domingo, 27 de marzo de 2011

Sí a la vida. Sí al aborto.

El “matrimonio” entre el Movimiento Radical Neo Liberal (MRNL) y el Cristianismo Radical ha engendrado frutos curiosos. El trasvase de ideas y estrategias está generando un sinfín de falsos debates sociales, intentando arrastrar a la ciudadanía hacia un maniqueísmo de ideas imples, blancos y negros sin grises. Responder a esta estrategia es complejo. Quedarse callado puede suponer ceder un espacio discursivo que este matrimonio contra-natura coloniza con una rapidez que ya quisieran para ellas la mayoría de especies naturales exógenas invasivas. Responderles con sus misma demagogia es aceptar un debate reduccionista que sigue uno de los 11 principios de Goebbels, el de vulgarización, el cual establece que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Y desmontar uno a uno todos sus falsos argumentos, casi imposible en la sociedad actual que basa todo su poder en los mensajes cortos y simples. Pero, y esto sí clama al cielo (el que sea), la puerilidad y la falsedad de los argumentos utilizados por la versión más casposa del Tea Party nacional, me invitan a por lo menos dejar clara mi posición sobre un tema tan importante como el aborto. En el día de ayer, unas 10.000 personas (según fuentes del ayuntamiento a pesar de que los organizadores hablaban de 160.000 personas) se movilizaron ayer bajo el lema “Sí a la vida” en Madrid. En el Manifiesto mezclan churras con merinas, afirmaciones peregrinas con peticiones bienintencionadas pero mal dirigidas, demagogia en fin. El mismo eslogan en su prueba. Ese “Sí a la vida” es un ejemplo magnífico, ya que oculta el verdadero fin de la marcha (no al aborto, no a la autonomía del paciente, no a la libertad del individuo para decidir una paternidad y maternidad responsable) y pretende cubrir a los que están en desacuerdo con un denso manto de sospecha: si no estás a favor de la vida, es que estás a favor de la muerte, es decir, eres un asesino. Cuando precisamente la defensa del derecho a interrumpir el embarazo es la máxima expresión del sí a la vida.

El aborto ha estado prohibido y su práctica perseguida por muchos de los regímenes totalitarios más repugnantes de la historia. Durante siglos, la Iglesia Católica ha impuesto una prohibición que no sólo ha impedido el bienestar de los niños sino que ha significado el sufrimiento y la muerte de decenas de miles de mujeres. Sólo en las sociedades en la que la persona es el epicentro (en contraposición a las sociedades donde lo es la fe, la religión o dios) el derecho a la interrupción del embarazo ha sido permitido. Está claro que el aborto debe ser la última opción, cuando todo lo demás ha fallado. Cuando una mujer toma esa decisión, debe ser, y lo es habitualmente, cuando toma conciencia que no tiene otra salida para su integridad física, emocional y familiar.

Hasta podría parecer gracioso, si no fuera tan terrible, que aquellos mismos que con gran placer nos quieren imponer un futuro donde se trabaje más horas y se cobre menos, pidan más niños. En su Manifiesto, los convocantes de la marcha de ayer no se cortan a la hora de fijar su posición natalista al pedir no sólo la prohibición del aborto sino además “políticas activas de apoyo al nacimiento de nuevas vidas, que constituirán la mayor riqueza espiritual y material de España en el futuro”. Inconscientemente han revelado su “agenda oculta”, una hoja de ruta hacia donde quieren dirigirnos: no a una sociedad más justa, libre e igualitaria; no hacia una sociedad donde todos sus integrantes, bebés, niños, adultos, ancianos, puedan desarrollarse plenamente; no hacia una sociedad donde todos sus integrantes vivan plenamente de forma solidaria y respetuosa. No. Lo que buscan es una nación muy poblada, con mucha gente, que a modo de bomba natalista pueda extender por todo el orbe una concepción de la vida, de la muerte y de dios.

Pero esto no es nuevo. Todas las religiones natalistas, aquellas que propugnan el “creced, multiplicaos y ocupad todo el territorio que podáis” son las que prohíben el aborto, las relaciones homosexuales y la libertad individual. Al contrario, una sociedad que dice sí al aborto, sí a las relaciones homosexuales, sí a la libertad individual, es una sociedad que antepone la persona al sistema, que prioriza al individuo y su bienestar antes que la conquista de nuevos territorios con su lógica de guerra.

Decir sí al aborto es decir sí a la maternidad y la paternidad responsable; sí a la planificación familiar; sí a la información sexual a edades tempranas; sí a los métodos anticonceptivos; sí a la sanidad pública; sí a las políticas de conciliación de la vida personal, profesional y familiar de hombres y mujeres; sí a las políticas públicas de guarderías, ayuda a domicilio y becas; sí a las políticas públicas de apoyo a las personas mayores, con centros de día, residencias y apoyo a las familias. Decir sí al aborto es, en definitiva, decir sí a la Vida.

lunes, 21 de marzo de 2011

Cuando nada es lo que parece.

