sábado, 19 de noviembre de 2011

El problema no es el bipartidismo

En un post anterior titulado Sociedad sin Nobleza, ya apuntaba mi opinión que tan importante, e incluso más, que los cambios colectivos son los cambios personales. Creo que fue Descarte en su Método el que empezaba utilizando el ejemplo del muro, resaltando la importancia de empezarlo bien desde sus cimientos. De igual modo, si los ladrillos sociales que somos las y los ciudadanos no somos emocional y éticamente sólidos, es absurdo esperar que el muro social sí lo sea. Traigo esto a colación en relación al debate que hoy se está produciendo principalmente fuera del sistema, en redes sociales y correos electrónicos, en contra del que afirman bipartidismo político español.

No tengo claro que en España exista un bipartidismo aunque a veces lo parezca. Bipartidismo existe en Estados Unidos e Inglaterra desde la fundación de sus sistemas parlamentarios, de carácter mayoritario que imponen un marco político donde no existe la posibilidad real de la entrada en liza de un tercer jugador. En Inglaterra esta circunstancia se ha dado desde el siglo XVIII, primero con los partidos conservadores y liberales, y tras los años 20 del siglo XX, entre conservadores y laboristas. En Estados Unidos ni siquiera ha sido posible esa evolución, por lo que el cambio se produjo en el seno de las formaciones republicanas y demócratas, donde en este siglo cambiaron la polaridad ideológica.

Es cierto que en España existe un marco electoral que favorece mayorías parlamentarias, pero casi en la mitad de las legislaturas desde 1978 se han producido gobiernos con apoyos de minorías. El hecho diferencial español es que los partidos bisagras han sido nacionalistas periféricos, y no formaciones nacionales.

Cualquiera puede compartir que después de más treinta años de democracia, nuestro sistema electoral debe ser corregido. Pero este debate no es nuevo. Los que promueven el debate desde las redes sociales no han sido deslumbrados por la verdad en su particular camino a Damasco. También es cierto, lógico y muy humano, que los que más empeño ponen en el debate son aquellos que no consiguen alcanzar cuotas de poder con la actual legislación, y hacen depender de un cambio normativo su acceso al poder parlamentario. E igualmente lógico es que aquellos que en la situación actual consiguen mayorías suficientes no tengan ningún interés en promover su cambio.

Por ello deberemos buscar, cual arquitectos, un testigo que nos indique el movimiento real del debate sobre el supuesto bipartidismo español. Y éste no es otro que Izquierda Unida, como heredera del Partico Comunista Español. Uno de los hechos que consideraron problemáticos los dirigentes de la Transición, así en masculino ya que por aquella época la mujer seguía excluida de los procesos de toma de decisión política, era la enorme cantidad de partidos que pretendía entrar en liza electoral. Ello aventuraba un parlamento muy fragmentado que impedía una gobernanza del cambio. Y por ello la derecha nucleada entorno al presidente del gobierno Adolfo Suárez, lo que sería la UCE, el PSOE y el PCE, apostaron por un sistema que fomentara una concentración parlamentaria suficiente. Hecho importante es la decisión del Partido Comunista que en aquella época aspiraba a ser el referente español de la época y por lo tanto muy interesado en eliminar de la escena parlamentaria a toda la pléyade de micropartidos marxistas y socialistas.

La historia nos enseña que fue el PSOE y no el PCE quien encarnó las aspiraciones políticas de una amplia mayoría de la sociedad española de izquierda, por lo que la ventaja que esperaban conseguir desde el Partido Comunista se convirtió en un hándicap imposible de superar. Y por ello, desde hace lustros IU, su heredera ideológica, apuesta por una modificación legal.

Pero más allá de este sector que reclama una modificación del marco electoral, han aparecido grupos outsiders, desencantados del sistema, e incluso los nunca encantados con él, que cifran sus esperanzas de cambio en una transformación del sistema electoral al que acusan de bipartidista. Y con este discurso están arrastrando a una parte importante de la sociedad, que puede ser el futuro fermento de un descontento que termine desestabilizando el sistema democrático hacia salidas que nadie puede controlar.

Yo soy de los que piensan, no ahora sino desde hace casi veinte años, que el sistema electoral español es francamente mejorable con, por ejemplo, la introducción de una nueva circunscripción nacional que equilibre la dispersión del voto y aproxime la representación electoral con la suma de votos conseguido. También creo en la virtud de promover una relación más directa entre elector y elegido, pero con cierto protagonismo de los propios partidos políticos, ya no existe prueba empírica que demuestre que la ausencia de cierto control de los aparatos de los partidos de mejor resultado que su existencia.

