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miércoles, 5 de agosto de 2020

Tres puntualizaciones sobre la supuesta expatriación de Juan Carlos de Borbón.


Con natural regocijo ha sido celebrada por la izquierda, en la que me identifico, la huida del país del hasta hace poco jefe del Estado, acosado por las filtraciones periodísticas que dibujan un pasado mafioso.

Pero ante este cachondeo general me gustaría hacer tres puntualizaciones que creo importantes.

Primera puntualización.

No nos engañemos. Las noticias que vienen apareciendo en los últimos años sobre el ex jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, tienen un origen muy claro: las cloacas del estado y la prensa de las derechas.

El ex comisario Villarejo y periódicos de ultraderecha y derecha han sido los que han contribuido para que estas informaciones sean de conocimiento público.

Por esto, desde la izquierda no debemos sentirnos nada satisfechos. Si la monarquía cae no será gracias a la pedagogía republicana sino a las miserias del propio régimen.

Segunda puntualización.

Si hoy escuchamos determinadas grabaciones, es porque la jefatura del Estado y el Gobierno de la Nación no han cedido a chantajes. Las grabaciones de Corina Larsen solo puede enmarcarse en el interés de una persona de tener buenas bazas en una futura negociación. Que hoy las escuchemos es prueba que esas bazas no sirvieron para conseguir su objetivo.

Por lo tanto, la audición de las cintas que tanto escandalizan, son la prueba de una de las pocas virtudes de la monarquía de 1975.

Tercera puntualización.

Hay un republicanismo social, emocional, que suele renovarse en estos momentos de crisis de la monarquía. Y eso está bien. Pero el republicanismo solo será útil para nuestro país si adquiere un carácter político, racional.

Construir la III República solo sobre emociones es el camino seguro para su fracaso político.

Coda.

Como republicano, pienso como Manuel Azaña que La República no puede surgir como un mal menor, originado en la podredumbre y corrupción de un régimen, sino como criatura de nuestra energía, fecunda y activa, segura de sí misma.

Si la III República llegara gracias a las grabaciones de Corina Larsen me llevará a exclamar, parafraseando a Ortega y Gasset, ¡No era esto, no era esto!


domingo, 21 de febrero de 2016

¿Una nueva política sin un pueblo nuevo?

 

Fue en los noventa, tras trabar amistad con C.S.G., cuando descubrí que desde siempre mis análisis habían sido sistémicos. Por eso, cuando reflexiono parto del hecho de que el cambio de una parte de un sistema afecta a todo el sistema, modificándolo, aun cuando a veces sus efectos no sean observables, medibles o cuantificables.

El inicio de la crisis económica que nos asola, fue el detonante de la voladura de una fantasía en la que la sociedad española venía instalada desde hace décadas. Eso la ha convertido en una crisis sistémica, global,  que ha sumido en el estupor y la desesperación a amplísimas capas de la población.

¿Qué sociedad hemos construido en estos años? ¿Con cuanta miseria hemos convividos mientras nos creíamos en una Arcadia feliz y venturosa? ¿Cuántos no pensaban hasta 2008, como los norteamericanos en los locos años 20, que en España no íbamos a necesitar paraguas nunca más porque íbamos a vivir eternamente bajo un sol radiante?

Y como no podía ser de otra forma, nuestra reacción ha sido la que culturalmente nos corresponde: culpabilizar a los demás de nuestros males.

Y ese es, a mi entender, el gran error actual de la sociedad española. Su confianza desmedida en la nueva política, como medicina a todos los males que nos afligen, es de una simplicidad que espanta, y que nos profetiza nuevos problemas a medio y largo plazo.

Y claro que es necesaria una nueva política, un cambio de los paradigmas sobre los que transitaba nuestro sistema político e institucional. Y esta necesidad de cambio es una oportunidad de ser ambiciosos y atrevidos, planteando alternativas que hasta el momento no nos hemos permitido ni soñar.

¿Pero qué mimbres tenemos para ese nuevo cesto que contenga la nueva política? Me temo que los mismos de siempre. La misma sociedad de siempre. Los mismos esquemas mentales de siempre. Los mismos hábitos españoles de siempre de echar la responsabilidad fuera de nosotros, esperando que sean los demás los que cambien porque, está claro, yo no tengo ninguna responsabilidad sobre lo que ocurre y por lo tanto no hay necesidad de cambiar nada.

En esta crisis que se nos está haciendo interminable, apenas he leído o escuchado (en tertulias, conversaciones informales, artículos, foros, redes sociales, etc.) a ciudadanos que hayan hecho un planteamiento que contenga un ejercicio de autocrítica, identificando su cuota de responsabilidad y comprometiéndose con medidas viables a cambiar de aquellos hábitos con los que colaboró (por acción o por omisión) a las dinámicas sociales y económicas que han dado lugar a esta crisis sistémica.

No sé, cosas del tipo: yo antes si me preguntaban si factura con IVA o sin IVA, casi siempre decía que sin IVA; a partir de ahora me negaré a pagar sin IVA. O por ejemplo: antes pensaba que la política era cosa de políticos, pero ahora voy a intentar informarme mejor para saber que es realmente lo que pasa e intentar que no me vuelvan a engañar. O: yo antes no desconfiaba cuando me ponían un papel por delante y firmaba sin leer, pero ahora me doy cuenta que era un error y pienso leer todo antes de firmar, e incluso consultar con otros si hay algo que no entiendo. E incluso: yo antes pensaba que la democracia era solo votar cada cuatro años, pero ahora he comprendido que no, y por eso voy a tomarme más en serio asistir a las reuniones de Comunidad de Propietarios y a las reuniones de las AMPAS de mis hijos.

Pero no. Confortados con la consoladora doctrina de la-culpa-la-tienen-los-demás defendida por todos, incluidos los más críticos con el actual sistema político, nadie parece asumir la necesidad de cambiar personalmente para contribuir al cambio.

No veo en los medio de comunicación, en el debate político o en los comentarios de mi entorno, nuevos mimbres, una reflexión colectiva que nos hagan mejores personas y con ello se pueda vislumbrar un nuevo pueblo, con mayores dosis de comportamiento crítico, autocrítico y ético.

Cierto que la sociedad española ha cambiado y ello obligará a cambiar a las instituciones, las administraciones, o incluso durante un tiempo descenderá la corrupción política. Pero será un cambio débil, nada vigoroso y sin un sesgo ético. Por ello, pasados unos años, volveremos a las andadas y nada de lo sufrido habrá servido lo suficiente. Y la sociedad española de 2025 se parecerá peligrosamente a la sociedad española de 2005.

Aunque siempre nos quedará el consuelo del refranero: el que nace lechón, muere cochino.

domingo, 17 de enero de 2016

¿Por qué razón no mata a su bebé y se lo come?

«GHVIP»: Laura, Carmen, El pequeño Nicolás y Julián son los primeros nominados

Querida lectora o lector, estoy seguro que si hiciera esta pregunta a un millón de personas obtendría una amplísima panoplia de respuestas que irían desde el silencio acompañado de una mirada llena de desprecio, hasta intentos de agresión, acompañados de los lógicos insultos y calificaciones de enfermedad mental por ocurrírseme una pregunta así.

Pero de lo que estoy seguro es que ni entre un millón de respuestas alguien se limitaría a responder: no lo hago porque lo prohíbe la ley.

Y es que en los seres humanos son más fuerte los límites que nos impone lo que nos parece repugnante que las normas que nos damos mediante leyes.

Por eso no deja de parecerme muy curioso qué en nuestra cultura peninsular, queremos resolver los problemas que nos acucian mediante el cambio de leyes, la gran mayoría de veces endureciéndolas, sin reparar en que, como nos recuerda nuestro rico acervo refranero, hecha la ley, hecha la trampa.

Siempre he considerado esta obsesión por cambiar las leyes, como una de las mayores hipocresías patrias, una forma de descargar nuestra responsabilidad y silenciar nuestra conciencia. Porque todos y todas sabemos que el cambio de la ley por sí, por necesaria y oportuna que sea, no es suficiente en la mayoría de los casos y, en no pocos, directamente irrelevante.

Esto podemos observarlo desde nuestra posición hacia la corrupción hasta las debilidades de nuestro sistema educativo, pasando por todas las realidades que confluyen en nuestra vida cotidiana.

Mientras cada uno de nosotros no sintamos la misma repugnancia al pensar en actuar de forma corrupta como nos sentiríamos al pensar que vamos a matar a nuestro bebé y comérnoslo; mientras que no sintamos la misma repugnancia hacia el padre o la madre infanticida antropófaga que hacia el corrupto; mientras ser corrupto tenga cierta tolerancia social, el cambio de leyes, con ser importantes, no dejarán de ser medidas cosméticas, claramente consoladoras pero poco efectivas.

