martes, 9 de febrero de 2010

A perro flaco...

Aunque vaya a hablar, entre otros, del sr. Aznar, con lo de perro no me refiero a él, sino al popular dicho español “a perro flaco todo se le vuelve pulgas”.
En algún otro post ya he comentado mi opinión sobre España en el mundo. Sinceramente no creo que España esté sufriendo un complot internacional, entre otras cosas porque sería suponer a los “internacionales” una inteligencia que discuto. Pero sí es cierto que España tiene un problema, y gravísimo, de imagen. Pero esto no es nuevo. Si podemos aprender algo de las relaciones internacionales españolas desde su configuración como potencia continental, allá por los reyes Fernando e Isabel de Trastamara, son dos cosas: que somos el saco donde sacude todo el que es algo en el mundo, y que la sociedad española lo sirve en bandeja.
Castigada desde el siglo XVII a ser mera comparsa de otras naciones, generalmente de Francia, ocasionalmente de Inglaterra, atenazada por una Iglesia Católica que impedía cualquier avance técnico y científico, y adobada por el gusto popular español del aquí-te-pillo-aquí-te-mato, la nación española aceptó su expulsión de la gobernanza global hasta el punto de ser neutrales en las dos Guerras Mundiales. Por esto, la España democrática y desarrollada ha llegado tarde al reparto del mundo. Y hacerse un sitio supone dar codazos a troche y moche, pisar callos y desalojar a los que están cómodamente sentados en sus sillones.
En este sentido, recuerdo algunos episodios especialmente significativos desde la Transición. Por ejemplo, la Guerra del Fletán durante un gobierno González. Muchos vieron en aquella agresión canadiense una respuesta del mundo anglosajón al soterrado debate español para competir con Canadá su sitio en el G-7 tras superarlo en el PIB. Tras aquel secuestro, no se volvió a plantear la cuestión. O la reacción furibunda de Italia, en un gobierno Aznar, ante cualquier intento de compra de sus empresas por parte de alguna española, bien telecos, bien autopistas, justo cuando España estaba a punto de superar en PIB a Italia, lo que la ponía en entredicho como cuarta economía europea.
Cualquier estrategia para pararnos los pies es buena. Reeditar la leyenda negra para dar la impresión de que en España no es posible asegurar los derechos humanos; seguir insistiendo en nuestro carácter festivo pero poco serio para evitar reconocer que somos una competencia tecnológica en el mundo; calificarnos de cerdos (PIGS) con gran alegría de muchos de nuestros conciudadanos ya que ven en ello gasolina contra el gobierno de la Nación; etc.
España no es China, ni en población ni en territorio, ni Brasil o Indonesia en recursos. España es un pequeño país en el mundo, a penas 500.000 kilómetros cuadrados y 45 millones de habitantes, sin recursos naturales atrayentes y con mala prensa desde la “leyenda negra” que nos regaló la Inglaterra anglicana.
Creo firmemente que la política exterior de los gobiernos democráticos españoles ha ido siempre en el sentido de conseguir abrir ese espacio: primero González, con la entrada en la Comunidad Económica Europea y vertebrando la Conferencia Iberoamericana; luego Aznar, con la experiencia amarga de su antecesor ante la falta de apoyos, buscando el tutelaje de Estados Unidos; por último, Rodríguez Zapatero, regresando a la vieja Europa y buscando la complicidad de las naciones en desarrollo con la Alianza de Civilizaciones.
Pero todas se han saldado con el mismo fracaso: cuando hay confrontación, todos prefieren dejar caer a España. Ahora lo estamos viendo con la expeculación de los mercados. Más allá de los hechos objetivos, los prejuicios cuasi raciales e históricos “engrasan” las decisiones en contra de nuestro país.
Por esto, creo que la hay varios desafíos a los que enfrentarse. Primero, que los españoles, incluidos aquellos que no se sientan tal (por que si mal lo llevamos siéndolo peor sería ir por el mundo de catalán, vasco, andaluz o gallego), debemos saber que es realmente España en el mundo (una potencia de tipo mediano, con sus fortalezas y sus debilidades), y aceptar que nadie nos va a regalar nada ni nos va a dejar un hueco de forma graciosa. Cada palmo que conquistemos deberá ser con sangre, sudor y lágrimas.
Segundo, que las críticas que aquende la frontera son necesarias y patrióticas, dichas o difundidas allende la frontera serán utilizadas en contra nuestra y se transformarán en antipatrióticas.
Tercera, que por el mundo hay que ir en grupo como los anglosajones, la francofonía, los BRIC, etc. pero no en los que nos incluyan los demás (como los PIGS). Parece que lo más razonable y fácil es crear un grupo con lo más granado de los hispanoparlantes, un grupo tipo MECCA (Mexico, España, Colombia, Chile y Argentina).
Quiero finalizar este post con una reflexión. ¿Prestarías dinero a un amigo que te lo pidiera si desde meses antes el hermano de tu amigo te hubiera insistido una y otra vez que es un manirroto, un mal pagador, malgastador, etc.? Posiblemente no. Por eso no debe sorprendernos si el “mercado”, es decir, un grupo de gestores de grandes patrimonios (generalmente blancos, racistas, de derechas, anglosajones y protestante) que llevan cinco años escuchando a un expresidente del gobierno de España, despotricar del actual presidente en las Universidades, en los think kanks, etc., llegan a la conclusión que es una mala idea confiar en España y en cambio un buen negocio especular en su contra.
Este es el mejor ejemplo para ilustrar lo que no se debe hacer en política exterior. Claro que antes debería advertir que en cualquier caso el rencor mezquino es el peor de los asesores. Aunque te “revienten” una despedida triunfal.