Pero que mi opinión política cuestione desde hace años el actual marco electoral no significa que comparta los discursos contra el supuesto bipartidismo. Habría que preguntar a los que claman contra él, si prefieren un sistema multipartidismo a la italiana. Esta sería la primera gran prueba de dicha argumentación. Que exista la posibilidad de múltiples mayorías parlamentarias en la república itálica no ha devenido en mayores niveles de democracia y ética. Bien al contrario, ha derivado hacia mayores niveles de corrupción e inmoralidad democrática.

Pero no hay que cruzar medio Mediterráneo para comprobarlo. El acceso de pequeñas formaciones a los ayuntamientos españoles no asegura mayores niveles de salud democrática. Lo que favorece es la aparición de personajes de dudosa ética democrática que aprovechan la necesidad de sus votos para conseguir o mantener negocios de dudosa legalidad.

Por ello, defiendo que el esfuerzo que se pone en demandar un cambio electoral se comparta con la autoexigencia colectiva de mayores niveles de ética democrática. Como los ladrillos de Descartes, de nada nos sirve centrar todos nuestros esfuerzos en una lucha contra el sistema electoral si cuando se consiga lo que hayamos hecho haya sido abrir la puerta de las instituciones a virus antidemocráticos más peligrosos de los que pretendíamos erradicar.

En ocasiones veo fantasmas, posiblemente. Pero leyendo y escuchando los discursos sobre el bipartidismo español recuerdo al doctor Abronsius, en El Baile de los Vampiros. Soy consciente que mi argumentación puede sonar al de Victoria Kent en las Cortes Constituyentes de la II República sobre el voto femenino, pero mi posición es que siendo importante que el voto de cada persona valga lo mismo, independientemente de la circunscripción en la que viva; que el valor de un voto sea el mismo independientemente de que en su vecindario vivan más o menos personas de su misma elección electoral; que la ciudadanía debe tener la posibilidad de elegir no sólo las siglas sino también el nombre y apellido de su representante; compartiendo todo ello, soy consciente también que hasta que los y las españolas no recuperemos valores éticos de austeridad, frugalidad, honradez, esfuerzo, empatía y respeto emocional, cualquier cambio terminará por ser puramente cosmético.

6 comentarios:

  1. Querido Pablo, con todos mis respetos, es lógico, normal y previsible que tú y tus compañeros y compañeras de partido no veais ese "bipartidismo" que en esta campaña electoral se ha hecho más visible que nunca. La legislación dirá lo que quiera, que también ha dicho por boca de l@s que legislan, y recientemente, este verano, al restringir aún más la participación de partidos con solera, con años de lucha. En otro momento podemos debatir sobre el "motivo" y los "por qué" y de la mano de quién" de la arrolladora "victoria" del PSOE, y de un tal Isidoro en aquella época. Me gusta la forma de construir tu artículo, y me encanta el planteamiento de recuperación de valores éticos de austeridad, frugalidad, honradez, esfuerzo, empatía y respeto emocional.... De eso sabemos mucho aquí en Andalucía ¿verdad?. Nos seguimos leyendo.

    ResponderEliminar
  2. Como puede afirmar que no existe bipartidismo, y que tiene que ver la empatia con la lucha de clases. Yo mantengo que en este país hay dos Españas, la de la derecha que apoya y se reclama franquista y la de los que perdimos la guerra a consecuencia de un golpe militar.Nunca fuimos reconocidos como participes en la construcion de la dicha democracia. Desde entonces dos partidos mayoritarios se están repartiendo alternativamente el poder en España. Donde esta el sitio, el lugar, el espacio de esa izquierda que lucho con sus vidas para defender la libertad y la representación del pueblo en las instituciones. Mucha palabrería me parece, para defender un echo indefendible y evidente para toda persona juiciosa.El bipartidismo ha asfixiado la democracia en este pais.

    ResponderEliminar
  3. Pablo, te dejo un artículo el profesor Vicenç Navarro. Creo que es interesante y ofrece otro punto de vista diferente al que tú planteas.