Estos días tenemos la prueba en un programa de televisión, donde han reunido a algunos de los personajes que representan esa falta de ética y que son premiados socialmente, al convertirse en protagonista generosamente retribuidos de un show en prime time.

La cadena de televisión, que en sus noticiarios presenta una fachada de dura crítica hacia la corrupción en la política, y unos ciudadanos que encuesta tras encuesta declaran rechazar la corrupción para engancharse a continuación a dicho programa, son el ejemplo paradigmático de nuestra hipocresía.

Hasta que no cambiemos nosotros, todos los cambios legales son irrelevantes. Por muy consoladores que sean.

domingo, 26 de abril de 2015

Rodrigo Rato, o el paradigma español de la degradación del mito



Lo de Rodrigo Rato se veía venir. Bueno, si hay que ser sincero, lo que se veía venir era que la dirigencia del PP, al recuperar el control de las instituciones, lo ejercería como ha estado acostumbrada.

Y es que la actual dirigencia del partido del gobierno son los descendientes o allegados de esa clase plutocrática que a lo largo de los últimos doscientos años, tras la caída del absolutismo y su aristocracia y la emergencia del liberalismo y su burguesía, ha ido colonizando el poder en España gracias al comercio de esclavos, el contrabando, el uso interesado de los monopolios y la rapiña durante la Desamortización, Es decir, en términos generales, la burguesía española se ha convertido en estos dos siglos en una clase parasitaria sin ningunos de los valores de la burguesía de otros países (emprendimiento, asunción de riesgo, innovación)

Y de esta clase parasitaria se nutrió los altos funcionarios del Estado. Porque al contrario de cierta ensoñación interesada (que describen un pasado no demasiado lejano donde la alta administración del Estado, gracias al funcionariado, estaba regida por hombres capaces y honrados), históricamente la Administración española ha estado ocupada por los más mediocres de la burguesía, que conseguían sus plazas en propiedad por un sistema clientelar y corrupto que les aseguraba verdaderas regalías a las que por su intelecto y capacidad nunca podrían alcanzar.

Pero si a mí personalmente no me sorprende que el PP atesore entre sus cuadros a verdaderas bandas de saqueadores (que tanto recuerda el comportamiento de los vencedores de la Guerra Civil española) sí me fascina en cambio la reacción popular hacia aquellos que, contra cualquier sentido racional, habían sido encumbrados a las más altas esferas de la mitología patria.

Rodrigo Rato siempre ha sido un mediocre: como empresario (se afirma que arruinó las empresas familiares) y como político. Por eso, desde sus primeros panegíricos, me extrañó la fama alcanzada, y que muchos afirmaban que era debida a haber salvado a España con Aznar, y ser el artífice del milagro de aquellos años. Y la culminación de esta extrañeza llegó cuando fue investido Doctor Honoris Causa (¿qué causa? ¿en base a qué honor?) por la Universidad Rey Juan Carlos, el centro académico de cabecera del PP madrileño, usado y abusado sin rubor por las élites conservadoras.

Claro que en un comportamiento público típicamente español, ahora andan como locos recogiendo firmas para quitarle a Rodrigo su doctorado.

En otros post de este blog, creo que a propósito de Juan Ignacio Zoido (otro ídolo que está a punto de ser arrastrado por el fango del odio popular sevillano), he recordado la anécdota (posiblemente falsa) sobre Alfonso XII a su entrada en la capital tras el exilio. La web Segunda República la refiere así: Viendo Alfonso a unas mozas muy bullangueras, que se ganaban la vida en el mercado de la Plaza de la Cebada, cedió a su instinto político y se acercó caracoleando para agradecerles sus vítores. «¡Más gritábamos cuando echamos a la puta de tu madre!», le explicó una moza enardecida.

En España pasamos de encumbrar a nuestros mitos tan rápidamente como los destruimos y enfangamos. Porque la degradación pública de Rato, ese deseo de ver arrastrado por el lodo de la historia a quien no hace mucho andaba encumbrado por las multitudes, es una constante de la historia española. Cada época tiene sus ídolos y sus mártires, sus prohombres y sus héroes, y en una muestra del hecho diferencial español, a veces aparecen y desaparecen como el Guadiana. Desde luego ese encumbrar y derribar es tan agotador como desagradable.

Un caso realmente curioso lo tenemos en Sevilla, a propósito del pobre José de Letamendi Manjarrés, conocido popularmente como Doctor Letamendi. Este catedrático catalán, que lo fue de la Universidad de Barcelona y Central de Madrid (rebautizada durante el franquismo como Complutense), murió en 1897. Sevilla, siempre un poco retardada en esto de la modernidad, le dedicó en 1916, con los máximos honores, una calle, la antigua Correduría, con un vistoso acto y la colocación de una hermosa plana en el número 9 de dicha vía urbana, como nos recuerda la web Sevilla Desaparecida.

Menos de un siglo después, el ayuntamiento de la ciudad decidió que ya había gozado de la suficiente fama durante demasiado tiempo, así que procedió a eliminar su nombre de dicha calle a la que volvió a rotular con su anterior nombre de Correduría. Pero al tratarse de una corporación de las izquierdas, menos cainitas que las derechas, decidió que el doctor Letamendi al menos merecía el honor de un callejón frente al Instituto Anatómico Forense (vía en la que el único hecho reseñable es la de contar con una salida lateral del supermercado Mercadona de la calle Don Fadrique). Parece que los años han empalidecido, pero no hecho desaparecer, su fama de médico humanista, a la par que poeta, músico, sociólogo, político, economista, literato, etc.

Decía que el caso de la calle Doctor Letamendi de Sevilla era curioso, pero no único ni el más sangrante. La calle Larios de Málaga, por ejemplo, ha pasado sus pocos más de cien años de existencia, cambiando de nombre como quien cambia de traje (de Larios a Pablo Iglesias, para luego mutar en José Antonio y recuperar finalmente su nombre inicial), o la plaza de San Francisco de Sevilla, que en los últimos dos siglos ha disfrutado de los nombres de Plaza de la Constitución, Real de Fernando VII, del Rey, de Isabel II, de la Libertad y de la Falange Española.

Hace años comprendí este carácter tan español, cuando el autor de mis días me advirtió de lo vano del deseo de pasar a la posteridad. Mientras me hablaba de ello paseando por los alrededores de la antigua estación ferroviaria de Málaga, me señaló la hermosa placa de mármol, llena de mugre por la contaminación y el abandono, que mostraba el rótulo de la calle Héroe de Sostoa sobre una fachada de ladrillo, igualmente sucia, del asilo de las Hermanitas de la Caridad. Esto es lo que puede esperarse en el mejor de los casos: una placa llena de mugre.

Mucho después, leí en el Diario Sur que nadie tenía claro el beneficiario de tal honor, ya que se ignoraba si se trataba de un héroe llamado Sostoa, o unos héroes de la batalla de Sostoa. Parece ser que finalmente se dedicó a tal Tomás Sostoa Achúcarro, nacido en Uruguay y fallecido en Málaga, a propuesta del consulado de dicho país sin que quede constancia histórica sobre su supuesta heroicidad, aparentemente alcanzada durante la Guerra de la Independencia americana.

Desde entonces ha ido creciendo en mí la prevención hacia el reconocimiento de mis paisanos. Y por si algún día hago algo, dios no lo quiera, que me haga merecedor de pasar a los libros de historia, bajo ningún concepto aceptaré un doctorado honoris causa ni una calle. En todo caso, solo aceptaré una buena mariscada.
             
Y que luego me quiten lo bailao.

sábado, 22 de noviembre de 2014

El pequeño Nicolás

Si soy sincero, el affair del pequeño Nicolás, esa impostura mediática que responde al civil nombre de Francisco Nicolás Gómez Iglesias (dos nombres muy de familia franquistas, ¿nadie ha reparado?), lo he seguido con desgana. No es algo que me haya llamado especialmente la atención, más allá de las socorridas bromas que empedrean las conversaciones intranscendentes del café laboral de media mañana.

Pero de chusco y carpetovetónico escándalo, pasa a mayores cuando medios como El Mundo ofrecen entrevista al joven, como ha hecho hoy este periódico con la titulada Yo colaboraba con el CNI,Moncloa y Zarzuela, o la programada para esta noche y que emitirá el grupo  MEDIASET.

Algunos se pueden escandalizar por el hecho de que un pequeñajo pueda haber tenido contactos con los servicios de información y las más altas magistraturas de la Nación, lo que demostrarías, como afirma un forero de la noticia de EL MUNDO, que Al final va a ser que el gobierno no solo es el mas inepto de la democracia y presuntamente corrupto en extremo sino ademas de bobos solemnes. De estos del PP me lo creo.