En Sevilla nada es lo que parece. Pero no solo en el paisanaje de la ciudad, sino en la ciudad misma. Desde que me avecindé en la ciudad la he conocido como se conoce a una cebolla: quitando las sucesivas capas. Y tras cada nueva capa, una nueva opinión.
Cuando llegué a Sevilla pensaba en una ciudad barroca. Cuando conocí sus iglesias fernandinas pensé que más que barroca era gótica y mudéjar. Cuando paseé por sus calles concluí que era una ciudad vulgar con algunos buenos edificios. Ahora pienso que es una ciudad amante, que miente cuando te susurra “te quiero”, pero de la cual no se puede uno separar. Es la ciudad que te da lo que pides, lo que necesitas, lo que deseas. Pero es una ciudad que vendiéndose al mejor postor nunca deja descubrirse.
Pedro G. Romero, en una magnífica entrevista del DIARIO DE SEVILLA se preguntaba “¿Dónde están las plazas barrocas? En Sevilla todas son cuadradas. ¿Dónde están las iglesias de planta jesuítica? Entras en cualquiera y no hay cambio de volúmenes. Son superficies rectas con tramas rugosas. Pudiera hablarse de una cierta sensibilidad barroca pero nada que ver con el barroco de verdad, que es el de Italia.” Y con esta afirmación empezó a encajar todas las piezas.
Todo el urbanismo de Sevilla es decorado, no sustancia. La catedral gótica de Santa María de la Sede lo es solo en su piel. Su concepto espacial se aproxima más a la mezquita de Córdoba que a la catedral de Burgos. No existen más que dos edificios barrocos en Sevilla, todos ellos inspirados por jesuitas italianos: San Hermenegildo y San Luis. El resto son edificios cúbicos, simples, envueltos por una exuberancia de maderas doradas y figuras policromadas de un barroco algo infantil.
El Real Alcázar, decorado con profusión islámica que aturde, consigue evitar dar a conocer la realidad: es una simple casa con patio, grande, muy grande, pero casa patio al fin y al cabo.
El modernismo de la ciudad llegó como llegó el arte renacentista, el barroco y el neoclásico, sólo en apariencia. Las casas modernistas de Aníbal González en calle Alfonso XII se limitan a su piel exterior. Su interior es la misma casa patio sevillana de veinte, cuarenta años antes.
Sorprendentemente, lo más barroco que se ha levantado en Sevilla, aparte de las dos iglesias italianizantes antes citadas, ha llegado en el siglo XXI de la mano de un alemán. Sí, me refiero a las Setas, al proyecto Metropol Parasol de Jürgen Mayer en la plaza de la Encarnación, una catedral laica abierta a los cuatro vientos. Sus curvas, su altura, sus distintos planos “está lleno de ese estremecimiento, del eco de los espacios infinitos y de la correlación de todo el ser” del que hablaba Arnol Hauser.
Cada línea conduce la mirada a la lejanía; cada forma movida parece quererse superar a sí misma; cada motivo se encuentra en un estado de tensión y de esfuerzo” que decía Hauser del barroco es la sensación que producen las Setas de Jürgen en Sevilla.
Al final van a tener razón los que acusan al proyecto Metropol Parasol de anacrónico: es un edificio que llega trescientos años tarde a Sevilla. Disfrazado de modernidad, naturalmente.

sábado, 19 de marzo de 2011

Lord Quintero y el bufón Jodorowsky. Escándalo en el Teatro.

