también la familia de Marta del Castillo, sus padres, tiene una minúscula pero al fin y al cabo corresponsabilidad por no haberle aleccionado lo suficiente sobre el peligro de ciertas compañías. Y también su grupo de amigos, con un corresponsabilidad seguramente bastante menor, que siendo conscientes de la situación no alertaron a los padres de la menor, a su orientador o a la propia Marta. Y también la sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad, aunque sea microscópica, de haber permitido leyes y discurso que llevan a los potenciales criminales a pensar que serán impunes en sus actos delictivos. Y ahí estamos todos, yo incluido. Lamentablemente, la única que ha asumido su cuota de responsabilidad ha sido Marta.