No tengo claro que todo lo dicho por Fran Gómez, como al parecer quiere que le llamen, no corresponda exclusivamente a los delirios narcisista de un joven caradura, que ha conseguido mantenerse el tiempo suficiente en la ambigüedad que generan las relaciones humanas, y que permite que, por ejemplo, otros caraduras se incorporen a los festines propios de bodorrios y comuniones sin que nadie les pregunten de parte que quien van. Pero nada me sorprendería de que fuera cierta su utilización por parte de las cloacas del Estado.

Desde que leí en los 80, en la revista HISTORIA16, que el zar Alejandro II de todas las Rusias había volado por los aires gracias al explosivo entregado a los terroristas por parte de los servicios secretos zaristas, que con esta maniobra intentaban introducirse entre los mismos, o tras la lectura de la entrevista en EL PAIS en los noventas, donde Fernando Morán compartió con los lectores de ese diario que desde la embajada norteamericana le habían confirmado que los chistes sobre su persona era parte de una campaña de la CIA para socavar su autoridad frente a Felipe González, y que afortunadamente no había tenido la efectividad que si había obtenido en otros países sudamericanos, estoy convencido de que el dinero incontrolado de los servicios secretos riegan generosamente la idiotez de sus dirigentes y ejecutores.

Pero esto no me lleva a dudar del eficaz control que nuestros servicios secretos ejercen sobre los más triviales actos de nuestra vida diaria. Al contrario. Estoy convencido que las antenas del CNI llegan a los lugares más insospechados a través de los personajes menos sospechosos. Tengo la convicción de que el Centro Nacional de Inteligencia tiene fichados a personas con las que me codeo habitualmente, con las que tomo café o debaten conmigo en la UGT, en el PSOE o en cualquier otro espacio informal.

Personas que posiblemente ignoren incluso que trabajan para dicho organismo, pero que tiene un amigo en la policía que a cambio de pequeños favores (quitar una multa, facilitar un trámite, etc.) reciben cotilleos más o menos banales que terminan en los despachos más insospechados.

Esto me parece casi normal. El poder del Estado está obligado a preveer todas las acciones que pueden actuar contra él. El problema es que la propia estupidez de los dirigentes de los servicios secretos les llevan finalmente a ocuparse y preocuparse por las más absurdas de las cuestiones, mientras dejan, por ejemplo, que terroristas islámicos dinamiten nuestros trenes de cercanías.

Por eso no me extraña que algún lumbreras del amplio escalafón de las cloacas del Estado decidiera que Fran Gómez, nuestro pequeño Nicolás, un joven narcisista enfatuado, era susceptible de ser utilizado en algún oscuro proyecto que el propio chaval desconozca.

Como en el viejo relato de Agatha Cristie, El caso del empleado de la City, donde para pasar unos comprometidos papeles de Londres a París y que son buscado por los servicios secretos de un país de la Europa central (¿la Alemania nazi?), el sagaz Parker Pyne manda a la capital francesa a un aburrido oficinista convencido de que lleva unos papeles fundamentales para una noble rusa perseguida por los malditos bolcheviques. Los supuestos espías nazis no reparan en el gris oficinista paranoico que no deja de explicar a todo el mundo que estaba siendo vigilado por los malvados espías rusos que querían apoderarse de unos papeles fundamentales para una exótica y atractiva dama rusa.

Si alguien en la CIA cobró un pastón por difundir unos malos chistes sobre Morán, ¿qué tendría de extraño que alguien lo cobre ahora por leer a la prolífera escritora inglesa y aplicarlo en Fran, nuestro pequeño Nicolás?

domingo, 22 de junio de 2014

Luciano González García, el político que dimitió, pero era inocente y ahora se ha sabido.

Sección andaluza de elconfidencial.com de hoy donde no se habla del archivo 
de la denuncia contra Luciano González García

Debo empezar pidiendo públicas disculpas a Luciano González García. Tras su dimisión publiqué el post ¡Que le corten la cabeza! donde reconocía su meritoria dimisión pero dando por hecho una irregularidad que con el tiempo parece demostrarse que no era tal.

Recapitulemos. La web elconficiencial.com publicó el 17 de marzo de 2014 una información, firmada por Agustín Rivera, con el siguiente título: El director general de Energía de Andalucía tiene una casa ilegal con agua y luz 'pirata. Esta noticia llevó a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz Pacheco, a exigir la dimisión de dicho responsable, Luciano González García, el cual, en 24 horas, la presentó.

Naturalmente dicha noticia de denuncia fue recogida por todos los medios de alcance nacional, ya que además, elconficiencia.com aplicaba toda la técnica periodística del ventilador, repartiendo mierda. Una prueba es este párrafo de la noticia: González, que por decisión directa de Susana Díaz y del consejero de Economía, José Sánchez Maldonado, está a punto de administrar un proyecto estrella de 200 millones de euros para fomentar el empleo en la construcción sostenible y protección del medio ambiente, se hizo en la década de los noventa con la propiedad de esta finca no urbanizable situada en terreno rústico. En el centro de su posesión, valorada en unos 400.000 euros, según expertos inmobiliarios consultados por este diario, el político expulsado dos veces del PSOE y de la UGT promovió y edificó una vivienda de 130 metros cuadrados que en su parte norte se ha ampliado recientemente.

Cuando se conoció la noticia de la dimisión, elconfidencial.com no cabía en sí de gozo, y en el titular del artículo en el que daba cuenta de la dimisión afirmaba: Por todas las revelaciones de el confidencial Díaz exigió al consejero de Economía la cabeza de González por su finca ilegal. Y no pudo dejar de incluir el siguiente párrafo: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, exigió la dimisión fulminante de Luciano González García, director general de la Agencia Andaluza de la Energía, tras las revelaciones de El Confidencial sobre su finca ilegal en Yunquera (Málaga). La presidenta está dispuesta a cumplir su lema de tolerancia cero contra la corrupción, pero 0,0 como la cerveza sin alcohol”, señala a este diario, con sorna, un alto miembro del Gobierno andaluz.

Tres meses después, ha sido la web eldiario.es quien ha puesto las cosas en su sitio, al publicar hoy la noticia con el siguiente titular: El Ayuntamiento de Yunquera archiva el expediente contra el ex director de laAgencia de la Energía. Según este medio on-line, “La resolución reconoce que las dos licencias que justificaban la legalidad de la casa estaban en los archivos municipales, y excusa su desconocimiento en la "antigüedad" de los documentos y en el cambio de funcionarios”.

En mi post al que hacía referencia al principio, decía que  Si pretendemos una revolución ética en la sociedad española, un rearme ético de nuestra clase dirigente, ya sea política, económica, social o cultural, debemos apoyar los hechos que avancen en la buena dirección. Por ello, como socialista y andaluz, me felicito y agradezco que Luciano González haya dimitido de forma inmediata.

Sigo pensando que la dimisión fue la respuesta ética correcta ante esta denuncia pública. Pero también creo que una vez se demuestre completamente su inocencia de la falsa imputación, le sea de nuevo asignada una responsabilidad similar a la que ostentaba en dicho momento.

Pero no puedo dejar de manifestar mi mayor censura al medio elconfidencia.com y a la corporación municipal de Yunquera, gobernada por el PP. Si bien la web de noticias afirmó que esta información había sido contrastada por tres fuentes municipales, no se entiende que una vez archivada la denuncia por parte de dicho ayuntamiento, no la haya publicado en dicho portal, como podemos comprobar. Y el ayuntamiento de Yunquera no puede despacharse simplemente que el error se basó en que era un expediente muy antiguo y había cambiado de funcionarios.

Ayuntamiento y elconfidencial.com debería, una vez certificada la veracidad de la noticia, dar la mayor de las satisfacciones a Luciano González García, y reparar en la medida de lo posible, un dislate periodístico y una salida de madre de una corporación democrática.
          
Y por supuesto, los que opinamos en público, deberíamos no dar por hecho lo que son denuncias periodísticas. Mea culpa.

sábado, 21 de junio de 2014

¡La comunidad de propietarios, estúpido!

La frase del candidato Clinton “the economy, stupid”, devenida después en “Es la economía, Estúpido”, hizo fortuna en las elecciones presidenciales de 1992 frente a George H. W. Bush.

Ahora que vivimos de sobresalto en sobresalto social, y no precisamente por el papelón de la Selección Nacional en el Mundial de Brasil 2014, es bueno reutilizarla. ¡Es la comunidad de propietarios, estúpido!

