martes, 13 de octubre de 2009

Abucheo a la "autoridad"

Hace unos días, se conoció la decisión de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de apoyar el rechazo de la querella presentada por la ultraderechista Fundación Denaes, por los pitidos que se produjeron en presencia de Juan Carlos I durante la final de la Copa del Rey y que muchos interpretaron como gesto contra el jefe del Estado.
La Sala de lo Penal considera que no es “ejemplo ni de educación ni del civismo mínimo exigible para ser respetado” aunque no puede considerarse delitos de ultraje a la Nación española, injurias al rey o apología del odio nacional.
Por eso mismo, los abucheos al presidente del gobierno de la Nación entra en el campo del derecho a la expresión que ampara nuestra Constitución de 1978. Aunque ello no es obstáculo para señalar que, en mi opinión, se trata, parafraseando a Marx, del “lumpen fascistoide” que aún puebla nuestras ciudades y villas.
No obstante, me gustaría analizar este tipo de manifestaciones desde la óptica del respeto a la autoridad. Muchos estamos de acuerdo que uno de los problemas de la convivencia de los menores en las aulas y fuera de ella es la deslegitimación que se ha producido en los últimos treinta años de la figura de profesores y padres, y que ya traté en dos post anteriores.
Algunos medios de comunicación con sus titulares (“Zapatero desprecia los abucheos porque `forman parte del rito´” recoge la edición de papel el ABC de hoy) o columnas de opinión (como Ignacio Camacho cuando afirma “Tampoco pasa nada por unos gritos de repulsa —ayer fueron especialmente intensos en decibelios— y unos silbidos a destiempo” o en El Puntero de La Razón “no se puede caer en el error de sustraerle al ciudadano el derecho de expresar su descontento con la política del Gobierno”) contemplan el abucheo a Rodríguez Zapatero desde una óptica de simpatía contenida: no está bien, pero es que se lo merece.
A su vez, estos mismos medios y articulistas claman contra la falta de respeto hacia el profesorado al mismo tiempo que aplauden las propuestas de la señora Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, que pretende garantizarles su autoridad alzándolos veinte centímetros sobre el suelo.
A mi me gustaría saber que efecto puede tener en un niño o en un adolescente (cuyo impulso primario es sobrepasar los límites que se le impone) escuchar en los medios de comunicación, e incluso en sus casas, la comprensión hacia los que abuchearon al presidente del gobierno. Posiblemente la conclusión a la que llegue sea que abuchear a sus profesores, burlarse de ellos y ningunearlos entra dentro de lo “correcto” y que con un poco de suerte, si lesiona a un profesor, el ABC titulará su hazaña: “El profesor provocó al alumno, el cual se tuvo que defender”.
Si queremos evitar una sociedad esquizofrénica con dobles lenguajes, que vuelve loco a cualquiera y más a niños y adolescentes, debemos esforzarnos en mantener un discurso y comportamiento socialmente coherente. Si consideramos necesario reforzar el respeto democrático a la autoridad debemos, en primer lugar, articular un discurso de respeto hacia el que lo ejerce, y en segundo lugar, no confundir firmeza en la crítica con zafiedad, insultos y bufonadas.
A menos, claro, que lo importante sea purgar nuestras frustraciones postraumáticas del 11-M. Entonces, ¡adelante!, ancha es Castilla.

1 comentario:

  1. muy bueno , tan solo comentarte que esos silvidos o abucheos no te da la impresion que estaban orquestados por los que dicen que son los salvadores del pais mejor dicho españa de donde venian esos silvidos o abucheos me parecen que solo les faltaban las banderitas del pp

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