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domingo, 21 de febrero de 2016

¿Una nueva política sin un pueblo nuevo?

 

Fue en los noventa, tras trabar amistad con C.S.G., cuando descubrí que desde siempre mis análisis habían sido sistémicos. Por eso, cuando reflexiono parto del hecho de que el cambio de una parte de un sistema afecta a todo el sistema, modificándolo, aun cuando a veces sus efectos no sean observables, medibles o cuantificables.

El inicio de la crisis económica que nos asola, fue el detonante de la voladura de una fantasía en la que la sociedad española venía instalada desde hace décadas. Eso la ha convertido en una crisis sistémica, global,  que ha sumido en el estupor y la desesperación a amplísimas capas de la población.

¿Qué sociedad hemos construido en estos años? ¿Con cuanta miseria hemos convividos mientras nos creíamos en una Arcadia feliz y venturosa? ¿Cuántos no pensaban hasta 2008, como los norteamericanos en los locos años 20, que en España no íbamos a necesitar paraguas nunca más porque íbamos a vivir eternamente bajo un sol radiante?

Y como no podía ser de otra forma, nuestra reacción ha sido la que culturalmente nos corresponde: culpabilizar a los demás de nuestros males.

Y ese es, a mi entender, el gran error actual de la sociedad española. Su confianza desmedida en la nueva política, como medicina a todos los males que nos afligen, es de una simplicidad que espanta, y que nos profetiza nuevos problemas a medio y largo plazo.

Y claro que es necesaria una nueva política, un cambio de los paradigmas sobre los que transitaba nuestro sistema político e institucional. Y esta necesidad de cambio es una oportunidad de ser ambiciosos y atrevidos, planteando alternativas que hasta el momento no nos hemos permitido ni soñar.

¿Pero qué mimbres tenemos para ese nuevo cesto que contenga la nueva política? Me temo que los mismos de siempre. La misma sociedad de siempre. Los mismos esquemas mentales de siempre. Los mismos hábitos españoles de siempre de echar la responsabilidad fuera de nosotros, esperando que sean los demás los que cambien porque, está claro, yo no tengo ninguna responsabilidad sobre lo que ocurre y por lo tanto no hay necesidad de cambiar nada.

En esta crisis que se nos está haciendo interminable, apenas he leído o escuchado (en tertulias, conversaciones informales, artículos, foros, redes sociales, etc.) a ciudadanos que hayan hecho un planteamiento que contenga un ejercicio de autocrítica, identificando su cuota de responsabilidad y comprometiéndose con medidas viables a cambiar de aquellos hábitos con los que colaboró (por acción o por omisión) a las dinámicas sociales y económicas que han dado lugar a esta crisis sistémica.

No sé, cosas del tipo: yo antes si me preguntaban si factura con IVA o sin IVA, casi siempre decía que sin IVA; a partir de ahora me negaré a pagar sin IVA. O por ejemplo: antes pensaba que la política era cosa de políticos, pero ahora voy a intentar informarme mejor para saber que es realmente lo que pasa e intentar que no me vuelvan a engañar. O: yo antes no desconfiaba cuando me ponían un papel por delante y firmaba sin leer, pero ahora me doy cuenta que era un error y pienso leer todo antes de firmar, e incluso consultar con otros si hay algo que no entiendo. E incluso: yo antes pensaba que la democracia era solo votar cada cuatro años, pero ahora he comprendido que no, y por eso voy a tomarme más en serio asistir a las reuniones de Comunidad de Propietarios y a las reuniones de las AMPAS de mis hijos.

Pero no. Confortados con la consoladora doctrina de la-culpa-la-tienen-los-demás defendida por todos, incluidos los más críticos con el actual sistema político, nadie parece asumir la necesidad de cambiar personalmente para contribuir al cambio.

No veo en los medio de comunicación, en el debate político o en los comentarios de mi entorno, nuevos mimbres, una reflexión colectiva que nos hagan mejores personas y con ello se pueda vislumbrar un nuevo pueblo, con mayores dosis de comportamiento crítico, autocrítico y ético.

Cierto que la sociedad española ha cambiado y ello obligará a cambiar a las instituciones, las administraciones, o incluso durante un tiempo descenderá la corrupción política. Pero será un cambio débil, nada vigoroso y sin un sesgo ético. Por ello, pasados unos años, volveremos a las andadas y nada de lo sufrido habrá servido lo suficiente. Y la sociedad española de 2025 se parecerá peligrosamente a la sociedad española de 2005.

Aunque siempre nos quedará el consuelo del refranero: el que nace lechón, muere cochino.

domingo, 7 de febrero de 2016

Despreciables filtraciones

 


Algo que siempre me ha indignado (sí, sí, yo tengo el hábito de indignarme desde mucho antes de que se pusiera de moda) ha sido la tradición de algunos, muchos para mi gusto, de los y las dirigentes del partido en el que milito, de mantener un periodista de cabecera al que utilizar partidistamente en su beneficio, filtrándole noticias para que al día siguiente sean publicadas y trabajen en su favor.

No se trata de un hábito exclusivo de las filas socialistas, ni especialmente novedoso, ya que las denuncias del extraño maridaje entre periodistas y políticos recuerdo haberlas leído durante la Transición.

Por desgracia, esta fue una práctica extendida entre la dirigencia socialista de la ciudad de Sevilla en los últimos años del mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, cuando los debates de los órganos del partido, incluidas las reuniones de la Comisión Ejecutiva Provincial, eran conocidos antes por esos periodistas de cabecera que por los cuadros de las Agrupaciones Locales, entre los que me encontraba.

Y me indignaba, y me indigna, porque tengo la convicción de que los compañeros y compañeras filtradoras piensan que utilizan a esos periodistas en su beneficio, sin comprender la terrible verdad: que son esas compañeras y compañeros dirigentes los que son utilizados por los periodistas y las empresas para las que trabajan, en detrimento fundamentalmente del partido y su ideario. Por ello, mi indignación por las grabaciones filtradas del Comité Federal ha alcanzado la máxima intensidad.

Aún no se ha sabido a ciencia cierta si las mismas se han realizado por parte de algún miembro del Comité Federal, de los servicios administrativos del partido o por parte de personas ajenas al PSOE. Pero en caso de confirmarse de que mi partido no ha sido víctima de un contubernio externo para dinamitar su imagen, la confianza de sus militantes y el apoyo de sus votantes, se trataría de una de las acciones en la vida orgánica más despreciables de las que soy capaz de imaginar.

Sin duda hay otras aún más despreciables (la corrupción y la violencia física o psíquica hacia compañeros, por ejemplo) pero a efectos orgánicos se trata de una de las más graves.

La repugnancia que me produce me ha llevado a negarme a escuchar las grabaciones publicitadas por la cadena Ser, e incluso a cambiar de canal de TV cuando se han emitido fragmentos de las mismas. No me interesa lo más mínimo conocer el debate del máximo órgano socialista entre congresos, robado de forma tan infame.

Porque dicha filtración es una agresión al conjunto de la militancia, ya que la democracia interna descansa sobre la posibilidad real de un debate sin cortapisas allí donde debe producirse. La filtración de la semana pasada colapsa la confianza mutua que permite el mayor grado de sinceridad entre dirigentes, donde debatir las diferencias, y alcanzar los consensos básicos.