Sostengo que una comunidad de propietarios es una microsistema social perfecto para estudiar políticamente al ser humano, en este caso al español medio. Podemos observar que conviven en un espacio acotado, donde cada propietario adquiere la posición de sufragio activo y pasivo (es decir, puede votar y ser votado), donde los cargos de responsabilidad no son retribuidos y se eligen directamente, donde funciona la fórmula un propietario un voto, y donde el sostenimiento de lo común se basa por el contrario en proporción a la riqueza, es decir, a los metros de propiedad.

En una comunidad de propietarios de tamaño medio, la mayoría de ellas, los beneficios y los perjuicios de las decisiones tomadas sin directos, la posibilidad del asamblearismo es real, ya que no hay ninguna norma que lo impida, y donde es posible conocerse con cierta intimidad para elegir a los mejores gestores, si se quiere, o tomar todas las decisiones de forma colectiva.

Resumiendo, es un grupo políticamente pequeño, donde los diversos actores tienen la posibilidad de conocerse con cierta intimidad, donde los votos tienen el mismo valor y la acción política es directa, tanto en la toma de decisiones como en los beneficios o perjuicios de la misma. Además, el sostenimiento del interés común es proporcional a la riqueza y su pago o impago afecta directamente a todos los propietarios.

Se trataría por lo tanto de un sistema político ideal donde estudiar el comportamiento y su proyección hacia sistemas políticos más complejos, como una localidad, una comunidad autónoma o el conjunto del Estado.

Pues bien ¿hay alguien que conozca un comunidad de propietarios que no sea un nido de abstencionistas, intrigas, enfrentamientos y rivalidades? ¿Alguien conoce alguna comunidad donde nunca la presidencia ha quedado vacante y ha habido que o bien presionar a algunos de los propietarios para que se presentara como “voluntario” o incluso elegirlo por sorteo? ¿Alguien no conoce alguna comunidad de propietarios donde las cuotas comunales no sean objeto de perpetuo enfrentamiento, donde propietarios se niegan a asumir coste del ascensor porque viven en la planta baja o la primera planta –y yo no tengo que pagar lo que no uso-, donde propietarios discuten cualquier subida? ¿Alguien conoce alguna comunidad de propietarios donde no se den enfrentamientos entre propietarios por el ruido de los niños en los espacios comunes, del uso de los elementos comunes, o directamente por un quítame allá esas pajas? En fin, ¿nunca has escuchado que ”lo mejor de esta vivienda es que no depende de ninguna comunidad de propietarios”?

Pues si una comunidad de propietarios es el sistema ideal para el desarrollo de una república perfecta, sin amos ni señores, sin castas ni bipartidismo, sin corruptelas y mangoneos, y los españoles conseguimos hacer un espacio de enfrentamiento en vez de convivencia ¿esperamos que sistemas políticos muchos más complejos, donde se dilucidan fortísimos intereses contrapuestos, donde se manejan presupuestos ingentes, sean gobernados por esos mismos actores políticos con inteligencia, mesura, ética y pundonor sin otro trabajo que confiar en fórmulas milagrosas donde todo el esfuerzo se confía en el otro?

Como fantasía es consoladora, pero como proyecto político es aterrador. Y todo lo aterrador termina por cumplirse.

martes, 22 de enero de 2013

Bárcenas: la última frontera de la corrupción

Si fuera una persona confiada, ahora estará en estado de shock tras leer en los últimos cinco días las sospechas, más que fundadas, de que la dirigencia nacional del Partido Popular habría estado cobrando en los últimos veinte años sobresueldos en negro de origen ilegal.

Pero como no lo soy, como no me considero una persona confiada (por más que mi maestro Séneca recomendara que es preferible ser engañado a desconfiar), la noticia ha venido a confirmar lo que sospechaba desde hace tiempo: que la podredumbre moral del franquismo ha permanecido intacta en sus herederos intelectuales, políticos y sociales.

Aunque aún puedan no percibirse, las diferencias entre los casos de corrupción política y económica de los que hemos tenido noticias desde 1975 y la sombra del Caso Bárcenas, son enormes, abismales, cósmicas. Hasta el día de hoy, los casos de corrupción conocidos eran de dos tipos: aquellos organizados por una trama de políticos y conseguidotes para alcanzar beneficios ilícitos, y aquellas organizadas desde las dirigencias económicas de Partidos Políticos para financiar ilegalmente a sus organizaciones y que terminaban llenando los bolsillos de algunos. Ambos tipo de tramas son igualmente repugnantes, pero generalmente se circunscribían a grupos más o menos pequeños de individuos que utilizaban sus contactos y responsabilidades para corromper y corromperse.

Pero el Caso Bárcenas nos sugiere algo completamente desconocido en España, aunque muy conocido en otras latitudes y países de la Unión Europea. De ser ciertas las denuncias de EL MUNDO, y las declaraciones de algunos miembros de las antiguas dirigencias del Partido Popular, se trataría de todo un sistema montado entorno a un partido político, en el que el conjunto de las direcciones políticas a lo largo de décadas habrían conocido, participado y lucrado con unos ingresos de procedencia ilícita que haría necesaria la complicidad de todos ellos para mantenerlo.

Si los responsables menores de las Comisiones Ejecutivas Nacionales del PP desde Manuel Fraga hasta Mariano Rajoy, pasando por Antonio Hernández-Mancha y José María Aznar, habrían recibido sobres con dinero negro por varios miles de euros mensuales durante años; si el administrador de esos fondos monetarios de procedencia ilícita ha acumulado decenas de millones de euros; si el Partido Popular habría conseguido mantener oculto durante décadas tal sistema; di aceptamos que cualquier tipo de comisión de este tipo no sobrepasa el 3%, el 5% todo lo más, podemos deducir que los ingresos ilícitos que habrían nutrido dichos fondos no habrían bajado de centenares de millones de euros desde los años 80 (posiblemente más cerca de los mil millones de euros que de los 500 millones de euros) a partir de un negocio de entre 10.000 y 20.000 millones de euros. ¡Una cantidad colosal de la economía nacional!
    
Pero no es sólo la enorme cuantía que podríamos deducir habría manejado la trama nacional del PP, sino que además debía ser de público conocimiento entre la directiva que cobraba dichos sobres, desde su presidente (Fraga, Hernández-Mancha, Aznar, Rajoy) hasta el más discreto de los secretarios ejecutivos. Es decir, que a tenor de las denuncias públicas conocidas la dirección nacional del PP sería el Consejo de Administración de un ente mafioso llamado Partido Popular.

Para la estabilidad de un reparto de beneficios de tal envergadura por parte del  hipotético PPSAM, (Partido Popular, Sociedad Anónima Mafiosa) tendría que haber un plan de ingresos que involucraría al conjunto de la organización, desde el municipio más pequeño a la Administración del Estado: comisiones en concursos públicos, por recalificaciones, en créditos a la exportación, venta de armamentos, donaciones nacionales e internacionales, etc.

Es decir, una maquinaria perfectamente engrasada que requeriría el concurso de una ingente cantidad de altos responsables, dirigentes intermedios, funcionarios públicos, altos dirigentes empresariales, alcaldes, concejales, etc. realmente escandalosa. Un sistema tal no puede nacer de la nada, sino que tendría que utilizar los elementos propios de la corrupción franquista, que tras los el sesteo de los primeros años de la Transición, se activaría para servir a la nueva derecha española. A la luz de estos hechos, el famoso Caso Naseiro, desactivado por tecnicismos legales, adquiriría una nueva dimensión.

Un medio de la derecha, EL MUNDO, nos informa que la dirección nacional del PP cobraba sobresueldos con dinero presumiblemente de origen ilícito. ¿Alguien en su sano juicio piensa que las Ejecutivas regionales y provinciales no habrían replicado tal modelo, persistente en el tiempo, a su escala y recursos? De ser así, el monto total sumaría varios miles de millones de euros, posiblemente para alcanzar una cifra cercana al billón de pesetas.

De ser ciertas mis sospechas, sí habría llegado la hora de la refundación de España.

jueves, 3 de enero de 2013

Eminentemente corruptos

En mis conversaciones sobre la actualidad con amigos y familiares no dejo de percibir, en el fondo del debate, el estupor de descubrir que casi todo lo que creían de España, los españoles y la sociedad que estábamos construyendo se basaba sobre convicciones falsas, al punto que hay conservaciones que terminan con mentira, todo es mentira.
            
Esta crisis, además de nuestros trabajos y nuestros ahorros, se está llevando por delante nuestra certeza sobre lo que somos, sobre lo que era España y sobre todo lo que hemos construido desde la muerte del ex general felón Francisco Franco (en su día expulsado de la carrera militar por el Tribunal Supremo).  Esta zozobra puede ser, a la postre, beneficiosa para España como Nación y para los y las españolas como sociedad, siempre que no nos dejemos paralizar por ella y consigamos extraer algunas enseñanzas.