Sevilla, Teatro Quintero (calle Cuna), 18 de marzo a las 20:20 h. Hemos comprado por internet dos entradas para el espectáculo teatral “Padres, Madres, Hijos, Hijas” que dirige Cristóbal Jodorowsky y que debe empezar a las 21:00 h.
Cristóbal es hijo del gran Alejandro Jodorowsky, entre otras muchas cosas psicoterapeuta inventor de la psicomagia, y creador de espectáculos de gran resonancia en París. El cartel que la web del teatro ha colgado lo anuncia como invitado especial.
Observamos extraños movimientos por el zaguán en el que esperamos, lo que nos llama la atención. Poco a poco el público va llegando mientras vemos a personal del teatro entrar y salir, personajes que parecen actores llegar, saludar, entrar, salir, regresar. Todo es muy extraño, parece la “mise en scène” de una obra que interactúa con los espectadores que pacientemente esperamos que se abra la sala para entrar.
Pasan los minutos, pero finalmente a las 20:50 h. dos azafatas del Teatro abren las puertas. Las escenas de confusión continúan. Observamos que algunos espectadores presentan no la preceptiva entrada sino la mitad de un folio, los cuales van siendo apartados de la cola.
Por fin entramos. Es la primera vez que visitamos la sala del antiguo cine Pathé.
Dentro, parece que el juego de la confusión continúa en la platea, pero poco a poco los espectadores vamos encontrando nuestros asientos y esperamos paciente el inicio del espectáculo. Una maravillosa actriz, Irene, interactúa con el público con una pose que realmente impresiona. Mientras las filas se van completando, los actores y las actrices pasean por el escenario, por el pasillo del teatro, hablan entre ellos.
Son las 21:35 h. Algunos espectadores se impacientan, van ya 35 minutos de retraso, pero al fin parece que la sala está completa. Pero con sorpresa comprobamos que a pesar de estar completo el aforo siguen entrando espectadores.
Cristóbal Jodorowsky aparece al pie del escenario y pide calma y compresión señalando que ha venido más público del previsto y se va a acomodar a todo el mundo. Pero estupefactos vemos que siguen entrando espectadores y junto a ellos sillas que son colocadas delante de la primera fila obstaculizando la salida de la sala y en el colmo del asombro observamos cómo se les indica a un número importante de espectadores que se sienten en el pasillo.
Un grupo de espectadores, entre los que me encuentro, protestamos de viva voz y abandonamos la sala mientras el espectáculo comienza. Son las 21:50 h.
Una vez fuera comienzan las explicaciones, que suenan a justificaciones, pero poco a poco nos vamos haciendo con un retrato bastante certero de lo ocurrido. Cristóbal Jodoroswky pasa por ser un reputado psicoterapeuta que imparte talleres por todo el mundo y en calidad de tal impartía un taller organizado en Sevilla por Depravado Teatro. La obra “Padres, Madres, Hijos, Hijas” era el colofón de dicho taller.
Cristóbal, un atribulado terapeuta abrumado por la posibilidad de que el estreno de su obra sea un sonoro fracaso al tratarse de su primero obra escénica que se representa en un teatro de verdad, ha invitado a un numeroso público compuesto de amigos y familiares de los actores y de las actrices. Pero pasadas las 20:00 h. descubre el teatro que se están vendiendo la mayoría de las entradas que completan el aforo y empieza una nerviosa búsqueda de soluciones. Cuando por fin se empieza a acceder a la sala ya se sabe que si entran todas las personas que esperan se superará el foro por mucho. Según la dirección del Teatro, cuando se le pide a Jodorowsky que no accedan más personas al local, éste aprovecha una distracción del personal del teatro para hacer entrar a más personas por una segunda puerta que no está controlada.
Al comienzo del espectáculo, el número de personas sobrepasaba ampliamente el aforo del local, lo que supone una temeridad. Cuando llegó la policía local los que estaban por los pasillos ya habían ocupado los sitios de los que habíamos abandonado el local y al parecer sólo vieron a tres o cuatros personas sentadas en el pasillo.
El propietario del teatro, el conocido entrevistador Jesús Quintero, dio amplias explicaciones pero erró en lo principal. Como Lord Jim, en la novela de Joseph Conrad, hubo un momento en que tenía que tomar una decisión fundamental: saltar o quedarse en el barco, como fue el caso del personaje de Conrad; parar el inicio de la obra y obligar a salir a los que carecían de entrada, o aceptar los hechos consumados y dejar continuar la obra. Como Lord Jim, Jesús Quintero tomó la decisión equivocada. Y como a aquel, ese hecho, el poner en peligro la vida de sus espectadores y de sus actores, le perseguirá toda la vida.
Cristóbal, por su parte, no pasa de ser el bufón de la obra. Enfatuado psicoterapeuta, que o bien consideraba su obra tan mediocre que era incapaz de atraer a un público cultivado, o bien consideraba tan mediocre a la ciudad de Sevilla y su área metropolitana, que con un millón de habitantes no sería capaz de llenar 300 butacas. En todo caso lo que nos revela su actuación es que tiene claras dificultades emocionales no resueltas que requieren de terapia urgente.
Soy consciente que los terapeutas, como los arquitectos, los ingenieros de caminos, y los médicos, son las personas más narcisistas del mundo. Y en parte tienen razón: en sus expertas manos están depositadas nuestra salud y nuestro bienestar. Pero si bien estoy dispuesto a pagar para que un psicoterapeuta como Jodorowsky sane mi mente y mi cuerpo, no estoy dispuesto a permitir ser el esparrin de un creador narcisista y megalomaniático, apocado aprendiz de demiurgo, que en su soberbia prepotencia está dispuesto a jugar con la vida de centenares de espectadores. Parafraseando a Perich, lo peor de todo, es que al pobre Alejandro Jodorowsky le haya salido un hijo así.