Lo único positivo que soy capaz de encontrar a esta acción que concita mi mayor desprecio es que sirva de revulsivo y lleve a la convicción a los y las compañeras dirigentes del partido, sea cual sea su nivel, de que un periodista nunca será un aliado, ya que sirve a otros intereses: el interés general en el mejor de los casos, a su carrera profesional o los intereses de la empresa que le paga el salario, en el caso más habitual.
  
Como socialista me siento injuriado en lo más profundo de mi militancia. Como ciudadano, siendo el mayor de los desprecios hacia el que ha producido la filtración.

viernes, 14 de noviembre de 2014

In Vigilando

Hay que reconocerlo. Lo único de bueno que nos ha traído el caso de los EREs ha sido la ampliación de vocabulario de la sociedad española, cosa que, por otro lado, no está nada de mal visto la pobreza lingüística que se gasta el personal.

Tras la noticia de la decisión del Tribunal Supremo de asumir la investigación de los EREs en lo que afecta a aforados (tanto a los diputados y senadores, como parlamentarios andaluces) el lector de un diario digital se despachaba tan a gusto, afirmando que “aunque Griñán o Chaves, no se hubieran enriquecido directa o indirectamente de la trama corrupta, por culpa "in vigilando" e "in eligendo", responsabilidad política tienen”.

¡Toma ya! ¡Que nivelazo! Dígame, querido lector o lectora, si antes había leído a un simple lector de periódicos utilizar con tanta soltura los latinajos jurídicos. ¡Que arte!

Claro que popularmente también tenemos conceptos similares casi tan antiguos, pero no tanto, como éstos. Me refiero a los castizo refranes “el ojo del amo, engorda el ternero”, y “a pastores dormidos, ovejas descarriadas”.

Pero es bueno que la sociedad española asuma que hay una responsabilidad “in eligendo” y también “in vigilando”. Es decir, también los y las españolas somos responsables de lo que elegimos en las elecciones, o permitimos que se elijan quedándonos en casita, y que una vez elegidos hay que estar “in vigilando”, es decir, nada de entretenidos en las cosas de la vida y dejando hacer.

Claro que este “in eligendo” e “in vigilando” no afecta sólo a la política. De hecho, cada padre y cada madre debe asumir su responsabilidad “in vigilando” si su retoño pasa de las travesuras infantiles a los gamberrismos adolescentes, pintando fachadas, estropeando el ascensor de la comunidad, o dejando o dejándose embarazar. Una responsabilidad que debe recaer no sólo patrimonialmente sino penalmente en los padres.

Claro que me temo que este “in vigilando”, que no “in eligendo” que de ello se encarga la madre naturaleza, gusta menos del que reprochamos a Manuel Chaves y José Antonio Griñán.

Y hay otras facetas de la vida donde el “in eligendo” e “in vigilando” nos exige estar ojo avizor, desde qué ocurre en nuestros colegios y parroquias, hasta lo que pasa en nuestros centros de trabajo o en nuestra comunidad de propietarios.

En fin, parece que en España realmente orientamos mal nuestro indisimulado gusto por el cotilleo, y nos dedicamos a estar “in vigilando” la vida de nuestros famosos, en vez de “in eligendo” correctamente lo que hay que estar “in vigilando"

Que somos unos pamplinosos, vamos.

domingo, 22 de junio de 2014

Luciano González García, el político que dimitió, pero era inocente y ahora se ha sabido.

Sección andaluza de elconfidencial.com de hoy donde no se habla del archivo 
de la denuncia contra Luciano González García

Debo empezar pidiendo públicas disculpas a Luciano González García. Tras su dimisión publiqué el post ¡Que le corten la cabeza! donde reconocía su meritoria dimisión pero dando por hecho una irregularidad que con el tiempo parece demostrarse que no era tal.

Recapitulemos. La web elconficiencial.com publicó el 17 de marzo de 2014 una información, firmada por Agustín Rivera, con el siguiente título: El director general de Energía de Andalucía tiene una casa ilegal con agua y luz 'pirata. Esta noticia llevó a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz Pacheco, a exigir la dimisión de dicho responsable, Luciano González García, el cual, en 24 horas, la presentó.

Naturalmente dicha noticia de denuncia fue recogida por todos los medios de alcance nacional, ya que además, elconficiencia.com aplicaba toda la técnica periodística del ventilador, repartiendo mierda. Una prueba es este párrafo de la noticia: González, que por decisión directa de Susana Díaz y del consejero de Economía, José Sánchez Maldonado, está a punto de administrar un proyecto estrella de 200 millones de euros para fomentar el empleo en la construcción sostenible y protección del medio ambiente, se hizo en la década de los noventa con la propiedad de esta finca no urbanizable situada en terreno rústico. En el centro de su posesión, valorada en unos 400.000 euros, según expertos inmobiliarios consultados por este diario, el político expulsado dos veces del PSOE y de la UGT promovió y edificó una vivienda de 130 metros cuadrados que en su parte norte se ha ampliado recientemente.

Cuando se conoció la noticia de la dimisión, elconfidencial.com no cabía en sí de gozo, y en el titular del artículo en el que daba cuenta de la dimisión afirmaba: Por todas las revelaciones de el confidencial Díaz exigió al consejero de Economía la cabeza de González por su finca ilegal. Y no pudo dejar de incluir el siguiente párrafo: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, exigió la dimisión fulminante de Luciano González García, director general de la Agencia Andaluza de la Energía, tras las revelaciones de El Confidencial sobre su finca ilegal en Yunquera (Málaga). La presidenta está dispuesta a cumplir su lema de tolerancia cero contra la corrupción, pero 0,0 como la cerveza sin alcohol”, señala a este diario, con sorna, un alto miembro del Gobierno andaluz.

Tres meses después, ha sido la web eldiario.es quien ha puesto las cosas en su sitio, al publicar hoy la noticia con el siguiente titular: El Ayuntamiento de Yunquera archiva el expediente contra el ex director de laAgencia de la Energía. Según este medio on-line, “La resolución reconoce que las dos licencias que justificaban la legalidad de la casa estaban en los archivos municipales, y excusa su desconocimiento en la "antigüedad" de los documentos y en el cambio de funcionarios”.

En mi post al que hacía referencia al principio, decía que  Si pretendemos una revolución ética en la sociedad española, un rearme ético de nuestra clase dirigente, ya sea política, económica, social o cultural, debemos apoyar los hechos que avancen en la buena dirección. Por ello, como socialista y andaluz, me felicito y agradezco que Luciano González haya dimitido de forma inmediata.

Sigo pensando que la dimisión fue la respuesta ética correcta ante esta denuncia pública. Pero también creo que una vez se demuestre completamente su inocencia de la falsa imputación, le sea de nuevo asignada una responsabilidad similar a la que ostentaba en dicho momento.

Pero no puedo dejar de manifestar mi mayor censura al medio elconfidencia.com y a la corporación municipal de Yunquera, gobernada por el PP. Si bien la web de noticias afirmó que esta información había sido contrastada por tres fuentes municipales, no se entiende que una vez archivada la denuncia por parte de dicho ayuntamiento, no la haya publicado en dicho portal, como podemos comprobar. Y el ayuntamiento de Yunquera no puede despacharse simplemente que el error se basó en que era un expediente muy antiguo y había cambiado de funcionarios.

Ayuntamiento y elconfidencial.com debería, una vez certificada la veracidad de la noticia, dar la mayor de las satisfacciones a Luciano González García, y reparar en la medida de lo posible, un dislate periodístico y una salida de madre de una corporación democrática.
          