En reiterada ocasiones, he afirmado que la permisividad social para ciertos avances sociales en la muy católica España de la cruzada (aborto, inseminación, matrimonio igualitario, etc.) respondía no tanto a una aprobación sobre los mismos como por un laissez faire, laissez passer cuyo origen atribuyo a la dictadura franquista. No en balde se cuenta la anécdota (no sé si real o no) de aquel consejo de Franco el genocida, quien a un aspirante a político le recomendó: haga usted como yo, no se meta en política.

El franquismo, como toda dictadura (de izquierdas o de derechas), era esencialmente corrupto. No puede serlo de otra forma un sistema que asesinó y expolió impunemente durante la guerra y la posguerra, tomando el país como un enorme botín. Corrupción que continuó desde el robo de niños hasta el mantenimiento de fosas comunes en las cunetas de miles de carreteras y la imposibilidad de inscribir a los asesinados de 1936 a 1939 por los golpistas ya que los jueces aplicaron  a rajatabla la ley del Registro Civil que exige dos testigos para ello, lo que suponía el absurdo de que fuera dos de los asesinos los que declararan que habían muerto en sus manos.

La Transición, que supuso un esfuerzo para superar una España dividida, llevó, equivocadamente, a no buscar respuestas a muchas preguntas, a no meneallo. Al no extirpar la esencia corrupta de la dictadura, ésta fue  extendiendo su podredumbre moral a las nuevas administraciones, a las empresas, a las organizaciones políticas, sociales, sindicales, a la universidad, etc., contaminando todo lo que se iba construyendo.

Pero sería un error pensar que debemos tirar por la borda lo que tanto esfuerzo ha costado construir en estos treinta y cinco años.  Lo que hay que hacer, a mi entender, es impulsar las Comisiones de la Verdad, no sólo por los crímenes de la guerra del 36/39, sino también en otros campos como la psiquiatría (con el inefable López Ibor y sus lobotomizaciones), la sanidad (con el robo de niños y las esterilizaciones forzadas), los expedientes de incautación de los represaliados, el saqueo económico del franquismo, etc.

Una vez sajada la purulenta herida y extraída toda la pus,  podremos cerrar el medio siglo más siniestro de la historia de España, y afrontar el futuro libre de tan pesada carga. 

sábado, 9 de junio de 2012

#RajoyCobarde

Hace unos minutos, el ministro de Economía, Luis de Guindos, nos ha anunciado a la Nación que España solicitaba la ayuda internacional para salvar la banca.

Por activa y por pasiva, el presidente del gobierno de la Nación y varios de sus ministros, han negado que dicha solicitud se fuese a presentar. Cuando el gobierno tenga la decencia de detallar la letra pequeña, sabremos lo que tal ayuda significa para el conjunto de la ciudadanía.

Pero lo más vergonzoso, lo más despreciable, es que en la crisis económica más importante de España desde el siglo XVII, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, guarde un silencio culposo. Precisamente el que desde la oposición exigía saber la verdad para sembrar dudas sobre la veracidad del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero; precisamente el que afirmaba que su obligación era decir siempre la verdad; precisamente ese Mariano Rajoy, está escondido sin dar la cara, sin hablar, sin decir la verdad.

Es muy triste. Pero hoy me sumo a centenares de miles de españoles que han gritado en twitter: #RajoyCobarde.

jueves, 7 de junio de 2012

Pero… ¿ha habido alguna vez 445.568 políticos?

Los primeros comentarios de que en España había 440.000 políticos me llegaron vía twitter y Factbook, y a pesar de preguntarlo, ninguno de los que compartieron o retwuitearon la “noticia” me concretó a que se referían. Así que me puse a buscar la fuente, costumbre de la que ya he hablado en algún post, y localicé lo que aparentemente es el origen de la “información”: un artículo “diarioelaguijón.com” titulado “Un estudio desvela que España es el país con más políticos por habitante de Europa”, firmado por Javier Fonseca y basados en un supuesto estudio realizado por asesores de la presidencia del gobierno de la Nación.

Esa cifra me sonaba a las 11.000 vírgenes de nuestras historias medievales, y que llevaron a Jardiel Poncela a escribir su famosa comedia “Pero… ¿ha habido alguna vez 11.000 vírgenes?”

Miguel Izu ha publicado un artículo de opinión en noticiasdenavarra.como titulado “¿445.568?” en el que analiza los datos ofrecidos y concluye de forme razonable con la idiotez de la información, por lo que no me voy a detener en detallar los errores de sumas, la arbitrariedad de calificar de políticos a las trabajadoras de la limpieza, o sumar 6.000 políticos de Cámaras de Comercio que sólo tienen 3.000 trabajadores.

Me resulta muy irritante que personas a las que aprecio en lo personal y respeto en lo intelectual den pábulo a este tipo de noticias sin sentir la menor necesidad de, al menos,  analizar críticamente la información. Soy consciente de que en una conversación informal no es necesario ajustarse a datos demostrables, basta con un trazo grueso para mostrar nuestra posición.

Posiblemente para muchas personas, facebook o twitter son espacios coloquiales en los que proyectan la misma posición que en una conversación informal. Pero no lo son. Las redes sociales, junto a sus muchos valores positivos, son también el vehículo que utilizan los manipuladores para trasladar sus intrigas. Porque no es inocente que se ponga en circulación imágenes del Parlamento belga haciéndolo pasar por el Parlamento Europeo, afirmar que el Senado cuesta 3.000 millones de euros cuando su presupuesto es de apenas 60 millones de euros, o que para alcanzar 445.000 políticos en España se incluyan becarios de empresas públicas o sumar varias veces a una misma persona como concejal, diputado provincial y miembro de una mancomunidad.

En los años de la exhuberancia, me acordaba muchas veces de la cita que se recuerda de los locos años veinte norteamericanos cuando decían que los yankis no usaban paraguas porque pensaban vivir eternamente bajo un cielo radiante, y que terminó en la trágica crisis del 29. Comprendo que esa absurda ilusión que observaba en muchas de las personas de mi entorno de que el valor de las propiedades inmobiliarias nunca dejaría de subir y permitiría eternamente la refinanciación de deudas algunas de ellas absurdas, se haya sustituido por la necesidad de buscar un culpable de sus actuales males. Y en estos momentos hay un interés espurio por parte de los mismos que crearon las condiciones para el actual desastre, para que colectivamente fijemos la diana de nuestra inquina en aquellos que son, a pesar de todo, parte de la solución.

Sería estúpido por mi parte no compartir que la corrupción ha alcanzado niveles intolerables en las instituciones públicas y entre la dirigencia política de muchos municipios, Comunidades Autonómicas y estatales. Pero sería igual de estúpido no denunciar que los demócratas, los defensores de lo público, los luchadores contra la injusticia del sistema capitalista no podemos utilizar cualquier argumento que nos llega por cualquier vía. La política y los políticos son parte de lo público, la política y los políticos son una parte esencial de la democracia, y sin política y políticos es imposible luchar contra las injusticias de los sistemas. Porque con la política y los políticos no es suficiente para crear un mundo más justo, pero sin política y los políticos seguro que vamos a un mundo mucho peor que el que conocemos. 

jueves, 31 de mayo de 2012

Non tembles, terra

Durante mi infancia se sucedieron varios terremotos en mi Tánger natal, y recuerdo que este tema salía habitualmente en las conversaciones de mis hermanos, recordando la noche que pasamos, siendo yo un bebe, en el coche debido a los temblores, o la bolsa que mi madre tuvo preparada, durante meses, con lo esencial para ocho personas por si había que salir corriendo de nuevo. Otras de mis anécdotas infantiles “sísmicas” son las reiteradas advertencias de mi padre, cuando estábamos en las playas del Bosque Diplomático, de huir tierra adentro si el mar se retiraba por sorpresa, o la expresión que se achacaba a los portugueses tras el terremoto de Lisboa, “non tembles, terra, que non te fago nada”.

Esta “educación” me hizo muy sensible a los riegos sísmicos (aún recuerdo cuando mi madre me explicaba qué era la “escala de Richter”) y con el correr de los años he ido comprendiendo que más que rogar a la tierra que no tiemble, lo que hay que hacer es prevenirse de unos temblores que, antes o después, llegan a todas las comarcas, incluso a aquellas como la Emilia-Romagna italiana que no temblaba desde hacía más de trescientos años.

Esta noticia, y la sospecha de que muchos de los edificios que se han derrumbado en el norte de Italia no cumplían con la normativa de construcción, me llevan a compartir contigo, amable lector o lectora, una convicción que albergo desde hace años: que de producirse un terremoto en la zona costera de Málaga y Granada, históricamente de gran sismicidad, y tras el boom constructivo de los últimos 20 años, el número de edificios dañados y el número de muertos serán altísimos.

