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viernes, 28 de enero de 2011

Malos humos

Para debatir sobre la Ley que limita el consumo de tabaco en espacios públicos y cerrados hay que tener primero en cuenta que viene condicionado por un poderoso lobby, el de las empresas de tabaco. Como afirma Armando Peruga, presidente de la Iniciativa Libre de Tabaco de la Organización Mundial de la Salud, en una noticia recogida por el diario PÚBLICO, las tabacaleras mantienen a lo largo del mundo las cinco tácticas para debilitar el consenso:
El tabaco no es tan malo: Una de las tácticas que, según Peruga, emplea la industria tabaquera, en muchos casos a través de líderes de opinión, es relativizar los riesgos del tabaco sobre la salud, aunque sin llegar a negarlos, dando a entender que sólo el abuso de esta droga acaba siendo mortal.
La libertad, en peligro: Otra de las estratagemas es plantear la cuestión en términos de libertades individuales, no de salud pública.
Perjuicios económicos: Decir que se generan perjuicios económicos “no probados” sería otra de las estrategias. “Los estudios rigurosos que existen demuestran que no hay ningún impacto negativo”, dice Peruga.
La ley no se cumple: Hacer creer que la ley no se está cumpliendo, elevando a categoría ejemplos puntuales de insumisión, es otra de las argucias.
Recurrir a los tribunales: Aunque aún no ha ocurrido, el experto de la OMS no tiene dudas de que la ley acabará siendo recurrida, como ya se han planteado los hosteleros gallegos.
No hay que olvidar que además FHILIP MORRIS patrocina a la Federación Española de Hostelería (FHER) lo que sin duda las empresas de hostelería, aunque no pierdan dinero por la Ley, tienen un interés económico en promocionar el consumo de tabaco.
Soy también consciente que realizar una aportación original al debate sobre la limitación del consumo de tabaco es prácticamente imposible, como también que si fuese un hombre juicioso callaría si no voy a decir nada nuevo. Pero como en la canción infantil, yo no soy juicioso ni lo quiero ser, y por ello no me resisto de aportar mi granito de argumentos.
En primer lugar, quiero analizar el argumento de los que se manifiestan en contra de la ley que limita el consumo de tabaco en espacios públicos al negar la autoridad del Estado para regular dicho consumo, o directamente tildar de totalitaria la filosofía que soporta esa limitación. Para ello habría que estudiar otras regulaciones del propio Estado limitando el consumo de productos cuyo comercio sea legal. Y rápidamente comprobamos que no solo existen sino que además con gran aplauso de la sociedad general, como en el caso de limitar el consumo de alcohol en vía pública, con el agravante que si un ciudadano consume alcohol en una plaza pública sólo expone su salud, y en cambio el fumador expone además de su salud las de los que están a su alrededor. ¿Cuál es la diferencia sustancial de la crítica feroz de deslegitimación del Estado para regular el consumo de tabaco y no lo hace hacia la regulación de los municipios para prohibir el consumo de alcohol en la vía pública? Fundamentalmente se reduce, además de las campañas incentivadas por las tabacaleras, a una cuestión de edad, de clase y de raza: los consumidores de alcohol en vía pública son jóvenes de clases populares o sin techos, nacionales e inmigrantes, y en cambio los críticos con la limitación del consumo del tabaco son los “wasp” españoles: blancos, adultos y con ingresos regulares.
En segundo lugar quiero plantear la legitimidad moral, que no legal, de un fumador o una fumadora para cuestionar una ley que regula, limita y prohíbe el consumo en determinados espacios públicos de la sustancia de la que depende. Porque las y los fumadores, tal y como han demostrados estudios psiquiátricos, y al igual que alcohólicos, heroinómanos, ludópatas, etc., en su mayoría son personas que no pueden abandonar ese hábito no por falta de voluntad sino por su salud mental o, mejor dicho, por sus trastornos mentales. Por lo tanto, la defensa del consumo de tabaco está condicionada por su dependencia lo que no les hace ser ciudadanos objetivos, ya que hablan a través de su adicción. En este sentido es comparable a la defensa del amor sexual entre adultos y niños que realizan los pederastas: son enfermos que justifican su trastorno.
Por último, hay un discurso que pretende hacer potestativo del trabajador de un establecimiento el soportar o no los humos de los clientes. En este sentido, debemos considerar que el derecho a la salud está por encima del derecho al pacto individual entre empresario/empleado, al igual que ocurre con la compensación económica de las vacaciones legales, prohibida por la Directiva 03/88/CE del Consejo, de 4 de noviembre de2003, relativa a determinados aspectos de la ordenación del tiempo de trabajo, que ha sido ratificado por diferentes sentencias del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, entre otras, S. TJCE 16-03-06, C-131/04 y 257/04, y S. TJCE 6-4-06 C-124/05. Por ello, no depende del trabajador realizar sus tareas en un espacio con humo de tabaco y por lo tanto no es posible fumar en cualquier espacio donde un trabajador por cuenta ajena desarrolle su labor. Es más, ni siquiera se puede fumar en un domicilio privado si en el mismo desarrolla sus tareas laborales personal del servicio doméstico, ya que se vulneraría el derecho de ese trabajador a su salud laboral.
Por todo ello, entiendo que los que en estos momentos defienden y consumen tabaco en espacios prohibidos por la legislación estatal lo hace bien subvencionados por las empresas del sector, bien impulsados por un trastorno mental que les hace reos morales de rebelión a la ley y de agresión a la vida de los trabajadores.