viernes, 2 de octubre de 2015

Bien morir



Ayer, durante una entrevista radiofónica, el candidato socialista a La Moncloa abrió un melón con el que nos vamos a divertir bastante. Preguntado sobre la posición del PSOE entorno a la eutanasia, Pedro Sänchez afirmó que si alcanza la presidencia del gobierno de la Nación promoverá su debate con vistas a su aprobación.

Pero por mucho que nos divirtamos, el guión ya está escrito. En cuanto se plantee formalmente el tema, las organizaciones religiosas tronarán (aunque sobre todo nos lleguen las diatribas de la Iglesia Católica), el PP se posicionará en la ultraderecha más reaccionaria de Europa y aprovechará cualquier oportunidad para comparar con terroristas a los que estén de acuerdo con regularla, pero finalmente habrá mayoría en el Congreso, se aprobará y cumpliendo con lo que habrán dicho en la tribuna de la Carrera de San Jerónimo, al menos 50 diputados a Cortes del PP, con su presidente a la cabeza, presentarán un recurso de Constitucionalidad.

Luego la sociedad española, con esa normalidad que no deja de ser paradójica, ejercerá los derechos que le permita la ley. Y cuando el alto tribunal vaya a pronunciarse (¿siete, diez años después?) la eutanasia será un hecho completamente normalizado. Por eso la sentencia del Tribunal Constitucional ya se puede prever: declarará la ley conforme a la Constitución, y todos y todas nos dedicaremos a otra cosa. Y cerrará el guión cuando algún máximo dirigente del PP que firmó el recurso de anticonstitucionalidad acceda para sí o algún familiar cercano a la eutanasia.

Es triste, muy triste, que cualquier avance social en España haya contado con la encarnizada oposición de la derecha social, religiosa y política de España. Es triste, muy triste, que tras el ridículo que hicieron con leyes como las del divorcio o el matrimonio igualitario, el PP no comprenda que la sociedad española se liberó hace décadas de la tiranía de la jerarquía católica mediante el pago, eso sí, de cánones anuales más que generosos. Pero sobre todo es triste, muy triste, que miles, decenas de miles de personas sigan sufriendo sin necesidad cuando la razón y los sentimientos nos dictan que lo correcto es acortar la agonía.
         
Si debo elegir a un cristo, me quedo con el misericordioso, no con el vengativo. Espero no tener nunca que decidir sobre la vida o muerte de un familiar cercado, mis padres, mi marido, mis hermanos, mis sobrinos. Lo que sí tengo claro es que llegado el momento final quiero morir con dignidad, rodeado de los mismos, confiado en que nadie se empeñará en hacerme sufrir hasta el último de mis segundos.

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