Basta con saber que por prevención sísmica se desaconseja construir en laderas, y observar el número infinito de urbanizaciones que trampean por las colinas marítimas del Rincón de la Victoria, Nerja, Almuñecar, etc., zonas muy próximas al último gran terremoto que se produjo en la Andalucía oriental, el de 1884, conocido como el terremoto de Alhama de Granada, que destruyó pueblos enteros como el de Periana y Maro, produciendo no menos de 800 víctimas mortales y la destrucción de más de 4.000 casas y daños en otras 13.000.

Además, la mala construcción de las nuevas viviendas, la más que sospechosa laxitud en el cumplimiento de las normas antisísmicas, me llevan a temer una verdadera tragedia en la zona si, como es de esperar, antes que después, vuelve a temblar.

Me gustaría equivocarme, pero si mi hipótesis es cierta, se producirá una catástrofe de terribles consecuencias. Entonces se alzarán millones de voces aterrorizadas preguntándose como pudo ocurrir. Muchos afirmarán que nunca hubieran imaginado posible que sistemáticamente se violentaran las normas constructivas antisísmicas, clamarán contras las administraciones correspondientes (ayuntamientos y Junta de Andalucía) y volverán a anatematizar a la clase política.

Pero lo cierto y verdad es que hoy muchos lo saben, muchos más lo sospechamos, y la gran mayoría de la población muestra indiferencia al peligro. En el fondo, como los portugueses del siglo XVIII prefieren aquello de “non tembles, terra…”

viernes, 25 de mayo de 2012

La crueldad del obispo católico

La indignación intelectual que provocan las palabras de Juan Antonio Reig Pla, obispo católico de Alcalá de Henares, puede hacernos obviar algo mucho más grave: su extrema crueldad.

En su campaña contra la contemporaneidad, el catolicismo más reaccionario ha hecho un “totum revolutum” en la que mezclan sin sentido los avances por la igualdad de gays y lesbianas, las terapias de fecundación, el feminismo y la manipulación de embriones, que en los últimos días ha abanderado el ínclito Reig. Pero no debemos entrar en el juego del catolicismo radical. Y por ello hay que destacar lo inhumano, cruel y bárbaro de la posición de Juan Antonio Reig en torno a las terapias de reasignación sexual.

Las personas diagnosticadas de disforia de género, esto es, cuyo sexo “sentido” no coincide con su sexo biológico, no están enfermas en el sentido tradicional de la palabra. Pero su “diferencia” puede causar graves trastornos que sí generan enfermedades que producen un gran sufrimiento y generan un coste importante para los sistemas de salud.

La medicina, la ciencia, sólo ha sido capaz de dar respuesta al sufrimiento de las personas transexuales mediante las terapias que fomentan y favorecen que estas personas puedan vivir socialmente con el sexo sentido y no con el sexo biológico. Y dentro de ellas, no en todos los casos, también la reasignación sexual.

Por eso, el discurso de Reig Pla es tan cruel e inhumano, ya que por ideología niega, a unas personas que sufren, la única terapia que la ciencia médica puede ofrecer. Es tan cruel como la mutilación genital femenina que ciertos elementos del Islam defienden, o la negativa a las transfusiones de sangre que niegan los Testigos de Jehova.

Cualquier persona emocionalmente sana, empática, cualquier persona no radicalizada por su ideología totalitaria, se daría cuenta que negar un tratamiento estrictamente médico a una persona que lo necesita es de una inhumanidad terrible. Pero además, alguien que se presenta al mundo como abanderado de una religión compasiva basada en el amor, es una aberración emocional e intelectual absolutamente escandalosa.

El señor Reig Pla, no sólo es un radical católico ensoberbecido por su dogmatismo, no sólo es un loco peligroso que contagia su inmoralidad y crueldad a sus seguidores, sino que además es el responsable moral de causar un sufrimiento insoportable a decenas de miles de personas de nuestro país, así como facilitar argumentos que está sembrando de odio y violencia a decenas de miles de sus seguidores, los cuales pueden terminar cometiendo crímenes terribles.

lunes, 23 de abril de 2012

Mercados versus Mercados

Lo primero que hay que aceptar es que, al menos en España, la derecha neoliberal mediática y económica vienen propagando su ideario como apóstoles de una nueva religión desde hace décadas. Con paciencia neocatecumenal han ido construyendo un discurso narrativo para justificar a posteriori el proyecto de máximos que estableció Milton Friedman: excepto el ejército, la magistratura y algunas carreteras, todo es susceptible de privatización, es decir de intermediación con beneficios privados.

Una de esos discursos se basa en la bondad de los mercados como entes auto-regulatorios, que asignan los recursos de la forma más eficaz y sostenible, y cual suave lluvia van empapando de riqueza y bienestar la pirámide social, desde su cúspide hasta su base. Pero como todo en el neoliberalismo “friedmano” se trata de una teoría no sólo voluntarista sino que reiteradamente se ha mostrado falsa, sólo manteniendo su vigencia en la interesada reiteración de sus apóstoles.

Bien es cierto que los mercados, como el agua, son parte esencial de la cultura humana. Pero como el agua, los mercados provocan vergeles, y desiertos, permite la vida y extiende la muerte. Por ello, por esa multiplicidad de realidades, los economistas se inventaron el mercado perfecto, como modelo sobre el que proyectar sus fantasías intelectuales. Pero resulta que algunos vieron su utilidad para justificar sus intereses desnaturalizando su origen puramente académico, proyectándolo en el mundo real.

Los mercados de competencia perfecta, ese estadio donde ninguno de los actores interviene con privilegios, es tan utópico como el paraíso mahometano de huríes voluptuosas y manantiales de leche y miel, o el comunismo de Pol Pot de una Camboya ruralizada en la pureza antiburguesa. La realidad es que los mercados son espacios de intercambio sometidos a todas las fuerzas asimétricas posibles, donde siempre hay un matón que mete miedo y asegura un equilibrio inestable.

Otras de las falacias que los apóstoles del neoliberalismo “friedmano” han propagado por todo el orbe es que los mercados se pueden auto-regular. En absoluto. La consecuencia natural de los mercados autorregulados, es decir desregularizado de facto, son las burbujas que explotan dejando la desolación a su paso.
Siguiendo con el símil del agua, canalizada, controlada, dirigida, crea riqueza, bienestar. Procura alimento para los seres humanos, higiene y belleza. Pero como el agua que se sale de madre, del cauce del río, trae destrucción, arrasa con todo, provoca muerte, y finalmente deja un desierto.

Los mercados son útiles para las sociedades humanas cuando están controlados. Y en democracia, debe ser el Estado nacional, o el Estado supranacional, Unión Europea en nuestro caso, quien lo haga, quien con normas, controles, tribunales y sanciones, mantenga dentro de los límites a cualquier espacio de intercambio de riquezas.

Por ello, para salir de esta crisis no vale para nade tirar del manual de los apóstoles del neoliberalismo “friedmano”. Es más, usar esas “recetas” es el camino seguro al desastre. Hay que volver a la regulación de los mercados, al control estatal, a la eliminación de los entes auto-regulatorios, a la promoción de gestores públicos sin intereses en los mercados mediante una nueva clase política y de altos funcionarios orgullosos de serlos y lo más incólumes posibles a las tentaciones económicas y honoríficas de los actores económicos. Hay que recuperar los poderes delegados en órganos no democráticos, como los bancos nacionales "independientes", las comisiones de valores, de telecomunicaciones, etc.

Sólo con más Estado, sólo con más Europa, sólo con más Administración Pública, podremos salir de esta crisis a la que nos han llevado los que ahora, “biblia” en mano, pretenden vendernos esas mismas políticas para salir de la crisis.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Dos hombres que orinan hablando de golf y se marchan sin lavarse las manos

Situación: en los servicios de un hotel de cuatro estrellas en algún lugar de la costa andaluza, dos hombres orinan en urinarios continuos. El más mayor, con acento mesetario, se vanagloria de ciertos éxitos en una competición de golf, rematando la afirmación con un: y eso que la pareja era un instructor de golf y una chica…. El otro parece asentir con más o menos entusiasmos con la churra entre las manos. Tras miccionar, ambos personajes abandonan el servicio sin lavarse las manos.

Viví en primera persona dicha escena hace algunos meses, mientras también por mi parte intentaba atinar en el urinario. Y no sé que me espantó más, si la estúpida conversación masculina de baño, pertrechados de churra, o el hecho que se largaran sin lavarse las manos, sobre todo teniendo en cuenta que era la hora de almorzar. Pero esta escena me llevó a reflexionar lo fácil que es perder la compostura ética y moral en el mundo de hoy.