Y por supuesto, los que opinamos en público, deberíamos no dar por hecho lo que son denuncias periodísticas. Mea culpa.

jueves, 19 de junio de 2014

Tres razones republicanas para rechazar un referéndum sobre la monarquía

Desde una posición firmemente republicana, defiendo que existen tres razones de peso para rechazar la propuesta extemporánea de convocar un referéndum para elegir el modelo de jefatura del Estado, entre república y monarquía.

La primera es de carácter ético. La república, como ya he afirmado en varias ocasiones, se inserta en el plano moral de no ser gobernados por nadie que no hayamos tenido la oportunidad de elegir. Al igual que era absurdo basar el debate de la abolición de la esclavitud en si vivía mejor un esclavo o un hombre libre, lo es plantear que una república nos proveerá de mayores bienes materiales, será un régimen menos corrupto, etc. Se es republicano por dignidad, pero no por interés.

Por ello, promover tal referéndum en estos momentos, aprovechando la angustia de la ciudadanía en una situación de emergencia social, disfrazando el alcance real del debate república/monarquía y bajo falsas promesas de un ubérrimo paraíso terrenal, me parece deleznable.

La segunda es de carácter político. La petición de un referéndum tiene mucho de oportunismo electoral. Su planteamiento en un momento social y económicamente convulso, y con la idea fija de algunas formaciones políticas de establecer dos bandos claramente diferenciados, entre el llamado bipartidismo y la izquierda auto titulada verdadera, ha puesto en marcha una dinámica social perversa que lleva a un callejón sin salida.

La no celebración de un referéndum refuerza la idea de que existe un interés en no permitir que el “pueblo” (ese que es convocado varias veces cada lustro y cuya tercera parte, cuando no más de la mitad, se queda en su casa) se manifieste públicamente. Pero si se celebrara mañana, supondría el desquiciamiento de este, y de cualquier, Estado Constitucional. Si arbitrariamente, es decir, sin un procedimiento reglado, se sometiera a referéndum un tema como este, ¿qué justificación tendríamos mañana para no convocar otro sobre la pena de muerte, por ejemplo? ¿El sólo hecho de que aquel tema me interesa y este otro no?

Y niego la mayor. Soy partidario de introducir constitucionalmente consultas directas mediante referéndum periódicos, pero sabiendo que éste sistema no significa medidas más justas, simplemente significa que son las que más apoyo obtiene de la ciudadanía. No hay que olvidar que gracias a la ausencia de referéndum, en Turquía las mujeres obtuvieron el derecho al voto en 1930, y que en cambio, gracias a los referéndum, las mujeres suizas tuvieron que esperar hasta 1971 para obtenerlo.

En caso que se celebrase y saliera a favor de la monarquía, como parece ser, ¿cuanto tendríamos que esperar para promover una república? ¿Un año, diez, treinta y nueve? ¿Un referéndum cada vez que se produzca una sucesión en el trono? ¿Nos veríamos impedidos a promover un verdadero proceso transformador a través de un cambio reglado de la Constitución?

Y en la remota hipótesis de que fuese favorable a la república, ¿cómo y quien afrontaría este desafío? Al romperse el procedimiento reglado en la Constitución para su modificación, también pactado por las fuerzas políticas y sociales en la transición, se crearía una situación ingobernable. Lo lógico sería la abdicación de Felipe VI, pero entonces le sucedería su hija, la princesa de Asturias, y al ser menor de edad no podría abdicar, y si lo hiciera, aún quedarían Sofía de Borbón, y las hermanas del rey y sus descendientes.

Cualquier otra opción será jurídicamente traumática: dar por derogada la Constitución de 1978, lo que obviamente dejaría, en teoría, suspensos todos los poderes del Estado,  pero que de facto supondría el poder absoluto para el ejecutivo, el gobierno de la Nación (en estos momentos del Partido Popular) el cual contaría, no lo dudemos, con el apoyo del ejército.

El referéndum es parte de una estrategia irresponsable de quienes se saben políticamente irrelevantes y confía en que la sensatez del que tiene opciones de gobierno no nos embarque en un proceso convulso, y que ello les permita seguir consiguiendo políticamente masa crítica.

La tercera es de carácter práctico. Si lo que se pretende es traer la república de forma democrática, hay que conseguir que una mayoría social suficiente se identifique con ella. Insertarla en un debate partidario nos aleja de ese ideal a pasos agigantados. Igual que en 1931 una mayoría social, que iba desde la derecha de Alejandro Lerroux y Niceto Alcalá Zamora hasta la izquierda marxista del PSOE, permitió una mayoría electoralmente suficiente, sólo una mayoría social que abarque desde el centro derecha y la izquierda hace posible la llegada democrática de la III República.

Estoy seguro que a algunas formaciones políticas les ha venido bien el planteamiento de un referéndum: han encontrado un punto no ideológico de unión que les permite no aclarar en demasía sus propuestas en materia económica o territoriales (en ocasiones irreconciliables), refuerzan la estrategia de las dos orillas y potencian las contradicciones del PSOE entre su alma republicana y su obsesión por ser un partido responsable.

Pero todo ello lo estarán consiguiendo sacrificando el alto, digno y meritorio espíritu republicano de millones de españoles asesinados y exiliados en el pasado.

domingo, 8 de junio de 2014

Que puedan, por el bien de todos

El Diario, medio digital que remó a favor de IU durante la campaña de las Elecciones Europeas de 2014, ha publicado hoy un artículo titulado Podemos toma forma enAndalucía y que como subtítulo añade: Los círculos celebran su primer encuentro en busca de respuestas desde la base ¿cómo organizarse? ¿cómo comunicar? ¿cómo hacer política?

El llevar en movimientos sociales desde los 17 años, no ser especialmente tonto, y gustarme analizar los sistemas y sus metadiscursos, me lleva a no ver mucha diferencia entre las propuestas que explica la europarlamentaria Teresa Rodríguez, y los que he visto experimentar a otros grupos en el pasado y que siempre se han estrellado contra la realidad social española.

Con esto no quiero decir ni que no esté de acuerdo con muchos de sus planteamientos, ni que considere absurdo volver a intentarlo. Como nos recuerda la web sabiask.com, cuando Thomas Alva Edison inventó la bombilla, no le salió a la primera, sino que realizó más de mil intentos, hasta el punto de que uno de los discípulos que colaboraba con él en el taller le preguntó si no se desanimaba ante tantos fracasos. y Edison respondió: "¿Fracasos? No sé de qué me hablas. En cada descubrimiento me enteré de un motivo por el cual una bombilla no funcionaba. Ahora ya sé mil maneras de no hacer una bombilla".

Creo que ennoblece intentar que la política sea cuestión de todos, y que todos tengamos la cultura cívica de exigir y practicar nuestra responsabilidad como individuos políticos activos.

Pero lo que percibo es que muchos de los y las activistas de PODEMOS parten del error de creer que antes de a ellos a nadie se les había ocurrido una revolución parecida, que no hay nadie que sepa mil formas de como no construir la bombilla.

Esa suficiencia, me parece, les llega a despreciar a aquellos otros que escarmentados en cabeza propia y ajenas, intentamos alcanzar el mismo objetivo por otras vías.