martes, 8 de marzo de 2011

IN MEMORIAM : por vosotras (y vosotros)

Respondiendo hoy a un post de facebook, he recordado a algunas de las mujeres de mi familia que fueron capaces de enfrentarse a un mundo masculino y sobrevivir en el mundo laboral. Así, mi tía bisabuela María Felipe y Pajares en el siglo XIX fue maestra de la Casa Galera (carcel de mujeres) de Alcalá de Henares y murió como maestra de la Escuela Peñaflorida de San Sebastián en 1913; mi tía abuela María Morterero, profesora como su tía María Felipe, depurada durante el franquismo por su compromiso social y sindical; mi tía abuela Carmen del Pino, que en la década de los años 10 y 20 del siglo pasado, con apenas 20 años, era encargada de la Tintorería Inglesa de Málaga, con trabajadores a su cargo; o mis abuelas Isabel y Rafaela del Pino, que cosian para la calle y montaron pequeñas empresas del sector de la confección (Modas de Madrid fue la tienda de mi abuela Isabel en Écija hasta que tuvo que cerrar tras el fusilamiento de mi abuelo Justo Morterero en agosto de 1936 por parte de los falangistas).
Pero también en este día quiero recordar a aquellas mujeres de mi familia que sufrieron la tiranía y la violencia pero que fueron capaces de liberarse finalmente, como mi bisabuela Enriqueta Rivero que se separó legalmente de mi bisabuelo Isaac Millán en los años 10 del siglo XX.
A todas ellas, y a todos los hombres, padres y maridos, que fueron capaces de comprenderlas, apoyarlas y permitírselo (la ley de la época obligaba a la mujer a buscar la autorización del marido), mi más cariñoso recuerdo.

jueves, 3 de marzo de 2011

Obra pública

Dentro de una tradición secular de España, la gran obra pública siempre ha llegado con retrasos y sobrecostos, en muchas ocasiones escandalosos.
La Exposición Iberoamericana de Sevilla del 29 es sin duda el ejemplo paradigmático de este retraso e incremento de costes. Prevista su inauguración para el 1 de abril de 1911, hubo que esperar casi veinte años para concluir la construcción de infraestructura y pabellones, multiplicando en este tiempo varias veces el presupuesto inicial.
Por lo tanto, los retrasos y los sobrecostos de la obra pública no es nuevo, ni identificable con un sistema político determinado (dictadura, dictablanda, república, monarquía parlamentaria, etc.) ni con un partido político en concreto (en la actualidad esto ha venido sucediendo tanto en administraciones del PSOE como del PP, IU, CIU, etc.)
Obras como la T4 del aeropuerto de Barajas, la M-40, la Ciudad de la Cultura de Galicia, la Ciudad de las Ciencias de Valencia, el Metro de Sevilla, las “Setas” de la Encarnación de Sevilla, etc. han visto incrementarse su presupuesto a la vez que sus obras se retrasaban en ocasiones casi un lustro sobre el plazo inicial de finalización. Dentro de las grandes infraestructuras, a bote pronto, solo recuerdo tres que terminaron en plazo como la Expo del 92 de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona 92, pero con sobrecostos importantes, y recientemente el nuevo túnel del AVE bajo Madrid, terminado antes del plazo previsto.
¿Cómo es posible tanto error? La mayoría de la población, siguiendo el proverbio patrio de “piensas mal y acertarás”, junto a incendiarios discursos, que muchas veces ocultan una clara tensión totalitaria, tienden a explicar dichos retrasos por la mala gestión política y en la corrupción de las administraciones promotoras.
Pero, ¿es posible que esto ocurra de forma tan generalizada? Desde un análisis histórico soy de los que piensan que no es posible. No sé si se trata de errores técnicos de planificación, de políticas empresariales que licitan a la baja para conseguir obras que luego saben podrán subir de costos, o a mala gestión de las administraciones que las promueven, sin descartar puntuales casos de corrupción política.
Pero de lo que sí estoy seguro es que o bien nuestro sistema democrático es capaz de ajustar el tiempo y costo la obra pública española, o va a suponer el principio del fin de la democracia del 78.
Hace falta, sin duda, una Comisión de Investigación independiente a nivel nacional para que con luz y taquígrafos analice y dictamine el porqué de estos desfases y propongan mecanismos para evitarlos.
Que cada oposición critique al gobierno de turno e intente con ello extender un manto de desconfianza sobre nuestro sistema democrático es, sin duda, la peor de las opciones.