    Él, por ejemplo, dice: "la Transición de la dictadura a la democracia se hizo en términos muy favorables a las fuerzas conservadoras, aun cuando el mayor impulso que forzó el fin de la dictadura procedió de las movilizaciones populares, y muy en especial de la clase trabajadora de las distintas naciones y pueblos de España. Nuestro país tuvo el mayor número de huelgas de Europa entre 1974 y 1978, de manera tal que, aunque el dictador murió en la cama, la dictadura murió en la calle. Tal presión, sin embargo, no fue suficiente para que hubiera una ruptura con el régimen anterior. Las fuerzas conservadoras continuaron teniendo un dominio casi completo de los aparatos del Estado, así como de las instituciones financieras y económicas y gran parte de los medios de mayor difusión.

    Este dominio determinó, entre otros hechos, el diseño de la Ley Electoral, que tenía como objetivo debilitar a las izquierdas en general y al Partido Comunista en particular. Tal partido había protagonizado la lucha contra la dictadura y era percibido por los sucesores del franquismo como su mayor enemigo. Esta ley estableció las bases de un bipartidismo que, sesgado hacia la derecha, dificultó enormemente la aparición y crecimiento en el arco parlamentario de opciones de izquierda. La izquierda mayoritaria, al ver que este diseño la beneficiaba a ella a costa de la más temida y radical, respaldó tal bipartidismo que, aun cuando favoreció el tamaño de su grupo parlamentario, dificultó el desarrollo de su programa electoral, pues al no obtener fácilmente mayorías, se tuvo que aliar más frecuentemente con las derechas nacionalistas conservadoras que con los partidos a su izquierda."

    http://www.vnavarro.org/?p=6507

    ResponderEliminar
  4. Estimada Isabel, cuando escribo en este blog no atiendo a consignas políticas y respetando los Estatutos de mi partido, me concedo una gran libertad para opinar. Por ello, mi reflexión sobre el bipartidismo puede coincidir con posicionamientos de algunos y algunas compañeras, pero no responden a un discurso imperativo del PSOE. Bien al contrario, tanto antes de afiliarme como después, siempre he mantenido la injustifica que supone a algunos partidos que sumando más votos consigan menos diputadas y diputados por su dispersión, fundamentalmente a IU. El vector de mi argumentación es que con ser importante, el marco electoral no es fundamental para explicar ni superar determinados comportamientos. Y por eso ponía el ejemplo de Italia, con un sistema que favorece la fragmentación del arco parlamentario y no ha supuesto nunca ventajas comparativas respecto a España, antes al contrario, la situación parlamentaria y por lo tanto política de la república transalpina es mucho peor que la española. Por eso finalizaba diciendo que con ser importante, el cambio de la Ley Electoral no significaba solución de nuestros problemas políticos si no cambiábamos comportamientos personales. El texto de Vicenç Navarro lo había leído vía facebook (ese nuevo parlamento virtual de los amigos y amigas) y evidentemente no compartimos el análisis histórico pero sí la conclusión: si queremos cambiar la ley electoral necesitamos un partido de izquierdas que consiga al menos doce millones de votos, es decir, mayoría absoluta. Completamente paradójico, pero muy real.

    ResponderEliminar
  5. Estimado Anónimo, no se en qué parte de mi post has podido leer que haya afirmado que en España no existe bipartidismo. Lo que digo es que no lo tengo claro, que puede parecer lo mismo pero argumentalmente es muy diferente afirmar que dudar. Obviando el hecho de llamarme persona con poco juicio, cosa que entiendo en el contexto de tu comentario, yo sí pienso que una parte significativa de los perdedores de la Guerra Civil han tenido sitio en la actual democracia. Otra cosa es que nuestra idea del lugar que nos corresponde no corresponda con el que hemos conseguido. Sobre la pregunta que te haces sobre qué tiene que ver empatía y lucha de clases, te diré que la empatía es uno de los valores supremos que nos hacen humanos. De hecho, los totalitarismos de cualquier tipo, antítesis de la democracia, es la falta de empatía hacia el otro. Una lucha de clases sin empatía es como un dulce de membrillo sin membrillo. Por último compartir una reflexión contigo. Lo que asfixia a la democracia es la falta de libertad, no la ley electoral. Para que el fermento democrático pueda fecundar necesita de libertad de palabra, de pensamiento, de manifestación. La ley electoral en todo caso lo que hace es retarnos a ser más inteligente, más proactivos y más pedagógicos. Valores que también nos exige la lucha de clases.

    ResponderEliminar
  6. Querid@ Pablo; quiero darte un consejo: deja, amigo mio, tus profundas reflexiones y dedícate a estudiar una diplomatura o licenciatuta en condiciones. Tú no tienes madera de Joseph Goebbels ni el Evaristo de Führer.

    ResponderEliminar