Y lo que me aterra es que es muy fácil pasar del entusiasmo, del enamoramiento a primera vista, a un odio visceral y un descreimiento furibundo si el experimento no sale bien. En vez de aceptar que en el peor de los casos habrán descubierto otra forma de cómo no construir una bombilla, podrán verse embargados por un nihilismo que ha pavimentado los caminos de los totalitarismos.

Por eso, por el bien de todos, confío en que PODEMOS sea capaz de articular una metodología de trabajo eficaz. Si aciertan, seré el primero en proponerlo en mi Partido. Pero en el caso de que no ocurra, tendrán todo mi cariño por haberlo intentado, y haber descubierto otra forma de no construirlo.

Por cierto, Público, el digital que promocionó a PODEMOS no se hace eco de la noticia, por lo que no tendremos la óptica desde dentro del “aparato”. Lamentable.

viernes, 30 de mayo de 2014

El falso debate de Madina, Chacón, López y el Aparato.

Desde al menos 2012, los y las militantes del PSOE de San Jerónimo, Sevilla, apoyamos que la elección de todas las secretarías generales de nuestro Partido se realizaran mediante votación directa y secreta de la militancia. Asímismo, desde hace más de dos años, defendemos la necesidad de la celebración de primarias “a la francesa” (es decir, abiertas también a simpatizantes) así como la eliminación de avales. En tal sentido se presentaron enmiendas al 38º Congreso Federal, celebrado en Sevilla.

El debate que se está produciendo estos días, siendo de gran interés, no ocultan un intento de manipulación a favor de intereses concretos de la dirigencia, pero no de la militancia de base.

Porque el orden de factores en este caso (primero Congreso y después primarias o al revés) no afecta al resultado, siempre que se tenga claro que en este nuevo tiempo la secretaría general y la candidatura a la presidencia del gobierno de la Nación no sólo no tiene porqué coincidir, sino que no debe coincidir.

Dentro de la tradición del PSOE la bicefalia siempre se ha contemplado como un escenario negativo, sobre todo tras la elección de Josep Borrell como candidato socialista a la presidencia del gobierno de la Nación, en detrimento de Joaquín Almunia, a la sazón secretario general del PSOE.

Pero esa experiencia y toda nuestra tradición no deben ocultar un hecho evidente: ha sido la supeditación del Partido a los intereses del presidente del gobierno los que nos ha alejado de la esencia socialista de nuestro proyecto y ha permitido casos de corrupción (muchos o pocos, da igual) inaceptables para la tradición ética del socialismo español.

Por ello, es deseable que no coincidan presidencia y secretaría general, de forma que el Partido sea el que controle al gobierno y no al contrario.

Desde esta óptica, lo importante es que Congreso y Primarias se celebren bajo el paradigma de la votación directa de los y las militantes, en el primer caso, y de militantes y simpatizantes, en el segundo caso.

Cualquier otra estrategia podrá beneficiar a un candidato u otro, a unos intereses u otros, pero no al conjunto del Partido ni al ideal socialista que con sus virtudes y sus defectos ha desarrollado el PSOE en sus 135 años de existencia.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Ada

Ada Colau manifestó ayer la necesidad de salir de los espacios de coordinación, y dejarde ser la portavoz estatal de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en una carta llena de sentido común y con múltiples visos de sinceridad, en la que se ha sentido obligada a manifestar que no iba a fichar por ningún partido político.

Esta afirmación ha provocado una cascada de manifestaciones en distintos ámbitos (redes sociales, comentarios a noticias en webs de periódicos, etc) en la que ponen en solfa dicha afirmación, insinuando, o directamente criticando, que próximamente le veremos en algún partido político.

Aunque respete su decisión, yo personalmente creo que sería bueno para la democracia que Ada Colau se replanteara dicha negativa y que si le apetece, aceptase alguna de las propuestas que al parecer ya le han hecho llegar.

En las listas electorales deben estar los mejores, y Ada Colau ha demostrado una capacidad de trabajo y liderazgo que enriquece la democracia y, por lo tanto,  su participación favorecería la decencia de nuestra sociedad. 

Pero su decisión pone en evidencia las de aquellos ciudadanos que sí han optado en entrar en política, no por su valía, por su trabajo o su liderazgo, sino simplemente por ser la hermana, la esposa o el hijo de una víctima del terrorismo etarra.

Ciudadanos que sin otro mérito que ser “víctima de” han llegado al Parlamento Europeo y otras instancias públicas y son aplaudidos precisamente por aquellos que ahora ponen verde a Colau.
     
Mis más sinceras felicitaciones a Ada, por saber llegar, por saber estar, y por saber irse. Muchos deberían, o deberíamos, tomar nota.

viernes, 6 de septiembre de 2013

El valor de sólo haber “trabajado” en política


Como muchas, y algunos, han resaltado, desde que Susana Díaz Pacheco empezó a pergeñarse como la futura presidenta de Andalucía, desde diestra y siniestra empezaran a articular un relato en contra de la entonces secretaria general de la Agrupación Provincial Socialista de Sevilla, donde, entre otros elementos, figura uno que concita especial consenso: su falta de experiencia fuera de la política.

Incluso una fina analista como Concha Caballero, en su post “Antisusanismo”, en el que defiende la idoneidad y la oportunidad histórica de la candidatura de Susana Díaz, afirmaba “Susana Díaz es una persona que “no ha trabajado en su vida en la empresa privada ni ha hecho oposiciones en la Administración pública”. Efectivamente esto es así y soy también de las que creen que esto, no es que los inhabilite en absoluto para un cargo, pero supone un cierto déficit.

Este discurso, el del desmérito de haber “echado” los dientes, y solamente, en un partido, me lleva a pensar que para muchos, la gestión de lo público tiene un carácter de amateur como los antiguos juegos olímpicos, donde no se les permitía jugar a los jugadores de baloncestos de la NBA porque eran “profesionales”.

Este discurso es casi hegemónico en la actualidad, posiblemente provocado por la experiencia, en los últimos años, de políticos y políticas que llevan ocupando puestos de responsabilidad durante décadas, sin otro mérito de estar bien relacionados. Pero ello no significa que sea cierto.

Y el argumento es contundente. A la hora de elegir al gestor de un gran hospital público, ¿preferiría a un profesional que ha recorrido todo el escalafón y conozca su estructura y sus dinámicas internas, o a un prestigioso pianista? Para rector de una gran universidad, ¿no sería mejor uno o una que haya pasado desde la condición de becario a la de catedrático, en vez un dentista afamado con consulta abierta? O, por ejemplo, para un gran banco ¿no es mejor aquel que ha desarrollado toda su carrera dentro de la entidad a una magnífica ingeniera superior? Aún recuerdo que entre los panegíricos sobre Alfonso Escámez, presidente en su día del Banco Central, destacaba que había empezado en la entidad de botones, con 12 años.

La política como afición, incluso sin remuneración, proviene del antiguo régimen e incluso del sistema liberal inglés, cuando sólo las clases más privilegiadas, la alta burguesía y la nobleza, se dedicaban a la gestión pública del que obtenían rentas de forma indirecta al defender sus derechos en sus negocios privados. Es memorable la indignación de los partidos liberal y conservador ingleses, en la Cámara de los Comunes, cuando los laboristas, obreros sin rentas de capital, decidieron poner un salario a los miembros del parlamento inglés.

Desde una óptica romántica, cierto amateurismo de la cosa pública puede ser atractivo: ciudadanos libres que ocupan transitoriamente una responsabilidad pública. Pero la realidad de la actual maquinaria administrativa y política convierte esa visión en un suicidio colectivo.