Como ya he apuntado en varios post de este blog, me encuentro entre los que defienden que cualquier socialista (hombre o mujer) que se tenga como tal debe pertrecharse de un código moral especialmente exigente. Y no digo ya un responsable orgánico o institucional de una organización socialista (del PSOE, de la UGT) sino cualquier persona incluso sin militancia que se considere como tal.

A mi entender, cualquier socialista (mujer u hombre) debe ser austero en sus costumbres, enemigo de la ostentación, con gran capacidad de empatía y amante del aprendizaje y la formación. Cualquier socialista (hombre o mujer) debe ser muy moderado o abstemio tanto en la bebida como en cualquier otro tipo de drogas. Y debe por supuesto ser coherente entre lo que predica y lo que hace. Y todo ello adquiere aun mayor exigencia en lo que se refiere a cualquier socialista (mujer u hombre) que libremente haya asumido una responsabilidad pública en representación del Partido o del Sindical.

Un debate no por viejo aún no resuelto, se refiere a la escolarización de hijos de dirigentes socialistas en colegios concertados, religiosos o no, cuando las organizaciones socialistas apuestan por la escuela pública. Comprendo que cualquier padre o madre pretenda darle la mejor educación a su retoño. Pero aun aceptando la cuestionable afirmación de que en un colegio concertado se imparta mejor formación que en uno público, soy de la opinión que si cualquier dirigente socialista considera fundamental escolarizar a su retoño en un colegio concertado deberá renunciar a una responsabilidad libremente aceptada.

Algo parecido pasa con la sanidad pública. Si un dirigente socialista alaba, y con razón, nuestro sistema público de salud, ¿cómo puede en caso de enfermedad acudir a Houston, por ejemplo?

El uso de los medios públicos para el ejercicio de la responsabilidad pública es otra fuente de conflicto no resuelto, Y no me refiero al uso de una tarjeta de crédito de una administración pública para irse de putas, como supuestamente ha ocurrido recientemente y que de ser cierto se califica por sí mismo. El uso de vehículo oficial, los viajes oficiales, los almuerzos, etc. suman decena de miles de decisiones de cualquier dirigente socialista. Y muchas veces, por aquel principio del que nos hablaba Américo Castro de que los enemigos terminan copiándose, hay dirigentes socialistas que muestran una falta de criterio digna de cualquier dirigente de esa derecha que siempre ha considerado la patria como su patrimonio personal.

Al escuchar y ver el comportamiento de ciertos compañeros y compañeras, recuerdo la conversación de mis dos hombres que orinaba vanagloriándose de sus éxitos de golf. Tal vez pensaran que eran unos tipos fachosos (de buena fachada) Y solamente eran una pareja de guarros.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Zoido, los relojes y Suiza

Apenas han pasado 5 meses de la toma de posesión de Juan Ignacio Zoido como alcalde de la ciudad de Sevilla, y ya tenemos algunas convicciones, como que nunca conseguirá que la capital de Andalucía funcione como un reloj suizo como prometió en campaña.

En cambio, lo que ha conseguido en tan corto espacio de tiempo es generar algún que otro episodio lamentable, como el protagonizado por la eliminación del Plan Centro utilizando para ello un informe más que dudoso, promover una Comisión de Investigación sobre el Plan Centro para hacer oposición a la oposición, y terminar cerrándola deprisa y corriendo ante el sesgo tomado por la misma, ya que de seguir sus sesiones iba a finalizar convertida en un verdadero juicio político a Zoido. ¡Qué gobierno más bisoño!

Seamos justo. Zoido pretendió con la eliminación, manu militari, del Plan Centro emular al gran Rodríguez Zapatero con su retirada de las tropas de Irak. Y nadie en su sano juicio puede censurar a un neófito intentar comenzar su gobierno con un magistral golpe de efecto mediático. Lo malo en el caso del montellanero es que lo que en las manos de ZP fue una magistral jugada política, en las del juez metido a político ha resultado una atropellada decisión que, como dijo aquel, fue peor que un error, fue una estupidez.

Pero sin duda lo más sorprendente de estos meses ha sido la noticia publicada el pasado sábado sobre la acusación de una empresa privada, Impersport, de irregularidades en la contratación de la cubierta de la instalación bajo la que se celebrará próximamente la final de la Copa Davis, en el Estado de la Cartuja de Sevilla. Según la noticia publicada por el DIARIO DE SEVILLA, El juez de Instrucción número 2 de Sevilla está investigando al alcalde, Juan Ignacio Zoido, y al presidente de la Federación Española de Tenis, José Luis Escañuela.

Como no podría ser de otra forma, hay que conceder a Zoido, así como a todos los denunciados, la presunción de inocencia, ya que en esta ocasión no ha sido ni siquiera la policía la que ha promovido la denuncia. Y si el pasado el PP ha acusado a la Policía Nacional de parcialidad, ¡qué podemos esperar de la denuncia de una empresa posiblemente despechada por no conseguir un contrato!

Pero claro es que, más allá de esta presunción que constitucionalmente afecta al trámite judicial (que no a las convicciones personales de los y las ciudadanas que está por encima de su sujeción a la justifica, por aquello de la libertad de pensamiento, más que nada), se han producido una inquietante concatenación de hechos sobre los que ha hecho luz el Grupo Socialista Municipal. Según el PSOE, las explicaciones del Gobierno dejan más incógnitas abiertas de las que se resuelven ya que de manera tácita se reconoce que se acepta y se da validez técnica a un presupuesto de una empresa a la que se permite iniciar sin un contrato las obras previstas, lo cual resulta completamente contrario al procedimiento administrativo. Asimismo, según dicho grupo se adopta la decisión de contratar a la empresa Greenset Worlwid por su menor oferta económica – 112.000 euros- frente a los 127.000 euros que presenta inicialmente la empresa denunciante Impersport. Sin embargo, se obvia y no se explica que la empresa denunciante afirma y acredita haber presentado una oferta final de 94.580,60 euros, que conforme al criterio expresado ayer por el Gobierno, debería haber resultado adjudicataria del concurso siendo igualmente preocupante que no se dice ni se explica del supuesto concurso público que se lleva a cabo el día 8 de noviembre, del que no se dio publicidad y del que se desconocen pliegos y criterios de adjudicación.

Deseo sinceramente que Zoido sea capaz de explicar satisfactoriamente al juez del número 2 de Sevilla las circunstancias de dicha contratación, ya que no es bueno que las sombras cubran la gestión de ninguna administración democrática. Especialmente cuando algún mal pensado pueda argumentar la amistad de Peñuela y Zoido, que llevó al segundo casar al primero, el apoyo de otro de los investigados, el Sr. Sánchez Vicario, a la elección de Peñuela al frente de la Federación Española de Tenis, y el apoyo de Peñuelas a la candidatura de Sevilla para acoger la final de la Davis, cerrándose el círculo con la contratación por parte del ayuntamiento de Sevilla con la empresa de Sánchez Vicario. Yo rompo una lanza a favor de Zoido y manifiesto mi convicción de que es inocente de lo que se le acusa.

Claro que también tengo otra convicción, y es que Zoido conoce Suiza por algunas cosas más que por sus relojes.

Como por los quesos gruyer, por ejemplo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Ni siquiera les queda Paracuellos

¿No le ha pasado, amable lector o lectora, que cuando una persona de ideología filofacista (aunque militante en el PP, en UPyD o se declare apolítica) se siente atrapada por los crímenes del franquismo termina sacando, a modo de salvavidas, la mágica frase de Y Paracuellos, qué? Si yo fuese uno de los millones de fascistas sociológicos (utilizado en su sentido literal, no como insulto) que pueblan nuestro extenso territorio nacional, daría todas las noches gracias a dios por la carnicería de Paracuellos del Jarama.

Recientemente, comentando una noticia que una buena amiga había compartido en facebook sobre el anuncio de ETA de abandonar la lucha armada, compartí que una vez que se acabara con ETA habría que empezar a preocuparse por las otras víctimas, las de la Guerra Civil. De inmediato saltó un amigo de mi amiga para reprocharme mis palabras, con el argumento que eso no tocaba ahora. Sorprendido por el ataque, traté de argumentar mi posición de la necesidad de respetar a todas las víctimas, no a unas sí y a otras no. En medio del fragor argumental saltó con lo de Paracuellos.

He recordado este pequeño rifirrafe on-line con la lectura del artículo de Javier Cercas que con el título Buenas Noticias ha publicado El País Semanal de hoy. Hablando de las víctimas de ETA señala la necesidad de no caer en lo que Daniel Innerarity denomina la amenaza de la simetría, donde al final unos y otros terminan en un empate moral. Dice Cercas que todos debemos contribuir a que no ocurra en el País Vasco con ETA lo que ocurre en el resto de España con la guerra y el franquismo, donde la amenaza de la simetría casi se ha cumplido y goza de gran prestigio una visión equidistante de la historia en la que nadie tuvo la razón política y no hubo ni buenos ni malos; igualmente, todos debemos combatir la equidistancia respecto a la Guerra Civil y el franquismo con el mismo énfasis con que combatimos la equidistancia respecto a ETA.