3 comentarios:

  1. me parece un artículo muy interesante, la visión o mirada hacia atrás, que desarrollas, es inteligente, pero difícil de explicar a una sociedad cada vez más hipnotizada por la telebasura y la tele-información,quien dijo en su momento que la prensa española no informa, sino genera opinión, no se equivocó...no le expliques a un ciudadano de a pié lo que pasa con algo llamado Europa o anglosajones, etc...

    Esos son maestros de la propaganda, punto flaco de los de la izquierda, (llamémosles así..), ni estuvieron finos en los principios de la crisis, ni están finos en este momento...pero flaco, si, sordo, con dioptrías y pocos ladridos...bss. yus

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  2. Hola Pablo, una pequeña respuesta "pensada en voz alta", es decir, como antesala rápida, ya que he salir, a otra más pausada.

    La visión histórica podemos compartirla,bueno, digo, más o menos y agregando que desde tiempos de Felipe II, la política exterior española siempre ha seguido la política del avestruz y de los monos sabios (en el peor sentido de la palabra): esconde la cabeza bajo tierra, no ve, no oye y no habla...¿recuerdas?......y así nos ha ido siempre. Y por otro lado, anda que te has lucido, amigo mío, al decir que entre "lo más granado de los hispanoparlantes", tenemos a Colombia, y México (¿con sus paramilitares asesisando sindicalistas, corruptos presidenten y políticos, asesinato de mujeres y no sólo en Juárez, que es lo que más oimos pero no lo más sangrante, por ejemplo.......?, y como presidentes de este "grupo granado", nombramos ya directamente al espléndido recién Nobel de la Paz, u sease, el Sr. Obama......

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  3. Isabel,llevas razón al señalar que el adjetivo "granado" (que el DRAE define como "Notable y señalado, principal, ilustre y escogido") no es el más correcto para expresar lo que pretendía en relación al grupo MECCA. En el contexto de mi post, este grupo debería estar compuestos por los paises hispanoparlantes que por su PIB, población o territorio tienen mayor peso específico en el mundo. Argentina y Mexico están en el G-20, y Chile y Colombia tienen también un peso importante en la ONU y otros foros mundiales. Como siempre, espero tu respuesta "más pausada" para seguir debatiendo.
    De todas formas, debo reconocer que si hasta un país como Dinamarca, otrora en el grupo más envidiado de los países bálticos, es capaz de modificar su ley penal ante una cumbre y encarcelar en condiciones inhumanas a dos líderes medioambientalistas por exhibir una pancarta en una cena, pocos buenos compañeros de viaje podemos encontrar por el mundo.

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