La Junta de Andalucía, por ejemplo, es la mayor organización de Andalucía, la que más personal gestiona, la que mayor recursos capta y la que mayor recursos gasta. De ella dependen nuestro bienestar, nuestra salud, nuestra educación, nuestro medio ambiente, etc. ¿Y es lógico poner a su cabeza al mejor de los bienintencionados que prestigioso en cualquier otra rama de la profesión o el saber, desconozca casi absolutamente el ente que gobierna?

Para mí, el curriculum de Susana Díaz es posiblemente una de sus mayores virtudes políticas: conoce desde dentro el municipalismo; conoce perfectamente la maquinaria política del mayor grupo parlamentario que sustenta el gobierno; conoce las dinámicas de la Corte, para ello ha sido diputada nacional; y ha gestionado la consejería política por excelencia de cualquier gobierno.

Si se hubiera dedicado durante cuatro o diez años a ser procuradora de tribunales, por ejemplo ¿qué mérito añadiría para su candidatura? Si durante una década hubiera sido becaria de un departamento universitario y luego profesora asociada, ¿sería Susana Díaz mejor candidata? Yo, sinceramente, creo que no sólo no sería mejor candidata sino que sería posiblemente una candidata perfectamente prescindible.

Otra cosa es que un candidato o una candidata deba pasar un tribunal calificador. ¿Y que son, si no, las elecciones democráticas? El mejor tribunal del mundo.

jueves, 23 de mayo de 2013

Que una frase no deshonre una vida. Carta abierta a José Chamizo.



Estimado Defensor,

Junto con su relevo al frente del Defensor del Pueblo andaluz se han hecho públicas sus declaraciones en la que apela a la Consejera de la Presidencia de la Junta de Andalucía como la chica de Presidencia .

Hago manifiesto público de mi admiración y simpatía por su labor durante más de década y media al frente de una institución que Vd. le ha dado un significado verdadero.

Este aprecio se ha ido cimentando a lo largo de los años no sólo por el trato personal e institucional que me ofreció cuando estuve al frente del Consejo de la Juventud de Andalucía en los noventa, sino también comprobando, día a día, su defensa de los más desfavorecidos de nuestro pueblo andaluz.

Como prueba, un botón: Andalucía nunca le estará lo suficientemente agradecida por el Informe que elevó al Parlamento Andaluz sobre la situación de las personas transexuales, y que permitió la aprobación por unanimidad de todos los grupos parlamentarios de la iniciativa de creación de la Unidad de reasignación del Hospital Carlos de Haya de Málaga.

Por esto, por el aprecio que le tengo, me veo animado a solicitarle públicamente que reconozca su error al denominar despectivamente a la Consejera de la Presidencia de la Junta de Andalucía como la chica. En una sociedad donde el machismo sociológico anida en las más sorprendentes personalidades, en un pueblo que justifica con los argumentos más peregrinos las discriminaciones por cuestión de género, el uso despectivo de chica para denominar a la mujer más relevante de la administración andaluza, me llena de inquietud. Soy consciente del momento emocional en el que ha pronunciado dichas palabras. Pero por eso mismo, por la dignidad con la que ha ejercido su labor al frente del Defensor, no merece que un borrón manche un brillantísimo expediente.

Reconozca su error y pida disculpa, que ello le honrará. Saber salir de las responsabilidades es tan importante como saber entrar en ellas. Desde un principio, la sociedad andaluza se ha reconocido en sus actos, en sus palabras, en sus denuncias. Por ello, la sombra de misoginia que proyectan  esas palabras sobre sus convicciones es completamente injusta con Vd. e incluso con el pueblo andaluz al que ha defendido con denuedo.

Post Scriptum: A las 21:26 CET del día 23 de mayo de 2013, EL PAIS ha publicado una entrevista a José Chamizo en la que afirmaba: "Pido perdón a la consejera de la Presidencia, a la que llamé “chica”. No era mi intención ofenderle. Tampoco era mi intención ofender al PP. Yo utilizo mucho el término “psicópata” pero no en plan de enfermedad, pero bueno, lo retiro absolutamente. Lo que pasa es que hay comportamientos que no entiendo. Creo que han tenido que ser el presidente de la Junta y la consejera de la Presidencia los que han decidido. "

Esa respuesta le honra. Pero no veo que aún sea consciente de la carga misógina de su comentario.

miércoles, 30 de enero de 2013

La ideología de los números



La profunda investigación del neoliberalismo a partir de los años cincuenta para recuperar el discurso ideológico concluyó en la necesidad de ocultarlo tras la frialdad de los números.
       
Se trataba sin duda de un aprendizaje del marxismo, que superó la antigua escolástica centrando el análisis histórico en las razones económicas inherentes a la lucha de clases. De este modo, el neoliberalismo, de forma camaleónica, consiguió ocultar sus intenciones depredadoras bajo un aparentemente aséptico lenguaje de raíz marxista: el que permitía la frialdad de los números.
       
Así, y como la gota malaya, han taladrado todas nuestras conciencias hasta conseguir que el conjunto de la sociedad analice y justifique cualquier política bajo el signo económico de la rentabilidad y la sostenibilidad. Además de inmoral, este mecanismo dialéctico oculta un hecho evidente: que los datos económicos son aún más manipulables que los principios morales y éticos.
       
Pero pongamos un ejemplo. Si usted tiene dos hijos, y uno es más inteligente que otro, de acuerdo con la dialéctica neoliberal, su comportamiento lógico es centrar todos los recursos económicos y emocionales en el más inteligente, ya que es el que más rentabilidad tendrá en el futuro. Es decir, cualquier inversión en su hijo menos inteligente será considerada en despilfarro insostenible.
   
Cualquier padre o madre descubre rápidamente lo absurdo de este planteamiento, y con toda la razón invertirá más en el niño menos inteligente para asegurarle un futuro similar al del hijo más inteligente: le pondrá más profesores de apoyo, contratará a psicólogos, pedagogos, etc. para reforzar sus capacidades y le dedicará más tiempo y apoyo emocional.
     
El neoliberalismo intenta por todos los medios ocultar su radical darwinismo social cuyo fin último es su política genocida. De vez en cuando podemos atisbarlo en declaraciones como las del ministro japonés que animaba a los ancianos a morirse antes para ser una carga menor al sistema económico.
         
Por eso desde la izquierda, después del formidable avance que supuso el marxismo, no debemos caer en el error en aceptar la dialéctica neoliberal economicista. Más allá de los números, de las cuentas, de las proyecciones económicas, estamos las personas. Mucho o poco, grande o pequeño, nuestro mundo es un patrimonio compartido por sus habitantes. Todo lo que existe en él, debe repartirse de la forma más justa y equitativamente posible.
     
El premio al esfuerzo y a la constancia, la prima al trabajo y la dedicación debe existir, pero nunca de tal forma que el que más tenga supere en varios millones de veces al que menos tiene, ni el que más gane  multiplique por casi 8.000 las veces de lo que gana el que menos, como es la diferencia entre lo que gana Emilio Botín y el Salario Mínimo Interprofesional de España.
        