Como ya he afirmado en algún post de este blog, comparto que en la Guerra Civil española se cometieron en ambos bandos acciones realmente espeluznantes. Pero la diferencia moral es abismal entre uno y otro bando, ya que mientras la República intentó por todos los medios evitarlas, entre los golpistas se promocionó la violencia sobre la sociedad civil como un instrumento de terror planificado para socavar la resistencia.

Paracuellos fue un episodio espantoso de la Guerra Civil, a la misma altura de los asesinatos de miles de civiles inocentes en Badajoz, Málaga, Écija, etc. Pero Paracuellos no será nunca el salvavidas moral de aquellos que intentan por todos los medios convencerse y convencernos, como hace ETA con lo suyo, que la Guerra Civil no fue una historia de buenos y malos, donde las víctimas fueron verdugos, y los verdugos víctimas. No. Cesar Vidal y compañeros mártires podrán intentar reescribir la historia y, como sin duda hará la ETA sociológica respecto a sus años de terror, justificar las bases sangrientas del estado franquista. Pero no. Nunca fue lo mismo, no hay simetría posible entre la corrupción moral de Queipo, Mola y Franco y la integridad moral de Besteiro y Azaña.

Por mucho que el fascismo sociológico español utilice Paracuellos como mantra exculpatorio.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Sociedad sin Nobleza.

La noticia de El Mundo titulada Anticorrupción acusa a Urdangarin de 'apoderarse de fondos públicos' dio lugar en facebook a un pequeño debate a tres bandas sobre el alcance de la corrupción en el espacio público español, que me lleva a compartir y desarrollar contigo, amable lector o lectora, algunas de las ideas que expuse en la red social. Y para el título me he atrevido a parafrasear a Ortega y Gasset y su ensayo El hombre sin nobleza.

No descubro nada extraordinario si afirmo que cada día la realidad nos sorprende con denuncias sobre posibles comportamientos y tramas corruptas en las más diferentes instancias públicas de nuestro país: desde los aledaños de la más alta magistratura hasta ayuntamiento relativamente pequeños, pasando por grandes grupos bancarios, asociaciones de gestión de derechos, organizaciones empresariales, etc. Y no es algo que precisamente nos pille de sorpresa. Desde la Transición, los casos de Filesa, Malesa y Time-Export, Naseiro, Gürtel, y otros muchos que el tiempo van desdibujando, han empedrado nuestro camino democrático.

Puede existir la tentación social de pensar que la corrupción, grande o pequeña, es cuestión de los otros (esa otredad de la que ya nos avisaba Ricardo Llamas) y por ello la expresión de nuestra irritación sobre dichos comportamientos está más que justificada. Así, la culpabilización de la clase política, los intermediarios y más recientemente los mercados nos permite al menos llevar sosiego emocional ante un país que de pronto se nos presenta como el paradigma de una república bananera.

Pero, en mi opinión, este comportamiento, si bien inevitable, lo que hace es enmascarar la realidad de tal forma que impide un diagnóstico correcto y por lo tanto dificulta la elaboración y aplicación de una terapia adecuada y eficaz. Al poner fuera el comportamiento corrupto, en instancias lejanas de nuestra realidad cotidiana, la ciudadanía pretende minusvalorar sus propios pequeños actos de corrupción de la vida diaria.

Recomiendo vivamente la lectura del Barómetro de Junio de 2011 del Centro de Investigaciones Sociológicas (Avance de Resultados, Estudio nº2.905) por las respuestas tan contradictorias que se obtienen cuando la sociedad española tiene que responder sobre la corrupción.

No deja de sorprender que si bien el 85,6% de los encuestados por el CIS considera que la corrupción en España está muy extendida y bastante extendida, sólo el 6,9% de los encuestados consideren la corrupción y el fraude uno de los tres principales problemas de España. Y si responden de forma espontánea, baje a un paupérrimo 2,2% de los encuestados que lo consideren un verdadero problema. Pero aún sorprende más cuando se obtiene un índice del 1,1% cuando corrupción y fraude es la respuesta espontánea a la pregunta ¿Y cuál es el problema que a Ud., personalmente, le afecta más?

Pero luego, ante la pregunta Hay gente que piensa que la corrupción política es un problema sin importancia, y otra gente que piensa que la corrupción política es uno de los problemas más importantes de la democracia en España. En una escala en la que 0 es que no tiene importancia y 10 que tiene la máxima importancia, ¿dónde se situaría Ud.? la respuesta ganadora es, para el 44% de las personas encuestadas, de la máxima importancia.

¿Qué es lo que pasa al alma española para que se den estas contradicciones sobre lo importante o lo irrelevante de la corrupción? Considero que hay que retroceder bastantes años, exactamente 65, hasta el 18 de julio de 1936. Con la Guerra Civil y la posterior dictadura totalitaria del felón Franco, nuestro país fue lentamente cocido en una amalgama de inmoralidad que contaminó todo el cuerpo social.

La corrupción moral antecede a la corrupción económica, política, jurídica y policial. Va infiltrándose como una sustancia tóxica, paralizando nuestra capacidad crítica, alejándonos de la ética social y llevándonos a un abandono de nuestras virtudes cívicas. No es casual la anécdota que se atribuye al dictador Franco, cuando aconsejó a un aspirante a la cosa pública: Usted haga como yo, no se meta en política.

Casi cuarenta años de control nacional-católico consiguieron esterilizar el sentido ético de la sociedad española. Y nuestra voluntad de superar esa tragedia sin hacer borrón y cuenta nueva, la celebrada Transición, permitió que la hidra de la corrupción moral desarrollara nuevos bríos en la mayor eclosión económica de la historia de España, es decir, desde que Castilla y Aragón se unieron bajo el yugo y las flechas.

Cerrar los ojos y admitir como natural que decenas de miles de cuerpos quedaran arrojados en las cunetas sin encontrar reposo en los camposantos; cerrar los ojos y admitir como natural que las riquezas conseguidas con el expolio de la mitad de España continuaran en las manos de sus saqueadores; cerrar los ojos y admitir, en definitiva, que ni la razón, ni la justicia ni la decencia debían ser restaurada en España, llevaba inevitablemente a una quiebra de la moral y el derecho.

Posiblemente, querida lectora o lector, me responderías que también antes de la II República e incluso durante ella se produjeron escándalos de fraude y corrupción. Cierto. La diferencia es que si en la Restauración un miembro de la Corona se hubiera visto, no ya imputado, simplemente implicado en un caso de saqueos de fondos públicos, el escándalo habría alcanzado unas proporciones épicas, el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo simularía ser una olla exprés, y las mejores plumas de la Nación estarían vertiendo litros de tinta exhortando los mejores valores éticos. En cambio hoy todos miran hacia otro lado, y el que más sólo es capaz de sorprenderse pero sin escandalizarse.

La triste verdad es que el cuerpo social español, no los políticos ni las empresas, no los jueces y los policías, el conjunto de la sociedad ha interiorizado la inevitabilidad de la corrupción y el fraude, lo peligroso de oponerse a él. Y lo ha hecho suyo, cada uno en su escala. Por ello, junto grades muestras de escándalo se suceden olvidos tan flagrantes como sólo sentirse afectado negativamente el 1,1% de las personas encuestadas.

No trato con ello de culpabilizar a la Transición de este mal, sino de señalar el pecado original de nuestra democracia. La Transición nos trajo una continuidad política, social y económica entre dos periodos antagónicos antes solo ensayado, y fracasado, con el paso de la monarquía de Alfonso XIII a la II República.

No. El problema no es que la Transición no significara un fuego purificador que simbólicamente marcaran un antes y un después entre un sistema inmoral y un sistema decente. El problema fue que huérfanos de dirigencia éticamente solvente, la sociedad española no ha advertido el peligro y por ello es incapaz de reaccionar. Culpabilizar a los de arriba es la respuesta más fácil y consoladora que encontramos.

Se hace necesario un urgente rearme ético, moral. Y debe empezar por un reconocimiento personal de cada una de las pequeñas corrupciones y fraudes de la vida diaria. No hay una corrupción pequeña que engrasa la grandiosa máquina del capitalismo y una corrupción grande que la atasca. La corrupción y el fraude es un cáncer; es el óxido del andamiaje férreo de la sociedad. Y si no nos dedicamos pronto a rasparlo hasta alcanzar la zona sana, y luego a pintarlo de minio, nada del sacrificio colectivo realizado desde el 18 de julio de 1936 habrá servido para nada.