Y desde luego, ninguna razón económica, presupuestaria o fiscal justifica moralmente que a un individuo o a una población se le apliquen medidas de ajuste que lesionen sus derechos más básicos a la integridad física y a su salud, por cualquier razón de nacionalidad, raza, vecindad o rentabilidad. Y si no hay, se saca de donde haya. Como haría un padre con su hijo, incluso al menos inteligente.

martes, 22 de enero de 2013

Bárcenas: la última frontera de la corrupción

Si fuera una persona confiada, ahora estará en estado de shock tras leer en los últimos cinco días las sospechas, más que fundadas, de que la dirigencia nacional del Partido Popular habría estado cobrando en los últimos veinte años sobresueldos en negro de origen ilegal.

Pero como no lo soy, como no me considero una persona confiada (por más que mi maestro Séneca recomendara que es preferible ser engañado a desconfiar), la noticia ha venido a confirmar lo que sospechaba desde hace tiempo: que la podredumbre moral del franquismo ha permanecido intacta en sus herederos intelectuales, políticos y sociales.

Aunque aún puedan no percibirse, las diferencias entre los casos de corrupción política y económica de los que hemos tenido noticias desde 1975 y la sombra del Caso Bárcenas, son enormes, abismales, cósmicas. Hasta el día de hoy, los casos de corrupción conocidos eran de dos tipos: aquellos organizados por una trama de políticos y conseguidotes para alcanzar beneficios ilícitos, y aquellas organizadas desde las dirigencias económicas de Partidos Políticos para financiar ilegalmente a sus organizaciones y que terminaban llenando los bolsillos de algunos. Ambos tipo de tramas son igualmente repugnantes, pero generalmente se circunscribían a grupos más o menos pequeños de individuos que utilizaban sus contactos y responsabilidades para corromper y corromperse.

Pero el Caso Bárcenas nos sugiere algo completamente desconocido en España, aunque muy conocido en otras latitudes y países de la Unión Europea. De ser ciertas las denuncias de EL MUNDO, y las declaraciones de algunos miembros de las antiguas dirigencias del Partido Popular, se trataría de todo un sistema montado entorno a un partido político, en el que el conjunto de las direcciones políticas a lo largo de décadas habrían conocido, participado y lucrado con unos ingresos de procedencia ilícita que haría necesaria la complicidad de todos ellos para mantenerlo.

Si los responsables menores de las Comisiones Ejecutivas Nacionales del PP desde Manuel Fraga hasta Mariano Rajoy, pasando por Antonio Hernández-Mancha y José María Aznar, habrían recibido sobres con dinero negro por varios miles de euros mensuales durante años; si el administrador de esos fondos monetarios de procedencia ilícita ha acumulado decenas de millones de euros; si el Partido Popular habría conseguido mantener oculto durante décadas tal sistema; di aceptamos que cualquier tipo de comisión de este tipo no sobrepasa el 3%, el 5% todo lo más, podemos deducir que los ingresos ilícitos que habrían nutrido dichos fondos no habrían bajado de centenares de millones de euros desde los años 80 (posiblemente más cerca de los mil millones de euros que de los 500 millones de euros) a partir de un negocio de entre 10.000 y 20.000 millones de euros. ¡Una cantidad colosal de la economía nacional!
    
Pero no es sólo la enorme cuantía que podríamos deducir habría manejado la trama nacional del PP, sino que además debía ser de público conocimiento entre la directiva que cobraba dichos sobres, desde su presidente (Fraga, Hernández-Mancha, Aznar, Rajoy) hasta el más discreto de los secretarios ejecutivos. Es decir, que a tenor de las denuncias públicas conocidas la dirección nacional del PP sería el Consejo de Administración de un ente mafioso llamado Partido Popular.

Para la estabilidad de un reparto de beneficios de tal envergadura por parte del  hipotético PPSAM, (Partido Popular, Sociedad Anónima Mafiosa) tendría que haber un plan de ingresos que involucraría al conjunto de la organización, desde el municipio más pequeño a la Administración del Estado: comisiones en concursos públicos, por recalificaciones, en créditos a la exportación, venta de armamentos, donaciones nacionales e internacionales, etc.

Es decir, una maquinaria perfectamente engrasada que requeriría el concurso de una ingente cantidad de altos responsables, dirigentes intermedios, funcionarios públicos, altos dirigentes empresariales, alcaldes, concejales, etc. realmente escandalosa. Un sistema tal no puede nacer de la nada, sino que tendría que utilizar los elementos propios de la corrupción franquista, que tras los el sesteo de los primeros años de la Transición, se activaría para servir a la nueva derecha española. A la luz de estos hechos, el famoso Caso Naseiro, desactivado por tecnicismos legales, adquiriría una nueva dimensión.

Un medio de la derecha, EL MUNDO, nos informa que la dirección nacional del PP cobraba sobresueldos con dinero presumiblemente de origen ilícito. ¿Alguien en su sano juicio piensa que las Ejecutivas regionales y provinciales no habrían replicado tal modelo, persistente en el tiempo, a su escala y recursos? De ser así, el monto total sumaría varios miles de millones de euros, posiblemente para alcanzar una cifra cercana al billón de pesetas.

De ser ciertas mis sospechas, sí habría llegado la hora de la refundación de España.

martes, 15 de enero de 2013

No se esfuercen en hacerme chavista


El primer twitter leído esta mañana versaba sobre la invectiva contra EL PAIS por su información sobre el chavismo, afirmando que en comparación, LA RAZÓN parecía de centro moderado. Esta diatriba me ha llevado a reflexionar sobre el efecto Chávez y su auge como referente para una parte significativa de la nueva izquierda patria.
      
Mi primer recuerdo político sobre Chávez se remonta a casi dos décadas atrás, cuando en una reunión con amigos de Málaga, algunos latinoamericanos, debatían sobre lo que Hugo Chávez podría aportar a la liberación a los países australes del subcontinente. Se trata, por lo tanto, de un político al que sigo la pista, sin demasiado interés también es cierto, desde antes que fuese elegido presidente de la República, hoy apellidada Bolivariana, de Venezuela, en 1999. Pero en mi círculo, no precisamente indiferente a la cosa pública, Hugo Chávez pertenecía a ese universo de líderes extranjeros sin interés, que pululan por las páginas de internacional de nuestros diarios.
       
De hecho, ni siquiera en el famoso incidente de la XVII Cumbre Iberoamericana de 2007, cuando el mandatario venezolano interrumpió al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, lo que provocó el famoso por qué no te callas real, Hugo Chavez pasó de ser ese estrambótico personaje vestido de rojo más objeto de chanza que de alabanza.
       
Pero ha sido hundirnos en la crisis económica, y yo diría política, más grave desde la Guerra Civil, para que muchas personas de mi entorno busquen referentes alternativos al neoliberalismo que nos ha dejado hecho unos zorros, encontrando, entre otros, al presidente venezolano. De personaje estrambótico ha pasado de esta forma a ser considerado una referencia política para muchos desde la izquierda.
      
La antigua indiferencia se ha convertido en una insistente tormenta argumental para convencer, urbe et orbi, de las bondades y el liderazgo chavista, anatematizando a cualquiera que se resista a comulgar con dichos principios, con el mayor de los denuestos.
         
Pues no. Reconociendo a Hugo Chávez ciertas virtudes políticas y democráticas, considerando que el presidente venezolano atesora ciertos valores de progreso, admitiendo que las fuerzas neoliberales planetarias no tratarán en ningún caso con simpatía a un personaje que se dedica a meter palitos en la maquinaria política, económica e ideológica de los seguidores de Milton Friedman, no creo que la personificación del chavismo sea ese líder al que debemos mirar para buscar una solución en nuestro mundo.
         
Y no sólo porque muchas de sus propuestas y praxis políticas no me convencen en absoluto, sino además porque siempre he sentido una manifiesta repulsión hacia el culto a la personalidad que parece cultivar con cariño el líder venezolano, tanto hacia Simón Bolívar como hacia él mismo. Soy profundamente reticente a aceptar cualquier ditirambo laudatorio de cualquier persona, con la sola excepción del amor filial, paternal y conyugal. Por ello, las manifestaciones populares de amor al líder, esos lloros fotografiados y emitidos por sus correligionarios, esas muestras de fe tan caras al chavismo, no pueden dejar de producirme un claro rechazo.
         
No me gustan las manifestaciones patrióticas norteamericanas entorno a la bandera y sus héroes, no me gustan los lloros ante las imágenes en Semana Santa, y no me gustan los rezos colectivos por la salud de Hugo. Nunca fui franquista ni felipista; no soy monárquico ni católico; por favor, no se esfuercen en hacerme chavista.
         
Nota aclaratoria: La fotografía la facilita “amablemente” la web http://www.noticias24.com, de clara filiación chavista.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Juicio a la abstención

Uno de los imprevistos debates surgidos en los prolegómenos de las elecciones municipales de 2012 fue cuando, de forma viral, se promovió la abstención como posicionamiento político activo. Se trató de la primera vez que el debate sobrepasaba los siempre estrechos límites del anarquismo y se convertía en una opción más para una parte importante del cuerpo electoral de izquierda de nuestro país.
        
Cierto es que visto los resultados tan nefasto que la opción abstencionista provocó en los resultados del 22-M, en los siguientes procesos electorales desapareció de las redes sociales como una opción más. Pero no es menos cierto que aquella campaña proabstencionista incentivó una deriva propia de las democracias capitalistas de los últimos años: un creciente abstencionismo crónico o estructural.
    
Aún podemos escuchar de labios de algunos de sus apologéticos, que la abstención sirve como llamada de atención a la dirigencia política sobre la frustración de amplias capas sociales, y su desapego al actual sistema democrático, que se plasmó en el consenso constitucional de 1978. Además, creo que ese abstencionista “activo” lo percibe como la fórmula de inhibirse del propio sistema y sus defectos.
   
Pero ambos extremos son, a mi parecer, incorrectos.
   
Las llamadas democracias liberales avanzadas, encabezadas por los Estados Unidos de América y el Reino Unido, las tasas de abstencionismo son altísimas, en ocasiones el doble que en nuestro país. Y ello no lleva en absoluto a las élites políticas a cuestionarse el propio sistema. Al contrario, es esa bajísima participación la que asegura una cómoda certeza y estabilidad de los procesos electorales. En España, el problema principal de dicha argumentación es que con un sistema universal de votación, donde para votar basta con el empadronamiento sin necesidad de inscribirse en censos específicos de votos; con una amplia capacidad para concurrir a unas elecciones, bien como partidos, bien como agrupaciones de electores; y con un sistema muy riguroso en el secreto del voto y la transparencia del escrutinio, que bien sabemos los que participamos como interventores o apoderados en los mismos, todos los votantes disponen de una amplia lista de opciones electorales, cosa que no ocurría, por ejemplo, durante la Restauración, donde la limitación de la oferta electoral, los pucherazos y los sistemas caciquiles, impedían de hecho el pronunciamiento libre del cuerpo electoral.
     
Sobre la posición moral del abstencionista de no ser cómplice de un sistema injusto, debo recordar las palabras del sevillano profesor López Yáñez, quien en su obra La Ecología Social de la Organización afirmaba: El papel relevante que le damos a las expectativas nos lleva a que ninguno de los participantes en un sistema social puede eludir su responsabilidad –en un sentido profundo- en la determinación del proceso de comunicación, incluso si permanece en un rincón, apartado de todos los demás.
   
Es decir, que la corresponsabilidad, en la medida que corresponda, no se libera por el simple hecho de quedarse en casa, puesto que en cualquier sistema social, y el sistema democrático lo es en el entorno de la sociedad, la inacción y el silencio también lo estructura.
   
Por todo ello, debemos aceptar el carácter político del abstencionismo, en línea con la doctrina anarquista, pero de tan débil carácter que más funciona como fortalecedor del sistema político que como agente activo de cambio.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Ni siquiera les queda Paracuellos

¿No le ha pasado, amable lector o lectora, que cuando una persona de ideología filofacista (aunque militante en el PP, en UPyD o se declare apolítica) se siente atrapada por los crímenes del franquismo termina sacando, a modo de salvavidas, la mágica frase de Y Paracuellos, qué? Si yo fuese uno de los millones de fascistas sociológicos (utilizado en su sentido literal, no como insulto) que pueblan nuestro extenso territorio nacional, daría todas las noches gracias a dios por la carnicería de Paracuellos del Jarama.

Recientemente, comentando una noticia que una buena amiga había compartido en facebook sobre el anuncio de ETA de abandonar la lucha armada, compartí que una vez que se acabara con ETA habría que empezar a preocuparse por las otras víctimas, las de la Guerra Civil. De inmediato saltó un amigo de mi amiga para reprocharme mis palabras, con el argumento que eso no tocaba ahora. Sorprendido por el ataque, traté de argumentar mi posición de la necesidad de respetar a todas las víctimas, no a unas sí y a otras no. En medio del fragor argumental saltó con lo de Paracuellos.

He recordado este pequeño rifirrafe on-line con la lectura del artículo de Javier Cercas que con el título Buenas Noticias ha publicado El País Semanal de hoy. Hablando de las víctimas de ETA señala la necesidad de no caer en lo que Daniel Innerarity denomina la amenaza de la simetría, donde al final unos y otros terminan en un empate moral. Dice Cercas que todos debemos contribuir a que no ocurra en el País Vasco con ETA lo que ocurre en el resto de España con la guerra y el franquismo, donde la amenaza de la simetría casi se ha cumplido y goza de gran prestigio una visión equidistante de la historia en la que nadie tuvo la razón política y no hubo ni buenos ni malos; igualmente, todos debemos combatir la equidistancia respecto a la Guerra Civil y el franquismo con el mismo énfasis con que combatimos la equidistancia respecto a ETA.

Como ya he afirmado en algún post de este blog, comparto que en la Guerra Civil española se cometieron en ambos bandos acciones realmente espeluznantes. Pero la diferencia moral es abismal entre uno y otro bando, ya que mientras la República intentó por todos los medios evitarlas, entre los golpistas se promocionó la violencia sobre la sociedad civil como un instrumento de terror planificado para socavar la resistencia.

Paracuellos fue un episodio espantoso de la Guerra Civil, a la misma altura de los asesinatos de miles de civiles inocentes en Badajoz, Málaga, Écija, etc. Pero Paracuellos no será nunca el salvavidas moral de aquellos que intentan por todos los medios convencerse y convencernos, como hace ETA con lo suyo, que la Guerra Civil no fue una historia de buenos y malos, donde las víctimas fueron verdugos, y los verdugos víctimas. No. Cesar Vidal y compañeros mártires podrán intentar reescribir la historia y, como sin duda hará la ETA sociológica respecto a sus años de terror, justificar las bases sangrientas del estado franquista. Pero no. Nunca fue lo mismo, no hay simetría posible entre la corrupción moral de Queipo, Mola y Franco y la integridad moral de Besteiro y Azaña.

Por mucho que el fascismo sociológico español utilice Paracuellos como mantra exculpatorio.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Sociedad sin Nobleza.

La noticia de El Mundo titulada Anticorrupción acusa a Urdangarin de 'apoderarse de fondos públicos' dio lugar en facebook a un pequeño debate a tres bandas sobre el alcance de la corrupción en el espacio público español, que me lleva a compartir y desarrollar contigo, amable lector o lectora, algunas de las ideas que expuse en la red social. Y para el título me he atrevido a parafrasear a Ortega y Gasset y su ensayo El hombre sin nobleza.

No descubro nada extraordinario si afirmo que cada día la realidad nos sorprende con denuncias sobre posibles comportamientos y tramas corruptas en las más diferentes instancias públicas de nuestro país: desde los aledaños de la más alta magistratura hasta ayuntamiento relativamente pequeños, pasando por grandes grupos bancarios, asociaciones de gestión de derechos, organizaciones empresariales, etc. Y no es algo que precisamente nos pille de sorpresa. Desde la Transición, los casos de Filesa, Malesa y Time-Export, Naseiro, Gürtel, y otros muchos que el tiempo van desdibujando, han empedrado nuestro camino democrático.

Puede existir la tentación social de pensar que la corrupción, grande o pequeña, es cuestión de los otros (esa otredad de la que ya nos avisaba Ricardo Llamas) y por ello la expresión de nuestra irritación sobre dichos comportamientos está más que justificada. Así, la culpabilización de la clase política, los intermediarios y más recientemente los mercados nos permite al menos llevar sosiego emocional ante un país que de pronto se nos presenta como el paradigma de una república bananera.

Pero, en mi opinión, este comportamiento, si bien inevitable, lo que hace es enmascarar la realidad de tal forma que impide un diagnóstico correcto y por lo tanto dificulta la elaboración y aplicación de una terapia adecuada y eficaz. Al poner fuera el comportamiento corrupto, en instancias lejanas de nuestra realidad cotidiana, la ciudadanía pretende minusvalorar sus propios pequeños actos de corrupción de la vida diaria.

Recomiendo vivamente la lectura del Barómetro de Junio de 2011 del Centro de Investigaciones Sociológicas (Avance de Resultados, Estudio nº2.905) por las respuestas tan contradictorias que se obtienen cuando la sociedad española tiene que responder sobre la corrupción.

No deja de sorprender que si bien el 85,6% de los encuestados por el CIS considera que la corrupción en España está muy extendida y bastante extendida, sólo el 6,9% de los encuestados consideren la corrupción y el fraude uno de los tres principales problemas de España. Y si responden de forma espontánea, baje a un paupérrimo 2,2% de los encuestados que lo consideren un verdadero problema. Pero aún sorprende más cuando se obtiene un índice del 1,1% cuando corrupción y fraude es la respuesta espontánea a la pregunta ¿Y cuál es el problema que a Ud., personalmente, le afecta más?

Pero luego, ante la pregunta Hay gente que piensa que la corrupción política es un problema sin importancia, y otra gente que piensa que la corrupción política es uno de los problemas más importantes de la democracia en España. En una escala en la que 0 es que no tiene importancia y 10 que tiene la máxima importancia, ¿dónde se situaría Ud.? la respuesta ganadora es, para el 44% de las personas encuestadas, de la máxima importancia.

¿Qué es lo que pasa al alma española para que se den estas contradicciones sobre lo importante o lo irrelevante de la corrupción? Considero que hay que retroceder bastantes años, exactamente 65, hasta el 18 de julio de 1936. Con la Guerra Civil y la posterior dictadura totalitaria del felón Franco, nuestro país fue lentamente cocido en una amalgama de inmoralidad que contaminó todo el cuerpo social.

La corrupción moral antecede a la corrupción económica, política, jurídica y policial. Va infiltrándose como una sustancia tóxica, paralizando nuestra capacidad crítica, alejándonos de la ética social y llevándonos a un abandono de nuestras virtudes cívicas. No es casual la anécdota que se atribuye al dictador Franco, cuando aconsejó a un aspirante a la cosa pública: Usted haga como yo, no se meta en política.

Casi cuarenta años de control nacional-católico consiguieron esterilizar el sentido ético de la sociedad española. Y nuestra voluntad de superar esa tragedia sin hacer borrón y cuenta nueva, la celebrada Transición, permitió que la hidra de la corrupción moral desarrollara nuevos bríos en la mayor eclosión económica de la historia de España, es decir, desde que Castilla y Aragón se unieron bajo el yugo y las flechas.

Cerrar los ojos y admitir como natural que decenas de miles de cuerpos quedaran arrojados en las cunetas sin encontrar reposo en los camposantos; cerrar los ojos y admitir como natural que las riquezas conseguidas con el expolio de la mitad de España continuaran en las manos de sus saqueadores; cerrar los ojos y admitir, en definitiva, que ni la razón, ni la justicia ni la decencia debían ser restaurada en España, llevaba inevitablemente a una quiebra de la moral y el derecho.

Posiblemente, querida lectora o lector, me responderías que también antes de la II República e incluso durante ella se produjeron escándalos de fraude y corrupción. Cierto. La diferencia es que si en la Restauración un miembro de la Corona se hubiera visto, no ya imputado, simplemente implicado en un caso de saqueos de fondos públicos, el escándalo habría alcanzado unas proporciones épicas, el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo simularía ser una olla exprés, y las mejores plumas de la Nación estarían vertiendo litros de tinta exhortando los mejores valores éticos. En cambio hoy todos miran hacia otro lado, y el que más sólo es capaz de sorprenderse pero sin escandalizarse.

La triste verdad es que el cuerpo social español, no los políticos ni las empresas, no los jueces y los policías, el conjunto de la sociedad ha interiorizado la inevitabilidad de la corrupción y el fraude, lo peligroso de oponerse a él. Y lo ha hecho suyo, cada uno en su escala. Por ello, junto grades muestras de escándalo se suceden olvidos tan flagrantes como sólo sentirse afectado negativamente el 1,1% de las personas encuestadas.

No trato con ello de culpabilizar a la Transición de este mal, sino de señalar el pecado original de nuestra democracia. La Transición nos trajo una continuidad política, social y económica entre dos periodos antagónicos antes solo ensayado, y fracasado, con el paso de la monarquía de Alfonso XIII a la II República.

No. El problema no es que la Transición no significara un fuego purificador que simbólicamente marcaran un antes y un después entre un sistema inmoral y un sistema decente. El problema fue que huérfanos de dirigencia éticamente solvente, la sociedad española no ha advertido el peligro y por ello es incapaz de reaccionar. Culpabilizar a los de arriba es la respuesta más fácil y consoladora que encontramos.

Se hace necesario un urgente rearme ético, moral. Y debe empezar por un reconocimiento personal de cada una de las pequeñas corrupciones y fraudes de la vida diaria. No hay una corrupción pequeña que engrasa la grandiosa máquina del capitalismo y una corrupción grande que la atasca. La corrupción y el fraude es un cáncer; es el óxido del andamiaje férreo de la sociedad. Y si no nos dedicamos pronto a rasparlo hasta alcanzar la zona sana, y luego a pintarlo de minio, nada del sacrificio colectivo realizado desde el 18 de julio de 1936 habrá servido para nada.